Tybalt

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Forigirl
Tejón Convocado
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Tybalt

Mensaje por Forigirl »

- Se llamará Tybalt – decía su madre con una amplia sonrisa al coger por primera vez entre sus brazos a su pequeño milagro.

Desde que era un bebé fue un niño especial y único. Había dado un aire fresco a ese lugar, no había ningún niño más ahí y conseguía que cualquier problema se disipara al llegar él con esa alegría, inocencia y sobretodo ilusión por todo. Era capaz de convertir el simple hecho de podar unos árboles fuera toda una aventura para él.

Su madre siempre le aleccionaba con lo mismo y era algo que le acompañaría siempre y seguiría a raja tabla:

- Hijo mío, nunca dejes que nada ni nadie te borre esa sonrisa y sobretodo no seas egoísta ni niegues dar una mano a quien lo necesite. Mejor morir siendo un valiente que ser un cobarde. Y sobre todo no lo olvides, no hay peor dolor que el del corazón y no hay mayor arma que la nostalgia.

Le encantaba sentarse junto a su abuelo para que le contara las historias y aventuras que el anciano había tenido junto a su inseparable hermano. Se las hacía repetir una y otra vez y nunca se cansaba de escucharlas. Le miraba fascinado y se imaginaba a él haciendo lo mismo y recorriendo cada rincón del mundo para poder algún día contar las mismas historias.

- ¡Abuelo, abuelo! – Tiraba de la túnica de éste enérgicamente. – Hoy he conseguido derribar al dragón de la risa malvada! – el abuelo le escuchaba con una amplia sonrisa todas y cada una de las aventuras que el pequeño inventaba. Al ser el único niño del lugar, lo más parecido que tenía a un amigo era su inseparable abuelo.

Vivían en una la casa de una familia adinerada de elfos. Sus padres y abuelo les servían desde hacía años y sabía que ese sería su futuro por eso más de una vez tuvo el impulso de escapar de ahí y poder cumplir su sueño. Pero siempre cuando estaba a punto de hacerlo pensaba en su familia y decidía resignarse y volver atrás.

Tybalt no tenía trato alguno con esa familia a la que servían pero se había percatado de que la hija de estos era una chica un tanto especial y rara. Nunca reía ni siquiera hacía el amago de esbozar una sonrisa en su rostro siempre andaba con el rostro serio. El único momento que parecía que se relajaba un poco era cuando se ponía a hablar con el abuelo de Tybalt. Se veía que tenían una conexión especial, más allá de que fuera su señora.

- ¡Abuelo, abuelo, mira! – le apuntaba con un pequeño palo. – Lo he decidido, seré el mejor espadachín de la Marca, seré como tú y te libraré de las garras de estos secuestradores!
- ¡Ni lo sueñes! – la respuesta del anciano fue tajante y con el rostro serio, era la primera vez que éste le negaba algo. – Quítate estas tonterías de la cabeza Tybalt.

Un día aprovechando una de esas amenas charlas entre Melberith y Aleks decidió que era el momento de una nueva aventura. Se adentraría en el cuarto de ella y se llevaría algún objeto como premio. Lo tenía clarísimo y sin dudarlo un momento fue adentrándose por la casa pasando desapercibido hasta llegar a la puerta de esa habitación. Abrió la puerta de par en par y quedó fascinado pues no sabía dónde mirar primero, todo aquello era hermoso a la par que elegante y brillante pero hubo algo que le llamó la atención. Había algo cubierto por una gran sábana blanca ¿Qué sería aquello? ¿Qué escondería? Ni corto ni perezoso fue corriendo a descubrirlo y su sorpresa fue que ahí no había más que un cuadro sin terminar. Al principio se desanimó pues no era eso lo que su mente había imaginado que habría pero cuando lo miro con detalle quedo fascinado al ver la silueta de un apuesto espadachín envainando un estoque. La silueta de ese hombre estaba pintada con todo lujo de detalles pero se podía apreciar también otra silueta a su lado sin terminar. Rebusco entre los cajones y encontró un pincel que usó para emular la figura del cuadro.

- ¡Soy Tybalt, el mejor espadac…
- ¡Fuera! Se sobresaltó y tiro el pincel al suelo.

Melbirith estaba apoyada en el marco de la puerta y con una mirada fría como el mismísimo invierno, le habían descubierto. El pequeño salió corriendo y llorando pues sabía que se había metido en un grave problema.

Estuvo meses castigado teniendo que limpiar todas las heces de caballo y servir la comida a todos los jornaleros. Pero eso no hizo más que alimentar sus ganas de conseguir sacar a su familia de ahí.

Hacía poco que Melberith había empezado a entrenar con un estoque y él siempre que podía se escondía tras un pequeño arbusto para ver cómo la joven elfa lo hacía para luego intentar emular esos movimientos en su habitación con su inseparable palo. Pasaba horas y horas practicando.

- ¡Atrás malhechor! Deja a la dama en paz! Chan chan chan chan chan – decía mientras agitaba el palo con movimientos torpes.

Uno de los días que estaba espiando a Melbirith dio un brinco desde detrás del arbusto apuntándole con el palo.

- ¡Te desafío a un duelo!

La elfa lo miró con su cara de indiferencia y pocos amigos, pero al rato esbozó media sonrisa de lado y le dijo:

- Si quieres desafiarme, lo primero que tendrías que hacer es practicar en lugar de espiar, y tirar ese palo, eso es cosa de salvajes.

Desde ese momento no hubo día que no entrenaran juntos. Daba igual que lloviera o que estuvieran enfermos, querían superarse uno al otro y no podían permitirse un descanso. Y ahora era el abuelo quien espiaba a ambos entendiendo que no podía luchar contra los impulsos y deseos de su nieto, además que había visto que para Melberith eso era una via de escapa y podía vislumbrar un poco de aquella elfa que había conocido tantos años atrás. Estuvieron años así hasta que un buen día ella le dijo que en unas semanas se marchaba, que si quería ser la mejor no lo conseguiría estando encerrada ahí. Esas palabras le dolieron ya que él no tenía la misma oportunidad ni opción, no podía irse.

Pocos días antes de que Melbirith se marchara se acercó a Tybalt.

- Ve preparando tus cosas que en dos días nos vamos.
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