Quest: Arenas Perdidas.

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--Talos--
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Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por --Talos-- »

De hace un tiempo para aquí, tras extraños eventos sucedidos en diversos camposantos de estas tierras, provenientes del desierto llegan extrañas noticias de que los bedins parecen más reacios a recibir visitantes y mercancías.

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El Oasis parece haber fortificado su entrada y los pocos viajeros que logran sortear las inquisitivas miradas de los Bedins, parecen tener el tiempo justo para reponerse y ser echados de una forma cortés, pero apremiante, del lugar.


Los viajeros que se aventuran entre las tormentas de arena, vuelven asustados hablando de extraños lamentos que son acompañados por los fuertes vientos que arrastran las arenas.
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//Aclaración para Onrol: la situación comenzó el día de posteo de este hilo. Tenéis una screen de como está la entrada al Oasis, si no la encontrais así (no es persistente.) ya os hacéis la idea.
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por --Talos-- »

Según los rumores en Los Páramos, hace unas noches unos esqueletos han aparecido, colocado una extraña escultura y se han ahorcado de árboles cercanos.

Se masculla de un grupo de aventureros que hablan de un extraño grupo de Nomuertos en las cercanías y una extraña piedra ardiente.


Las tormentas de Arena arañan metro a metro la Bifurcación, acercándose a las cercanías del Lanzagelida.

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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por --Talos-- »

Cuentan los que regresan del Oasis que ,pese a las fortificaciones, siguen entrando y saliendo Nómadas y Viajeros.
Entre los primeros, se rumorea la llegada de un Sabio.
Ante la curiosidad y preocupación de unos viajeros, ha narrado una ¿Leyenda?, tal vez ¿un cuento? o quizás ¿la verdad?

Las Tormentas de Arena siguen su curso y las arenas comienzan a lamer las cercanías del Río Lanzagélida.

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La Orden de Magos ha comenzado a elaborar unas medidas, por si las Tormentas continúan acercándose a la Orden de Caballeros y la propia Nevesmortas.
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por --Talos-- »

En un lugar en lo profundo del desierto y más allá...


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Daan
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por Daan »

El Muro y las Arenas
Escrito por Daan, con la colaboración de Rodenet y textos onrol de Talos.
NO presentado a concurso.
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Caminaban algo apartadas del grupo, bajo un sol justiciero que agotaba a todos por igual y levantaba ondas temblorosas en el horizonte. La enana con la cabeza erguida, ritmo constante y firme y sudorosa, pero sin que su expresión se viera alterada por el calor abrasador. La humana mascullando maldiciones cada dos por tres a pesar del aliento entrecortado, la capucha calada para evitar insolaciones y el pelo pegado a las mejillas por el sudor. Los pasos de ambas se hundían en la arena, que aprovechaba cada minúsculo resquicio de ropas y botas para introducirse y raspar como lija, y hacía crujir un poco más las partes metálicas de la armadura que la enana todavía llevaba puesta.

Avanzaban siguiendo al resto del grupo, que se protegía como podía del calor, el polvo y la deshidratación, detrás de XXXVII, portador de la mano momificada que les indicaba el camino.

– Oye, Ramn… sabes que te he dicho siempre que eres mi enana favorita, ¿verdad? Pues… bueno… espero que lo tengas en cuenta y no te enfades mucho por no haber contado antes todo esto… pero tampoco quería… ejem... que me enmarronaran mucho más. ¿Recuerdas lo que contaba el bedin aquel? ¿Antes de enseñarnos la mano y hablarnos de lo que había despertado y del peligro de las tormentas?
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*****
Unos días antes, una mano dibujaba en la arena imágenes que el viento cálido desdibujaba, y un círculo de personas escuchaba atento a un bedin que narraba con voz tan profunda como tostada era su piel.

“Toda vida tiene un final. Toda alma tiene un lugar… pero hace unos meses, los muertos no hallaban descanso, y los que reposaban se alzaban. En sueños, muchos Sabios vieron el Gran Muro caer, y a las almas del Muro quedar libres. Algunas eran robadas, otras escapaban de vuelta a donde sus recuerdos los llevaban, y un grupo de almas vivas se sumergía en un desierto blanco a través de roca, no-muerte y dolor”.

Daan se mordía las uñas, porque aquella historia le era demasiado familiar. Hacía algunos meses, los rumores del Heraldo de la Muerte que había aparecido en Nevesmortas, anunciando proféticamente la caída del muro de Kelemvor, habían perturbado a vivos y muertos sin distinción. Todo eran profecías, augurios ominosos y eventos extraños que no preocupaban mucho, sin embargo, al grupo que aquella noche se dirigía a emborracharse a la taberna de Vándar. Cuando les interrumpió el súbito ataque de un grupo de no-muertos en el sur de Nevesmortas, maldijeron sobre todo la perra suerte que les jodía una noche de juerga merecida.

Juliette, Korissa, Lothar y Daan llegaron a tiempo de ver correr a la estudiante de la orden, Melissa, y a sajar a un par de engendros que se desvanecieron en un polvo rojo, antes de que los ojos de todos se dirigieran al cementerio, donde se alzaba una figura sobrenatural. Allí se encontraron con Drum y Zalcor, atraídos por el sonido de pelea, y con un Heraldo que pronunció su reiterada profecía, aunque poco antes de caer ante las armas.

Daan se había agachado junto al cuerpo para examinarlo, y el frío tacto del engendro se había extendido por sus dedos, llenando su visión con imágenes de una cripta en suelo nevado. Una cripta familiar, pero que no terminaba de ubicar… Y tan real, tan vívida, que su aliento se volvió vaho hasta que se apartó del cuerpo confusa. Solo una cosa tenía clara: la cripta de Adbar no era. ¿Podría tratarse de Cumbre?
Tras discutir, dividirse, volverse a reunir y darle vueltas a mil asuntos posibles, el grupo se había dirigido a aquel lugar. Unos para enfrentar la profecía y vocación de servicio, otros por interés académico, algunos por inercia, otros por curiosidad. Pero todos se adentraron sin pensarlo mucho en una madeja de túneles en los que encontraron lo que no esperaban: un laberinto del que la muerte no libraba, en el que sólo había espectros, violencia y pasillos oscuros que descendían e invitaban a la locura. Y al final de ellos, La Venganza.

Las manos y la voz del bedin dibujaban, borraban, volvían a dibujar deslizándose en la arena para sus oyentes, y volvían a borrar para continuar con la historia.

“Los Sabios hablaban de un ser de muchas almas, un ser que se alzaba una y otra vez y cada vez se hacía más fuerte. Vieron a un mártir bañar su hoja en sangre corrupta. Vieron una hoja purificada e impía a la vez hundirse en el corazón de una grieta. Pero algo o alguien estaba tras eso”.

Junto a una columna rodeada de almas y cubierta de escritos resplandecientes, un constructo formado por las lápidas de cientos de generaciones había caído ya innumerables veces ante sus armas, para volver a levantarse cada vez con renovado vigor.
Empezaba a cundir la desesperación cuando apareció ella. Alas membranosas, quizás sangre infernal, evidentemente muerta y viva a la vez, y con la oferta de un ritual para detenerlo todo. Tocaba elegir entre morir allí peleando contra el golem, o aceptar la explicación de la mujer y tratar de detener la caída del Muro de Kelemvor.

No era una decisión fácil, pero tampoco demasiado complicada dada la situación. Zalcor fue el mártir que la mujer pedía: su arma fue la elegida y su mano la que actuó. Sangre no-muerta manó de la muñeca de la vampiresa, empapándola con su sustancia, mientras Melissa y Juliette tejían la urdimbre alrededor, dotándola de fuerza. Y con esa daga ensangrentada apuñalaron el pilar, la grieta de la que emanaban las almas que alimentaban la Venganza, antes de ser arrastrados a la oscuridad. La Venganza se había detenido aquella vez.

En el Oasis, la voz del bedin había seguido narrando al grupo de aventureros.

“Tres Almas de antaño fueron libres del Muro. No regresaron a él. Los Sabios vieron una gran sombra cubrir el futuro. Una gran sombra de ojos incandescentes que ennegreció su visión. Y después, lo que vieron fue una gran ciudad, de un tiempo pasado. Y cómo una de las Almas al ser liberada llevaba consigo algunas de las almas del grupo que bajó a las profundidades del desierto blanco.”

Todos ellos vieron también la Ciudad con ojos que iban más allá de la carne. En su visión, en el desierto se alzaban los lamentos de la roca que acababa de romperse, lamentos que agrietaban una inmensa pared hasta que el muro se desplomaba con estruendo. Y a través del camino abierto, un vertiginoso viaje entre dunas hasta ella. Imágenes de un lugar exótico y extraño, grandes pirámides bordeadas por cursos de agua y exuberante vegetación rodeada de arena, y estructuras que parecían tan viejas como el propio Faerun. Y, a lo lejos, un trono inmenso donde la arena se arremolinaba con fuerza, una figura tomando forma en el trono y una voz que anunciaba, resonando y agitando la arena: “He regresado”.

Ellos también despertaron y regresaron a sus vidas, que les habían llevado a un oasis donde un bedin había concluido su historia con un hilo de voz, mientras su mano borraba todo en un amplio giro y el viento eliminaba cualquier resto de imagen que allí hubiera existido.

“Entonces, el desierto rugió, y las Arenas y la roca temblaron. Una de esas tres Almas mora en un lugar cercano. Los vientos se alzan. Las arenas se mueven. Y sus huestes también.”

Sus palabras se fueron con el viento abrasador.
*****
Daan desvió la mirada al suelo evitando el ceño fruncido de Ramnhein, justo para eludir con un saltito ágil un traspiés con una roca. Refunfuñando, continuó el camino mientras se encogía de hombros.

– ¿Qué esperabas que hiciéramos? En su momento parecía una buena idea...

– Pues esperaba que lo hubierais contado mucho antes –le lanzó una mirada acusadora–. Secretos por un lado, secretos por el otro, medias verdades y verdades a medias… Al final nos meteréis en un lío. Y además, os dejasteis engañar...

La humana se encogió de hombros con una sonrisa culpable y desvió el tema.

– El asunto es que, los problemas, mejor de uno en uno. En cualquier caso, ahora vamos a ver quién y qué hay en esa Ciudad. Quiero volver a contemplarla, en persona. Y seguro que está llena de tesoros y objetos interesantes...

La chica esbozó una sonrisa sesgada, con la mirada perdida en la distancia. La enana meneó la cabeza, reprobando. Entonces el grupo dejó de avanzar.

Bajo el cielo azul, un largo desfiladero de paredes rojizas se alzaba ante ellos, lejano a las rutas habituales de los bedin. Un viento abrasador soplaba con fuerza desde la grieta erosionada por la arena, amenazando tormenta. El semi-orco alzó sobre su cabeza la mano momificada que señalaba el camino a seguir. Y un dedo vetusto, negro en contraste con el sol, señaló la ruta hacia las estrechas paredes.

Cada vez estaban más cerca.
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por Daan »

Las Pruebas de las Arenas. Parte I
//Completando poco a poco las historias a medio concluir... :wink:
Habían soportado combates con aguijoneadores, escorpiones gigantes, arañas y serpientes, tormentas de arena como no habían visto nunca, y el extraño sentido del humor de Sannish y Cuarto. El grupo era variopinto, como variopintos eran los motivos que allí los arrastraban. Para Zalcor y Ramnhein, su guía era la oportunidad de proteger a Nevesmortas de las peligrosas tormentas del Anauroch que cada vez se adentraban más hacia el valle, acompañadas de esas extrañas apariciones de no-muertos. Para el resto, que se había congregado en el Oasis de la Luna por una combinación de casualidad y oportunismo, se trataba de una mezcla de curiosidad, lealtad de grupo y, para qué negarlo, codicia por el posible botín que hallarían en mayor o menor medida.

Al fin y al cabo, no siempre se presentaba la oportunidad de visitar una ciudad perdida milenios atrás, por mucho que estuviera recién ocupada por un rey-dios de antaño cuya seca mano tenían en las suyas, y aunque estuviera alterando todo el ecosistema a su alrededor.

Treintaisiete alzó la mano momificada. El dedo huesudo señaló el cañón por el que soplaba un fuerte viento.

– Mil lunas a que nos esperan al otro lado –comentó Daan.

– Hecho –respondió veloz Santino.

– Bajad el nivel, los pobres queremos participar –replicó Cuarto.

– Venimos a cumplir un cometido, no a hacer apuestas –reprendió Ramnhein.

– Oh, no es incompatible una cosa con la otra –resopló de nuevo la primera.

Avanzaron.
*****
Avanzaron cubriéndose del viento, aprovechando especialmente las anchas espaldas de Treintaisiete para ello. Llegaron a un extraño paraje donde la vegetación se mezclaba con la arena, los farallones rojos se alzaban brillando al sol con las pequeñas motas de arenisca y árboles y estructuras que parecían abandonadas se erguían hasta donde la distancia alcanzaba la vista. No era LA ciudad, pero sin duda la mano de seres inteligentes había construido aquel pequeño reducto en el desierto muchísimo tiempo atrás.

¿Abandonado? Tampoco lo estaba tanto como parecía, como se demostró al hallar al Primer Guía, una criatura enorme que, flotando sobre un pequeño lago, les recibió con voz tan profunda como la de Kelemvor con un poco solemne “¿Y VOSOTROS QUIENES SOIS?”.

Daan dio por perdida su apuesta, ya que era obvio que no les esperaban.

La conversación que siguió, como siempre, fue un caos de preguntas y respuestas en el que averiguaron que efectivamente aquel era el camino a La Gran Ciudad, que muchos habían ido y venido por aquel paraje en las últimas lunas aunque su “estado” no era el mismo que el de ellos, y que la única forma de que “los de su estado” cruzaran era pasando una serie de pruebas dispersas en aquel erial. El estado en concreto que les diferenciaba pronto se definió. No era un embarazo. Era la vida.

Con cierto cinismo, Daan se encogió de hombros. No se podía negar que iban por buen camino, aunque fuera un camino de muertos y seguía sin comprender esa manía de poner pruebas que tenían los dioses, o los villanos que se creían muy listos, a veces. O dejas pasar, o no dejas… pero… ¿para qué probar a la gente? ¿Para cabrear a los visitantes?

– LAS PRUEBAS ESTÁN DISPERSAS POR EL ERIAL. BUSCAD Y SUPERAD. EXPLORAD. BUSCAD.

Y el Primer Guía ahí quedó, tranquilo sobre una pequeña charca, mientras la comitiva de “vivos” se miraba un poco confusa.
*****
Decidieron ir en grupo para evitar peligros. Pero en poco más se pusieron de acuerdo, hasta que caminando encontraron un ent. Un ent. En el desierto.

– Urrarum.

Noctis sujetó a Treintaisiete que se lanzaba ya con el hacha en alto y dejaron que hablara Zalcor, que para eso sabía de bosques y árboles.

– Un ent… ¿una prueba? –se preguntaba Drum.

– Bueno, hablar con uno puede ser algo eterno y una prueba de paciencia… –respondió Ramnhein.

“Y más si habla Zalcor con él”, pensaba Daan sentada en una piedra, mientras se elaboraban las presentaciones corteses, las explicaciones, Santino dibujaba, Drum quería quemar madera de ent, Noctis sujetaba a Traintaisiete, Ramnhein juzgaba en silencio la incompetencia estratégica del grupo y el resto dejaban hacer al especialista –como si no estuvieran en mitad de terreno desconocido y peligroso– con alguna oportuna intervención de Hojaveloz y algún chiste malo de Cuarto por en medio.

La paciencia obtuvo su recompensa. Un palo. Todos miraron al palo con cara interrogante y luego al ent.

– La respuesta llegará cuando deba. Urrarum.

Si un árbol podía encogerse de hombros, Daan juraría que ése lo había hecho.

¿Habían pasado la primera prueba? Se miraron de nuevo todos confusos... pero aún quedaba mucho que explorar.

CONTINUARÁ...
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por Daan »

Las Pruebas de las Arenas. Parte II
Continuaron el camino mientras Ramnhein advertía a todo el mundo que no dejaran de beber agua, que el desierto era traicionero y deshidrataba. Pasaron muros y estructuras, ruinas y farallones, bajo un sol deslumbrante que descendía, cuando pronto encontraron una cascada cristalina junto a unas puertas de las que manaba un torrente sangre. “De acuerdo –pensó Daan–, de ese agua mejor no beber”. Sobre todo, porque en esas puertas un alzado esquelético cuyas vísceras palpitaban en su interior les sonreía amable con la sonrisa eterna de las calaveras y una lengua que le llegaba al esternón. Eso no animaba a acercarse al lugar.
– Vivos aquí, ¡qué delicia!

– ¡Espero que la delicia sea por la compañía alegre! –saludó Daan sonriendo tensa a una distancia prudencial, ya que pese a la amabilidad del no-muerto… era un no-muerto.

Zalcor y Ramnhein se pusieron en guardia con repulsión, Noctis volvía a contener a Treintaisiete que se lanzaba con el hacha en alto y Hojaveloz preguntaba por las pruebas. El alzado parecía feliz y el resto intentó mantener la compostura tanto como podía, hablando con alguien cuyo corazón podían ver palpitar de forma muy poco agradable.

– Si los Vivos quieren pasar, un pago a realizar. Yo tengo algo pero requiere un pago.

– Tenemos un palo… –sugirió Ramnhein a media voz.

– Sangre por sangre –continuó–. Un vial de sangre de vivo por otro vial de sangre de muerto –reía el ser de forma desagradable, pero contradictoriamente simpática.

Las reacciones no se hicieron esperar. Conformidad indiferente. “¿Qué más daba un poco de sangre?”, preguntaba Hojaveloz. Precaución cauta. “Pueden hacer muchas cosas contra ti con tu sangre”, advertía Ramnhein. Dudas razonables. “¿Vale esta sangre de dragón que llevo encima?”, preguntaba Drum. Persuasión amenazante. “Si acabamos contigo, tu ciclo será restaurado y tendremos sangre de muerto”, sugería Zalcor. Engaño inútil. “Podríamos recoger un poco del suelo y listo”, se plantearon sin éxito. Violencia innecesaria. “¡Treintaisiete, ataca!”, gritaba Drum ante la argucia fallida, porque el no-muerto no era idiota.

El semi-orco cargó contra el ser, introdujo la mano entre sus costillas y arrancó, elevándolo sobre su cabeza con un grito de victoria furiosa, uno de sus órganos. El alzado miró a Treintaisiete levantando el músculo donde debería haber estado su ceja y le pidió amablemente que lo volviera colocar en su sitio. Treintaisiete, confuso porque normalmente la gente se moría cuando hacía eso, recolocó el higadillo.

– Más al fondo –solicitó amable el Alzado, antes de devolver su atención al resto –. ¿Pagaréis, o seguiréis haciéndome perder el tiempo?

Zalcor dio un paso al frente. Daan y Santino compartían una cerveza observando.

– ¡Yo pagaré! –al final, siempre pagaba él, pensaba Daan– Pero, ¿dónde tienes la sangre que necesitamos?

– Tras las puertas a mi espalda.

Y entonces Drum apareció de la nada, interpuso un pie entre la puerta, decapitó al ser que cayó inerte al suelo y las puertas se cerraron de golpe.

– Una pena, me caía bien. El bicho, digo –concluyó Daan mientras apuraba la bebida.

Ni los esfuerzos de Treintaisiete y todos unidos abrieron esas puertas. Drum acabó con el pie roto. No sabían si necesitarían en algún momento Sangre de Muerto Reserva Especial para algo, pero lo único claro fue… que así ya no la conseguirían.
******
El lugar era amplio y caluroso. Caía la noche y estaban cansados cuando Daan avistó, al otro lado de las paredes semiderruidas, un pequeño montículo con algo que parecía moverse, y se dirigió allí acompañada de Santino y Amatista, esperando encontrar alguna otra prueba. Llegaron antes que el resto del grupo, que se había entretenido hablando con una sombra, y efectivamente observaron algo parecido a un león gigante con rostro humano que se acicalaba tranquilamente las plumas de un ala.
Avanzaron de nuevo con cautela. Ambos se observaron mutuamente.

– Esto... hola... –dijo Daan.

– Hola. Una forma simple de saludar – comentó el guardián con voz profunda.

– Y de mostrar buenas intenciones –sonreía la otra, como quien sonríe a una serpiente venenosa–. Oye, estamos intentando llegar a una Ciudad ¿Tú nos puedes ayudar con el camino?

– Puedo. Si sois dignos de Conocimiento.

– Bueno, supongo que algo podremos hacer, y que alguno de aquí lo será, digo yo...

– Entonces escoged a uno. Y que demuestre su Conocimiento –dijo mientras avanzaba hacia ellos, y ellos retrocedían ante la inmensa bestia, quizás un poco intimidados.

El resto de la comitiva llegaba en aquellos momentos.

– ¿Conocimiento de qué?

– Del mundo. De la Magia. De la Vida. De la Muerte. ¿Quién sabe? Yo sé.

– Entonces te elijo a ti –terminó Daan sonriente, señalándole con los dos índices.

Una gotita de sudor se deslizó por la frente de la fiera.

– Yo formulo. No soy elegible, viva.

Daan suspiró, tras el intento fallido. Miró al resto del grupo y cómo Treintaisiete señalaba con su mano y su hacha a un Noctis que suspiraba. Santino, cerca, sugería dejar hacer al mago.

– Oye Noctis, ¿qué tal te fueron los estudios? ¿Algo más aparte de hechizos?

– Bien, de todo un poco… –respondió algo confuso.

Con un pergamino con un conjuro de conocimiento de leyendas y muchos ánimos, arrojaron entre todos al mago al león. Treintaisiete sacó pecho, orgulloso de su arcano. Daan se mordió las uñas. La fiera se acercó imponente y solemne.

– Muy buenas. Muy bello por delante y muy feo por detrás. Me transformo a cada instante, pues imito a los demás. ¿Qué soy?

Una gotita de sudor perló la frente del elfo.

– ¿Un espejo?

– ¡Correcto!

La esfinge dejó un libro a sus pies.

– ¿Ya está?

– ¿Quieres más? –sonrió la fiera con dientes afilados.

Y mientras arrastraban a un Treintaisiete que todavía seguía buscando la solución al enigma, y a una testaruda Daan que quería apostársela, se adentraron en la noche, buscando más pruebas que lograr pasar.
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

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// Retomando, a ver si la terminamos ahora que Agosto queda atrás.\\
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Daan
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por Daan »

Las Pruebas de las Arenas. Parte III
Tenían un libro de poesía y un palo. También habían conseguido algo de información, ya que antes de marchar la esfinge había confirmado el paso de un grupo de no-muertos, incluido un ente extremadamente poderoso, antes que ellos. Sin embargo, estaban cansados y el frío de la noche desértica comenzaba a hacer mella en ellos. En ese estado, era difícil recordar si fueron los ojos de elfo de Noctis o la curiosidad de Amatista lo que percibió, en lo alto de una pared rocosa, una extraña estatua que contrastaba con el paisaje.
Vieja y erosionada por el viento, una elfa casi sin rostro tensaba su arco en lo alto de unas escaleras, apuntando a algún punto de las paredes del cañón. No era una estatua como las del lugar, con rostros de animales y tamaño gigantesco, ni una cariátide o decoración del entorno. El detalle era extraordinario, y no tardó en surgir la posibilidad de que se hallaran ante una mujer petrificada mucho tiempo atrás.

Mucho, a tenor de las huellas de la arena en su superficie. Mucho, a tenor de los efectos de su despetrificación gracias a las artes de Amatista. La elfa –y también su flecha– quedó libre para convertirse, apenas en segundos, en una anciana, un cadáver y en polvo, ante los ojos horrorizados de todos, que habían tomado la precaución de apartarse de su línea de disparo. Pero un arco en perfecto estado cayó al suelo, con un pequeño “ploc” de madera golpeando piedra.

Todos lo miraron con atención, entre murmullos de sorpresa y confusión.

– Este sitio cada vez es más raro –sentenció Ramnnhein recogiendo el pensamiento de todos.
*****
– ¡CORRED!

Horas después, apenas tras un leve descanso interrumpido, Noctis gritaba para advertir al grupo a la par que Treintaisiete saltaba encima de un toro completamente cubierto de metal que soltaba gases tóxicos y se había lanzado sobre ellos al ataque. Su hacha intentaba perforar la cabeza del animal mientras el resto intentaban dañar como podían a la inmensa criatura. Abatido por el grupo, y en especial por el semi-orco, encontraron unas bayas verdes en perfecto estado en su cadáver.
*****
Tras acercarse escondida entre las rocas, Daan saltaba sobre un cofre dentudo con cara de comer gente con las dagas enarboladas. Un mimeto. Un ser aterrador para cualquiera cuya vida se dedicara a abrir cofres ajenos. Treintaisiete y Santino esperaban tras una roca observando la escena, dispuestos a ayudar de ser necesario. Pero con el salto, el cofre viejo se astilló con el peso y murió rápidamente, dejando una única moneda de recuerdo.

La guardaron sin saber qué más hacer con ella.
*****
Se mantenían a distancia prudencial, tras unas columnas, observando unas criaturas que se movían en la distancia. Noctis las miraba con repulsión.

– ¿Habéis oído historias de unas aves así como gallinas que petrifican? Porque creo que son eso que he visto al fondo, con el cuello así larguirucho y muy feas.

– ¿Cocatrices?

El elfo del sombrero asintió.

– Pues eso de ahí, o son gallinas muy feas o son cocatrices. Demonios, qué feas son. Qué cuello... qué patas... qué... qué cara. Aunque un carro tirado por esas criaturas debe ser magistral.

Daan miró al explorador.

– Emmm, Zalcor… tú hablabas con basiliscos. ¿Con estas cosas podrías?

El elfo, con su habitual tartamudeo, asintió.

– Puedo crear un vínculo... sí. Veamos si… tomando cierta distancia... con precaución... puedo crearlo…

– Cuidado que tienen piernas tersas, parece que podrían saltar a la cara con facilidad. He escuchado historias de tuertos por picotazos de aves… – apostillaba Noctis.

El elfo narraba a la comitiva observándolo todo con sus ojos de elfo. El explorador se acercó a las cocatrices con paso cauto. El grupo contemplaba esperándose en cualquier momento lo peor.

– Parece que lo está consiguiendo. Iuuuuukss –puso un gesto de asco– ¡Las está acariciando! Parece experto en pájaros.

Daan sacó otra botella de licor del morral y compartió otro trago con Santino.

– Parece que no habrá que despetrificar a nadie...

El explorador regresó con un huevo. Y de nuevo, todos contemplaron los extraños materiales que estaban obteniendo de aquel curioso lugar.

Un huevo, una rama, un arco viejo, un libro de poesía, una baya verde, una vieja moneda.

Treintaisiete meneó la cabeza y suspiró. Con un gran esfuerzo, pronunció las primeras y únicas palabras en común de aquel día.

– PE-OR TESO-RO HISTO-RIA.

Y lo peor es que tenía razón.
*****
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Re: Quest: Arenas Perdidas.

Mensaje por Daan »

Las Pruebas de las Arenas. Conclusión
Pero aquellos objetos no eran tesoros sino sacrificios.

En las profundidades de aquel extraño lugar repleto de desconcertantes pruebas que comenzaban a parecer espejismos del desierto, una sombra arremolinada a plena luz les contemplaba custodiando lo que parecía un portal.

Los aventureros estaban agotados y confusos, pero por fin habían llegado al lugar adecuado y entendían qué se esperaba de ellos. Un incinerador para ofrecer los sacrificios. Un último guardián que custodiaba el portal.

– Para franquear el Paso a los Vivos, cada Alma debe dar un objeto para poder modificar el Paso. Un sacrificio en sintonía con el oferente. Un portal abierto entonces para todos los que deseen entrar.

Habían reunido seis objetos. Y se miraron entre ellos.

Noctis arrojó el libro a las llamas.

– Espero que no estemos vendiendo nuestras almas con esto –susurraba.

Le siguió Zalcor, arrojando la rama con un suspiro.

– Ya he sufrido... en el abismo... no creo que pueda ser... peor…

Daan arrojó la moneda, haciéndola girar con un golpe del pulgar.

– Yo espero que la moneda caiga de cara… y que podamos volver tan fácil como entramos.

El siguiente fue el semielfo Santino, quien depositó con cuidado el arco en el brasero, murmurando un pensamiento por la elfa petrificada tantos milenios atrás. La pequeña Amatista tomó con cuidado el huevo de cocatriz y lo depositó igualmente en las llamas azuladas que se elevaban cada vez más. Y Treintaisiete olfateó con disgusto la baya que guardaba en su bolsillo, y simplemente la lanzó.

La sombra asintió satisfecha, y conjuró.

El portal se activó y cobró vida. Un resplandor azul inundó el interior del círculo. Y los vivos dieron sus primeros pasos hacia La Ciudad, contemplando sus maravillas.
Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
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