La Partida.

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--Talos--
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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

Ambas drows esperaban algo inquietas.
El trato era beneficioso para la Casa pero sabían que tenían que medir sus palabras y acciones.
En medio de una llamarada azul apareció la otra parte del negocio.

La sacerdotisa se acercó al recién llegado con respeto.
- Si me permites, me he tomado la libertad de traer algo de variedad para que escojas a tu criterio.

Con cuidado, su acompañante, extrajo tres cabezas petrificadas que fue dejando en el suelo, entre ellas y su interlocutor.

- En ese estado estarán más frescos. - sonrió levemente la Sacerdotisa.

Dejando que parte del peso cayera sobre el tridente que sostenía en una mano y acariciando la perilla con la otra, observó las cabezas petrificadas por un instante.

-Sin duda es un buen trabajo. Digno de vuestra raza. - A un gesto de la mano, una de las cabezas compuesta por tentáculos, se sumergió en llamas azules que la hicieron desaparecer. - Las otras aprovecharlas para lo que veais. Cumpliré mi parte inmediatamente. - dijo con suave voz mientras retrocedía un par de pasos y nuevas llamas lo engullían.

En medio del aquel Refugio, ambas drows habían dado un gran paso para obtener sus nuevos objetivos.
La sacerdotisa expulsó el aire y trató de recomponer el porte de estoicidad y superioridad al inhalarlo.

- Debemos volver a la ciudad. Si cumple su parte... tenemos que hacernos con una coartada.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

Ark Roywind escribió:
En las profundidades de lo que permanece oculto, se selló el pacto.
Lo había guiado un camino para soportar la culpa, para alimentar el dolor del que bebía con ansia enfermiza.
Aceptó, y la oscuridad atravesó su pecho, arrancando un pedazo de su atormentada alma.
Forjada con acero y sangre, para compartir el sufrimiento y el miedo de las vidas que segaba.
La hoja brilló en la oscuridad y fue entregada para completar a aquel que estaba roto.
Un último canto para no ser olvidado, a cambio de todo lo que siempre había odiado.
Una herramienta para servir más allá de la muerte.
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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

Hace unos días.

La tormenta de arena engulló al Mensajero que se había lanzado en picado hacia ella.

El chisporroteo dio pasó al aire cálido, tranquilo.
Los gnolls blandieron sus armas hasta que el Mensajero plegó sus alas y habló.
Los gnolls se rieron. Luego se callaron. Algo en ese ser, más allá de su aspecto, parecía infundirles un cierto miedo.

Acompañaron al mensajero hasta su Amo y Señor.

El mensajero clavó una de sus rodillas en la cálida arena sin bajar la cabeza o la vista.

Quilmeash observó con detenimiento al Mensajero antes de preguntar.

- Es peculiar ver a uno de los tuyos. ¿Qué haces aquí?

- Tengo dos objetivos, Quilmeash.

- ¿Dos? Habla. Quizás merezca la pena escucharte un minuto. O quizás dos.

El mensajero se incorporó.

- Una advertencia. Y un trato.



Horas después el mensajero se adentraba en la sala del trono...

- Hecho.
- ¿Atendió a ambas cosas?
- No tiene ningún interés en molestarte.
- Excelente. - Dijo mientras se mesaba la barba de la barbilla. - ¿Y ha aceptado?
- Nos las dará. Cuando se lo devolvamos. - El mensajero mira hacia atrás. Donde un gnoll se removía algo inquieto... pero cumpliendo las ordenes que Quilmeash le había dado.
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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

Ayer.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- Otros ya ansían sacar beneficio y poder de ellos.

La suave risa fue la única respuesta por un momento.

- Hay cosas en este mundo que casi todos temen ver. Son pequeños rincones oscuros donde guardan las cosas que les asustan mucho. Pensamientos que no se pueden permitir pensar. Líneas trazadas que se niegan a cruzar. La mayoría son niños asustados bajo una manta.. temerosos de mirar bajo la cama sobre la que duermen. De enfrentarse a los peores monstruos que saben que habitan ahí.

- Entonces... ¿Solo observaremos?

- No nos incumbe. Y deben aprender algunas lecciones. Y nosotros debemos aprender de sus acciones.
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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

Un par de años atrás...
El bosque se mantenía en alerta. Osgos, osos y ciervos aparecian medio comidos. Extrañas criaturas merodeaban y acechaban, dando caza a los habitantes del bosque y a los que se aventuraban en ellos.

Un pequeño hombrecillo portando una espada y un escudo cazaba. Buscando al cazador.

Entre la vegetación del bosque un portal daba estertores, apareciendo y desapareciendo a intervalos de días.

Finalmente, la curiosidad impulsó a unos pocos héroes a cruzar... dando un paso más allá .

Criaturas de otros tiempos y regiones salieron al paso.
Avanzaron por oscuros bosques, dejando atrás innumerables peligros.
Cruzaron peligrosos riscos, azotados por picos hambrientos de extrañas aves.

Se sumergieron en lo profundo de la tierra, encontrando un poblado antiguo que custodiaba una extraña estatua.

Liberaron la estatua... dando muerte a un Demonio que aceptó todo el daño mientras reía.

Vieron el jirón de humo observarles mientras les avisaba que el tiempo del portal se agotaba...

Vieron el bosque de Nevesmortas recibirlos.. y miraron atrás sin saber si acababan de hacer algo bueno.... o malo.

El tiempo lo diría.

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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

Camino a la oscuridad
En sus blancas y azules armaduras.
Descendiendo por las oscuras entrañas de la tierra.

Donde los ríos subterráneos fluyen con fuerza.

Acechando.

La embarcación varada. La madera enmohecida y maltratada por el tiempo.

La urna. El fuego. El agua.

La urna llena de oro.
La urna llena de huevos.

El fuego.
El Agua.

La madera arde, las armaduras pesan.
La codicia es cegada por el honor.

Los restos de un barco.
Los restos de un naufragio.
Los huevos... llevados por la fuerza del rio subterraneo.
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Re: La Partida.

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El bosque que acecha.


Cazadores perfectos.
Cazadores nacidos.
Cazadores cazados.

El bosque les vio llegar.
Cazaron y fueron cazados.
En lo profundo muchos fueron pocos.
Con el tiempo muchos habían muerto.
Otros se habían hecho más fuertes.

Buscaban un destino.
Un Guardián en lo alto habló con uno.
Habló con todos.

Los cazadores prosiguieron su camino.
El Guardián y sus acompañantes vieron a los Acechadores desaparecer del bosque.

Curaron sus heridas. Lloraron a los muertos.

Y lejos.
Muchos eran cada vez menos.
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Re: La Partida.

Mensaje por --Talos-- »

En un lugar donde la runa se retuerce
Los dedos se mueven veloces.
El animal chilla asustado.
Inteligencia. Fuerza.
Como un bisturí, la uña del índice recorre la carne. Quema, corroe. Graba y dibuja el intrincado diseño sin vacilar.

El animal se despierta confuso en un primer momento.
Luego todo le parece extrañamente más claro.
Se asusta. Se enfada.
Todo parece más pequeño.

No sabe dónde está. No recuerda dónde ha estado.
Se asusta. Se enfada
Todo parece más y más pequeño.

Los árboles crujen, se parten, se resquebrajan.
El animal grita con furia.
Pequeños seres se acercan con hachas. Los aplasta.
Otros se acercan. Hacen ruido.
Una le habla. Le pregunta.

Calma. Tranquilidad.
La voz es suave. Los ruidos que emite son los del bosque.
La joven habla.
Son grandes. No huelen a miedo.

Y de repente todo arde cuando una de ellos hace luces sobre él.

El pecho arde. La piel se inflama. Los huesos se astillan.

Las cenizas son lo único que queda.
Y de su humo surge él.
Violento como un tornado. Con ojos rojos como teas en el medio de un cuerpo de hollín.


- 45 ha sido útil. Espero que sepáis que ha muerto por vuestra decisión.

Hay muchas maneras de dispersar una sombra... pero siempre parece querer volver.
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Re: La Partida.

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Daan escribió:
Unos días antes, una mano dibujaba en la arena imágenes que el viento cálido desdibujaba, y un círculo de personas escuchaba atento a un bedin que narraba con voz tan profunda como tostada era su piel.

“Toda vida tiene un final. Toda alma tiene un lugar… pero hace unos meses, los muertos no hallaban descanso, y los que reposaban se alzaban. En sueños, muchos Sabios vieron el Gran Muro caer, y a las almas del Muro quedar libres. Algunas eran robadas, otras escapaban de vuelta a donde sus recuerdos los llevaban, y un grupo de almas vivas se sumergía en un desierto blanco a través de roca, no-muerte y dolor”.

Daan se mordía las uñas, porque aquella historia le era demasiado familiar. Hacía algunos meses, los rumores del Heraldo de la Muerte que había aparecido en Nevesmortas, anunciando proféticamente la caída del muro de Kelemvor, habían perturbado a vivos y muertos sin distinción. Todo eran profecías, augurios ominosos y eventos extraños que no preocupaban mucho, sin embargo, al grupo que aquella noche se dirigía a emborracharse a la taberna de Vándar. Cuando les interrumpió el súbito ataque de un grupo de no-muertos en el sur de Nevesmortas, maldijeron sobre todo la perra suerte que les jodía una noche de juerga merecida.

Juliette, Korissa, Lothar y Daan llegaron a tiempo de ver correr a la estudiante de la orden, Melissa, y a sajar a un par de engendros que se desvanecieron en un polvo rojo, antes de que los ojos de todos se dirigieran al cementerio, donde se alzaba una figura sobrenatural. Allí se encontraron con Drum y Zalcor, atraídos por el sonido de pelea, y con un Heraldo que pronunció su reiterada profecía, aunque poco antes de caer ante las armas.

Daan se había agachado junto al cuerpo para examinarlo, y el frío tacto del engendro se había extendido por sus dedos, llenando su visión con imágenes de una cripta en suelo nevado. Una cripta familiar, pero que no terminaba de ubicar… Y tan real, tan vívida, que su aliento se volvió vaho hasta que se apartó del cuerpo confusa. Solo una cosa tenía clara: la cripta de Adbar no era. ¿Podría tratarse de Cumbre?
Tras discutir, dividirse, volverse a reunir y darle vueltas a mil asuntos posibles, el grupo se había dirigido a aquel lugar. Unos para enfrentar la profecía y vocación de servicio, otros por interés académico, algunos por inercia, otros por curiosidad. Pero todos se adentraron sin pensarlo mucho en una madeja de túneles en los que encontraron lo que no esperaban: un laberinto del que la muerte no libraba, en el que sólo había espectros, violencia y pasillos oscuros que descendían e invitaban a la locura. Y al final de ellos, La Venganza.

Las manos y la voz del bedin dibujaban, borraban, volvían a dibujar deslizándose en la arena para sus oyentes, y volvían a borrar para continuar con la historia.

“Los Sabios hablaban de un ser de muchas almas, un ser que se alzaba una y otra vez y cada vez se hacía más fuerte. Vieron a un mártir bañar su hoja en sangre corrupta. Vieron una hoja purificada e impía a la vez hundirse en el corazón de una grieta. Pero algo o alguien estaba tras eso”.

Junto a una columna rodeada de almas y cubierta de escritos resplandecientes, un constructo formado por las lápidas de cientos de generaciones había caído ya innumerables veces ante sus armas, para volver a levantarse cada vez con renovado vigor.
Empezaba a cundir la desesperación cuando apareció ella. Alas membranosas, quizás sangre infernal, evidentemente muerta y viva a la vez, y con la oferta de un ritual para detenerlo todo. Tocaba elegir entre morir allí peleando contra el golem, o aceptar la explicación de la mujer y tratar de detener la caída del Muro de Kelemvor.

No era una decisión fácil, pero tampoco demasiado complicada dada la situación. Zalcor fue el mártir que la mujer pedía: su arma fue la elegida y su mano la que actuó. Sangre no-muerta manó de la muñeca de la vampiresa, empapándola con su sustancia, mientras Melissa y Juliette tejían la urdimbre alrededor, dotándola de fuerza. Y con esa daga ensangrentada apuñalaron el pilar, la grieta de la que emanaban las almas que alimentaban la Venganza, antes de ser arrastrados a la oscuridad. La Venganza se había detenido aquella vez.
En el Oasis, la voz del bedin había seguido narrando al grupo de aventureros.

“Tres Almas de antaño fueron libres del Muro. No regresaron a él. Los Sabios vieron una gran sombra cubrir el futuro. Una gran sombra de ojos incandescentes que ennegreció su visión. Y después, lo que vieron fue una gran ciudad, de un tiempo pasado. Y cómo una de las Almas al ser liberada llevaba consigo algunas de las almas del grupo que bajó a las profundidades del desierto blanco.”
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Re: La Partida.

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--Talos-- escribió:
Cuando un bosque antiguo llora.
Cuando un ser reclama con su propio nombre los dominios que protege y guarece.
En sus dominios hay misterios del pasado. Puertas ocultas. Castillos en ruinas.

Una sombra acecha el bosque. La sombra crece. Las fuerzas del bosque decrecen.
Cuando una puerta se abre y expande una maldad que infecta el gran bosque.

Hubo un tiempo, en que el mismo Turlang se vio obligado a abandonar sus dominios y buscar ayuda.



Epílogo:

- Valen EnThur.
Los oscuros ropajes crujieron cuando el citado clavó la rodilla en el suelo y dejaba en el suelo, a su lado, su espada.

- Tu encargo se ha hecho, mi Señor.
- Te ha llevado tiempo.
Los ojos de Valen se alzaron hacia su interlocutor, el cual golpeaba el reposabrazos del trono una y otra vez con la uña del indice.
- Eran magias de custodia antiguas. Ya solo eso me hubiese llevado dos o tres días si hubiese ido ahora.
- ¿Consideras algo inapropiado haberte mandado recién liberado?

Valen volvió a bajar la mirada al suelo.

- No pongo en duda vuestro plan, mi Señor. Solo que hubiese sido más eficiente.
- Ya has jugado bastante, EnThur. - Los ojos se desviaron hacia dos cuerpos inertes que permanecían sobre el frío suelo.
- Presentes, mi Señor. Estos tiempos siguen teniendo almas que confunden pureza y bien con locura. SIgue siendo igual de divertido.

Con un gesto de la mano, el Capitán salió tras el trono y se acercó a los cuerpos de Neloz y Deilara para retirarlos.
- Luego nos encargaremos de tus presentes, EnThur. ¿Tienes lo que quería?

De los ropajes oscuros sacó una pequeña vasija de cerámica que sujetó con una mano.
Pequeñas llamas azules lamieron la superficie de la vasija y esta desapareció solo para reaparecer en la mano del ocupante del trono.

- Al fin. Una de las últimas piezas. - dijo con una amplia sonrisa.

Valen EnThur recogió la espada, la envainó y se encaminó a la salida.
- Libre. Al fin.

- Si, eres libre de irte. O de quedarte.

Valen miró por encima de su hombro hacia el trono.

- Hay cosas divertidas que hacer, EnThur.

La risa de Valen resonó con fuerza mientras asentía antes de retirarse.
- A tu servicio, mi Señor.

La pequeña vasija estaba sellada con un tapón y un lacre con un glifo. El último de los sellos que mantenía alejado lo que contuviese del mundo.
Las llamas azules lamieron el sello, se quebró, el tapón saltó y la vasija quedó abierta.




Horas después Neloz y Deilara recorrían Nevesmortas.
El primer grupo reapareció también.

El Bosque volvía poco a poco a ser regido por el grandioso y venerable Ent.
El Bosque de Turlang volvía a ser de Turlang.
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