La Forja de la Maldad (Xaron)

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

Moderadores: DMs de tramas, DMs

Responder
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

CAPÍTULO I
Recuerdos de Sueños Pasados.



La niña jugaba feliz.

Era una niña muy pequeña y jugar era todo cuanto necesitaba.

A su alrededor todo era perfecto. La brisa primaveral revolvía partículas vegetales que flotaban en el aire y brillaban a la luz del sol. Unas veces la niña imaginaba que esas motitas luminosas eran copos de nieve cálida. Otras, jugaba a que eran polvo mágico que flotaba a su alrededor y cuyo contacto podía convertirla en lo que ella quisiera.
A escasos metros, su padre grande y protector trabajaba la tierra como de costumbre, subiendo y bajando la azada en un ritmo casi melódico.
Un poco más lejos, su madre menuda y hermosa, colocaba una cesta con un montón de huevos recién recogidos.

El sol calentaba los bracitos descubiertos de la chiquilla y reflejaba fuertes destellos en su pelo negro.

Y esa era toda la vida de la niña.

Un enorme corcel blanco salió de la espesura. La niña jamás había visto algo parecido y toda su atención se centró inmediatamente en él.
Sobre el corcel, un jinete ataviado con una reluciente armadura verde y dorada, se erguía tieso como una estatua mientras su montura se acercaba a trote firme e impasible hacia la diminuta granja.

Jinete y montura se detuvieron justo al lado de su padre. La azada cesó en su rítmica labor.

Al principio, todos estaban parados, inmóviles. La niña apenas oía lo que decían. El tono de voz se elevó y algún que otro gesto nervioso apareció en escena.
El jinete hizo un movimiento rápido, muy rápido. Casi espasmódico. Su padre grande y protector, objeto de su admiración, se desplomó y no se movió nunca más.

Un grito fuerte.

Su madre corre hacia el cuerpo de su padre dejando caer a su paso todo cuanto llevaba en las manos. El jinete sigue impasible, pero la niña no es consciente de ello pues solo presta atención a su padre, tirado en el suelo boca abajo y sin moverse. A su lado, su madre llora y grita algo al jinete. Todo es demasiado anormal. Y terrible.

La niña apenas percibió otro movimiento fugaz del jinete y ahora su madre, menuda y hermosa, objeto de su devoción, yace inmóvil sobre su padre.

La chiquilla permaneció arrodillada en su sitio, sin moverse. Mirando con atentos ojos oscuros lo que habían sido unos padres cariñosos y alegres. Esperando que todo volviera a la normalidad de un momento a otro. Ni siquiera fue consciente del momento en el que el jinete y su caballo se fueron por donde habían venido.

Y allí se quedó. Sola, en la diminuta granja. Sin más compañía que el cacareo de alguna gallina y la brisa de primavera que, ajena a todo aquello, continuaba revolviendo brillantes partículas vegetales a su alrededor.
Última edición por LoneStar el Mié May 06, 2020 7:33 am, editado 3 veces en total.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

CAPITULO II
Un Corazón Sobre un Yunque.


La chiquilla se levantaba horas antes del amanecer.

Al igual que ella, casi todos los integrantes del circo madrugaban mucho y se acostaban bien entrada la noche. Sin embargo, no todos eran despertados con una patada o un chorro de agua fría. Ella sí.

Apenas hablaba. No es necesario hablar cuando se vive para obedecer.

Ella se limitaba a cumplir con su rutina habitual: Contorsionismo, escapismo, malabarismo... colada, fregado, estibaje... A cambio le arrojaban algún que otro pedazo de pan o incluso podía llegar a disfrutar de un cuenco de caldo caliente.

El fracaso no era una opción.

Los azotes y las palizas se aplicaban en el grado más alto posible siempre y cuando el daño físico no fuera perjudicial para el desarrollo de la función. Esa era la primera ley del circo: Se puede dañar a la persona, pero no la inversión.

A veces tenía que eliminar alguna rata. Pronto aceptó que aquellas alimañas eran los únicos seres que estaban por debajo de ella en jerarquía. Si acaso todo cuanto le rodeaba tenía algún sentido, eliminar aquellos seres debía de hacerse de forma implacable. Pronto empezó a divertirse ajusticiando todo aquello que podía considerarse un intruso.

Arrojar un cuchillo y poner fin a una vida.

No importaba que fuera roedor, zorro, cuervo o cualquier otra criatura que mereciera su castigo. Aquello (a parte de alguna comida caliente que ocasionalmente iba a parar a sus manos) fue el mayor placer que tuvo durante años.

Y esa era toda la vida de la joven.

Pero esa vida podía empeorar mucho más. Ella sabía que tenía que emplearse a fondo en sus ejercicios porque cualquier elfo o mediano que la aventajara en habilidad, la sustituiría en sus disciplinas circenses y entonces se vería degradada a actividades mucho más nocivas.

Había un hombre que no se levantaba a la misma hora que los demás. Sólo uno. Sólo ese. El Jefe.

La forma en que El Jefe miraba a la chiquilla provocaba en ella una gran incomodidad y despertaba una fuerte inquietud en su corazón, aunque aún no entendía muy bien por qué. Pero ella era fiel a su instinto protector. El mismo instinto que la libraba de palizas, de hambre y de... El Jefe.

El Jefe era bruto y cruel con todos por igual, pero no miraba a nadie más como la miraba a ella. La joven no quería ni imaginar que suerte podía correr si alguna vez dejaba de ser la malabarista principal.

Y así transcurrió el tiempo. Un tiempo que la criatura no supo medir en lunas ni en estaciones, si no en azotes y aplausos, en hambre y serpentinas, en moratones y maquillaje.

Entonces, casi repentinamente su cuerpo cambió. Y con ello cambió todo lo demás.
Última edición por LoneStar el Mié May 06, 2020 7:37 am, editado 4 veces en total.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

CAPITULO III
El Filo de la Mirada.


La muchacha se habia vuelto hermosa.

Pero no era eso lo que empezó a atraer las miradas de cuantos la rodeaban, si no aprovechar debidamente las circunstancias. Girarse para asestar un suave azote en el rostro con su cabellera negra, cambiar el peso de la cadera poniendo los brazos en jarras y exagerando el movimiento de los glúteos, eran solo algunas de las muchas fórmulas que había aprendido a utilizar.

Y descubrir tal poder con tan poco esfuerzo supuso un hecho revelador.

Aprendió de una vieja gitana estas y otras artes del coqueteo. Si bien, dichas artes provocaban un resultado muy distinto cuando eran puestas en práctica por la chica, que cuando lo hacía la arrugada mentora.

Los cambios que su cuerpo había empezado a manifestar la imponían ciertas limitaciones en algunos ejercicios, pero por otra parte, desarrollaba nuevas habilidades mucho más beneficiosas para ella.

Ya no importaba que hiciera malabares con seis, ocho o diez cuchillos. Simplemente cuatro ya eran suficientes porque cuando el público la veía hacer oscilar aquellos objetos cortantes cerca de su hermoso y concentrado rostro, se ponían tensos aguardando ser espectadores de una pequeña tragedia. Al acabar, ella les dirigía una mirada picaresca cargada de confidencialidad y todos estallaban en aplausos y gritos de aprobación sin tener muy claro si elogiaban sus habilidades de malabarista o su comportamiento temerario y provocativo.

Fuera de la pista no era distinto. La muchacha se había vuelto una reconocida lanzadora de cuchillos, pero lo que suscitaba respeto hacia ella era que, cuando se enojaba, sus oscuros ojos lanzaban una mirada más afilada que las dagas que usaba para practicar.

En cambio para quienes la adulaban o tenían algo que ella pudiera querer, había miradas sugerentes, sonrisas libidinosas e incluso alguna que otra caricia de generoso margen de interpretación.

Así pues, en poco más de una estación, la que fuera una niña vapuleada y asesina de ratas, empezó a convertirse en la persona más popular del circo. Comenzó a creer que podía tener algo mejor. Y lo quiso todo.

El gnomo encargado de medios técnicos le enseñó a trabajar con todo tipo de artilugios. Pronto descubrió una nueva pasión: Forzar cerraduras desconocidas. Como quien colecciona monedas o botones, la muchacha buscaba nuevos y distintos sistemas de cierre que poder violentar como si de un puzle se tratara.

Pero fue el ilusionista quien le enseñó la habilidad que más valoraría la joven. Aquel hombre taciturno y sombrío no era en absoluto admirador de los sugerentes juegos con los que obraba la chica. Pero siempre había algo que él podía querer y que ella le podía conseguir. Y así fue cómo aprendió a hacer uso de las sombras, la iluminación y cualquier efecto óptico que fuera propicio para hacer cosas sin ser vista o incluso para lograr un camuflaje inexplicable.

En poco más de un año, la joven había obtenido prácticamente todo cuanto podía desear de la gente del circo. Pero quería más.

La muchacha había realizado exitosas funciones para mercaderes, caciques, terratenientes y nobles. Podía intuir perfectamente el vasto mundo que había más allá de la carpa del circo y en sus momentos más sobrios, deseaba con todo su corazón salir a conquistarlo.

Pero por las noches, a solas consigo misma, pensaba en todos aquellos señores acaudalados y se los imaginaba subidos a lomos de grandes corceles blancos, ataviados con elegantes armaduras de color verde y oro .

Arrojar un cuchillo y poner fin a una vida.
Última edición por LoneStar el Mié May 06, 2020 7:41 am, editado 1 vez en total.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

CAPÍTULO IV
Señales de Fatalidad.


La chica era capaz, ambiciosa e incluso arrogante. Al menos así era como la veía El Jefe.

Para El Jefe, la joven había pasado de ser objeto de perversos deseos a convertirse en toda una amenaza y así lo reflejaba su mirada. Sin embargo, la razón de la existencia de aquel hombre era obtener dinero del circo y la chica suponía una garantía de ingresos estable. Al Jefe no le interesaba cambiar eso. Al menos durante algún tiempo.

El cartel que anunciaba el circo había sido renovado. Ya no figuraba el fiero rostro de una pantera negra (como llevaba siendo los últimos años, desde que habían incluido dos enormes ejemplares de esta especie a la lista de peligrosas bestias). En su lugar, el rostro de la joven enmarcado en su generosa cabellera negra y armado de aquella penetrante y afilada mirada, había sido fielmente pintado de modo que ahora aparecía superpuesto al de las otras escenas habituales de la función.
Si se le preguntaba al domador de fieras sobre la opinión que le merecía aquel cambio, sencillamente se encogía de hombros y respondía que sólo se había quitado una pantera para poner otra.

Entonces amaneció un singular día en pleno verano.

EL aire olía al aceite de las candelas más de lo habitual. Se suponía que exóticas fragancias tenían que emanar de la caravana de la vieja gitana e inundar el campamento eclipsando el resto de hedores que allí se daban. Pero ese día no era así.
La anciana mujer no llegó a ver aquel amanecer.

El Jefe convocó a todos con nerviosismo. Aquella vieja era la responsable de crear ungüentos para los golpes, venenos para sedar o excitar a las bestias y otra suerte de vapores enajenantes que en contadas ocasiones, usaban con el público. Ahora necesitaban con premura a alguien que la pudiera sustituir en esas artes.
La muchacha dio un paso al frente. Lo hizo con la decisión y el orgullo de quien está esperando el momento ansiosamente. No esperó a que se produjera ninguna protesta o cuestión al respecto. Simplemente se miró las uñas distraída mientras comunicaba con voz sedosa que su vieja amiga la había enseñado todo cuanto sabía, antes de morir.

Aquello fue la gota que colmó el cuerno. El Jefe había estado temiendo aquella señal desde hacía casi un año. La señal de que una jovencita insolente le estaba arrebatando el circo poco a poco.
El hombretón no dijo nada. La aparente aceptación general de la propuesta de la joven, el calor sofocante y el intenso olor a aceite de candela le estaban empezando a provocar dolor de cabeza. Se retiró furioso a su caravana y no salió hasta que oscureció.

Él no sabía que aquel sería el último ocaso que viviría.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

CAPÍTULO V
La Noche de las Panteras (Parte I)


El Jefe era un hombretón fuerte, sucio y violento. Con el paso de los años había dejado de dar aquellas palizas con las que imponía la disciplina necesaria para el buen funcionamiento del Circo, ya que con el tiempo, su autoridad se había hecho incuestionable.

Pero todo había cambiado. El Jefe empezaba a temer por la titularidad de su propia empresa.

Aquello no podía ser. Llegados a este punto era el momento de recurrir al remedio más lógico y eficiente. Aquel que siempre solucionaba cuantos problemas surgían con sus asalariados. Era el momento de recurrir al Sindicato.

La caravana se estremeció cuando el hombretón la cruzó para alcanzar un cofre que tenía casi olvidado en una esquina de la mugrienta estancia. Lo abrió y sacó una larga y pesada correa de cuero con tres hileras de remaches metálicos que la tachonaban en toda su longitud. Aquello era el Sindicato.
En tiempos pasados el Sindicato se había convertido en toda una institución a la hora de solucionar las disconformidades laborales de sus empleados. Si se aplicaba de forma moderada solo causaba buenos moratones pero cuando actuaba con diligencia, podía llegar a arrancar trozos de piel.
El Jefe comprobó que algunos remaches del Sindicato estaban oxidados por la falta de uso. Tanto mejor.

Acababa de caer la noche sobre el círculo de carretas que conformaba el campamento circense. Era una noche cálida y especialmente asfixiante por el maldito olor a aceite de candela. Pero para El Jefe, que estaba a punto de poner fin a su principal preocupación, era una noche gloriosa.

Abrió la puerta con ímpetu y se precipitó al exterior. Casi al instante pudo percibir la reacción que el Sindicato provocaba entre los presentes. ¡Cómo echaba de menos aquello!
Pero lo siguiente que observó ya no le gustó tanto.
Las fieras estaban histéricas. Panteras, osos y huargos se agitaban y rugían inquietos en sus jaulas. El hombretón observó que sus comederos estaban vacíos.
Sin comida y sin los brebajes calmantes que elaboraba la fallecida gitana, aquellos bichos podían provocar serios problemas. Podían incluso llegar a lastimarse gravemente lo que representaba un peligro muy serio para la inversión.

Buscó con la mirada al domador, pero no lo vio por ningún sitio.

Primero se ocuparía de lo verdaderamente importante: la zorra usurpadora. Después de poner en su lugar a aquella puta caprichosa encontraría al maldito domador y le aplicaría con el Sindicato una buena sanción disciplinaria.

Pero tampoco veía a la muchacha por ninguna parte.
Cuando preguntó por ella nadie contestó, sin embargo, algunos señalaron tímidamente hacia un mismo sitio. La caravana del domador.
Última edición por LoneStar el Mié May 06, 2020 7:51 am, editado 3 veces en total.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

La Noche de las Panteras (Parte II)


El domador era un hombre delgado, hosco y con una piel demasiado curtida para los cincuenta inviernos que tenía.
Se le consideraba un tipo serio y reservado que cuidaba las formas, pero cuando El Jefe entró como un tarrasque en la caravana, rojo de furia y con el Sindicato fuertemente empuñado, se lo encontró de cuclillas en una butaca completamente desnudo y con el miembro erecto. El látigo de doma le ataba las muñecas como si fuera una bestia que necesitara ser corregida.
La puta traidora sujetaba el otro extremo del látigo. Ella estaba de pie en la cama vestida únicamente con un blusón que le quedaba tan grande que le llegaba hasta los muslos. Seguramente era la prenda interior del miserable domador, la cual se había puesto para algún retorcido juego de cama.
Todo aquello era más de lo que El Jefe podía tolerar. La furia lo había cegado.

El Jefe cargó con el Sindicato, que chasqueó en el aire como jamás lo había hecho. Con las manos medio atadas y preocupado por cubrir su desnudez, el adiestrador de fieras no pudo protegerse del bestial azote que le cayó en la cabeza y le dejó tendido en el suelo.
Pero Jefe y Sindicato no se detuvieron ahí. Los azotes se sucedieron en un grotesco frenesí, golpeando contra la curtida piel del domador con sonoros chasquidos. Pronto esa misma piel empezó a saltar en pequeñas tiras sanguinolentas. A medida que la carne se abría, el sonido de la imparable correa se tornaba en un macabro chapoteo que solo provocaba más celo en el castigador.

Al cabo de un minuto la carnicería cesó. La piel del domador, curtida por cincuenta inviernos, era ahora un amasijo de fibras sangrantes que dejaba entrever algún hueso. El Jefe respiraba agitadamente presa de la excitación, con el rostro salpicado de la sangre de su moribundo asalariado.

Pero en aquella pequeña caravana parecía haber alguien que disfrutaba más de la situación que el propio Jefe.

La perra de ojos negros tenía la más pura expresión de gozo en la mirada que jamás le había visto nadie. La muchacha estiró una mano hacia la cómoda de los licores y cogió una botellita de licor de tojo. La destapó con la boca y escupió el tapón encima del sangrante domador.
A continuación, empezó a acariciar la boquilla con los labios para terminar dando un buen trago de su contenido.
¿Así que la puerca arrogante estaba borracha? Poco le importaba a El Jefe que la conciencia de la chica no estuviera despejada en su totalidad para “disfrutar” de lo que le tenía reservado.
Lo que pensaba hacerle no era algo que fuera a terminar aquella noche ni aquella semana. No después de verla con aquel blusón calando su esbelta silueta a la luz de las candelas.
Iba a desfogar en ella mucho más que una venganza personal.

La agarró fuerte por una muñeca y la llevó hasta su caravana sin que la muchacha pusiera la más mínima resistencia.
Última edición por LoneStar el Jue May 28, 2020 1:27 am, editado 2 veces en total.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

La Noche de las Panteras (Parte III)


El Jefe sujetó fuertemente a la chica y la atrajo para sí. Comenzó a lamerle la cara con una lengua grande y pastosa que olía a cloaca. Cuando llegó a los labios de la joven, metió aquel trozo de carne húmedo y pestilente en su boca saboreando el licor de tojo que segundos antes había ingerido la moza.
Y ella se dejaba hacer.

La apartó de su lado con fuerza para ver en aquella cara algún atisbo de temor o desesperación que le provocaran el estímulo que necesitaba, pero no fue así.
A la luz de las velas de la penumbrosa caravana, la chica le miraba con intensidad. Una sonrisa extraña de bobalicona adornaba su rostro.
La cosa no podría funcionar así, pero tenía solución. Le daría unos cuantos golpes para que aquella bonita cara sangrara y llorara y entonces todo iría como la seda. Se abalanzó sobre ella con el puño cerrado.

La pequeña rata se apartó en el último momento con tanta sutilidad que El Jefe se preguntó si realmente se había movido. Se giró furioso y un pinchazo agudo le atenazó el costado izquierdo. Nada anormal, considerando su edad y su peso. Pero la putita le iba a hacer pagar hasta el último esfuerzo que tuviera que hacer para doblegarla.

Una vez más se lanzó contra ella con la intención de agarrarla, y una vez más sus manos dieron en el vacío.
En apenas un segundo aquella serpiente se apartaba y se ponía detrás de él. Y se quedaba allí, esperando el siguiente ataque, con aquella expresión estúpida en la boca que parecía una sonrisa.

El Jefe agarró el Sindicato. Fue entonces cuando notó que algo no iba bien. Había perdido gran parte de la sensibilidad de los dedos.
Se dispuso a cargar con la temible correa con la intención de poner fin a todo aquello de una vez por todas y fue entonces cuando notó un pinchazo en el otro costado. Aquello ya no era normal. Bajó la vista y contempló aturdido como dos enormes rosas color burdeos se extendían a ojos vista en ambos costados del mugriento camisote.

Las fuerzas le fallaron y dio con la rodilla en el suelo. Intentó relamer la saliva con sabor a licor de tojo que le resbalaba por la comisura del labio, pero su lengua y su boca no reaccionaban bien.
¿Qué estaba pasando? ¿Acaso aquella bruja maldita le había envenenado? ¿acuchillado quizá? ¿Tal vez ambas cosas?

La zorra se acercó con su siniestra sonrisa bobalicona, se agachó y abrió la trampilla del suelo que hacía de letrina. Un intenso olor a aceite de candela invadió de inmediato la atmósfera de la pequeña caravana. El olor a aceite que inundaba el campamento... venia de allí abajo. ¡De su propia carreta!
La chica cogió una de las velas y la arrojó dentro.

El Jefe entró en pánico. Aquel monstruo con silueta de mujer pretendía quemarlo, envenenarlo y acuchillarlo. Tres muertes había planeado para él.
Intentó gritar, pero tenía toda la garganta reseca y dormida. Mientras tanto unas llamas cada vez más vivas y sofocantes empezaban a salir por el hueco de la trampilla.

Intentó ponerse en pie pero se derrumbó de nuevo. No podía huir ni pedir ayuda. Sin embargo y para su sorpresa, fue la usurpadora la que abrió la puerta de la caravana para salir gritando y señalando al interior. Una imprudencia muy grave por su parte. Si le socorrían y vivía para contarlo, torturaría a aquella bruja miserable durante días.
La gente del circo empezó a acercarse a la caravana, pero no para auxiliarle, si no para mirar. En sus rostros se reflejaba el odio y el horror que acababan de presenciar en la caravana del domador.

Ya no era El Jefe.

Pero eso no fue ni de lejos lo más descorazonador que el hombretón iba a ver antes de morir. A espaldas de todos aquellos ingratos, la chica de mirada penetrante y sonrisa deformada; a medio vestir con un enorme blusón, empezó a abrir las jaulas de las enloquecidas fieras.
La primera pantera que salió se enfrentó a la joven en actitud amenazante, la olisqueó un instante y continuó su camino buscando algo que destrozar…

Fue solo entonces cuando, el que fuera el amo y señor del circo, entendió lo que ocurría. Aquel demonio con cuerpo de muchacha no pretendía usurparle su codiciada empresa. En lugar de eso Iba a destruirla.
Su plan era magistral. A él le esperaban tres muertes: Veneno, fuego y acero. El resto de los miembros del circo serian destrozados por bestias, al menos la mayoría.

Cuando terminó de soltar a los osos y a los huargos, la mujer demonio empezó a prender fuego a cada una de las carretas que conformaban el círculo del campamento, encerrando a todos en una trampa mortal de fuego y furia.
Aquello ni siquiera importó al moribundo hombretón. Las llamas estaban empezando a calcinarle las piernas y no había veneno que le privara de aquel tormento.
La herida del costado derecho le empezaba a provocar un dolor agudo. Era su hígado perforado, que como si de un heraldo se tratara, anunciaba la muerte inminente.

Ya ni siquiera podía pensar. Sólo sentir.
Última edición por LoneStar el Jue May 28, 2020 1:42 am, editado 4 veces en total.
LoneStar
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 22
Registrado: Mar Abr 14, 2020 10:28 am

Re: La Forja de la Maldad (Xaron)

Mensaje por LoneStar »

EPÍLOGO


La chica jugaba feliz.

Era una joven libre y jugar era cuanto necesitaba.

La brisa estival removía pequeñas partículas de ceniza que flotaban en el ambiente y la muchacha fantaseaba con que se trataba de copos de nieve cálida o quizá algún tipo de polvo mágico cuyo contacto podía convertirla en lo que ella quisiera.

¿En qué le gustaría convertirse? ¿Tal vez en una encantadora doncella que siempre encuentra atención y admiración de virtuosos galanes? ¿Quizá una intrépida castigadora de rufianes y criaturas despreciables? ¿Y por qué no en un ser mágico que pudiera desaparecer y ocultarse de todo lo aborrecible?
¿Y cómo se haría llamar?

La joven pisó algo suave y cálido con sus pies descalzos. Era un trozo de cartel medio quemado.
En la parte sin dañar, unas grandes letras magníficamente elaboradas anunciaban: "Gran Circo Xaron". Bajo esas letras se agolpaban dibujos de varias escenas comunes a la función: Malabaristas, ilusionistas, fieras, lanzadores, payasos, trapecistas...

Cayó en la cuenta de que podía ser cualquiera de las cosas que quería. Y quiso ser todas.

Hacía meses que la caravana del circo había dejado La Costa de la Espada para dirigirse al interior y la muchacha no tenía una idea muy precisa de donde se encontraba. De este modo, Xaron (que así había decidido llamarse) deambuló sin rumbo muchas horas.
A pesar de no haber ingerido ni una sola gota del potente narcótico que había en el licor de tojo, el mero hecho de tenerlo en la boca unos minutos la había sumido en una dulce embriaguez durante un día entero.
Pero ahora los efectos empezaban a remitir y su mente pensaba con total claridad.

"Camino de la Bifurcación" Leyó en un letrero.

No lo pensó. Tampoco lo echó a suertes.
Simplemente tomó una de las dos ramificaciones que tenía en frente, sin el más mínimo criterio o método de elección.
Porque aquella era su nueva vida. Una en la que disfrutaba de absoluta libertad e incluso la decisión más trascendental podía tomarla de forma irresponsable si así lo quería.

En su nueva vida, la existencia de los demás sería juzgada con el grado de trivialidad que le apeteciera. Sonrisas, halagos y caricias para quienes la respetaran o tuvieran algo que ella deseara. Dolor y muerte para sus enemigos.

En ambos casos, diversión para ella.
Responder