Re: La semilla maldita
Publicado: Vie Jul 12, 2019 9:54 am
FARR
Pasado:
Farr es el hijo menor de Boris. Su nacimiento fue grotesco, demencial. Emergió del vientre de su madre, desgarrándolo, como una mole deforme de carne. Recién nacido, ya pesaba doce kilos. Creció a ritmo alarmante, a pesar de mantener una inteligencia infantil y deficiente en todo momento. Nunca aprendió a hablar, tan solo a emitir sonidos guturales. Sus hermanos acabaron llamándolo Farr, debido a que repetía ese sonido de forma constante.
Boris trató de deshacerse de él en numerosas ocasiones, pero nunca reunió el valor para hacerlo. Le tenía miedo, había visto a Farr partir en dos una res con sus propias manos sin demasiado esfuerzo con apenas dos años de vida. Acabó dejándolo en manos de su hijo mayor, Prythus, a quién Farr parecía tener cariño. Y así era, Prythus era bueno con Farr, jugaba con él, le daba de comer, y lo trataba con respeto, no como Anen o su padre.
La vida de Farr cambió cuando, tras un bonito regalo de Prythus, entusiasmado y feliz, abrazó a su hermano. Le partió la espalda. Cuando todos comenzaron a gritarle, cuando escuchó el alarido de dolor de su hermano, asustado, Farr arrojó el cuerpo contra el suelo. El impacto destrozó su ojo derecho y sus piernas. Prythus nunca volvió a andar... Y Farr fue cubierto por cadenas, encerrado en un lugar oscuro, con un enorme bozal para mantener apagados sus gritos y llantos.
Un día Prythus volvió. Iba sentado en un pequeño trono con ruedas. A Farr le gustó, pero estaba asustado... Prythus soltó las cadenas, le quitó el bozal, y le dijo que le perdonaba. Farr fue feliz. No sabía por qué viajaban, ni a donde iban, pero siguió a sus hermanos y a su padre cruzando el desierto, hacia unas tierras heladas y lejanas.
Ahora:
Farr se ha mantenido en todo momento junto a Prythus. La muerte de su padre lo puso triste. Se pasó días llorando. La muerte de Anen le puso furioso. Farr destrozó parte de su nuevo hogar, y Prythus tuvo que volver a encadenarlo. Aunque le dejó las piernas libres, y no tapó su boca. Prythus era bueno con él. Le dijo que volverían con su padre, a su hogar. Farr no lo entendía. Su padre estaba muerto, y ese era su nuevo hogar.
PRYTHUS
Pasado:
El primer hijo de Boris en el exilio. Los primeros años de su vida los pasó junto a su madre, una Saga. Un día, su madre le dijo que era hora de volver con su padre, y viajaron durante días hasta encontrar a ese supuesto padre, borracho y apenas consciente en unas ruinas en mitad del desierto. Cuando su madre lo entregó, Boris dejó claro que no lo quería. Lo miró con odio y con miedo, lo despreciaba. Ese hombre lo llamaba monstruo... Prythus no quiso quedarse, pero su madre no le dio opción, igual que no se la dejó a Boris. Finalmente, su madre lo dejó con aquel hombre horrible. Este trató de abandonarlo varias veces, pero Prythus lo seguía allí a donde iba. Llegó a ignorarlo, como si no existiera. Prythus tenía que comer las sobras que dejaba, tenía que esconderse cuando se adentraba en ciudades humanas. Ya había visto lo que los humanos le hacían solo por ser distinto... La indiferencia de Boris hacia Prythus acabó el día que el tiflin lo salvó de unos asaltantes, haciéndolos arder. Sí, la indiferencia acabó, pero no el desprecio. Boris lo toleraba, pero seguía odiándolo. Lo usaba como una herramienta, como un arma para lograr sus fines y caprichos.
Boris tuvo más hijos, y a todos trató de abandonarlos. Prythus era quién los acogía y cuidaba de ellos. Algunos murieron, pobres seres raquíticos sin apenas aliento de vida. Otros, como Leos o Anen, sobrevivieron. Prythus fue creciendo, despreciando a su padre por como los usaba. En secreto, estudiaba los libros de Boris, demostrando ser mucho más hábil que su padre con ellos. Con apenas dieciséis años ya dominaba todo lo que aquellos volúmenes podían enseñar.
Con veinte años, ya era consciente del temor que les tenía su padre. Especialmente a él. Prythus aprendió a usar esto, y la codicia de su padre, en su favor. El desgraciado de Boris pasó a ser una marioneta en sus manos, y, cuando Farr nació, Prythus consiguió un arma perfecta con la que termina de dominar a su padre. Boris sentía pavor por aquel monstruo deforme. Por desgracia, Farr lo arruinó todo. En un arrebato de entusiasmo, estrujó a Prythus partiéndolo como a una rama seca. El tiflin quedó en el suelo, sin poder mover la parte inferior de su cuerpo...La amargura y el recelo se apoderaron de él, y negó el contacto con cualquiera... No había magia ni sanador que pudiera ayudarlo. Descubrieron el don oscuro de Farr del peor modo posible... Y él vivió apartado de todos, usando su don con los espejos como su única ventana al mundo exterior.
Su vida volvió a girar años después. Mientras todos dormían, Prythus escuchó un cántico lejano. Atraído por este, se arrastró por la arena del desierto, siguiéndolo. Un aquelarre de Sagas le daba la bienvenida, y le ofrecían un trato: reunirse con su verdadero padre, a cambio de llevar la moneda maldita que poseía Boris a una tierra lejana llamada La Marca Argéntea. Le hablaron del pasado de Boris, de todo lo que había hecho. Le mostraron los pasos a seguir para poder llegar hasta aquel de cuya semilla habían nacido.
Aquel cometido, salvó a Prythus. Siempre había sabido que aquel infeliz, que aquel desgraciado, no podía ser su padre. Mandó a Leos y a Anen construirle una silla de ruedas, quitó las cadenas a Farr, ignorando las amenazas de Boris por hacerlo, y lo liberó. Lo siguiente era fácil, hacer que Boris quemara lo que le quedaba de la fortuna de los Lindeseco, alimentar sus vicios y excesos, hasta que quedara desesperado y sin nada. Luego, manipularlo para hacerle mirar hacia su antiguo hogar y la gran fortuna que le pertenecía por derecho fue fácil. Antes de lo esperado, estaban de camino a La Marca Argéntea.
Ahora:
Prythus se ha dedicado a guiar a sus hermanos con un único objetivo: adquirir la cabeza de la Arpía. Prythus no mostró preocupación por la muerte de Boris, y asumió de forma natural el liderazgo de la familia. No tiene nada personal contra los personajes, pero tampoco le importa si viven o mueren. La muerte de Anen lo encolerizó, y, cuando descubrió que Leos era el responsable, no dudó en castigarlo severamente. Ahora, con la cabeza de las brujas en sus manos, su objetivo está cumplido.
Pasado:
Farr es el hijo menor de Boris. Su nacimiento fue grotesco, demencial. Emergió del vientre de su madre, desgarrándolo, como una mole deforme de carne. Recién nacido, ya pesaba doce kilos. Creció a ritmo alarmante, a pesar de mantener una inteligencia infantil y deficiente en todo momento. Nunca aprendió a hablar, tan solo a emitir sonidos guturales. Sus hermanos acabaron llamándolo Farr, debido a que repetía ese sonido de forma constante.
Boris trató de deshacerse de él en numerosas ocasiones, pero nunca reunió el valor para hacerlo. Le tenía miedo, había visto a Farr partir en dos una res con sus propias manos sin demasiado esfuerzo con apenas dos años de vida. Acabó dejándolo en manos de su hijo mayor, Prythus, a quién Farr parecía tener cariño. Y así era, Prythus era bueno con Farr, jugaba con él, le daba de comer, y lo trataba con respeto, no como Anen o su padre.
La vida de Farr cambió cuando, tras un bonito regalo de Prythus, entusiasmado y feliz, abrazó a su hermano. Le partió la espalda. Cuando todos comenzaron a gritarle, cuando escuchó el alarido de dolor de su hermano, asustado, Farr arrojó el cuerpo contra el suelo. El impacto destrozó su ojo derecho y sus piernas. Prythus nunca volvió a andar... Y Farr fue cubierto por cadenas, encerrado en un lugar oscuro, con un enorme bozal para mantener apagados sus gritos y llantos.
Un día Prythus volvió. Iba sentado en un pequeño trono con ruedas. A Farr le gustó, pero estaba asustado... Prythus soltó las cadenas, le quitó el bozal, y le dijo que le perdonaba. Farr fue feliz. No sabía por qué viajaban, ni a donde iban, pero siguió a sus hermanos y a su padre cruzando el desierto, hacia unas tierras heladas y lejanas.
Ahora:
Farr se ha mantenido en todo momento junto a Prythus. La muerte de su padre lo puso triste. Se pasó días llorando. La muerte de Anen le puso furioso. Farr destrozó parte de su nuevo hogar, y Prythus tuvo que volver a encadenarlo. Aunque le dejó las piernas libres, y no tapó su boca. Prythus era bueno con él. Le dijo que volverían con su padre, a su hogar. Farr no lo entendía. Su padre estaba muerto, y ese era su nuevo hogar.
PRYTHUS
Pasado:
El primer hijo de Boris en el exilio. Los primeros años de su vida los pasó junto a su madre, una Saga. Un día, su madre le dijo que era hora de volver con su padre, y viajaron durante días hasta encontrar a ese supuesto padre, borracho y apenas consciente en unas ruinas en mitad del desierto. Cuando su madre lo entregó, Boris dejó claro que no lo quería. Lo miró con odio y con miedo, lo despreciaba. Ese hombre lo llamaba monstruo... Prythus no quiso quedarse, pero su madre no le dio opción, igual que no se la dejó a Boris. Finalmente, su madre lo dejó con aquel hombre horrible. Este trató de abandonarlo varias veces, pero Prythus lo seguía allí a donde iba. Llegó a ignorarlo, como si no existiera. Prythus tenía que comer las sobras que dejaba, tenía que esconderse cuando se adentraba en ciudades humanas. Ya había visto lo que los humanos le hacían solo por ser distinto... La indiferencia de Boris hacia Prythus acabó el día que el tiflin lo salvó de unos asaltantes, haciéndolos arder. Sí, la indiferencia acabó, pero no el desprecio. Boris lo toleraba, pero seguía odiándolo. Lo usaba como una herramienta, como un arma para lograr sus fines y caprichos.
Boris tuvo más hijos, y a todos trató de abandonarlos. Prythus era quién los acogía y cuidaba de ellos. Algunos murieron, pobres seres raquíticos sin apenas aliento de vida. Otros, como Leos o Anen, sobrevivieron. Prythus fue creciendo, despreciando a su padre por como los usaba. En secreto, estudiaba los libros de Boris, demostrando ser mucho más hábil que su padre con ellos. Con apenas dieciséis años ya dominaba todo lo que aquellos volúmenes podían enseñar.
Con veinte años, ya era consciente del temor que les tenía su padre. Especialmente a él. Prythus aprendió a usar esto, y la codicia de su padre, en su favor. El desgraciado de Boris pasó a ser una marioneta en sus manos, y, cuando Farr nació, Prythus consiguió un arma perfecta con la que termina de dominar a su padre. Boris sentía pavor por aquel monstruo deforme. Por desgracia, Farr lo arruinó todo. En un arrebato de entusiasmo, estrujó a Prythus partiéndolo como a una rama seca. El tiflin quedó en el suelo, sin poder mover la parte inferior de su cuerpo...La amargura y el recelo se apoderaron de él, y negó el contacto con cualquiera... No había magia ni sanador que pudiera ayudarlo. Descubrieron el don oscuro de Farr del peor modo posible... Y él vivió apartado de todos, usando su don con los espejos como su única ventana al mundo exterior.
Su vida volvió a girar años después. Mientras todos dormían, Prythus escuchó un cántico lejano. Atraído por este, se arrastró por la arena del desierto, siguiéndolo. Un aquelarre de Sagas le daba la bienvenida, y le ofrecían un trato: reunirse con su verdadero padre, a cambio de llevar la moneda maldita que poseía Boris a una tierra lejana llamada La Marca Argéntea. Le hablaron del pasado de Boris, de todo lo que había hecho. Le mostraron los pasos a seguir para poder llegar hasta aquel de cuya semilla habían nacido.
Aquel cometido, salvó a Prythus. Siempre había sabido que aquel infeliz, que aquel desgraciado, no podía ser su padre. Mandó a Leos y a Anen construirle una silla de ruedas, quitó las cadenas a Farr, ignorando las amenazas de Boris por hacerlo, y lo liberó. Lo siguiente era fácil, hacer que Boris quemara lo que le quedaba de la fortuna de los Lindeseco, alimentar sus vicios y excesos, hasta que quedara desesperado y sin nada. Luego, manipularlo para hacerle mirar hacia su antiguo hogar y la gran fortuna que le pertenecía por derecho fue fácil. Antes de lo esperado, estaban de camino a La Marca Argéntea.
Ahora:
Prythus se ha dedicado a guiar a sus hermanos con un único objetivo: adquirir la cabeza de la Arpía. Prythus no mostró preocupación por la muerte de Boris, y asumió de forma natural el liderazgo de la familia. No tiene nada personal contra los personajes, pero tampoco le importa si viven o mueren. La muerte de Anen lo encolerizó, y, cuando descubrió que Leos era el responsable, no dudó en castigarlo severamente. Ahora, con la cabeza de las brujas en sus manos, su objetivo está cumplido.