Budd, ni siquiera es un nombre.

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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varang
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Budd, ni siquiera es un nombre.

Mensaje por varang »

Era una noche abierta, la luna llena iluminaba el camino de La Bifurcación con una intensidad que hasta se proyectaban las sombras de la pareja de individuos apartados del camino sobre el suelo.

- Recuerda todo lo que has aprendido, todo lo que yo nunca quise enseñarte. Ahora vete y no mires atrás - le dijo, agarrándolo por los hombros y volteándolo después-.
- ¿Irme? a dónde -protestó extrañado buscando de reojo a su espalda a su maestro sin éxito-.
- Eso nunca fue asunto mío -con un leve empujón le obligó a echar a andar- Procura no volver al sur.
- No se preocupe, nunca les diría nada.

El joven empezó a andar sin valor a girarse para despedirse.

- Sé que no lo harás… -dijo susurrando a Budd-

Pero el susurro sonaba demasiado cerca; teniendo en cuenta que había dado ya unos cuantos pasos. Antes de entender por qué, notó frío y calor a la vez en su garganta, la humedad en el cuello de su capa. En vez de aire, en sus pulmones entró su propia sangre, que salía a borbotones debido al corte.

Como quien es acostado por su padre, Budd fue acompañado hasta el suelo entre los brazos de su maestro.

- Recuerda todo lo que has aprendido -repitió en un tono paternalista como nunca antes había mostrado hacia Budd- porque te puede salvar la vida ahora.
- Ghfg…-un nuevo gorgoteo escupiendo sangre fue la respuesta del atónito joven, que no entendía qué estaba pasando-.
- Relaja tu cuerpo, contén la respiración y realentiza tu pulso.

El joven, tumbado en el suelo miraba su maestro, ahora más oscuro que el cielo nocturno intentando entender por qué -después de todo lo vivido juntos- había decidido acabar con su vida de esa manera.

Ya dispuesto a levantarse e irse mientras limpiaba el filo de su daga, vio que el joven entraba en pánico por ver cómo la vida se le escapaba entre los dedos, lo abofeteó y señaló con el índice; era un gesto habitual que solía usar para que su alumno se centrase en el ejercicio.

Iba a decirle algo, pero un ruido interrumpió su intención. Miró hacia el camino, al origen del ruido, el joven también lo intentó moviendo los ojos todo lo que pudo, pero no vio nada, salvo el camino. Para cuando quiso volver a mirar a su maestro, ya había desaparecido sin hacer ruido.

Aquí iba a acabar todo, tirado boca arriba junto a un camino de un lugar extraño, había escapado de no sabía ni cuántos años de esclavitud para acabar así. Aunque nada de esto ocupaba la mente del joven. Estaba concentrado en el que iba a ser su último ejercicio de concentración, agarrándose a la vida, realentizando su corazón sin intentar ni respirar, porque no serviría de nada. Pese a lo ocurrido, quiso confiar en las últimas palabras de su maestro, eran su única esperanza.

“Y si eran mentira, al menos se mantendría ocupado mientras la muerte se lo llevaba”, pensó Budd.

Contemplando el cielo estrellado de una noche despejada, notaba como el final se acercaba y todo se iba volviendo de una claridad cegadora, sonrió irónico; siempre imaginó que todo se volvería negro, no de este molesto blanco brillante.

- No está frío, pero no respira -dijo una voz distorsionada por el metal de un casco- Tiene que haber muerto hace poco, señor.

El otro legionario desmontó y se acercó mientras se quitaba el casco al cuerpo para examinarlo. El aprendiz se apartó mientras su capitán se agachaba para examinar más de cerca.

- Tod ¿dirías que este joven es de por aquí? - preguntó condescendiente el capitán-.
- No, no creo. Tiene el pelo muy oscuro y sus rasgos no son norteños. Apostaría a que es sureño.
- Si te viera apostar, Tod, te dejaría tan seco como a éste.
- Claro señor, era sólo una forma de hablar.
- ¡Ghfg!
- ¿Tooood? -inquirió el capitán mientras el soldado se disponía a montar-.
- ¿Sí...capitán? -respondió el soldado algo cansado del tono del capitán-
- ¿Los muertos escupen? - dijo el capitán con un su párpado derecho cerrado y manchado de sangre-
- Diría que no, señor -el soldado alternaba su mirada entre el supuesto cadáver y su capitán, cuya expresión de enfado iba in crescendo-.
- Pues entonces diría que este desgraciado sigue vivo.
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varang
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Re: Budd, ni siquiera es un nombre.

Mensaje por varang »

La joven, cargada con un montón de sábanas limpias, seguía al clérigo que le estaba enseñando cómo sería su día a día a partir de ahora.

- Una vez te hayas deshecho de toda la ropa de cama ensangrentada tienes que llevar un juego limpio de nuevo a la sala de curación. No pierdas el tiempo en despedirte ni te encariñes con ninguno, Nevesmortas tiene una gran afluencia de “aventureros” -remarcó con bastante sorna esta palabra- seguramente los vuelvas a ver pronto por aquí, si no los matan. A demás, tiempo que pierdes, tiempo que no usas para atender al resto.
- Sí señor. -la joven procuraba atender a las instrucciones del clérigo, fijándose en todos los matices del lugar al que acababa de llegar-.

Entraron en la sala de curaciones de la Atalaya del Alba.

- Aquí es donde pasarás la mayor parte del tiempo. Primero te encargarás de ayudar con las tareas más simples, mientras te adaptas y aprendes. ¿eres escatológica?
- ¿eh? - la joven parecía distraída, al entrar en la sala se había quedado mirando a los pacientes-.

El clérigo interpretó la respuesta de la joven como si no hubiese entendido la palabra; al fin y al cabo, era una campesina salida de la nada que se había prestado voluntaria para ayudar a cambio de aprender un oficio. Decidió preguntárselo en otro tono, más paternalista y sencillo:

- Que si te marea la sangre y ese tipo de cosas.
- ¡Oh! No se preocupe, no me asustan ese tipo de cosas -sonrió complaciente- disculpe.
- Bien, viste esos dos camastros libres, cambia todos los cubos de agua usados por agua limpia y luego pregúntale a la Hermana Keyra cómo puedes ayudarla.
- Sí señor.

El clérigo pareció recordar algo cuando estaba a punto de salir de la sala:

- Una cosa más, July.
- ¿sí?
- No me llames señor, aquí todos somos una familia. Bienvenida.
- Así lo haré -la joven reaccionó con sorpresa pero sonrió despidiendo al clérigo-.

Cuando terminó de traer el último cubo de agua, July escuchó un gemido de detrás de uno de los biombos que aislaban a los pacientes más graves. Se asomó y vio a un joven que parecía estar ahogándose, con el cuello vendado y tumbado boca arriba. Tenía las extremidades atadas al camastro e intentaba soltarse.

- Hermana Keyra ese chico se ahoga!

La clériga se asomó y se acercó observándolo.

- No chica, este chico está aprendiendo a respirar por este tubo de cobre -dijo señalando a un pequeño tubo que sobresalía de entre el vendaje del cuello-. Lo tuvimos que atar porque se lo quitó dos veces.
- ¿por qué respira por un tubo? -se acercó con curiosidad para observarlo-
- Porque le cortaron el cuello más arriba, tiene la garganta destrozada ¿ves? -apartó un poco el vendaje enseñando una fea cicatriz cosida, aún reciente, mirando la reacción de la joven-.
- Vaya… -lo miró con interés- ¿tendrá que respirar por ahí para siempre?.
- Eso sólo lo sabremos cuando cicatrice y le baje la inflamación... si es que no se infecta -añadió esto último para ver qué cara ponía la joven-.
- Yo pensaba que si te cortaban el cuello no había salvación...
- Normalmente no, te desangras si no te ahogas antes con tu propia sangre. Pero a éste lo encontraron a tiempo los legionarios argenteos. Seguramente el que le hizo eso estaba muy cerca aún... -dijo pensativa-.
- ¿y volverá a hablar? -no parecía impresionada, más bien curiosa-.
- Ya veremos... -dijo volviendo su mirada al joven, más calmado y atento a esa conversación- hemos hecho todo lo posible, ahora está en manos de los dioses...¡Bien! veo que no te has puesto blanca con la primera herida fea. Ya que estamos, cámbiale el vendaje y cuidado con su respiradero.

La clériga dejó a la joven con el paciente. July cogió unas tijeras, se acercó al paciente, se inclinó sobre él y le murmuró.

- Ahora no te muevas, o tendrás dos heridas en el cuello ¿vale?

El tono tranquilo y seguro de la joven chocó mucho al paciente, no parecía la joven asustada que había visto al principio. Decidió no dar problemas y observarla para evaluar a quién tenía delante. La joven acabó el trabajo con una destreza poco común en una aprendiz, centrada en lo que estaba haciendo sin distraerse mirando a su paciente a la cara, desde luego era hábil y metódica.

- Buen chico -aseguró las ataduras del paciente y lo miró directamente por primera vez- ahora puedes seguir forcejeando si quieres. Nos vemos luego -le guiñó un ojo y se volteó-.

Descolocado ante tal derroche de seguridad y habilidad, siguió observándola. Entonces vio como su expresión calmada y segura se transformó de nuevo en la de una joven complaciente y nerviosa cuando se volvió hacia la clériga para decirle que ya había terminado.

Abandonó la estancia de aislamiento improvisada con el biombo de tela donde estaban, no sin antes dedicarle una última mirada a su paciente mientras acomodaba algo tras su cintura.

El bulto bajo la ropa era reconocible por un ojo atento, era una daga oculta que ella quería que viese.
Última edición por varang el Mié Jun 29, 2022 7:24 am, editado 1 vez en total.
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varang
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Re: Budd, ni siquiera es un nombre.

Mensaje por varang »

//Aunque no pueda jugar.. pues voy a ver si acabo este torro de historia

A partir de ese día, empezó un juego entre el joven y la nueva enfermera. Ella procuraba seguir su papel y él, intentaba verla cuando creía que nadie la miraba, para ver si se desenmascaraba otra vez en un momento de relajación.

Siempre que creía que la había pillado, ella le miraba sonriendo de reojo, dándole a entender que había visto lo que ella había querido.

Un día, tras recibir una orden del tipo "limpia algo" -aclarar que ese "algo" era asqueroso y no vamos a entrar en más detalles- ella, tras asentir obedientemente en su papel, esperó a que el clérigo se girase, sacó su daga oculta y se acercó sin emitir ni el más leve sonido. Hizo un gesto, apuñalando al aire. Con la otra mano hizo un gesto con mímica como si el corte hubiera provocado un torrente de sangre, manchandolo todo, el suelo su cara... Cerró la actuación gesticulando con el índice, señalando al clérigo y luego al suelo, como si le ordenase que limpiara él toda esa sangre (que hubiera sido suya).

Tras acabar la actuación, algo sádica, pero bastante graciosa; el clérigo, ajeno a todo eso, claro, recordó algo y se volteó inesperadamente. Ella aún tenía la daga en la mano, pero con un simple giro de muñeca la ocultó tras su brazo disimulando bastante bien.

- ¿Sabes? A lo mejor deberías… ¿Qué haces ahí plantada? -el clérigo parecía notar que algo raro pasaba-.
- ¿Eh? Pues verá…

Estaba a punto de decir cualquier excusa que el clérigo no iba a creer. Ella lo sabía, en un segundo, su debate interno no era buscar una excusa, era un plan de acción; apretó la daga, miró a los guardias, midiendo la distancia que los separaba, miró al clérigo, buscando su yugular, deslizó sutilmente una pierna hacia atrás para ganar apoyo para un primer impulso.
Entonces un oportuno ataque de tos acompañado de algunos espasmos y gemidos bastante llamativos irrumpió en escena.

- Déjate de tonterías y atiende al chico de la garganta cortada ¡Ve!

Se volteó corriendo hacia el joven y cuando cerró el biombo, que no debería de estar abierto, pero lo estaba, respiró aliviada al ver que el joven, tosía ahora con menos intensidad y con una sonrisa cómplice.

- ¿Necesitas ayuda, chica? -se escuchó desde detrás del biombo-
- No, gracias mi señor -respondió con voz servicial pero con una cómica mueca de asco mirando al joven-
- Te tengo dicho que nada de señor, aquí todos somos hermanos.
- Perdón -dijo esto poniendo los ojos en blanco- hermano.

No hubieron más palabras, solo miradas silenciosas mientras la joven se guardaba la daga de nuevo en el bolsillo secreto tras la cintura.
Cuando escucharon cerrarse la puerta, Ella resopló y se sentó a los pies de la camilla del joven, recostándose para descansar y murmuró con lo que parecía ser su verdadera sonrisa mirando al techo.

- Casi me toca despachar al viejo y a los guardias… ¡Uff! ¡Sí que me hubiera hartado a limpiar hoy! -palmeó el muslo del joven- Gracias guapo.

La chica miró de reojo al joven para estudiar su reacción ante el comentario. Él parecía estudiarla con curiosidad, impasible ante el comentario. Ella notó eso y le mantuvo la mirada, dejándose observar. Se subió del todo a la camilla y apoyándose en sus rodillas y manos, gateó hasta quedar encima del joven. Con sus rodillas a ambos lados de la cintura, las palmas de las manos a ambos lados de la cara del joven y los brazos estirados. Desde arriba le observaba con la cabeza ladeada. El joven se puso algo nervioso, intentando disimularlo, pero ella sabía qué pasaba.

- ¿Te pone nervioso el contacto físico? Ante la idea de matar a esos 3 ni pestañeaste…

Hablaba en un tono muy bajo, casi susurrando. Nadie a más de 2 metros de distancia habría distinguido las palabras de la joven.

- Pero mírate ahora, intentando aparentar que te da igual tenerme encima… ¿Qué clase de persona se incomoda más con esto que con un triple asesinato? -dijo esto último como si se hubiera escandalizado-.

Entonces puso una mueca infantil, como cuando a un niño se le ocurre una idea.

- ¿No será que te gusto un poquito? -achinó los ojos y ladeó la cabeza como si estuviera contenta- ¿te gusta July? -luego volvió a cambiar el gesto, con una mirada más adulta, más ladina, y se inclinó acercándose al joven- ¿o te gusto yo?

Dado que el joven seguía sin poder hablar, la única opción de respuesta posible eran sus gestos faciales y esos no fueron claros. Ella no se andó con rodeos y llevó una de sus manos a la entrepierna del joven. Ella dejó escapar una leve risa cuando bajó de la camilla al no notar nada más abultado de lo normal ahí abajo.

- Qué pena… pero tranquilo, no vengo a matarte. ¿Te acuerdas del tipo que entró ayer con una lesión en la espalda y una pequeña herida en una pierna?

El joven asintió, recordó escucharlo quejarse. Pero no recordaba haberlo vuelto a ver. Miró intentando ver a través de la fina tela del biombo, a ver si conseguía ver su silueta. Ella apartó un poco el biombo para que lo viese claramente. Ese hombre ya no estaba ahí. El joven la miró con gesto interrogante.

- Él sí venía a matarte -se encogió de hombros- pero yo te vi primero.

El joven bajó su mirada hasta la cintura, de la joven, a donde tenía la daga, luego la volvió a mirar.

- Cosas que pasan… a veces la herida más pequeña, puede provocar fiebre.. muerte súbita.. qué sé yo. No soy médico, pero esta panda de matasanos ni ha sospechado.

Volvió a inclinarse sobre la camilla, esta vez, puso su cara muy cerca del joven, apoyándose sobre su pecho.

- Tú no cambies de bando, y a lo mejor hasta sacas tajada si encontramos a tu amiguito -repasó con la yema de su dedo su garganta- algo me dice que lo vuestro.. ya no es tan sólido.

Se incorporó.

- Y no te lo tomes a mal, pero cobrando lo tuyo no cubro ni el veneno que usé con ese pobre diablo -dijo señalando a la camilla vacía-.
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Re: Budd, ni siquiera es un nombre.

Mensaje por varang »

La joven mantenía las apariencias con el personal de la Atalaya del Alba, pero necesitaba pasar tiempo a solas con el paciente para obtener la información que necesitaba. El hecho que él no pudiera hablar aún, no facilitaba las cosas.

Con artimañas, dimes y diretes, a veces conseguía pasar tiempo detrás de los biombos, donde estaban los aislados, ya fuera por su delicada situación o por seguridad. En este caso su objetivo cumplía ambas condiciones y esos biombos brindaban cierta intimidad.

Algunas veces entraba solo para hablarle, para quejarse de el asco de trabajo que tenía July, hablaba de ella y la criticaba como si fuera otra persona. Tanteaba la situación para ver cuánto tiempo podía estar ahí sin que le llamasen la atención.

Hasta que lo tuvo controlado e hizo su movimiento.

- Bien, viendo que ya te he tenido que quitar a alguien de encima, creo que podrías echarme una mano. Yo te ayudo tú me ayudas ¿Te parece bien? -guiñó un ojo sonriente-.

Sacó un pergamino enrollado alrededor de una pluma y un pequeño vial de tinta de su manga derecha, lo dejó todo sobre el pecho del joven y empezó a desatar la presilla derecha que mantenía al joven atado a la camilla.

- ¿Diestro? -le miró de reojo mientras desataba la presilla-.

Él asintió, pero estaba tenso otra vez.

- Relájate chico, ya te he dicho que no voy a matarte si te portas bien. Ahora, coge la pluma y dime ¿Cómo te llamas?

Él, al tener libre la mano, aprovechó para mover la muñeca, estiró un poco el brazo y cogió la pluma, la mojó en tinta y empezó a escribir. Cuando llevaba un par de trazos, ella le detuvo y le quitó la hoja para verlo mejor

- ¿Qué es esta mierda? -la seductora asesina se había ido- ¿No sabes escribir en común? -se señaló la boca- porque entiendes lo que digo si te digo que no estoy nada contenta ahora mismo ¿verdad?

Él asintió.

- ¿Hablás común, pero no lo escribes?

Él asintió de nuevo.

Ella estaba claramente enfadada. Toda la amabilidad, toda la complicidad que parecía haberse creado, esos gestos que habían mostrado hasta cierto interés por él, habían desaparecido, era otra careta, otro papel, como el de July.

- ¿Y de qué me sirves ahora? Más te vale hacerme pensar que no he perdido el tiempo. Podría haber gastado estas decanas en buscar a tu amigo el lunar rajagargantas.

Él frunció el ceño y le pidió con un gesto el pergamino de nuevo. Ella se lo dio y empezó a morderse las uñas mientras daba golpecitos con el talón en el suelo impaciente, mirando tras el biombo por si podía seguir allí.

Al acabar le mostró la hoja, había dibujado la silueta de la cabeza un elfo. Ella miró el dibujo, luego lo miró a él, éste señaló al dibujo, hizo un gesto con el pulgar repasándose la cicatriz.

Ella, impaciente, no esperó a que él terminase de gesticular:

- Ya te lo he dicho; hay dos recompensas, una miseria por tí vivo o muerto y una buena suma por traer vivo al elfo que escapó contigo. Los dos tenéis esta marca de vuestro dueño en el antebrazo. -señaló a la runa que le habían grabado a hierro candente el día que su antiguo amo le compró-. Uno es un joven humano sureño, que en el norte es algo fácil de rastrear y el elfo lunar de piel oscura, y pelo gris. Dicen él que es el peligroso, y viendo tu garganta, no sé si lo será tanto, ni siquiera te cortó el cuello como ha de hacerse.

El joven negó y gruñó un poco, lo que le provocó tos. Esa garganta aún no estaba lista para emitir sonidos. Apoyó la hoja sobre la camilla para dibujar de nuevo.

- ¿Por qué niegas tanto? No te hagas el interesante ahora.

Empezó a dibujar, ella lo miraba enfadada e impaciente, pero expectante.

Dibujó una línea horizontal en la parte superior de la hoja. Sobre esa línea, dibujó un árbol y sobre el árbol, un sol. Junto al árbol, dibujó el icono de una persona. Señaló a la persona, luego al icono del elfo y repitió el gesto con el pulgar repasando su cuello de lado a lado.

- Vale, él es el elfo que te quiso despachar, sigue de una vez.

Trazó una flecha desde la persona hacia abajo.
Mojó la pluma y dibujó una nueva línea horizontal, esta vez en la parte inferior de la hoja. Sobre esa línea horizontal dibujó esta vez, un par de setas, en vez de un árbol, sobre las setas una especie de bóveda irregular, picuda y, de nuevo, el icono de la persona.

Dio por terminado el dibujo y miró a la joven.

- ¿Me estás diciendo que tu amiguito se ha escondido bajo tierra? Eso ni es muy exacto ni tiene sentido. Un elfo no se esconde bajo tierra como si fuera un enano.

El joven resopló y volvió a mojar tinta, esta vez dibujó un círculo pequeño, del tamaño de una letra, que rellenó de tinta, empezó a sacar líneas rectas alrededor de él que torcían en ángulo y acababan todas siendo verticales, pintó 8, era una araña junto al icono del elfo. Él la miró discurrir, parecía que lo había entendido, pero estaba congelada, pensando. Para asegurarse, se manchó un dedo con tinta y empezó a rellenar el icono del elfo con ella, quedando todo negro.

Ella miró al techo dejando los ojos casi en blanco. Luego le miró de reojo resoplando

- ¿Es un puto drow? -le preguntó como quien pregunta si está lloviendo cuando escucha la tormenta a través de las ventanas, sabes que sí, pero quieres que te lo confirmen, a saber por qué-.

Él asintió lentamente.

- Mierda.
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Re: Budd, ni siquiera es un nombre.

Mensaje por varang »

Ese día no hubo más "conversación".

Al día siguiente el joven escuchó al personal de la Atalaya hablar de July, no había venido. Escuchó pasos acercándose detrás del biombo. El sacerdote apareció buscando al joven.

- Chico, habrás notado que esta mañana July no ha aparecido.

Él asintió.

- Hemos ido a la posada, La Rosa, nos dicen que no saben nada de ella desde ayer por la mañana.

Él escuchaba atentamente.

- Hemos ido con Rosa a su cuarto y estaba vacío, sus cosas ya no estaban.

Él imaginó que ella volvería a su cuarto sin el disfraz de July y esa tal Rosa de La Rosa no la reconoció. Se quedó pensando como con 3 ó 4 matices puedes no reconocer a alguien a quien ves todos los días pasar. Sólo tienen que salirse de su normalidad, de esa imagen mental tienes de esa persona. Ver a alguien sin uniforme, por ejemplo, no hay cambio más sencillo y notorio a la vez.

El sacerdote seguía hablando mientras:

- Sabemos que July tenía especial afinidad contigo. Nos preguntamos si tú notaste algo raro en ella ayer.

Normalmente esto sería más difícil si pudiera hablar, pero un simple gesto con la cabeza, negando, bastó para cubrirla.

- Cualquier cosa que se te ocurra, nos sería de ayuda.

Él se encogió de hombros y se señaló como pudo la garganta, seguía atado.

- Ya veo… aunque se te ocurriese… bueno. Ha pasado un tiempo ya y no has vuelto a dar problemas. A demás si July te tenía en gran estima seguro que fue porque algo bueno vio en ti.

Para el joven era gracioso ver como hablaban de July como si la conocieran. Pero se limitaba a escuchar sin gesticular demasiado.

- Esta tarde intentaremos ver cómo tienes eso, quitarte el respirador y acelerar tu curación con la ayuda del señor del Alba. Ya llevas así demasiado tiempo.

Él asintió agradecido.

Alguien llamó la atención del sacerdote. Una mujer encapuchada, enfundada en una cota de cuero oscura, tapada con una capa que dejaba entrever un par de espadas cortas atadas a ambos lados de sus caderas. Quería comprar vendajes. Era habitual que los aventureros de la zona vinieran a por pociones y equipamiento de primeros auxilios.

El sacerdote olvidó cerrar el biombo y el joven tuvo acceso visual a toda la sala. Lo más habitual era mirar al techo o intentar adivinar qué pasaba al otro lado centrándose en los sonidos y en las siluetas que se veían a través de la tela del condenado biombo. Así que ahora se entretuvo.

Se fijó en los enfermos uno a uno. Habían un par de camas vacías, otro par ocupadas por aventureros malheridos, algún anciano, gente al fondo a la que no alcanzaba a ver y un hombre con el brazo en cabestrillo sentado en un camastro mirándolo.

Se quedaron analizándose mutuamente unos segundos.

Él era un joven de piel más tostada de lo habitual en estas tierras, pelo largo, rasgos faciales poco comunes en el norte, de la zona este del Mar de las Estrellas Fugaces, Mulhorand, Khessenta o Thay. Vestía una túnica cedida por la Atalaya del Alba, como la que les dan a los mendigos. Destacaba que tuviera las manos y pies atadas al camastro, eso fue lo que más llamó la atención del hombre, sin duda.

El hombre del brazo en cabestrillo era de la zona, piel más blanca y pelo negro. Vestía una cota de cuero tachonado básica, protecciones de chapa baratas en los muslos, de dudosa utilidad, y botas altas. Parecía un aventurero de poca monta, más aún con ese brazo. Nada que ver con la mujer que había entrado, ella sí parecía alguien a quien no te gustaría tener de frente en un callejón oscuro.

El hombre se levantó inquieto. Parecía necesitar darse un paseo, seguramente ese brazo le dolía bastante y quería despejarse -pensó el joven, que seguía observándolo-. Lo perdía de vista de vez en cuando, en sus vaivenes, pasaba por detrás del biombo, y luego volvía a su campo de visión. En su tercer o cuarto “viaje” la mirada del joven se detuvo en la mujer, que ya estaba terminando de cerrar el trato. Ella también estaba atenta al hombre del brazo en cabestrillo, aunque lo intentaba disimular.

Todo lo que vino a suceder ahora, fue cosa de unos segundos.

Por un lado la mujer hizo un gesto al joven, mirándole directamente al darse cuenta de algo; una expresión de sorpresa. La mujer apartó de un manotazo al sacerdote y empezó a correr hacia el joven empuñando ambas espadas para desenvainarlas. El joven cayó en la cuenta entonces, esa mujer de las espadas, era “July”. Absolutamente nadie en la sala la había reconocido sin sus vestidos de campesina, sin sus gestos complacientes ni sus sonrisas bobaliconas.

El joven miró a su alrededor y adivinó qué era lo que pasaba cuando vio aparecer de detrás del biombo al hombre del brazo en cabestrillo, colándose por un lateral, mirándole con una sonrisa retorcida; otro cazarrecompensas le había localizado

Se escuchó un sonido de hojas chocando, el hombre giró el cuello para mirar. Vio como su compañero, que se hacía pasar por otro enfermo, había atacado por sorpresa a la joven, pero ésta se había podido revolver en un alarde de reflejos y parar el tajo con una de las espadas a medio desenfundar.

El sacerdote, que no entendía nada, empezó a llamar a la guardia de la Atalaya en cuanto se repuso del empujón que le había dado la joven y vio como acababa de empezar un duelo en medio de su sala de curaciones.

El hombre del brazo en cabestrillo tiró al suelo de una patada el biombo y sacó una espada corta del vendaje del brazo, que ya no parecía tan roto. Miró de reojo al joven atado a la cama:

- No te muevas, en seguida vengo a verte - acompañó el sarcástico comentario con una risotada aguda y molesta-

Fue a por ella, que ya había intercambiado por aquel entonces un par de movimientos con su camarada.

- ¡Lárgate por la ventana y déjanos trabajar! -le dijo el hombre del brazo en cabestrillo a la joven-
- ¿Pero de dónde os sacan? ¿Podríais ser más cutres? -respondió ella recolocando su postura para encarar el dos contra uno-.
- El plan era perfecto -tomó impulso y atacó- ¡hasta que has metido las narices!
- ¿A esta mierda llamas plan? -su tono era tranquilo, casi cómico, como si hiciera esto todos los días-.

El baile de espadas empezó, los enfermos que podían moverse se apartaron. El clérigo llamó de nuevo a la guardia y se remangó, unió sus manos y cerró los ojos listo para conjurar. Un tercer hombre le golpeó en la nuca aturdiéndolo y rompiendo su concentración. Le siguieron una patada en las rodillas, que lo dejó a cuatro patas y un terrible golpe con el talón en la espalda, que lo dejó fuera de combate.

La guardia intentó entrar, pero ese tercer hombre había atrancado la puerta antes de golpear al clérigo. Habían aprovechado el momento justo, cuando el guardia que había normalmente en esa puerta se había ausentado un momento.

Este tercer hombre llevaba la cabeza afeitada, era bastante más fornido que los otros dos, no vestía armadura alguna, solo una túnica sin mangas, ligera, que dejaba ver que era alguien entrenado. No portaba armas.

Cuando despachó al clérigo se volvió a la puerta para asegurarse de que estaba bien encajada y de que ningún paciente la había liberado en un ataque de valentía.

No había terminado de asegurarla cuando escuchó una especie de estallido de madera. Se volteó a mirar qué había provocado ese ruido y vio cómo uno de sus dos compinches caía de boca al suelo, a saber si vivo, porque un chorro de sangre proyectada desde su cráneo regaba el suelo de la sala.

Detrás de él, el joven que debería de estar atado. Tenía en las manos los restos de las patas de un recio taburete. El hombre del brazo en cabestrillo, estaba fuera de combate. Quedaban el otro espadachín (el más hábil de los dos) y el de la puerta.

Todos se quedaron por un momento congelados, mirando al joven. No entendían cómo se había soltado. Tenía en muñecas y tobillos las presillas de cuero con las que estaba atado a la cama. Pero ninguna estaba rota.

Y es que, esa y no otra, era la razón por la que el joven se ponía nervioso cuando Ella se le acercaba, tenía miedo de que viese que las presillas a penas estaban sujetas a la cama, prensadas entre el colchón y el somier.

La misma noche que le ataron, se dislocó el dedo pulgar de su mano derecha para desatarse. Viejo truco de alguien que había pasado media vida con grilletes, dejó las presillas atadas a sus extremidades, pero soltó estas de la cama. Cada noche, cuando todos dormían, se levantaba de la cama y hacía ejercicios estáticos de equilibrio, para mantener el cuerpo activo. Llevaba haciéndolo años en su jaula, eso le daba una especie de estabilidad física y mental. Era su pequeño acto de rebeldía y libertad diario.

El joven aprovechó esa sorpresa que había generado su aparición para lanzar las patas del taburete como arma arrojadiza al segundo espadachín, que esquivó la primera. La segunda pata la desvió con su espada, momento que Ella aprovechó para lanzar una estocada al punto desprotegido, pero el espadachín lo vio venir y detuvo el golpe agarrando la mano de su contrincante, tiró de ella haciéndola perder el equilibrio y le asestó un sonoro cabezazo en la cara que la dejó aturdida.

El espadachín no escuchó acercarse al joven tras asestar el cabezazo, giró la cabeza para controlarlo, antes de rematar a su aturdida contrincante. El joven volaba hacia él tras apoyarse en los pies de una de las camas de los pacientes con la pierna armada. No pudo esquivar la patada que le impactó en plena cara, tibia contra nariz. Está claro quién se rompe en ese choque.

El espadachín dio un par de pasos para atrás soltando sablazos al aire para intentar evitar cualquier ataque.

Desde el fondo se escuchó gritar al hombre de la puerta:

- ¡He venido a por tí Budd! -su cara era furia en estado puro-.

La joven, le miró, frunció el ceño sorprendida y miró de reojo al joven:

- ¿Amigo tuyo…? -aprovechó para limpiarse la sangre de la nariz y añadió- ¿Budd?

Él respondió mirando al techo, poniendo los ojos en blanco y negando. Luego señaló al hombre del fondo con el índice y se señaló a sí mismo con el pulgar de la misma mano.

- ¿Te lo pides? Por mi perfecto, si tenéis cosas pendientes tú y tu novio, yo prefiero no estar en medio.

Ella se posicionó encarando al espadachín de la nariz rota, que estaba aún intentando reponerse del tremendo golpe en la cara. Dio un taconazo al arma del hombre del brazo en cabestrillo, ahora en el suelo, y la dejó a los pies del joven.

Él apartó el arma con el pie negando, encaró a su oponente al fondo de la habitación, flexionó las piernas, adelantando la izquierda, abrió los brazos y los movió describiendo un movimiento propio de una kata de artes marciales. Preparó una posición defensiva con la mano izquierda adelantada, cuyos dedos usó para invitar a su oponente a atacar.

Malek, que así se llamaba el hombre de la puerta, no se contuvo al ver el gesto del joven y con un gruñido de furia emprendió una carrera hacia él.

Su compañero, el espadachín de la nariz rota, estaba en su camino. Malek lo apartó de una embestida y dio un par de pasos más para coger el impulso que necesitaba. Saltó y lanzó su primer ataque en forma de rodillazo directo a la cabeza.

Era justo lo que el joven quería provocar, Malek era tan fuerte como temperamental, si se le conseguía sacar de sus casillas, atacaría sin pensar. El joven lo sabía bien, ambos eran propiedad del mismo dueño, ambos eran usados mayormente para peleas clandestinas y ambos habían sido alumnos del mismo maestro. Entrenados en el arte del combate sin armas por un miembro del mismísimo Puño Ennegrecido, un drow llamado Zar'udd.

El joven modificó su posición justo cuando Malek ya estaba en el aire para cogerle de la pierna con la que pretendía golpearle y aprovechar su fuerza para lanzarlo contra la pared. Mientras Malek volaba, víctima de su propia fuerza, el joven ya estaba corriendo hacia la puerta.

Normalmente, no ganaría un duelo uno contra uno contra Malek, y ahora que apenas podía respirar a través de ese tubo de la garganta menos aún. Los guardias que aporreaban la puerta de la sala de curaciones eran su única esperanza.

Mientras tanto. Ella se había aprovechado de la embestida de Malek a su compañero para atacarle a traición, pero el espadachín estuvo atento y consiguió detener el ataque. Al ver las intenciones del joven, le intentó cortar el paso lanzándole un tajo que cortó su carrera, pero no la de ella, que había decidido que el plan del joven era el más sensato, dejar que otros hicieran el trabajo.

El joven se dio cuenta de que ella iba a terminar su plan y entretuvo al espadachín, respondiendo al tajo con una patada baja que le hizo perder el equilibrio. Le encaró, pero para entonces Malek ya estaba recobrado y de vuelta a la carga.

En lo que Ella tardó en llegar a la puerta e intentar abrirla, el joven se defendió como pudo de Malek y del espadachín, pero duró poco. Recibió golpes y tajos que lo dejaron hincando la rodilla en el suelo, malherido. Malek le agarró por el pelo y lo levantó del suelo. mirándole el tubo por el que respiraba. Empezó a arrastrarlo mientras le hablaba:

- ¿Por eso estás tan callado eh? Es una pena, no poder escuchar tu ingeniosa lengua ahora. Nunca entendí por qué eras su favorito, yo siempre fui mejor luchador que tú. Pero ya veo que ese desgraciado no tenía favoritos -miraba su cicatriz en el cuello con cara de satisfacción mientras le arrastraba hacia el fondo de la sala-. Ese drow lo tenía todo planeado ¿eh? Qué listo te creías por hablar su asquerosa lengua... y resulta que te eligió porque tú también eres un desagradecido que no valoraba el honor de estar donde estabas. Vaya par de parias...

El fino tubo por el que intentaba respirar el joven silbaba, estaba sin aire, desangrándose por los tajos, la cara hinchada y con alguna costilla rota por los golpes de Malek. Sus manos se agarraban a la muñeca de Malek, para que no le arrancase el pelo cargando con su peso.

- ¡Acaba con él, vamos! esto se ha ido de madre -dijo el espadachín envainando y sacando un pergamino- Yo me voy con o sin ti.
- Ni se te ocurra dejarme tirado ¡rata! -respondió Malek al espadachín apartando un camastro con la planta del pie para hacer sitio- ¡Abre el portal, nos lo llevamos! Tiene información valiosa para mi amo. Luego cobrarás el doble.

La puerta se abrió por fin; los Guardias de Lathánder entraron con las armas en ristre, buscando un objetivo contra el que cargar. La mujer y el clérigo señalaron a Malek y compañía.

El portal mágico se abrió al mismo tiempo en el suelo.

- ¡Se lo quieren llevar, corred! -gritó el clérigo-.
- Verás qué contento se pone el amo cuando te vea de vuelta -dijo Malek mientras levantaba y tiraba al joven contra el espadachín, como si fuera un saco inerte-.
- ¡Tíralo después de mi! -Malek entró en el portal-.

El espadachín arrastró al joven al borde del portal y lo levantó para lanzarlo dentro. El joven se revolvió, deteniendo el lanzamiento. Los Guardias de Lathánder se acercaban a la carrera, estaban casi encima de ellos. El espadachín se separó un paso del joven, dejándolo a su derecha, desenvainó y puso su espada en el cuello del joven, por debajo justo del tubo por donde respiraba con un gesto tan rápido que en un principio parecía que le fuese a rematar.

- Vamos a calmarnos un poco... -dijo en un tono tranquilo y amenazador, con el brazo derecho extendido-

El movimiento del espadachín había sido rápido, milimétrico, el joven estaba arrodillado a la derecha del espadachín, derrotado. Cualquiera habría acercado el filo solo un poco, para no dañar su única vía de escape. Pero este espadachín manejaba muy bien esa hoja, estaba claro. El gesto hizo que los guardias se detuvieran ante tal demostración de destreza y templanza.

- Cruza -dijo el espadachín al joven, separando unos centímetros la hoja para que se levantase y cruzase el portal que brillaba en el suelo-.

El joven, ya había recuperado el aliento. Se levantó lentamente, una de sus piernas parecía fallarle debido a un corte que sangraba abundantemente, lo consiguió al segundo intento.

Si lo de antes sucedió en unos segundos, lo siguiente sucedió en un pestañeo.

El joven, decidió hacer su último movimiento, no estaba dispuesto a volver con ese hombre que decía ser su amo; usó la presilla de cuero que debía haberle mantenido atado a la cama como protección para golpear el filo de la espada con su mano derecha. A su vez, con la izquierda, tiró del único arma que tenía a mano para librarse de su oponente. Se arrancó el tubo metálico de la garganta que le permitía respirar y lo usó de puñal lanzando el golpe contra la cara del espadachín.

Por el grito del espadachín, el joven supo que había acertado.

El tubo se le clavó en un ojo. El espadachín gritó y lanzó una estocada al recibir el ataque, pero el joven bloqueó el golpe cogiéndole el brazo, desarmó al herido contrincante sin mucho esfuerzo quedándose con su arma en su mano derecha. Lo inmovilizó haciéndole una llave, con el brazo izquierdo rodeándole el cuello, de modo que el espadachín quedó arrodillado mirando al techo con un brazo de bufanda.

El joven sintió como si las fuerzas le volvieran al empuñar esa espada. La forma del filo, de la empuñadura, su equilibrio… le resultaron familiares, entendería el por qué más adelante, pero ahora no se paró a pensar. Con la empuñadura de la espada de su rival en su mano derecha, golpeó el saliente tubo clavado en el ojo del espadachín (que ya no gritaba, pues la llave inmovilizadora le estaba ahogando). El tubo se le incrustó hasta el fondo, llegando al cerebro y matando al momento al espadachín.

El cuerpo arrodillado del espadachín aún se convulsionaba cuando lo soltó. Mientras caía hacia delante, . Aprovechó ese último hálito de fuerza y lanzó un preciso y brutal tajo que decapitó al espadachín.

Al caer, la cabeza rodó hasta el portal, lo atravesó y éste se cerró.

Todos quedaron petrificados, ante la exactitud y sangre fría del joven, salvo Ella, que soltó una carcajada al ver lo que pasó con la cabeza del espadachín y el portal seguido de un:

- Perdón, perdón -se disculpaba conteniendo la risa ante quienes la miraban sorpendidos por que eso le hubiera hecho tanta gracia-.

En ese lapso, el joven se arrodilló, apoyándose en la espada, buscando llegar al suelo sin golpearse. Ahora, también sangraba por la herida del cuello, pero no parecía nervioso por ello como la última vez.

Y de nuevo, todo se volvió blanco. "Esa molesta luz blanca, otra vez..." pensó.
Toda la oscuridad del mundo, jamás podrá apagar la luz de una velita.
Brenn / Elaras Nuelaf / Budd / Vulvayn / Deläggerson / Bakuh
D.E.P. Varang Grey, Naralas Nuelaf, Vulzart Klent, Jarol y Bandy. Víctimas del paso del tiempo.
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