Cuando apartaron la nieve vieron que la carne de la muchacha había sido cortara y retorcida para formar pequeñas flores. Pétalos de piel alrededor de capullos de carne. No había sangre más allá de la que se derramaba por las heridas punzantes de las flechas. Los numerosos cortes que deformaban el cuerpo habían sido limpiados, cuidados. La visión era grotesca, extraña. Finalmente, asqueado, uno de los guardias tapó el cuerpo y, entre varios, se lo llevaron de ahí.
Más tarde, en el sur, hallarían un cadáver mutilado en el interior de una de las granjas. La escena era una carnicería ejecutada por algún sádico demente y salvaje. El cuerpo era apenas reconocible entre las numerosas heridas, pero pudieron cerciorar que se trataba del marido de la chica. Era extraño, como si hubiesen dejado ilesas las facciones concretas para poder hacerlo.
Los interrogatorios no llevaron a nada.
“Moldeaste marionetas para que te obedecieran y bailaran al ritmo de tu voz. Lo intentaste, eso te lo condedo, pero no captaste la esencia. El dolor es un arte y el arte es dolor, Zack. No entiendes los conceptos básicos con los que trabajabas, solo eres uno más de esos aficionados que temen evolucionar. Tu comprensión de la materia es burda e insultante.”
Nuevos cortes. Desollamiento. Agua hirviendo. Dolor.
El dolor era lo único real en su oscuridad.
“Tu primer títere cortó los hilos, demostrando la imperfección de un aficionado. Luego hubo más, ¿verdad? Siempre invisibles, a las que nadie preguntaría por esas marcas, a las que nadie echaría de menos. Hasta llegar a la flor más pura de ese barrizal. Era perfecta para alimentar tu ego y saciar tu creciente sed. Quisiste encadenarla y hundirla en el fango que hasta entonces la había mantenido. Mi pobre Zack, confundiste el arte con ser un dios. Es tan vulgar que un artesano caiga en ese tópico, tan… previsible. Careces de alma, de gracia. No fuiste capaz de apreciar el lienzo que había ante ti, una pieza perfecta que escondía en su interior un hermoso tesoro. Tan solo eres un monstruo que ha tratado de apoderarse de la belleza y guardar su arte tosco para sí, en vez de mostrarla al resto del mundo. Como artista lamentable, como ser humano, feo y ordinario.”
Ya no sentía los dedos. ¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Acaso estaba ya muerto y ese era el castigo por sus actos? Estaba comenzando a enloquecer en ese espacio oscuro, zambulléndose en sus turbias profundidades. ¿Acaso no había final?
Trató de gritar y luchar cuando algo afilado se abrió paso bajo uno de sus ojos. Los pensamientos se fundieron y ríos de agonía llenaron su mente y destruyeron cualquier consciencia de sí mismo. Ya no existía nada más en su mundo, nada más que el sufrimiento.
“Saborea la perfección de tu arte. Solos tú, y él. Tal vez así logres entenderlo.”
Todos habían ignorado el dolor y la vida de aquel hermoso cervatillo, pero ahora sería recordada, amada. Apartada de la oscuridad para ser mostrada ante una luz que atraería a todo espectador. Eterna en la magnificencia de su obra.
Solo quedaba el último acto para que diera por finalizada esa bella creación. La búsqueda de un último abrazo desesperado que le será negado. Sí, así sería una presentación perfecta, maravillosa.
Gloriosa.