Andyl Drint'hein

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Khay_Drakanan
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Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

Andyl es un elfo joven, edad equivalente a unos 30 años humanos. Su familia, obligada a salir de los bosques de sus antepasados, se exilió en Amn y llegado el momento, Andyl fue a la capital en busca de un futuro.

Tras intentar, con poco éxito, aprender el oficio de joyero, terminó encontrando la puerta de salida del taller y la de entrada a la prisión tras un malentendido con una bolsita que contenía un zafiro y un rubí: Andyl no entendió que no era suya y el maestro joyero no entendió que Andyl estaba pasando mucha hambre. Allí se le dio a elegir entre perder la mano izquierda y enrolarse en el ejército de Amn. Andyl, joven pragmático, optó por mantener el conjunto de sus extremidades y accedió a unirse a la instrucción. En el cuartel de Athkatla pronto se dieron cuenta de que un elfo con habilidad les vendría bien. Ingresó en el cuerpo de batidores, donde su demostró una capacidad de combate decente con un estoque en la mano, así como ciertas dotes para pasar inadvertido. Se puede decir que resultó un soldado obediente y útil. A pesar de todo, Andyl no era feliz. Nunca rehuyó una pelea que no fuera necesaria, ni contradijo una orden que no tuviera sentido, pero eso no siempre era así. La política casi siempre superaba a la justicia y esto iba minando a un elfo con un corazón bueno.

Era evidente que la deserción no iba a ser una opción, no sólo por el castigo, pero también porque Andyl se debía a sus compañeros. Lo que no sabía era que este camino iba a ser muy corto.

Llegaron noticias de la guardia de Athkatla sobre incursiones gnolls en varios poblados próximos a la capital por lo que la unidad de batidores de Andyl fue desplegada en la zona del último ataque. Llegaron tras un día y medio de viaje a la aldea que había sido arrasada, donde encontraron evidencias de actividad gnoll, con alguna lanza rota y algún trozo de armadura de cuero arrancado entre los restos aún humeantes de las casas de los aldeanos. Sólo pudieron encontrar a un superviviente. Un hombre de mediana edad, ensangrentado, de rodillas junto al cadáver de una mujer. Su esposa muerta a su lado y su hija raptada por los gnolls, el hombre perdió la vida con unas últimas palabras para Andyl: “por favor, salvad a mi pequeña”. Sin tiempo para descansar, Andyl y sus compañeros, desoyendo las órdenes que tenían de regresar al campamento a informar, siguieron la pista de la patrulla gnoll responsable de la masacre hasta una cueva en un bosque cercano. Sin tiempo que perder, armas en mano, se adentraron en la cueva para salvar a la desdichada muchacha.
Al llegar donde se encontraban los gnolls, encontraron una escena dantesca, la muchacha sobre una gran piedra a modo de altar, junto a ella un chamán gnoll y, esperando expectantes, otros diez gnolls. La patrulla de Andyl, de tan sólo seis soldados apenas tenía tiempo para pensar, así que actuaron. Tiraron de sigilo para acercarse lo más posible y lanzaron un ataque por sorpresa, degollando a tres de los enemigos a los que pillaron por sorpresa, equilibrando un poco los números. Otros dos soldados, con sus arcos, disparaban al chamán, tratando de desconcentrarlo, pero las protecciones ya estaban listas y pudo clavar una daga en el corazón de la pobre chica, culminando así el ritual de sacrificio a su infame deidad.
Libre de las ataduras que le exigían el sacrificio, el chamán se unió a la lucha. Paralizando a dos de los soldados, quedando a merced de las lanzas gnoll. Mientras Andyl acorralaba a uno de los cabeza-de-perro y le daba muerte, sus compañeros mantenían feroz batalla contra los demás. Las bajas se sucedían en ambos bandos, llegando finalmente a un enfrentamiento entre Andyl, su compañero Sunder y el chamán. Protegido por sus conjuros, recibía estocadas profundas y fatales sin sentir dolor, mientras seguía conjurando su último recurso. De sus manos en movimiento surgió un resplandor, Sunder se percató de lo que se venía encima y al grito de “cuidado” empujó a Andyl con las fuerzas que le quedaban, yendo a parar este al otro lado de la piedra – altar… Mientras todo explotó.
Cuando Andyl despertó, con contusiones, heridas y quemaduras, todo estaba en calma.

Se levantó, comprobó que todos los gnolls estaban muertos, sus compañeros también, así como la chica que habían venido a rescatar. Revisó los restos de pertrechos de los gnolls como le habían enseñado en la academia en busca de posibles pistas y encontró más de lo que hubiera deseado.
En uno de los zurrones del chamán, un pergamino manuscrito. Una letra muy reconocible para él, la del capitán de su compañía, Sigfrid Moonstar. No había firma, pero la caligrafía, con esos símbolos “al revés” tan característicos era delatadora y el contenido, terrible. Coordinados por el mismo capitán, las patrullas gnoll debían atacar a las aldeas de los alrededores de Athkatla con alguna oscura intención que no se mencionaba.

Llevaba el suficiente tiempo en el ejército para saber que si iba en busca de justicia con esta carta, no iba a sacar nada bueno. Por lo que se sentó, vendó sus heridas como pudo y se paró a pensar. Su única opción era enviar la carta junto con una nota anónima al General y esperar que se hiciera justicia. Con su fé en sus superiores truncada y sus compañeros muertos, su etapa en el ejército había terminado. Recogió su estoque, su petate y lo que pudo sacar de los gnolls, dijo un último adiós a su vida anterior y a sus compañeros caídos y echó a andar hacia el norte. “A algún sitio llegaré, al que pueda llamar hogar…”
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Khay_Drakanan
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

Huida de la infraoscuridad:

Junto a la fuente de la plaza conversaban Iria y el gnomo cuando llegó Andyl.
Andyl!, exclamó Tuii al ver llegar al elfo. ¿Quieres hacer un viaje con nosotros? A la infraoscuridad, sí sí!
¿Por qué no? Una aventura, es una aventura, respondió Andyl, no quieriendo dejar pasar la oportunidad de ver un lugar que había estudiado en su infancia y cuyo idioma conocía aunque, por razones obvias, nunca había puesto a prueba.
Según dijeron los artesanos, iban en busca de diamantes azules, una piedra preciosa nada común. Para Andyl, herrero incipiente, también suponía una buena oportunidad de explorar nuevas zonas y anotar en sus mapas dónde se hallan vetas de mineral. Así que se pusieron en camino.

Llegados a la entrada del pozo, tras dar descanso a almas en pena que moran sus proximidades, se dispusieron a bajar. Enormes esqueletos que antaño fueron ogros les aguardaban y serían el menor de los problemas. Más adelante los sirvientes de Shar, su bestia negra y decenas de seres conocidos como micónidos, sobre los que tanto había leído en los libros de su familia fueron esquivados o derrotados según necesidad.
Las habilidades de ocultación de Iria y Andyl y la poderosa magia de Tuii les permitieron llegar al lago, donde los basiliscos moran sin demasiados sobresaltos y el elemental de tierra que acompañaba al gnomo dio buena cuenta de ellos impasible ante la mirada de los reptiles que todo lo petrifica. Aprovechando que el peligro había pasado y los artesanos tenían trabajo con su extracción de minerales, Andyl decidió salir a dar una vuelta y recolectar los hongos que crecen en las profundidades. Por fortuna para el elfo, Tuii estaba avispado ese día: Andyl, llévate este pergamino y este anillo, no sea que te pierdas por ahí. Es muy peligroso, sí, sí!
En el pergamino, un salmo que devuelve al portador a Nevesmortas, si se sabe interpretar y el anillo imbuído con un conjuro de invisibilidad. Qué útil. Andyl, cuida el anillo que lo quiero de vuelta, sí, sí!

Allá que quedaron Iria la joyera y Tuii el encantador de gemas y allá que se fue Andyl el buscador de hongos.
Cuando se quiso dar cuenta, el elfo estaba más lejos de lo que hubiera deseado, muy alejado de sus compañeros de viaje y para cuando consiguió regresar al punto donde se habían separado, en vez de Tuii e Iria, esperaban tres basiliscos con pinta de hambrientos. Cuando Andyl quiso darse la vuelta para alejarse, dos más surgieron de las aguas negras del lago y tan sólo las habilidades casi sobrenaturales de un danzarín sombrío permitieron al elfo desaparecer ante la mirada de los reptiles. Tuvo que hacer un esfuerzo para no mirar a los reptiles a esos ojos rojos letales, pero consiguió salir de allí y buscar un lugar tranquilo donde poder entonar el conjuro que le devolviera a la seguridad de la villa.
Pero los nervios debieron de traicionar a Andyl, quien se equivocó al recitar el conjuro del pergamino, que se desvaneció entre sus dedos ante la desesperación del elfo, quien no pudo contener una carcajada. Qué se le va a hacer… Si consigo llegar entero, al menos tendré una historia que contar. Dijo para sí.
El danzarín abrazó las sombras, tan abundantes y, aún sabiendo que las criaturas de este lugar tienen los sentidos entrenados por la ausencia de luz, emprendió el viaje de vuelta con paso seguro.

Siguiendo el mapa mental que había trazado durante el descenso, desanduvo sus pasos escondido entre recovecos, salientes y rocas hasta una cueva habitada por una gran cantidad de unos seres como setas andantes, los micónidos. Sus crías se contaban por decenas y deambulaban de forma casi aleatoria por la zona. Pero al pasar cerca de uno de los adultos, una enredadera seca crujió por un descuido de Andyl, delatando su posición y alertando a los micónidos. Era el momento de darle uso al anillo del gnomo.
Invisible, aunque perseguido un poco a ciegas por el miconido, Andyl se equivocó al girar en un cruce de túneles. Un grave error. Ese giro a la izquierda en vez de a la derecha, le llevó a una de las salas más peligrosas del lugar. Una sala de unos 25 metros cuadrados repleta hasta los topes de micónidos, junto con lo que Andyl pensó, debía de ser la madre de todos ellos: un micónido de unos tres metros de altura con patas como columnas y brazos como troncos. El gigantesco ser detecto rápidamente al elfo a pesar del conjuro y varios de los otros se apostaron bloqueando la puerta de salida. Esto tiene mala pinta, Andyl, se dijo a sí mismo mientras corría esquivando los manotazos de la enorme seta. En un descuido, el escurridizo elfo se coló por debajo de las piernas de uno de los guardianes de la puerta y corrió como alma que lleva el diablo hacia el final del túnel donde no aguardaba la seguridad, sino los acólitos del odiado Shar.
Antes de atravesar el pasadizo, Andyl giró el anillo una vez más para renovar el conjuro de ocultación y se preparó para correr como no había corrido nunca, sabedor de que el poder divino de los seguidores de Shar bien podría revelarle en cualquier momento. Corriendo mientras escuchaba a su espalda a los sharitas conjurar, llegó a la entrada del pozo, donde los ogros esqueleto se habían preparado con espadones que resplandecían de color rojo en la oscuridad. Quién sabe si por casualidad, pero se apostaron tres de ellos en mitad del túnel que conducía a Andyl a su salvación. Apostó por confiar antes en sus habilidades que en su velocidad y pasó de puntillas entre ellos hasta alcanzar la cuerda que le llevaría a la seguridad de la superficie.

Una vez en el camino que lleva a la bifurcación, fue asaltado por un grupo de bandidos y la lucha contra ellos, entrando y saliendo de las sombras ante sus ojos, le supo a gloria bendita… Pobrecillos, no tienen ninguna posibilidad… Vengo de sobrevivir al auténtico peligro!

De vuelta en la villa, el resultado: una muesca más en el cinto.
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Khay_Drakanan
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

Trente es un amor:

¡Estoy hasta las narices de las espadas de hierro, hasta las narices de los lingotes, hasta las narices de estos picos endebles que se rompen con mirarlos!, decía Andyl en sus pensamientos mientras se acercaba a la forja y se dirigía al herrero con un cabreo de mil demonios.

- ¡Trente, llevas una temporadita con los picos y martillos que es para tirarte por las escaleras de la cripta, amigo! No acabo una veta de hierro sin cambiar de pico 3 veces.

+ ¡No es culpa mía si los principiantes no sabéis golpear el metal! A mí me funcionan sin problemas.

- A ver, que entiendo que el hierro tiene cierta dureza, pero es que con las vetas de cobre pasa igual… Y las de estaño. El otro día fui a la cueva de los ogros a por oro y me tuve que volver a media carga porque se rompieron los 4 picos que te compré y el oro es más blando que la mierda de pavo…

+ Tú sí que eres blando, elfo escuálido. Hay que ser fuerte para trabajar la forja y no un mono saltarín y escurridizo. *risotada*

- No me calientes más de la cuenta, que entre los picos y los martillos de mantequilla y los moldes a precio de mithril, avanzar en esta profesión se está convirtiendo en un drama. Sólo te pido que eches un ojo a ver si no se te ha olvidado colar las cabezas o algo, porque no es normal.

+ No me interesa nada de lo que me cuentas, si no te gustan mis mercancías, no me las compres.

- Gracias, majo. ¡Qué regalo que me ha dado la vida contigo! Así da gusto hacer tratos …
(Un día de estos igual comprobamos quién es más fuerte aquí, sabandija usurera…)


Andyl fue a la caja a por los trozos de carbón que había dejado previamente para encontrar que estaba vacía.
- ¡La madre que os hizo a todos! ¡Estoy hasta los mismísimos de todo el mundo!
El día menos pensado… ¡DESAPAREZCO!
, exclamó el danzarín.
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

// Si cuentas 2 y matas 1, visitas a la muerte //

En el tablón de la villa se encuentra la siguiente nota firmada por el elfo Andyl Drint’hein.

Nota para aventureros en general:

Camino del Anaurokh, en las ruinas de Ascore, conviene que confíes en las matemáticas:

Si ves a 5 de los llamados “umbras”, de los cuales identificas como arcanos a 2, te acercas a ellos y, tras la batalla, ves en el suelo los cadáveres de 3 luchadores y 1 mago, fíate de lo que aprendiste en la escuela y asume que 2 magos umbra menos 1 mago umbra no son 0 magos umbra, sino 1.

Aquel que decida obviar la aritmética y piense que ya no hay ninguno más, se llevará la desagradable sorpresa de que el que falta está camuflado con un conjuro de santuario, preparando su desdicha y una rápida visita a la parca.

P.D. Habrá a quien el cambio de manzanas y peras por umbras le resulte confuso, pero creedme si os digo que la ecuación se resuelve igual.
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

Andyl se encontraba meditando en el bosque. Los haces de luz solar se colaban entre el follaje mecido por la brisa, formando sombras en movimiento alrededor del elfo. Nunca se sentía tan cómodo como rodeado de sombras.
Concentrado como estaba, casi en trance, no se percató de la silueta oscura que se estaba formando tras él. De una de las sombras proyectada por su cuerpo, tomaba forma la figura delgada y gris. Dos ojos rojizos observaban a su alrededor, tomando el ser, conciencia de sí mismo.

El danzarín seguía absorto en relajantes pensamientos, descansando el cuerpo y la mente en el claro, aparentemente ajeno al ser que le observaba desde las sombras, sus sombras, sus mejores aliadas.
Mientras tanto, un explorador osgo se encontró con el silvano meditabundo. Le conocía, era ese maldito elfo que llevaba lunas haciéndoles la vida imposible cada vez que pasaba por su bosque recogiendo plantas o escoltando bueyes. Era su oportunidad, siempre se las arreglaba para desaparecer en sus narices y acuchillarlos casi invisible, pero esta era la primera vez que ese escurridizo elfo parecía desprevenido.

¡Seré un héroe, me nombrarán jefe de la tribu cuando les lleve la cabeza de este cabrón!, pensó el osgo.

Se acercó con todo el sigilo del que era capaz, hasta estar lo suficientemente cerca de Andyl para asestarle un golpe fatal que le encumbrara al Olimpo de los suyos. Levantó su maza para cumplir con su venganza cuando unos brazos oscuros tomaron su cuello, mientras unos ojos rojos aparecieron a la altura de los suyos. Su fuerza vital se desvaneció en segundos y su respiración se paró, dejando en el rostro del osgo un rictus de auténtico terror.
Andyl se levantó mirando frente a frente a la sombra que tenía delante, de algún modo se sentía en compañía de una amiga. Con una silueta idéntica a la suya, la oscura figura dio un paso al frente ocupando el mismo lugar que el danzarín, fundiéndose con él.

No cabe duda, las sombras son sus aliadas y puede que dentro de poco, sus iguales.
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

De esta no salgo, pensó el danzarín. Rodeado de cuatro grandes orcos del Cráneo Rojo blandiendo hachas ensangrentadas y un chamán con vara reluciente apuntándole directamente, la balanza no caía de su lado. Podría desaparecer entre las sombras como tantas otras veces, pero ¿por dónde huir? Los orcos, acostumbrados a la oscuridad de la cueva, veían con claridad de mediodía a su objetivo y se habían colocado de forma que no quedara ni un hueco por el que un elfo escurridizo pudiera colarse. El chamán comenzó a conjurar en su desagradable idioma, mientras los orcos dejaban caer sus filos sobre la delgada figura. Andyl reaccionó sin pensar, se desvaneció ante los ojos de las bestias de Gruumsh, mientras las hachas terminaban su trayectoria descendente sobre él. Las cuatro armas golpearon el suelo de piedra de la cueva casi al unísono, haciendo saltar chispas, mientras una tromba de piedras incendiadas caía sobre el lugar.
El elfo no estaba allí. Se movía por el pasadizo, huyendo del grupo de orcos, pero algo no cuadraba. Los charcos de sangre roja del resto de la batalla eran grises, las armaduras de los orcos oxidadas y sus facciones marchitas. Tras un par de segundos, todo volvió a su estado original y Andyl apareció justo delante del chamán. Clavó sus dos estoques profundamente en su pecho y se giró hacia los guerreros, que aún miraban confusos el lugar donde habían golpeado sus hachas el suelo. ¿Adónde había ido el elfo? A partir de ese momento, una nueva batalla desigual entre el danzarín y unos pobres diablos incapaces de golpear lo que no pueden ver.

Interesante... Muy interesante, se dijo a sí mismo mientras se alejaba del lugar limpiando la sangre de orco de sus estoques.
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

No avanzo… ¿Qué está pasando?, pensaba mirando sus manos fijamente, mientras hacía movimientos con los dedos, desactivando un complejo artefacto explosivo imaginario.
Practico y practico, ensayo una y otra vez, pero estas manos no ganan agilidad. Llevo una vida de combates a mis espaldas y, sin embargo, mis golpes no ganan precisión, no sorteo a mis rivales con más facilidad, no hago más daño cuando atravieso su defensa…, esos eran sus pensamientos, mientras observaba sus estoques, apoyados en una roca a su lado.

¿Es esto todo lo que Andyl puede ofrecer al mundo? ¿He llegado al zénit de mi habilidad? ¿Soy todo lo que puedo ser?
Quizá debería rezar… ¿Qué deidad me ayudaría a progresar? ¿Corellon? ¿Shevarash? ¿La Triada?
No... ¿Tal vez sería mejor Tymora? ¿Talos? ¿Savras?
// *guiño, guiño*

El elfo, quien no había profesado fe alguna en muchas décadas, casi estaba al borde de replantearse la adhesión a una de las iglesias de Faerun, en busca de auxilio divino que le permitiera cruzar el umbral, atravesar la invisible barrera que parecía interponerse entre la capacidad de un elfo cualquiera y la verdadera trascendencia hacia algo más.
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Re: Andyl Drint'hein

Mensaje por Khay_Drakanan »

Esto no representan ningún reto y ya tengo flechas de hielo para varias dekhanas, Alma o “la loca del hacha”, como la conocen algunos dirigió su mirada al Norte mientras extraía el filo de su hacha del cráneo de un orco.
¿Qué te propones?, preguntó Andyl.
¿Sabes lo que es un behir?
Algo parecido a un dragón, si no tengo mal entendido…
Hay uno en un pantano no muy lejos de aquí. Vamos. Además en su cueva hay vetas de esmeralda y me vendría bien extraer algunas.
Entiendes que yo voy de apoyo, ¿no? Como mucho puedo intentar pincharle un ojo y poco más. Tendrás que hacerte cargo del grueso de la batalla prácticamente sola.
Sí, sí… Alma le restó importancia al comentario del elfo, en su mente ya estaba visualizando la épica batalla y se veía victoriosa con la cabeza de Hoscaluz rodando sobre el frío suelo de su cueva.

Antes de atravesar el bosque que lleva al cubil de la feroz sierpe, descansaron y prepararon la estrategia, que consistiría en evitar el húmedo abrazo de los elementales de agua con un sencillo conjuro de invisibilidad y lanzarse de frente contra Hoscaluz, convencida ella de que su fiel hacha, de intachable factura no le fallaría. Andyl, por otro lado, avanzaba comparando mentalmente la magnífica arma de Alma con su triste estoque de cinco runas. Ya veremos qué pasa, pensó.
Los elementales no se percataron de la presencia de los aventureros y llegó el momento de la verdad. ¡Adentro!

Al poco de entrar en la cueva, su habitante detectó a los intrusos y se lanzó con violencia a defender su territorio. Dentelladas, garrazos y coletazos pusieron en jaque a Alma y Andyl, que se defendían como buenamente podían. Haciendo uso de la magia curativa de que disponían aguantaron el tipo a duras penas, mientras sus ataques iban haciendo mella en la dura piel de Hoscaluz. Hasta que en el momento decisivo de la igualada batalla, el behir logró arrebatar y engullir el hacha de Alma. La maestra, sin arma para poder defenderse trató de leer un pergamino restablecedor, pero Hoscaluz, a pesar de los denodados esfuerzos de Andyl, no quitó su concentración de ella y con un golpe demoledor acabó con su vida. Inmediatamente se giró para encarar al elfo, quien no tuvo más remedio que salir huyendo, mientras esquivaba entre hábil y afortunadamente los ataques furiosos. Alcanzó la salida de la cueva perseguido por la sierpe herida, que se conformó con hacerle huir.

Sin embargo, al salir del túnel helado, un elemental esperaba a Andyl, atraído probablemente por los ruidos de la batalla (y algún gritito de terror del elfo). Le dio el tiempo justo de girar su anillo y activar el utilísimo conjuro que le hizo desaparecer ante los ojos del acuático peligro. Sabía que debía entrar a recuperar el cuerpo de su compañera y llevarlo lo antes posible ante un sacerdote que pudiera tratar de traerla de vuelta. No hay opción, tienes que hacerlo… ¡Vamos!, Andyl se animaba a sí mismo, se curó como pudo con un vendaje tosco y una poción y echó a correr hacia el interior de la cueva de nuevo. El behir no tardó en percatarse de su presencia y atacarle con la virulencia de la fiera herida. Corriendo de un lado a otro, esquivando ataques y escabulléndose entre las rocas heladas, Andyl alcanzó el cuerpo de Alma, se lo echó al hombro y se sorprendió de cuánto pesaba esa mujer y su armadura completa. No, no podía correr… Maldita mujer, acabarás conmigo, abrió una de las bolsas mágicas de su petate, vació su contenido sin reparar en qué estaba tirando, introdujo en ella la parte del cuerpo que cabía, mientras miraba por encima del hombro a la sierpe acercarse a toda velocidad. Pero ya estaba hecho, sin el exceso de peso, el elfo casi era capaz de esquivar una flecha a bocajarro, y saltando entre dos columnas de piedra, acumuló la ventaja suficiente para salir de la cueva casi intacto. Consiguió despistar al elemental de agua que vigilaba la entrada al cubil y entre unos árboles leyó un pergamino que los llevaría directamente a Sundabar.

La próxima vez te va a acompañar a tus locuras quien yo te diga… Pensba Andyl mientras atravesaba el portal.

Tras recuperar la respiración durante unos segundos, se lanzó a toda velocidad en busca del templo de la ciudad para traer de vuelta a Alma… pero sin hacha. Un arma magnífica que pasó a la colección de tesoros de Hoscaluz, quizá otro aventurero tenga la fortuna de hallarla, aunque si eso ocurre, no le deseo que se encuentre con “la loca del hacha”.
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