Una senda sin retorno
Publicado: Lun Ene 20, 2020 2:17 pm
El estudio de la magia, aprender a manipular la Urdimbre y en general, todo lo arcano requiere tiempo paciencia y perseverancia, eso era lo que le repetía una y otra vez su maestro recordó mientras paseaba entre las calles de Luskan. Cuando pasó cerca de la torre de la antigua hermandad arcana se detuvo a observarla con ojos soñadores imaginando todo el conocimiento que esta una vez albergó.
Se hacía tarde, siempre le ocurría lo mismo cuando pasaba por allí, se encaminó de vuelta al hogar que compartía con su maestro, un viejo mago llamado Eskel que le aceptó como pupilo para aprender el arte arcano cuando recién llegó a Luskan hace unos años.
Entró en la gran mansión en la que ahora residía, hoyar del viejo Eskel, esta era grande y lujosa, recargada de enormes estatuas ostentosas y otras obras de arte a las cuales era aficionado coleccionar su maestro. A él le parecía una tontería perder el tiempo buscando y coleccionando antigüallas sin ningún poder, prefería invertir su tiempo en otros asuntos de más importancia cómo aprender nuevos conjuros, aun era un joven aprendiz de mago y lo que le interesaba eran los conocimientos arcanos que poseía el viejo chiflado -como a él le gustaba llamarle cuando no le podían oir-.
Se acercó al estudio privado de su maestro y llamó a la puerta con determinación.
- ¿quién anda ahí? - gritó Eskel desde su escritorio sin levantar la mirada de un arrugado pergamino en el que garabateaba con una compleja caligrafía dracónica.
- Soy yo maestro, Altris - Respondió este mientras abría la puerta. Traía consigo una pequeña bolsita con algunos materiales que le había encargado ir a comprar.
- Oh!, eres tú...pasa, pasa -sonrío este- Déjame eso por ahí -hizo un ademán señalando un pequeño mueble en la entrada en el cual ya había varios estantes recargados de componentes somáticos para conjuros- Coge unos pergaminos del estante, un poco de tinta y pluma, ven aquí y me ayudarás a copiar unos conjuros los cuales, si te portas bien, dejaré que los copies para tu grimorio -le guiñó un ojo mientras reía-.
-Sois muy amable maestro- Puso su mejor sonrisa, aunque por dentro ardía en deseos de estrangular al viejo estúpido. Hacía años que estaba bajo su tutela, y aunque el viejo fue en su momento un gran mago, los años le habían hervido los sesos y a él le parecía que le hacía realizar esos estúpidos trabajos para mofarse de él. Algún día...un montón de macabras ideas le vinieron a la mente hasta que al fin, suspiró- Ahora mismo me pongo a ello, vos deberíais descansar...se hace tarde, yo me encargaré de todo maestro -Aseguró este tensando su sonrisa-.
Cuando el anciano se marchó del despacho dejó de fingir y en su cara se reflejó el tremendo desprecio que sentía, a ese ritmo aprendería los secretos de la 3a esfera a la edad de su jubilación. Empezó a idear un plan mientras copiaba con aparente y sumisa diligencia los pergaminos que le había encargado Eskel. -Sonrío para si mientras tatareaba una siniestra canción-.
Se hacía tarde, siempre le ocurría lo mismo cuando pasaba por allí, se encaminó de vuelta al hogar que compartía con su maestro, un viejo mago llamado Eskel que le aceptó como pupilo para aprender el arte arcano cuando recién llegó a Luskan hace unos años.
Entró en la gran mansión en la que ahora residía, hoyar del viejo Eskel, esta era grande y lujosa, recargada de enormes estatuas ostentosas y otras obras de arte a las cuales era aficionado coleccionar su maestro. A él le parecía una tontería perder el tiempo buscando y coleccionando antigüallas sin ningún poder, prefería invertir su tiempo en otros asuntos de más importancia cómo aprender nuevos conjuros, aun era un joven aprendiz de mago y lo que le interesaba eran los conocimientos arcanos que poseía el viejo chiflado -como a él le gustaba llamarle cuando no le podían oir-.
Se acercó al estudio privado de su maestro y llamó a la puerta con determinación.
- ¿quién anda ahí? - gritó Eskel desde su escritorio sin levantar la mirada de un arrugado pergamino en el que garabateaba con una compleja caligrafía dracónica.
- Soy yo maestro, Altris - Respondió este mientras abría la puerta. Traía consigo una pequeña bolsita con algunos materiales que le había encargado ir a comprar.
- Oh!, eres tú...pasa, pasa -sonrío este- Déjame eso por ahí -hizo un ademán señalando un pequeño mueble en la entrada en el cual ya había varios estantes recargados de componentes somáticos para conjuros- Coge unos pergaminos del estante, un poco de tinta y pluma, ven aquí y me ayudarás a copiar unos conjuros los cuales, si te portas bien, dejaré que los copies para tu grimorio -le guiñó un ojo mientras reía-.
-Sois muy amable maestro- Puso su mejor sonrisa, aunque por dentro ardía en deseos de estrangular al viejo estúpido. Hacía años que estaba bajo su tutela, y aunque el viejo fue en su momento un gran mago, los años le habían hervido los sesos y a él le parecía que le hacía realizar esos estúpidos trabajos para mofarse de él. Algún día...un montón de macabras ideas le vinieron a la mente hasta que al fin, suspiró- Ahora mismo me pongo a ello, vos deberíais descansar...se hace tarde, yo me encargaré de todo maestro -Aseguró este tensando su sonrisa-.
Cuando el anciano se marchó del despacho dejó de fingir y en su cara se reflejó el tremendo desprecio que sentía, a ese ritmo aprendería los secretos de la 3a esfera a la edad de su jubilación. Empezó a idear un plan mientras copiaba con aparente y sumisa diligencia los pergaminos que le había encargado Eskel. -Sonrío para si mientras tatareaba una siniestra canción-.