Sefiriya

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Daan
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Sefiriya

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Sefiriya al'Matahuir bint'Samûm ibn'Jamasin al'Rakib al-Calim.


La jaima estaba oscura, apenas iluminadas por los finísimos rayos de luz que atravesaban los agujeros de las costuras y hacían brillar ocasionalmente el polvo y el humo en suspensión. Olía a cuero de camello, a incienso puro recién encendido y al sudor de sus dos ocupantes. Dos personas se miraban, sentadas entre cojines en el interior de la tienda y separadas por un fuego que congestionaba más aún el ambiente de aquel pequeño habitáculo, situado en mitad del desierto del Calim.

Una de ellas, un anciano, barbudo, arrugado y tatuado con un intenso horror vacui, agitaba unos polvos en un cuenco de agua hirviendo. La otra, una joven de rostro impasible, permanecía con las piernas cruzadas y los brazos en jarras contemplando. A su alrededor, el incienso ondeaba en volutas sin tocar su piel azul, y su pelo blanco se agitaba levemente flotando sin orden movido por una ligera y extraña brisa.

El anciano terminó de preparar el bebedizo y lo tendió a la joven. “Bebe”, ordenó. La muchacha obedeció, bebió a sorbos rápidos el agua casi hirviendo ignorando el amargo sabor, se limpió la boca con el dorso de la mano y comenzó a sudar a los pocos minutos, apretando las mandíbulas. El hombre sonrió con su boca desdentada y comenzó a balancearse adelante y atrás, con los ojos cerrados, mientras salmodiaba.

– Sefiriya al'Matahuir bint'Samûm ibn'Jamasin al'Rakib al-Calim. Hija de Simún hijo de Jansim, jinete del Calim a la que llaman Temeraria. Vienes a buscar al viejo Halim porque tu sangre se agita. Tu sangre es fuerte y te perturba. Veo como mana de poderosos djinns de tiempos perdidos y de guerreros errantes. Veo cómo se funde con la estirpe del Jinete de los Vientos ¡Sangre de Shóndakul, que se pierde en tus ancestros! Oh, sí… y veo que ostentas orgullosa ese linaje.

“Veo que tomas lo que deseas porque el cielo te pertenece, que los tuyos cabalgan las rutas del desierto como tormentas y que la riqueza crece en tu tribu, arrancando las sedas de las manos de mercaderes, las armas de sus guardias muertos y los perfumes de los rincones escondidos en sus caravanas. Veo prosperidad en tu pasado.

“El viejo Halim lo ve todo. Veo agitación en tu presente. Veo tus sueños inquietos, y las rutas ya familiares que se convierten en barrotes, como si el desierto fuera una jaula de la que mana la arena… Veo una sed de conocer que supera la sed de pelear… y veo que has marchado sin mirar atrás dejando a tu gente, tu marido, tu hijo... Tranquila… no te buscarán, porque saben que es mandato divino. Te lo aseguro.

“Porque el viejo Halim ve también tu futuro, allí donde el agua mana del cielo y no de los qanats, donde las tormentas son blancas y no rojas, allí donde te envía la sangre del Jinete de los Vientos. ¿Buscas la paz? Cabalga hacia el norte, atraviesa los wadis que nunca se secan y los oasis que no tienen arena, busca el desierto en el que nacen las sombras y desde allí, la región de plata de donde mana el oro. Pero prepárate para la lucha entre aquellos que creen las mentiras de la Señora de la Ruina. Prepárate para enfrentarte a las hordas de las montañas. Prepárate, porque las historias que quieres descubrir tendrás que vivirlas”.

El viejo cerró los ojos y suspiró.

– Parte con los vientos y no mires atrás. Eso es lo que pide tu sangre. Más allá, tu destino está en La Mano que Ayuda.

La joven abrió los ojos de golpe, con la mirada clara, asintió y, sin decir una palabra, se levantó. El aire se agitó a su alrededor cuando salió por la abertura de la tienda, dejando las pieles ondulando tras de sí. Subió a su caballo, miró la posición del sol en un cielo límpido y azul, y clavó las espuelas. No miró atrás.
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Re: Sefiriya

Mensaje por Daan »

Los asombrosos viajes de Sefiriya al'Matahuir bint'Samûm ibn'Jamasin al'Rakib al-Calim
por los territorios del Norte Salvaje

Volumen III
I. De cómo una genasí acabó en la villa de Nevesmortas, y cómo juró venganza por las afrentas de sus agresores.
Que la Mano que Guía proteja a todo aquel que alcance a leer estas páginas y le proporcione buenos vientos en sus trayectos y caminos. He aquí el tercer volumen de una historia en continua creación cuyas primeras páginas se perdieron en las tormentas del Anauroch y las manos de bárbaros bedins. He aquí una historia narrada desde Nevesmortas, ciudad de la Marca Argéntea alimentada por el oro de las minas y la sangre de sus aventureros, y que escribo para dejar constancia ante todo aquel que lo lea de las maravillas y terrores de estas tierras lejanas e inhóspitas, así como de las hazañas vividas por la autora y sus leales seguidores.

Se trata sin embargo de una historia que comienza con tragedia. Con un combate desigual, en el que cien bedins engañados por la Dama de la Ruina se abalanzaron sobre una humilde seguidora del Jinete de los Vientos, arrebatándole sus pertenencias, sus escritos, y un trozo de su alma: la yegua más hermosa que alguna vez cabalgó los desiertos, Tempestad. Y aunque muchos cayeron en la lucha bajo el temible brazo de esta guerrera de recursos, y otros muchos huyeron temiendo la muerte que su temible kukri y su poderosa magia proporcionaba, la multitud cobarde hizo doblar su rodilla, la dio por muerta, saqueó sus pertenencias y la abandonó a las inclemencias del desierto.

Rescatada por mercaderes, guiados sin duda por la voluntad de Sóndakul, la valiente genasí abrió los ojos en el templo de una pequeña villa donde el agua mana del cielo continuamente, a veces incluso convertida en pequeñas estrellas blancas. Con la única gema que había escondido sabiamente en el tacón de su bota compró material, y con una plegaria a La Mano que Guía inició su nuevo camino, no sin antes jurar que, cuando sus fuerzas fueran las adecuadas, cuando su magia alcanzara su cenit y su kukri fuera capaz de cortar un cabello suavemente depositado sobre su filo, recuperaría a Tempestad y ejecutaría su venganza sobre los culpables de su desdicha.

Mientras tanto, un mundo nuevo de aventuras la aguardaba. Y todo comenzaba allí, en Nevesmortas.
Varios meses atrás...

Los tres bedins terminaron un poco cansados de aporrear al testarudo ser que cada vez que recibía un golpe intentaba levantarse del suelo. No sólo había demostrado claramente sus brujerías ante ellos, sino que les había llamado bárbaros estúpidos y había invocado al Traicionero Merodeador de las Arenas delante de su propia cara.

Cuando dejó de moverse, los tres se miraron. Uno de ellos estaba bastante magullado e insistía en matarla. Los otros, menos afectados, estaban más pendientes de la hermosa yegua y el contenido de las alforjas. Así, quemaron todo el papel que contenían, por si se trataba de algún hechizo maldito que pudiera embrujarles, y decidieron no perder más tiempo y dejar que el Anauroch se encargara de ella, para evitar que su sangre impura atrajera alguna maldición.

Los enviados del Merodeador podían ser traicioneros, pero algunos de ellos sin duda carecían del más mínimo sentido común…
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Re: Sefiriya

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IV. De cómo Sefiriya al’Matahuir lideró la búsqueda y captura de un chamán orco a través de los meandros del Rauvin
Alabado sea el Jinete de los Vientos por proteger a aquellos que recorren sus caminos, y que dirigió los pasos de la valiente Sefiriya a la gran ciudadela de los enanos, Feldbar, un lugar majestuoso de roca alzada [sigue una larga descripción geográfica de la ciudadela y sus entornos], pero no tan hermoso como los campamentos que salpican el desierto con su color ocre por fuera y su arcoíris de telas y colores en su interior.
La Mano que Guía juntó allí, en los salones donde corre la cerveza como un qanat recién excavado, a un variopinto grupo de mercenarios, atraídos por el valor de la genasí y por un cartel que ofrecía oro en grandes cantidades por capturar a un orco que había causado problemas. Ante el consentimiento de la magnífica al’Matahuir, unos elfos blandos recabaron información, Eowade la de Fe Robusta y Hojaveloz el de las Sombras Sombrías. Les acompañaba Yerilian, el elfo que salió de la Piedra y del que ya se ha hablado en capítulos anteriores, Hers el de los Pies Veloces y el Poco Pelo, y Deilara la del Estoque que Pinchaba. También seguían Harskaz el Enano del Olor Nefasto, y Amatista la Hin de Agudas Ideas.

Los enanos, que son una raza extraña que se recluye bajo tierra, bebe mucho, habla poco y aprecia mucho su pelo por cómo nos ofrecieron la información a cambio de un ajuste de patillas (de las faciales, no de las de andar), contaron al grupo, admirados por la resolución de la genasí y su elaborado sentido del humor, que El Maestro de los Colmillos, terrible chamán orco acompañado de dos huargos fantasmales, corrompidos por la esencia del dios de los suyos, vagaba cerca del río, tramando tremendos ardides, ardientes venganzas, vengativos ataques… y lo que quiera que hicieran los chamanes orcos en soledad.

Así partieron no antes de que Morin, al que llaman Rompepiedras, enano con la capa del color de la hierba fresca, les dirigiera tras la pista del malvado hacia las montañas del Rauvin, un lugar de aguas y cascadas del color del cielo [sigue una larga descripción geográfica de la región y sus gentes]. El orco esquivaba a los lugareños, y al parecer algo le retenían junto a las aguas, que recientemente aparecían con colores extraños, envenenando animales y a unos seres llamados peces [continua con una elaborada descripción que muestra su fascinación por el pescado].

¡Partieron raudos y veloces con la bendición del Jinete de los Vientos! ¡La atrocidad de envenenar el líquido vital no quedaría sin castigo! Así, Sefiriya cabalgó con sus secuaces y lucharon todo el camino. ¡Fuegos fatuos del mal enfrentaron! ¡Mil orcos abatieron, e incluso en el límite de sus fuerzas Sefiriya caía y se levantaba una y otra vez, animando a su cohorte! ¡Grandes bestias de maligna esencia masacraron, tramposas hasta en la muerte, deshaciéndose como ácido cuando la genasí buscaba su merecido trofeo!
Y así hasta acabar con el maldito chamán orco, que en verdad envenenaba las aguas con rituales nefandos, limpiar el río con su sangre y regresar orgullosos a por su recompensa.

Aquella fue una de las muchas aventuras de Sefiriya al'Matahuir bint'Samûm ibn'Jamasin al'Rakib al-Calim en los territorios del Norte Salvaje. Terminó con victoria y oro en el bolsillo, bendita sea La Mano que Guía que les protegió en el camino y que malditos sean sus enemigos.
En un campamento en las riveras del Rauvin...

Mientras Sefiriya dormía junto a su caballo con profundos y sonoros ronquidos, el grupo suspiró hastiado. Habían gastado ya varios pergaminos para resucitar a la maldita genasí, que se empeñaba en ir siempre por delante con su caballo y se perdía la mitad del combate inconsciente, aunque apenas habían enfrentado una veintena de orcos. Además, aunque había contenido bien al huargo fantasmal, había sido especialmente imprudente intentando arrancarle al cadáver un colmillo que había desatado una lluvia de ácido sobre ellos. Menuda chapuza.

Suspiraron. ¿Si no sabía de chamanes, para qué tocaba nada? Y había caído en todas las argucias orcas habidas y por haber, siempre distraída con cualquier cosa. No se podía negar, por otro lado, que le echaba voluntad y ánimo. Y que contaba buenos chistes. Se había ganado su parte del botín, al fin y al cabo, pero esperaban que para la próxima fuera más prudente…
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Re: Sefiriya

Mensaje por Daan »

VIII. De cómo la Hija del Jansim cabalgó sobre una cocatriz gigante
derrotando a una bestia que aterrorizaba a los lugareños.
La Mano que Ayuda es sabia, el Jinete de los Vientos es un dios astuto, y gracias a su guía aquel día nuestra heroína se encontró con un curioso grupo, sentado alrededor de un anciano que se lamentaba amargamente de su fortuna y sus ponis perdidos. Se hallaban en el Camino de la Bifurcación [sigue una larga descripción geográfica de las funciones y características de ese camino], y allí se encontraban la elfa blanda Delerien y el elfo blando que salió la Piedra Yerilian, atendiendo atentamente a una criatura, enmascarada y retorcida como chumbera en año de sequía, junto a las estatuas de doscientos caballeros de la Legión Argéntea. Hablaba de algo que los había convertido en roca y Sutileza del Pantano era el nombre de aquella criatura (no la que había petrificado, sino la que hablaba).

Decía a la multitud, que se congregaba cada vez más, que un ser parecido a una gallina se había escondido en un establo, lo cual no impresionaba mucho a nuestra valiente heroína aunque un ceño de preocupación y una ventolera de aire se levantó cuando supo que era una cocatriz: por supuesto, un ave terrible que petrificaba [no hay más mención al ave que esta].

Gracias a los consejos de al’Matahuir, y a su inmensa sabiduría, el anciano criador de ponis sin ponis recuperó la esperanza, pues un plan había trazado. Conociendo al detalle la naturaleza de la cocatriz, decidieron hacerla salir con las habilidades del pequeño Ser Chumbera y combatirla mientras todos gritaban, pues el sonido fuerte era su mayor debilidad. Teniendo en cuenta que ya desde niña nuestra heroína había mostrado que su voz era más potente que la tormenta, poco tenían que temer.

Sin embargo, una ardua labor les aguardaba, pues para contener al ser tuvieron que mover, entre ella y el fuerte semiorco llamado Garr, las doscientas estatuas de los caballeros montando un corral mientras el resto, sin mover un dedo, contemplaban tal proeza. Pero Sefiriya es fuerte además de inteligente, brava y poderosa, y pronto un círculo de piedra rodeaba la salida de la cuadra.

Los magos actuaron. Sutileza al’Saghir del Pantano convirtióse en alimaña, y la urdimbre hizo que fuera alimaña gorda como ternero bien alimentado. Sefiriya, inagotable, junto al mestizo Garr, aguardaban en el corral de piedra y gracias a al’Saghir que cumplió su cometido vieron a la bestia, un ave tan horrenda como el culo de un camello con almorranas y tan grande como el carromato del pachá más poderoso.
Primero hubo inconsciencia, porque la bestia golpeaba y se revolvía, pero ambos contendientes eran duros y se levantaron, mientras sus compañeros gritaban. Garr atacaba a la cabeza con sus manos, mientras unos gritaban, golpeaban dagas contra escudos, o incluso cantaban canciones. En tal cacofonía, el Ser Chumbera le mordía la cola, un mago blando llamado Loomyldor le aferraba una pata, y todos daban el combate por perdido hasta que Sefiriya saltó sobre la bestia, como guerrera del desierto criada a caballo, y comenzó a gritar en el oído de la misma como le habían enseñado las mujeres de su tribu con toda la fuerza que su sangre genasí bombeaba.

El animal cayó al suelo, el kukri sobre su garganta, el semiorco arrancó la cabeza con dificultad, y el resto dio palmas con orgullo celebrando la victoria. Y así fue cómo Sefiriya guió de nuevo a un grupo a la batalla, y lograron con éxito que los caminos fueran más seguros eliminando a un ser terrible y feo.
En un pequeño campamento en las afueras de Nevesmortas…

Cuando el grupo entregó la cabeza de la cocatriz a Eldas Melenagris todos recibieron su oro mientras la genasí, después de cobrar, admiraba al gigante oso Wilson que acompañaba al contratista intentando trepar por él. Sutileza del Pantano había sido un genio ideando la trampa gracias a sus conocimientos de aquella ave, y si bien es cierto que unos palmearon mientras otros luchaban y lanzaban conjuros, todo había salido bien gracias al trabajo en equipo. Los caballeros fueron despetrificados, aunque no de muy buen humor por los desconchones, los héroes magullados sanaron de sus heridas y la genasí parecía entusiasmada contándole a todo el mundo que había montado una cocatriz gigante. Una historia que repitió una, y otra, y otra, y otra vez…
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