La semilla maldita
Publicado: Dom Jun 02, 2019 7:35 pm
Hace 22 años, en Sundabar…

Los gritos desgarradores del parto resonaban sobre los truenos de la implacable tormenta que azotaba la ciudad. El viento y la lluvia sacudían las ventanas, rompiendo cristales y apagando las velas que trataban de iluminar la alcoba. La mujer arañaba su pecho y cuello, desesperada, intentando salir de su propio cuerpo, luchando contra las doncellas y el médico que dirigían el parto. Sangre, solo veía sangre salir de ella.
Su marido sonreía en una esquina oscura, expectante, mientras ella tan solo podía llorar y pedir que aquel tormento finalizara.

Una última oleada de dolor sacudió su espina dorsal, separando su espalda de la cama y arrancando un chillido demencial de su garganta. El bebé salió de ella con su último suspiro, llegando al mundo sobre el torrente escarlata que había abandonado el cuerpo de su madre.
Una vida por una vida.
Boris observó al bebé. El horror le invadió. Al fin lo lograba. Pero aquello no era del todo lo que había esperado...
Horas después...
“Toma, es esto lo que quieres, ¿no? Cógelo todo, cada miserable moneda. Es lo único que te importa.”
Los guardias arrastraban los cuerpos sin vida, metiéndolos en sacos, amontonándolos al final de la escalera, donde otros guardias los recogían para llevarlos a un lugar donde nadie asociara sus muertes con su nombre. No podían quedar testigos, nadie hablaría jamás de aquello. Boris, cabizbajo y con la voz temblorosa, trató de darle explicaciones. Él ignoró su lamentable discurso, implacable. Aquella rata había estado a punto de ensuciar el nombre por el que tanto había trabajado. Se atrevió a decir que lo hizo por el bien de la familia.
La familia había resultado no ser más que una decepción...
“No quiero volver a verte. Vete todo lo lejos que puedas, pero no regreses jamás a la Marca. Nunca.”
No era capaz de ver aquella cara. Le daba asco. Era una criatura tan lamentable, había desperdiciado tanto, todo el futuro que había planeado para él por… nada.
“Padre, por favor, permite que…”
“¡¡Silencio, no vuelvas a llamarme así!! Sal de aquí, vete antes de que mi piedad llegue a su límite y haga que te reúnas con tu pobre mujer…”
Contempló a Boris coger el dinero y salir corriendo. Tomó aliento y fue hacia la cama donde reposaba el cadáver de su nuera. El pequeño bebé estaba sobre las sábanas empapadas de sangre, mirándolo fijamente a los ojos. Suspiró, rodeando el cuello de la pobre criatura con su mano.
“Dioses, perdonadme por esto…”
“¿Abuelo?”

La niña abrió la puerta del dormitorio frotándose los ojos. El hombre se quedó petrificado, observando a su pobre nieta. Lentamente, apartó los dedos del cuello del bebé.
A lo largo de los últimos años…
El hambre era cada vez mayor. Vino, sexo, drogas, su apetito era más profundo cuanto más tiempo pasaba. Sentía aquella cosa moverse en su interior. Escuchaba las voces incesantes en su cabeza las pocas veces que iba sereno, aunque con el tiempo ni tan siquiera eso ayudaba. No solo lo visitaban en aquellas horribles pesadillas, sino que ya aparecían bajo el mismo sol.

Dejar de dormir tampoco fue una solución.
Poco a poco, dejó de saber lo que significaba la paz, el descanso. Los dolores eran cada vez mayores, vomitaba sangre tan a menudo como meaba. Su pelo se iba volviendo blanco y quebradizo, su piel se arrugó y perdió mucho peso, haciendo que solo con cuarenta años pareciera un anciano. Pero lo peor era el hedor que desprendía, podía oler como sus órganos se estaban pudriendo en su interior, aunque nadie más parecía notarlo, a él le estaba volviendo loco. Sentía como insectos se retorcían bajo su piel devorando su podredumbre. El hambre iba en aumento, cuanto más tenía, más quería. Cuanto más se saciaba, más necesitaba.
Yació con sagas y criaturas monstruosas, hizo cosas horripilantes e inconfesables a cambio de conocimiento, tratando de librarse de aquella maldición.Suplicó a Mammon una y otra vez, pero sus plegarias siempre fueron ignorados. Engendró criaturas monstruosas tratando de satisfacerlo. Se convirtió en el padre de seres que temía y aborrecía. Los odiaba casi tanto como se aprovechaba de ellos. Moldeó sus mentes alimentándolos con el veneno que crecía en sus entrañas.
El oro le ayudó a satisfacer sus necesidades durante muchos años, pero poco a poco fue agotándose. Cuando su fortuna llegó a su fin, sólo pudo volver su mirada a un lugar.
Todo lo que le pertenecía por derecho estaba en el Norte. Allí no volvería a necesitar nada más, una vez reclamara lo que era suyo.
Ahora, en Nevesmortas…
Próximamente…
(Aunque se acepta cualquier relato escrito por jugador xD)

Los gritos desgarradores del parto resonaban sobre los truenos de la implacable tormenta que azotaba la ciudad. El viento y la lluvia sacudían las ventanas, rompiendo cristales y apagando las velas que trataban de iluminar la alcoba. La mujer arañaba su pecho y cuello, desesperada, intentando salir de su propio cuerpo, luchando contra las doncellas y el médico que dirigían el parto. Sangre, solo veía sangre salir de ella.
Su marido sonreía en una esquina oscura, expectante, mientras ella tan solo podía llorar y pedir que aquel tormento finalizara.

Una última oleada de dolor sacudió su espina dorsal, separando su espalda de la cama y arrancando un chillido demencial de su garganta. El bebé salió de ella con su último suspiro, llegando al mundo sobre el torrente escarlata que había abandonado el cuerpo de su madre.
Una vida por una vida.
Boris observó al bebé. El horror le invadió. Al fin lo lograba. Pero aquello no era del todo lo que había esperado...
Horas después...
“Toma, es esto lo que quieres, ¿no? Cógelo todo, cada miserable moneda. Es lo único que te importa.”
Los guardias arrastraban los cuerpos sin vida, metiéndolos en sacos, amontonándolos al final de la escalera, donde otros guardias los recogían para llevarlos a un lugar donde nadie asociara sus muertes con su nombre. No podían quedar testigos, nadie hablaría jamás de aquello. Boris, cabizbajo y con la voz temblorosa, trató de darle explicaciones. Él ignoró su lamentable discurso, implacable. Aquella rata había estado a punto de ensuciar el nombre por el que tanto había trabajado. Se atrevió a decir que lo hizo por el bien de la familia.
La familia había resultado no ser más que una decepción...
“No quiero volver a verte. Vete todo lo lejos que puedas, pero no regreses jamás a la Marca. Nunca.”
No era capaz de ver aquella cara. Le daba asco. Era una criatura tan lamentable, había desperdiciado tanto, todo el futuro que había planeado para él por… nada.
“Padre, por favor, permite que…”
“¡¡Silencio, no vuelvas a llamarme así!! Sal de aquí, vete antes de que mi piedad llegue a su límite y haga que te reúnas con tu pobre mujer…”
Contempló a Boris coger el dinero y salir corriendo. Tomó aliento y fue hacia la cama donde reposaba el cadáver de su nuera. El pequeño bebé estaba sobre las sábanas empapadas de sangre, mirándolo fijamente a los ojos. Suspiró, rodeando el cuello de la pobre criatura con su mano.
“Dioses, perdonadme por esto…”
“¿Abuelo?”

La niña abrió la puerta del dormitorio frotándose los ojos. El hombre se quedó petrificado, observando a su pobre nieta. Lentamente, apartó los dedos del cuello del bebé.
A lo largo de los últimos años…
El hambre era cada vez mayor. Vino, sexo, drogas, su apetito era más profundo cuanto más tiempo pasaba. Sentía aquella cosa moverse en su interior. Escuchaba las voces incesantes en su cabeza las pocas veces que iba sereno, aunque con el tiempo ni tan siquiera eso ayudaba. No solo lo visitaban en aquellas horribles pesadillas, sino que ya aparecían bajo el mismo sol.

Dejar de dormir tampoco fue una solución.
Poco a poco, dejó de saber lo que significaba la paz, el descanso. Los dolores eran cada vez mayores, vomitaba sangre tan a menudo como meaba. Su pelo se iba volviendo blanco y quebradizo, su piel se arrugó y perdió mucho peso, haciendo que solo con cuarenta años pareciera un anciano. Pero lo peor era el hedor que desprendía, podía oler como sus órganos se estaban pudriendo en su interior, aunque nadie más parecía notarlo, a él le estaba volviendo loco. Sentía como insectos se retorcían bajo su piel devorando su podredumbre. El hambre iba en aumento, cuanto más tenía, más quería. Cuanto más se saciaba, más necesitaba.
Yació con sagas y criaturas monstruosas, hizo cosas horripilantes e inconfesables a cambio de conocimiento, tratando de librarse de aquella maldición.Suplicó a Mammon una y otra vez, pero sus plegarias siempre fueron ignorados. Engendró criaturas monstruosas tratando de satisfacerlo. Se convirtió en el padre de seres que temía y aborrecía. Los odiaba casi tanto como se aprovechaba de ellos. Moldeó sus mentes alimentándolos con el veneno que crecía en sus entrañas.
El oro le ayudó a satisfacer sus necesidades durante muchos años, pero poco a poco fue agotándose. Cuando su fortuna llegó a su fin, sólo pudo volver su mirada a un lugar.
Todo lo que le pertenecía por derecho estaba en el Norte. Allí no volvería a necesitar nada más, una vez reclamara lo que era suyo.
Ahora, en Nevesmortas…
Próximamente…
(Aunque se acepta cualquier relato escrito por jugador xD)