Val Heleanor
Publicado: Lun Jun 17, 2019 12:03 pm
La joven se dejó caer sobre la cama, estirándose en ella y disfrutando de la comodidad.
Pasó las manos por la cabellera rojiza. Desde el cuero cabelludo hasta la punta del pelo, despacio.
Este lugar le apasionaba. Tanto por ver. Por descubrir. Por hacer.
Había recorrido ya innumerables caminos, paladeando como los desafíos se levantaban ante ella y como uno a uno caían destrozados.
Insectos. Todo estaba lleno de insectos que zumbaban de un lado a otro.
Pero quizás Sannihs tuviese razón. Había que darle el beneplácito de que su conocimiento y forma de ver el mundo era, por así decirlo, más amplio que la de la propia Val, de momento.
La joven se giró poniéndose de costado en la cama, con la vista en el espejo de la pared.
Tanto por ver. Tanto por hacer. Tantas cosas que habían cambiado.
Anhelaba muchas cosas. Deseaba y quería un sinfín de cosas.
Pero desde el primer día que había llegado a la pocilga que era Nevesmortas, las cosas habían cambiado. Poco, pero lo habían hecho.
Aquí y allá despuntaban algunos que merecían la atención de Val. Por uno u otro motivo.
No había casi fronteras que la joven estuviese dispuesta rechazar, aunque cada vez comprendía más que en ciertos momentos su poder y habilidad eran insuficientes.
Volvió a acostarse de espaldas con la vista en el techo.
Nombres y caras. Algunos no habían demostrado ser dignos de su interés la primera vez. Pero ver, oír y sonreír… y tener paciencia. Parecía dar sus frutos.
Había cosas interesantes a hacer, a explorar. Nombres que merecía la pena aprender.
Mujeres, hombres. Elfos o humanos. Enanos o mestizos.
Levantó la mano y abrió y cerró los dedos unas cuantas veces.
Una sonrisa se perfiló en los rojizos labios.
Si. Sin duda la paciencia era un buen consejo. Había cosa divertidas que hacer y planear.
Cerró los ojos viendo unas alas blancas a las que poco a poco. Una a una. Iba arrancando sus plumas.
Pasó las manos por la cabellera rojiza. Desde el cuero cabelludo hasta la punta del pelo, despacio.
Este lugar le apasionaba. Tanto por ver. Por descubrir. Por hacer.
Había recorrido ya innumerables caminos, paladeando como los desafíos se levantaban ante ella y como uno a uno caían destrozados.
Insectos. Todo estaba lleno de insectos que zumbaban de un lado a otro.
Pero quizás Sannihs tuviese razón. Había que darle el beneplácito de que su conocimiento y forma de ver el mundo era, por así decirlo, más amplio que la de la propia Val, de momento.
La joven se giró poniéndose de costado en la cama, con la vista en el espejo de la pared.
Tanto por ver. Tanto por hacer. Tantas cosas que habían cambiado.
Anhelaba muchas cosas. Deseaba y quería un sinfín de cosas.
Pero desde el primer día que había llegado a la pocilga que era Nevesmortas, las cosas habían cambiado. Poco, pero lo habían hecho.
Aquí y allá despuntaban algunos que merecían la atención de Val. Por uno u otro motivo.
No había casi fronteras que la joven estuviese dispuesta rechazar, aunque cada vez comprendía más que en ciertos momentos su poder y habilidad eran insuficientes.
Volvió a acostarse de espaldas con la vista en el techo.
Nombres y caras. Algunos no habían demostrado ser dignos de su interés la primera vez. Pero ver, oír y sonreír… y tener paciencia. Parecía dar sus frutos.
Había cosas interesantes a hacer, a explorar. Nombres que merecía la pena aprender.
Mujeres, hombres. Elfos o humanos. Enanos o mestizos.
Levantó la mano y abrió y cerró los dedos unas cuantas veces.
Una sonrisa se perfiló en los rojizos labios.
Si. Sin duda la paciencia era un buen consejo. Había cosa divertidas que hacer y planear.
Cerró los ojos viendo unas alas blancas a las que poco a poco. Una a una. Iba arrancando sus plumas.