EL RENACER -Quest de Tymora-

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kurwen
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Re: EL RENACER -Quest de Tymora-

Mensaje por kurwen »

Un gran número de aventureros se reunió en el puente frente a Sundabar y como dice el bien conocido refrán de La Marca: Reunión de Aventureros.... dragón en el aire. Danthalionkraesrian bajó de los cielos reflejando en sus escamas plateados los tonos del amanecer y una vez que tocó tierra tomó la forma de un elfo encapuchado, la cual ya era conocida por los allí reunidos. Todos escuchaban atentos lo que Danthalionkraesrian tenía que decir, quizá inspirados por la devoción de Zalcor... quizá intentando prestar atención entre las constantes quejas e interrupciones de Juliette y Korissa.

El dragón, una magnífica criatura, explicó que uno de sus congéneres azules se dirigía a Nevesmortas cargado con tanto veneno que arrasaría la villa. Los aventureros se agitaron y las sonrisas nerviosas y la tensión se dejó ver en sus gestos y palabras. Las ideas surgieron y fluyeron con rapidez; Daan sugirió que quizá se podría envenenar al dragón de alguna forma que lo hiciera vulnerable a su propia enfermedad... ésta idea revolucionó inexplicablemente a todos los aventureros. Daan, que se vio acosada a preguntas desvió rápidamente la atención a su camarada Gregor, explicando que el mercenario era alquimista. El cambiante, no muy amigo de las multitudes ni de ser el centro de atención levantó las palmas de las manos para frenar la nube inquisitorial que dirigió como saetas hacia él.

Gregor hizo uso de su memoria para recordar una pequeña receta que no había experimentado nunca y tras buscar en uno de sus morrales sacó un libro de tapas verdes que revisó con el ojo de un maestro en la materia: "Sangre de Dragón (o su progenie) y Sangre de Reyes". El alquimista explicó a sus camaradas que tenían que mezclar sangre de un dragón con una pequeña planta, una campanilla, que crece en las ciénagas y es conocida como Sangre de Reyes por su intenso color azul. Gregor miró por un momento a Juliette, discípula del Dragón Rojo, pero ésta antes de que el mercenario dijera nada le espetó que ella no iba a dar ni una gota; de todas formas Danthalionkraesrian se ofreció amablemente a ceder la suya.

Hubo una tormenta de ideas (no literalmente por mucho que ésto sea Faerûn) y algunos de los aventureros sugirieron vehementemente ofrecerle al dragón una cabra envenenada; pero finalmente Zalcor se ofreció para intentar disparar una flecha con el veneno.

Los aventureros se prepararon y pertrecharon para la batalla de proporciones épica que sabían iba a ocurrir y partieron hacia la villa de Nevesmortas. El Danthalionkraesrian volvió a su forma draconiana y extendió el ala para que Gregor y Naila, la clériga de Ilmater que el mercenario había escogido para que le acompañara, subieran. El grueso del grupo se dirigió a Nevesmortas y los dos mencionados volaron a lomos del dragón en dirección al bosque de Arn.

La sensación de volar embriagó a Naila y Gregor; el viento en la cara, la lejanía del suelo y las formas de éste dibujadas como en un vívido tapiz dónde minúsculas casas, ríachuelos resplandecientes y aterciopeladas arboledas se sucedían con una facilidad placentera. Sin embargo el mesmerismo que producían las alturas no duró mucho tiempo más pues un enorme dragón rojo se lanzó sobre Danthalionkraesrian y lo derribó al suelo junto con los dos aventureros. El dragón plateado amortiguó la caída todo lo que pudo pero Naila y Gregor rodaron por el suelo llevándose algunas magulladuras. Danthalionkraesrian se lanzó a la gresca sin pensárselo dos veces y los aventureros -una vez que pudieron incorporarse y comprender lo que estaba pasando- se unieron a la contienda. Naila, a través de la devoción pura y sincera que sentía por el Quebrado, canalizó los poderes curativos de éste sin titubearle la voz en sus rezos. Gregor con sus habilidades de cambiaformas se puso la piel de un atávico hombre lagarto y transformó su arma en un látigo. Mientras ambos esquivaban zarpazos, bocados, alientos de fuego y conjuros, el mercenario consiguió trabar en unas cuantas ocasiones el ala del dragón rojo con su látigo derribándolo al suelo hasta que, finalmente, consiguieron que no volviera a levantar el vuelo. Habían acabado con la criatura.

Aprovechando la oportunidad extrajeron sangre del dragón rojo caído y la guardaron a buen recaudo entre varios pliegos de lienzo. Retomaron el vuelo y no tardaron en llegar al Bosque Arn.

Tomaron tierra en bosque Grevel, el poblado gnomo que da a la ciénaga, y se adentraron en los terrenos pantanosos. Algunos kobolds salieron a su encuentro en una emboscada pero no fueron rival para los aventureros y el dragón. Buscando entre barro, maleza y zarzas Naila divisó unas campanillas azules. Era Sangre de Reyes, Gregor las recogió con extremo cuidado y volvieron a subir a lomos de Danthalionkraesrian.

Llegaron a Nevesmortas antes que el resto del grupo, fueron a la Flecha del Destino dónde Gregor elaboró el veneno autoinmune. Se juntaron con el resto y el mercenario le entregó a Zalcor el frasquito con la valiosa mezcla de sangre y planta. Momento propicio pues por advertencia del mismo guardan todos observaron como el dragón azul sobrevolaba la villa.

Zalcor subió a lomos de Danthalionkraesrian mientras el resto lo animaba y sin demora levantaron el vuelo. Juntos accedieron hasta ser poco más que un punto difuso en la lejanía. Danthalionkraesrian se puso a la cola del Dragón Azul, Zalcor estaba preparado. Danthalionkraesrian mordió y tiró de la cola de su adversario obligando a éste girar el cuello, el viento azotaba con fuerza y el Guardián no veía un tiro claro. Danthalionkraesrian batió sus alas con fuerza y se puso a la par del dragón azul y entonces esa expresión suicida que a veces se dibuja en el rostro de Zalcor emergió y el Guardián saltó hacia la boca abierta del dragón azul.

En un instante congelado en el tiempo, Zalcor miró a los ojos contaminados de la bestia y sintió su respiración ponzoñosa mientras caía hacia sus fauces. En el suelo unos aventureros se llevaban la mano a la boca, algunos a la cabeza y otros apartaban la mirada; temiendo el peor destino para el explorador.

Zalcor apretó la mandíbula y con determinación metió el brazo dentro de la boca del dragón y éste con un chasquido la cerró, desgarrando carne y hueso del guardián, sesgándole el brazo. Gritó de dolor a la par que el dragón azul se preparaba para terminar de engullirlo. En tierra Eregul gritaba preocupado el nombre de su amigo al comprender su inminente final; su vida parecía perdida pero sobre la cabeza de la bestia apareció triunfal empuñando su lanza Juliette. La hechicera se había encaramado a la nuca del dragón azul, y con una sonrisa maliciosa giró y apuntó su arma. “Trágate ésta” le gritó y con todas sus fuerzas hundió la lanza en la cabeza de la criatura haciéndola perder el control del vuelo y rugir de dolor. Juliette se soltó y puso a salvo y Danthalionkraesrian hizo un tirabuzón en el aire bajando a toda velocidad para recoger al explorador, y dejarlo de nuevo a salvo sobre la faz de Toril. Un gran número de aventureros corrió a asistir a Zalcor pero él mismo se cauterizó la herida con una de sus armas encantada con fuego. El guardián, aún habiendo perdido una extremidad sonreía complacido: había introducido en el gaznate del dragón la Sangre de Reyes.

El dragón azul comenzó a perder altura en un tirabuzón caótico, hasta que golpeó contra el suelo en una nube de polvo y las astillas de los árboles destrozados. Los aventureros se lanzaron a la gresca sin titubear. La bestia estaba débil pero no indefensa y luchó tan violentamente que parecía ignorar las heridas. Los aventureros jamás se habían enfrentado a un dragón tan resistente: los combatientes cargaron y atacaron sin tregua hasta el agotamiento, los arqueros terminaron con los dedos despellejados de tanto soltar la cuerda, los magos conjuraron hasta drenar todo su poder y los clérigos curaron a los heridos hasta el borde de sus fuerzas. Sin haber sido el esfuerzo en vano la bestia azul se desplomó sonoramente contra el suelo y todos respiraron tranquilos... Nevesmortas estaba a salvo un día más y ninguno de los defensores parecía haber contraído la enfermedad.
PJs:

Gregor (Serpenthelm) - Mercenario.
Cañamo (en común) - Druida elfo del bosque.
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Daan
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Re: EL RENACER -Quest de Tymora-

Mensaje por Daan »

Cuando vio aparecer a pocos pasos de ella al tipo que habían estado buscando, que les había tomado el pelo en la taberna de Vándar, que era el causante directo de todo el problema de la maldita plaga y que venía mofándose de ellos durante toda la malhadada exploración de la maldita guarida, una ola de ira recorrió su cuerpo.

- Esto no ha acabado todavía y todos vais a morir… – había mascullado el enajenado Carld al otro lado de la puerta, después de que el grupo acabara con su dragón azul en aquella misma sala.

- ¡Mis cojones no han acabado todavía! - había gritado la otra, avanzando a grandes zancadas hacia ella en un intento de evitar su huida mientras Lothar, cerca de ella, la miraba extrañado.

Y entonces el tipo había abierto la puerta, sonriente, con una daga en una mano y un vial de plaga en la otra, diciendo algo de negociación...

Lo cierto es que Daan ni escuchó ni pensó demasiado; recordó el truco que tan bien le había funcionado a Korissa la última vez y las sombras se movieron en la habitación, más por fruto de la ira que de su voluntad. En un segundo se había abalanzado sobre él, retorciéndole el brazo para arrebatarle el vial y colocándose a su espalda con la daga en su cuello.

- Ahora podremos negociar, hideputa… - le susurró al oído, pero el otro simplemente reía.

Tardó unos segundos en verlo y la sangre se heló en sus venas. El vial roto. Las manos del alquimista infectadas. Y la gota de veneno en su piel, por ahora recubierta con la película pétrea de las pociones de Gregor.

“Ahora sí que la has jodido, Daan. Eres un cadáver que anda. Idiota. Más que idiota. Y en primer lugar… ¿por qué cojones te metiste aquí en medio?”



Varias semanas antes, mientras un nutrido grupo de aventureros de La Marca combatía en los cielos y entradas de Sundabar el ataque de los dragones de la plaga, Tsivo y Daan golpeaban metódicamente, lejos de la mirada de los parroquianos, a dos borrachos en una habitación cerrada de la Casa Balconlimbo sin dejar demasiadas marcas que luego pudieran alertar a los caballeros que iban a llevarse a los prisioneros. Los dos tipos acabaron confesando la ubicación de la guarida de Carld, el alquimista, y Sheralt Don Muerte, situada en una cripta peligrosamente cerca de Nevesmortas.

Reunidos en las afueras de Sundabar tras la lucha, todo parecía indicar que el siguiente objetivo sería irrumpir en ese antro para eliminar a los últimos talonitas del grupo, cuando un enorme dragón plateado descendió sobre ellos, generando un gran tumulto y confusión. Alertaba de un enorme dragón azul que se dirigía a Nevesmortas con la intención de expandir aún más la enfermedad.

No cundió el pánico pero sí la alarma, y entre las muchas ideas que surgieron del caos de proposiciones para evitarlo al final fueron dos las que se asentaron: intentar pagar veneno con veneno, de lo que se encargarían Gregor y Naila, y lo que no pudiera el veneno terminarlo a golpes, de lo que se encargarían el resto de aventureros. Ambas misiones, llevadas con éxito, terminaron con el dragón muerto y derrotado, un grupo agotado hasta la extenuación, una Juliette extremadamente satisfecha de sí misma y un Zalcor manco pero orgulloso de haber logrado envenenar al dragón, aunque el cebo hubiera sido él mismo y lo hubiera pagado en carne, hueso y cartílago.

Sheralt y Carld, sin embargo, seguían vivos. Pero aquel no era el momento de atacar.



Semanas después, el dragón plateado Danthalionkraesrian sobrevoló Nevesmortas descendiendo hacia el oeste de la villa mientras sus habituales pululaban junto a la fuente. Un grupo de caballeros permanecía junto al pozo mientras unos elfos charlaban en un banco, Lothar se emborrachaba sistemáticamente junto a Korissa y Zalcor, Daan charlaba con Kriemhild de cosas banales y un mediano asilvestrado que se decía llamar Savia correteaba persiguiendo un gato. Una tarde normal, hasta la llegada del dragón.

En algún momento, se levantó un dedo entre el grupo señalando a la forma alada, las miradas se cruzaron entre los que conocían la silueta y todos se dirigieron a la entrada del pueblo, donde el enorme lagarto se transformó en un elfo y saludó a los presentes, dejando a algunos fascinados, a otros sumidos en el respeto y a otros… cautelosos, porque un dragón sigue siendo un dragón, por muy plateado que sea. Sin embargo, era la hora de acudir a por los causantes de la plaga a su guarida y todo parecía indicar que el asunto urgía, porque otros dragones sobrevolaban en la distancia la región.



El grupo bajó la voz ante la cripta, el elfo plateado instaba a la prisa y la precaución y Korissa abrió la puerta con un hábil movimiento de ganzúa.

- Estos dedos son una maravilla… - dijo mientras daba paso al resto, con su habitual modestia.

No fue la primera puerta, y fueron despejando el camino hasta un almacén donde los aventureros se abalanzaron sobre una multitud de crías de dragón azul que estaban allí retenidas. El combate fue intenso pero breve, con los caballeros llevando la delantera y el cuerpo a cuerpo, mientras los list… los mercenarios, especialmente aquellos que conocían los efectos del aliento pestilente de esas lagartijas, cubrían a distancia, advirtiendo sobre los posibles contagios.

El primer obstáculo se había resuelto y parecía que nadie se había percatado de su entrada, por lo que revisaron el almacén a fondo: una sala repleta de cajas y cofres sin material relevante, más allá de numerosos frascos vacíos, y con un extraño círculo de runas en el centro de la habitación, que atrajo especialmente la atención del mediano asilvestrado.

Savia tocó las runas y levantó los dedos.

- Palabras de poder - afirmó enigmático.

Los otros ignoraron o se encogieron de hombros, a falta de un experto en conjuros que pudiera sacar provecho o averiguar algo del círculo.

- Palabras de poder - insistió.

Y entonces alguien tuvo la idea de situar a los aventureros sobre las runas, mientras Korissa, Daan y Lothar se llevaban las manos a la cabeza. Y el resto de aventureros siguieron las indicaciones, mientras Korissa se escondía junto a la salida, Daan se cubría tras una columna, y Lothar participaba a regañadientes por presión de grupo. Y entonces pasó algo extraño, que paralizó a todos los del círculo, abrió puertas y apagó las luces, entre fuertes vibraciones mágicas.

“Mierda, mierda, mierda…” – Daan corrió hacia la puerta mascullando, para comprobar que un hombre salía corriendo por un pasillo y un numeroso grupo de dragones, esta vez algo más que crías, se dirigía hacia los aventureros paralizados.

Concentrada en bloquear la puerta con todas sus fuerzas, no vio cómo se liberaron de la trampa entre gritos de protesta, sólo sintió un alivio enorme cuando la puerta quedó en manos de los que llevaban armadura, que al menos por su propio peso podrían mantener el camino cerrado bastante mejor que ella. Cuando todos estuvieron libres de lo que quiera que fuera que les hubiera pasado, la puerta se abrió, los aventureros avanzaron y comenzó otra orgía de sangre y destrucción. Alley, Annie, Gavin, Mara, Kriemhild y Lothar sajaron a gusto hasta cubrirse de sangre draconiana, mientras los demás disparaban a distancia o aprovechaban algún golpe oportunista. Pero estaba claro que estaban advertidos, habían retirado todo lo importante o de valor de los cuartos y no había rastro de Carld o Sheralt.

Y aquello ponía a Daan de muy mal humor. Tenían que continuar.



La chica fue examinando y abriendo puertas hasta llegar a una que daba a un extraño paraje subterráneo, lleno de plantas, por el que avanzó unos pasos sigilosos antes de darse la vuelta con la cara blanca y volver por dónde había llegado. A dragones grandes, caballeros primero. No iba a ser ella quien que les quitara la gloria de acabar con la enorme mole que aguardaba en aquella cueva.

La lucha volvió a estallar, breve, intensa y dolorosa para algunos, pero por suerte sobre todo para la bestia. Pero los que afirmaban que aquel dragón, por enorme que fuera, no era lo más peligroso que una de estas bestias podía llegar a ser, tenían razón. En la siguiente sala, advertido por la potencia de sus aleteos y la risa histérica y amenazante de Carld a través de la puerta, les aguardaba uno de los dragones azules más grandes que habían visto. La batalla fue intensa, cada uno exprimiendo sus recursos al máximo, esquivando dentelladas, garras y alientos chispeantes, hasta acabar con uno más de los dragones que colaboraban con los talonitas.

Mientras sanaban las heridas, Daan maldecía en silencio. Carld y Sheralt parecían haber huido… cuando escuchó la voz.



“Lo hecho, hecho está”, pensó finalmente. La apuesta más alta de su vida y quizás la última. Daan apretó los dientes y, sin soltar el vial, se limpió la gota en la túnica del tipo en la fútil esperanza de ralentizar el contagio, aunque se hacía pocas ilusiones. Reafirmó su daga helada contra el cuello del alquimista con inquina y afianzó la llave para tenerle bien sujeto, si bien evitó contactar en lo posible con su piel -a sabiendas de que poco más podía hacer-. Al menos no le daría al tipo la satisfacción de infectar a nadie más con un contacto repentino.

Mientras ellos permanecían de pie junto a la última puerta, a su alrededor crecían los gritos para mantener a la gente alejados de ellos, veía la cara de horror en algunos compañeros y de acusación en la cara de las arpías. Y la negociación apresurada y confusa: vanaglorias sobre la huida de Sheralt en busca de la raíz misteriosa del exilir de la vida, amenazas vagas sobre la muerte de todos y un nuevo ataque contra la villa, y una posible vía negociación, ofreciendo un antídoto a cambio del Libro de marras, aquel que debía revelar el poder de la piedra de Korissa. Un libro del que parecía estar convencido que estaba en Nevesmortas, y por lo tanto junto a la gema. Todos hablaban a la vez, algunos dudando, otros oponiéndose en redondo, pero ella sólo estaba pendiente de los movimientos del alquimista, controlar el temblor de sus manos y de esa fina película pétrea que estaba desapareciendo sin que pudiera evitarlo.

La resolución fue unánime en negarle a Carld su victoria, por lo que el tipo siguió sin soltar prenda. “Ya puedes matarme” le dijo. “Eso es lo que tú querrías”, fue la respuesta. Pero el tipo, en cualquier caso, se moría, y lo hizo entre risas cínicas y estertores de dolor antes de que pudieran sonsacarle nada más.

En el último instante, Daan lo agarró por la túnica y, entrando en la alcoba, lo lanzó sobre la cama lejos de los demás, donde pronto ardió desde dentro y se consumió hasta convertirse en cenizas, recordándole que el final no iba a ser muy agradable.

Daan apoyó la espalda contra la pared de la habitación bien lejos de los demás, empezando a sentir los escalofríos, y se dejó resbalar hasta sentarse en el suelo, riendo por las ironías de la vida. Al menos tenía cerveza en la mochila para un último trago y comenzó a sacar una botella…

- No te sientes. Hay que buscar el antídoto…

- Joder, Zalcor, os dije que no os acerc…

El semielfo había entrado en la habitación transformado en un no-muerto con la esperanza de no contagiarse, y Daan levantó una ceja sorprendida al verlo con esa forma.

- Venga, tienes que buscar… yo no tengo mis sentidos así, pero te asistiré en lo que pueda.

Era cierto. Quizás había aquí un antídoto, y por lo tanto, una esperanza.

Se puso en pie rauda. Revolvió todos los muebles, cajones, estanterías y cajas de la habitación, con la desagradable imagen de un Zalcor zombificado siguiéndola, mientras aumentaban los temblores, escalofríos y la debilidad. Salieron volando papeles, algunos de los cuales reconoció como valiosos, ropas, frascos y trastos varios en todas las direcciones de la habitación. Y entonces encontró el vial. Dentro de una pequeña esfera, en un pequeño laboratorio situado en un rincón. No sabía si era el antídoto, el veneno, o una tisana para el insomnio. Pero el dolor comenzaba a ser alto, las tripas le ardían y ya no podía respirar.

Se lo llevó a la boca en un último gran esfuerzo, apenas incapaz de coordinar. El último chupito de la noche. La última apuesta.

Y entonces colapsó. Y se hizo la oscuridad.
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Re: EL RENACER -Quest de Tymora-

Mensaje por Tymora »

Hoy a las 16:30 , fin de la trama.
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LARGA VIDA A MIS ENEMIGOS PARA QUE SUFRAN CON MIS VICTORIAS
Daan
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Re: EL RENACER -Quest de Tymora-

Mensaje por Daan »

Tirada en una cama de La Rosa y el Martillo, con Jinks hecho un ovillo en su tripa, Daan ponía sus pensamientos en orden tras regresar de un largo viaje. Con los músculos cansados e imágenes de arena y sangre todavía en la retina, terminaba su última copa ahora que todo había acabado. Como tantas otras veces cuando bebía demasiado, el animal, con los ojos entrecerrados, se volvía su principal confidente.

– Pues no morí, no… pero a veces pienso que la cuarentena en el castillo de la Orden fue peor, encerrada en las habitaciones y con el soso de Zalcor como única compañía. Ni siquiera ofrecían alcohol en las comidas, y tuve que escaparme por las noches para saquearles el mueble bar… y conseguir algunas cosas interesantes – sonrió al aire.

“El asunto fue que el encuentro con Carld tuvo algo bueno, y es que gracias a su bocaza averiguamos que el libro que buscábamos estaba en Nevesmortas. Cuando pasó un tiempo prudencial y quedo claro que ni Zalcor y no yo la íbamos a espichar, comenzó entonces la búsqueda”.

Daan recordaba las carreras de todos por las calles de Nevesmortas, Juliette discutiendo con los Heltik para explicarles que no había entrado en su casa a robar, Gregor intentando consultar en los archivos del banco a deshora, Danowl preguntando en el teatro, el templo, y todos poniendo el pueblo patas arriba, especialmente la biblioteca de la Orden de Magos por donde todos se cruzaron, para horror de los arcanos que traban de estudiar.

Daan tardó un poco en pararse a pensar y buscar en la biblioteca de Lanzagélida, preguntando a Koren, experta a la que ya conocía por los encargos del bibliotecario de Sundabar, por el Libro de las Mil Visiones. No obtuvo mucha información por sus palabras pero sí por las miradas significativas que Koren intercambió con la Dama, así que, aprovechando que Liliana, tras escuchar en la distancia su conversación, pasaba a hablar con la noble señora, decidió aprovechar el momento para una búsqueda más… intrusiva.

Burlar a los guardias de las habitaciones de la Dama no fue muy complicado, saquear los cajones para fingir un robo –aunque, bueno, efectivamente estaba robando– tampoco. Pero las trampas de seguridad de la caja fuerte sí que fueron un problema. Mascullaba entre dientes probando con todas sus habilidades cuando Korissa salió de la oscuridad, dándole un terrible susto.

– Joder, Korissa… ¿qué haces aquí?

– Lo mismo que tú…

– Pues prueba a ver si puedes abrir tú esto…

Un par de minutos después, Korissa sonreía con Las Mil Visiones en sus manos, mientras fanfarroneaba su consabido “Estos dedos son una maravilla”.

Un portal las sacó con velocidad expeditiva de las habitaciones privadas de la Dama, y en las calles de Nevesmortas se encontraron con Lothar. La curiosidad les sobrepuso, en un rincón tras los establos abrieron el libro metiendo las narices entre sus páginas y entonces todo se precipitó. Cuando la gema de Korissa comenzó a brillar y oleadas mágicas levantaron su cuerpo en vilo, cuando la gema se incrustó en su frente –para horror de los que sabían lo que había pasado con el anterior portador–, su voz se tornó extraña y sus pasos los de un autómata, quedó claro que aquello no había sido una buena idea. Como tampoco era buena idea tocar a Korissa, como demostró el estado de mierda en el que quedó Lothar después de intentarlo.

– El caso es que tras encontrar el libro y que Korissa quedara poseída por algo que quería llevarnos a la Ciudad Perdida, comenzaron los problemas de verdad. Y el primero de todos era La Cerilla, porque Juliette se puso como loca al ver a su churri en ese estado, pagándolo con todos. Sea por lo que sea, posiblemente porque es tan testaruda que ni una gema maldita puede pararla, ella consiguió tocar a Korissa sin caer inconsciente, morirse o matarla, como nos advertía Liliana que podía pasar.

El resto fue una carrera contrarreloj a la Ciudad Perdida. En un buen movimiento discurrido por Liliana, Gregor y Juliette partieron volando al desierto con Korissa, desde donde La Cerilla abrió un portal a Nevesmortas que el resto buscó desde el otro lado, corriendo por las calles ante la atónita mirada de sus habitantes. Una vez localizado, les reunió en el Oasis.
Los bedin se habían encontrado de golpe con una curiosa compañía. Gavin y Annie manteniendo la compostura con sus armaduras pesadas ante el sofocante calor para vengar a los caídos de la Orden; Lothar y Juliette sin perder un ojo de encima de su compañera de la Cofradía en peligro de muerte; Gregor y Danowl a estas alturas ya con la firme intención de solucionar el problema de la peste de una vez por todas; Zalcor y Vildiara con intereses en esa raíz y mantener el secreto del elixir de la vida, y Daan, que todavía no sabía exactamente que hacía allí, y no iba a reconocer cierta preocupación por las arpías. Al fin y al cabo, eran sus principales suministradoras de gemas encantadas.

Así, avanzaron por el desierto abandonando la seguridad del Oasis, en formación cerrada bajo el inclemente sol y la molesta arena, sin dejar de percibir las sombras de pequeños dragones azules que les seguían en vuelo y vigilaban en la distancia. Cayeron bajo sus armas aguijoneadores y escorpiones del desierto, y toda alimaña que se cruzó en su camino, hasta que llegaron a un desfiladero cerrado.

– Así que Korissa nos había guiado por el desierto hasta la entrada de la Ciudad Perdida, que sólo ella nos abrió en un desfiladero –acariciando al gato en su regazo, Daan seguía hablando sola–. No sabemos qué pasaba dentro de su cabeza, pero el asunto es que entramos a un lugar lleno de ruinas. Y fue entonces cuando atacaron los dragones azules y tuvimos que curtirles las escamas otra vez, vigilando que ninguno tocara a Kori. Y ahí fue donde cometí la imprudencia de tocarla yo, cuando cayó al suelo con un grito de dolor, tras la lucha. Sigo viva, supongo que por lo que dicen de la mala hierba, y creo que aquello fue la causa de lo que pasó después.

“El caso es que todos estábamos intentando que Korissa se revolviera, Zalcor no dejaba de tocarle la moral para cabrearla, todos insistíamos para que luchara… pero ni por esas… La cosa que la poseía volvió a echarla a andar, y tuvimos que continuar, y continuamos hacia un templo, y allí encontramos un altar ante el cual Kori se quedó quieta, como esperando algo. Pero yo sabía lo que había que hacer.

Con una sonrisa, siguió acariciando al gato.

“¿Recuerdas esos papeles que tenía Carld en su escritorio, y que revolví mientras agonizaba? No iba a dejar que esos estirados de la Orden los dejaran ahí almacenados tan tranquilos, y en las noches de cuarentena los… tomé prestados... en una de mis escapadas. Pues ahí hablaba de ese altar, de un pasadizo bajo el mismo y de un encantamiento para abrirlo… Lo que nadie se imaginaba era que el encantamiento iniciaría también la destrucción de la ciudad, y seríamos absorbidos hacia un lugar extraño”.

Llegaron a la Ciudad Perdida precipitadamente, un lugar donde parecía no haber pasado el tiempo, con unos amplios jardines repletos de palmeras y fuentes de agua prístina, y estatuas colosales de dioses o reyes de mucho tiempo atrás. El grupo, sin embargo, no tuvo mucho tiempo para admirar el paraje, porque Korissa parecía estar sufriendo otro ataque, y no eran los únicos que habían cruzado el portal, como anticipaba el aleteo de numerosos dragones que se precipitaron contra ellos.

– Y lo siguiente que recuerdo es oscuridad, y que aparecimos en un lugar extraño que tenía que pertenecer por fuerza a esa región que pisamos cuando saltamos entre las sombras –-Daan suspiró–. Es posible, aunque no lo tengo muy claro, que Korissa nos arrastrara de alguna forma con su desesperación… pero de una muy fuerte porque además de La Cerilla y a mí, que estábamos sujetándola, también había arrastrado allí Drum y… alguien más del pasado de Kori.

“Siempre he sido una entrometida, pero reconozco que presenciar el encuentro de Korissa con su padre fue una experiencia que hubiera preferido evitar. El tío era un capullo y un hijo de puta, e incluso sin que Kori nos hubiera contado su historia y la de su hermana, en una noche de taberna mucho tiempo atrás, la mirada de terror y odio de la duelista dejaba muy clara la naturaleza de su relación. Y también dejaba claro que aquel era un problema que debía solucionar sola.”

“Lo solucionó, vaya si lo solucionó.”

Daan recordó con un escalofrío el cruce de miradas, el intercambio de frases personales, las miradas de odio de Juliette, furia contenida e inmóvil. Y al padre pidiendo finalmente un abrazo de reconciliación que sonaba tan falso como una promesa de Cyric, seguro de tener controlada de nuevo a su hija. Los pasos dubitativos de Korissa hacia su progenitor para concederlo y el puñal que todas –menos él– vieron aparecer en sus manos. La puñalada que hizo caer al hombre, las palabras de Juliette conminándola a que acabara con su padre… la roca que tomó Korissa reemplazando al puñal mientras la sangre de dragón la animaba por ello, con palabras cargadas de odio.

Y el sonido, cuando Daan volvió la mirada incómoda, de la carne y hueso aplastada con furia y saña contra el suelo, seguido de un silencio ominoso roto sólo por los sollozos de la chica. El charco de pulpa que una vez había sido una cabeza.

– No sé cómo volvimos, pero volvimos al final y nuestros compañeros nos dijeron que no nos habíamos ido realmente, así que todavía dudo si lo que sucedió fue real o no. Pero, cuando despertamos, Don Muerte había muerto como anticipaba su nombre, los cadáveres de los dragones sembraban el lugar y Vildiara aseguraba que la enfermedad no sería jamás un problema, pues tenía lo necesario para hacer una cura en cantidades necesarias. Todos contentos, ¿no?

Daan suspiró mientras Jinx se estiraba para pasar a los pies de la cama, y aprovechó que el gato la liberaba para alcanzar la botella de licor medio vacía.

– No he vuelto a ver a Korissa desde entonces, más allá de cuatro cruces con miradas incómodas. Supongo que estará hecha una mierda y necesitará tiempo para recuperarse. Pero espero que sea pronto, porque tengo que preguntarle si le compensó haberlo hecho. Es una duda que me reconcome.
Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
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