La estrella de Mystra

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--Savras--
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La estrella de Mystra

Mensaje por --Savras-- »

LA ESTRELLA DE MYSTRA (I)


El maestro astrólogo se apartó, inclinándose con respeto ante su señor, dejándole así contemplar la última señal de su grandeza. El liche tomó el instrumento, vio lo que había al otro lado.

- Es la última señal, mi señor, ¡tal y como vos decíais, un augurio! La diosa reconoce su grandeza haciendo brillar su estrella.

La estrella de Mystra, la casi imperceptible luz azul que brillaba en el cielo cada noche, ahora resplandecía con gran fuerza, siendo visible incluso a pleno día. No importaba de donde fueses, la estrella de Mystra significaba lo mismo para todo el mundo. Por supuesto, anunciaba su ascenso, su renacimiento. Las llamas que ardían en sus ojos centellearon de forma intensa. Tomó el mapa estelar entre sus manos, estudiándolo por enésima vez.

- Soy su elegido, ella así lo ha querido. Su destino es desaparecer, y yo ocuparé su lugar, tomaré su dominio por justo derecho - sentenció la voz hueca de Quilmeash -.¿Por qué la estrella ha cambiado su posición?

-Eh, bueno, sí, es cierto que lo ha hecho - respondió el mago rojo, visiblemente nervioso -. Aunque está en el centro del círculo de estrellas de Mystra, ¡es una señal de gran poder, maestro!

- Los augurios déjaselos a los siervos de Savras, quiero que me digas lo que sabes, y si esto puede alterar mis planes.

- Bueno... En los registros que trajimos no queda demasiado claro. El centro de la constelación siempre ha estado sumido en una profunda oscuridad, cada cultura tiene sus leyendas, la mayoría simples supersticiones, ya sabe. Pero he podido ver que los elfos hablan de una estrella que hubo una vez en el centro. La llaman N'landroshien. He preguntado a varios de nuestros esclavos, pocos han respondido, pero todos los que lo han hecho coinciden en lo mismo. Esa estrella lleva milenios sin aparecer, nada ha brillado en el centro de la constelación durante todo ese tiempo. Y, bueno... al parecer N'landroshien está asociada a leyendas élficas realmente antiguas que hablan sobre grandes catástrofes.

El liche asintió, satisfecho. Aquel mero mortal temblaba ante la idea de contrariarlo con sus descubrimientos, era normal que una mente tan simple como la suya no fuese capaz de ver más allá. Para Quilmeash, lo que anunciaba la estrella de Mystra, y lo que significaba aquella N'landroshien no era muy distinto.
Observó de nuevo el mapa estelar, el trazado de los astros sobre Toril.

- ¿Entonces no alterará su rumbo? - lo demás no le importaba, no necesitaba que ni los dioses ni los astros anunciaran su evidente victoria.

- No, mi señor. Dentro de poco habrán pasado exactamente quinientos años.

Satisfecho, Quilmeash se asomó a la ventana, observando su majestuosa obra. El reflejo de su grandeza, de su poder, desafiando al cielo.

Solo dos peldaños más...
Tornapetra bebía la sangre de los humanos que osaban campar sus tierras. La tierra maldita no desconocía el mal, pero en las últimas lunas los baatezu se movían de un lado a otro, protegiendo algo que moraba en las profundidades donde no llegaban los desgarradores gritos fruto de sus acciones.

En una pequeña cabaña, donde la penumbra era apenas apartada por las débiles llamas de las velas, una joven mujer gritaba. Su cuerpo se retorcía mientras su joven hermano sujetaba su mano, sin saber qué hacer. La sombras vibraban, la madera se agrietaba ante la presión de la oscuridad. Cuanto más sentía el dolor de la mujer, más aumentaba su miedo, más sacudidas daba la endeble cabaña. Un nuevo grito, la madera resquebrajándose, una viga cayendo, un agujero mostrando el cielo. El viento apagó las velas, la brillante luz azul de una majestuosa estrella iluminó la cama. Un último grito, un llanto, una vida traída al mundo. El joven, temblando, vio como la mujer, sin apenas fuerzas, se inclinaba y tomaba a la criatura entre sus manos.

- He...Helen, ¿estás bien? - preguntó él, asustado, acercándose a ambos.

-- Míralo. Es tan... hermoso, Gael...

El bebé abrió los ojos, mirando hacia el agujero del techo. Al ver la luz de aquella brillante estrella, la criatura cerró los ojos y comenzó a llorar.

- Lo es - afirmó, besando la frente de su hermana -. Lo es...
El preso abrió los ojos, mirando el cielo a través de su ventana. "La estrella de Mystra", pensó al ver su luz a pleno día. Sonrió, sentándose y mirando a los caballeros que custodiaban su celda, hablando sobre lo que ocurría fuera de esos muros, sobre sus vidas, sobre el mundo, sobre sus alegrías y miedos. Tamborileó el suelo con los dedos, marcando un ritmo pausado, acompañado por su voz en una suave melodía.
"Un alma más a la llamada, por todos, en silencio.
Vienen dos almas más a la llamada, por todos, en el tiempo.
Tres almas más a la llamada. Ellos caen, aún más.
Cuatro almas más a la llamada, no serán todos.
Y lo sabes."
El espectáculo debía continuar.

Maravilloso.

Sublime.
--Savras--
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Re: La estrella de Mystra

Mensaje por --Savras-- »

LA ESTRELLA DE MYSTRA (II)



En algún lugar oculto de Sundabar, un pequeño grupo se movía en las sombras. Uno de ellos observaba el cielo a través de un telescopio, mientras dos recorrían la biblioteca repleta de secretos.

- ¿Lo encontráis? - preguntó aquel que vigilaba el cielo.

- Nada que no hayas dicho. El cometa Alhazarde, surca el cielo cada 500 años - repasó a toda prisa de uno de los libros que tenía abierto frente a sí , colocandos uno a uno en perfecto orden -. Bajo su luz se alzan y caen reyes, se...

- ¡Tengo algo! - gritó la tercera, extendiendo un antiguo pergamino sobre la mesa -. Aquí se habla del metal estelar, al parecer es el mineral del que está compuesto el cometa. Posee poderosas y extrañas facultades mágicas - sus ojos recorrían el papiro a toda prisa -. Hay más misterio sin respuestas, pero aquí se habla de los adeptos de la estrella verde. Viven para recolectar ese mineral, aguardando cada llegada del cometa para continuar sus estudios y su... ¿evolución?

El segundo se unió a ella, repasando también el antiguo documento.

- ¿Quiere decir que esos adeptos vendrán a la Marca en busca del fragmento? ¿Dónde ha caído?

- Hacia el oeste. Es probable que cerca de Argluna - pronunció preocupado el hombre del telescopio.

Los tres estaban tensos, expectantes, como quién aguarda una tormenta. La puerta se abrió, dejando paso a un cuarto miembro, que se apartó la capucha, dejando al descubierto un rostro élfico cubierto de sangre.

- Han llegado los aventureros de Nevesmortas - fue hacia un armario, sacando una botella de vino y llenándose una copa -. No he podido entrar al templo de Helm, no al menos sin llamar la atención.

- ¿Eso qué significa? - preguntó la mujer que transcribía el texto del pergamino a un cuaderno.

- Viendo el número de gnolls que lo han atacado y los dragones alzados, me temo que conseguirán lo que han venido a buscar - se terminó la copa de un trago, llenando otra.

- ¡¿Y te has quedado cruzado de brazos?! - la mujer levantó la pluma del papel, cubriéndolo de goterones de tinta.

- Ya hablamos sobre esto - interrumpió el hombre que no se apartaba del telescopio -. Si podíamos defenderlo, lo haríamos, pero somos pocos como para arriesgarnos. La información que recopilemos hoy hará más bien que cualquier otra cosa.

La mujer apretó los diente, partiendo la pluma entre sus dedos.

- Eso no es... - tomó aire, cerrando los ojos -, justo. Aunque estés convencido de que el ritual va a fallar, estamos dejando que ese hombre muera. Es un buen hombre, justo, honorable.

- El honor aquí no importa - replicó el elfo -. La muerte del liche es prioritaria. Ha acumulado demasiado poder, es una amenaza que debe ser erradicada.

Todos se miraron en silencio, pero nadie dijo nada más. EL elfo llenó una segunda copa, ofreciéndosela a la mujer, que la aceptó sin agradecer el gesto.

- La estrella de Mystra ha dejado de brillar - anunció el observador -. Su mensaje ha sido enviado.

El elfo se tambaleó, derramando el vino sobre la mesa cubierta de papeles.

- ¡Cuidado! - gritó su compañero, apartando los documentos antes de que se estroperaran de forma irreparable.

- ¿Qué haces? - la mujer parecía preocupada, testigo de la palidez del elfo.

- No... No lo sé - este se llevó las manos a la cara -. He sentido una extraña sacudida. Es... la urdimbre, ha ocurrido algo.

La sala se iluminó con un destello morado, y una mediana apareció a través de un portal.

- ¿Ha sido en Argluna? - preguntó el hombre al telescopio, girándose y apartándose de él.

- ¡Sí, y no os lo vais a creer! - la mediana hablaba y gesticulaba sin parar, entre entusiasmada y asustada -. Primero fue, ¡PUM!, y luego, ¡FLOAAAAASH!, y al final, ¡¡CRASH!!

- ¿Puedes decirlo en común, por favor? - pidió el elfo con cierto astío.

La mediana asintió repetidas veces, quitándose la botella de vino de las manos y bebiendo a morro. Eructó cuando terminó, dejándola de nuevo en manos del disgustado elfo.

- ¡Cuando he llegado el cielo era verde, y entonces se ha escuchado una gran explosión! Cuando llegué al lugar del impacto, vi que era una de las fortalezas de la legión argéntea, había derribado una buena parte. Todos corrían de un lado a otro, gritando, sin entender lo que pasaba. ¡Había fuego y montones de fiambres!

- Espero que fueses el lugar del impacto - suspiró la mujer, retomando su escritura.

- Oh, sí, sí, sí. Me colé como un ratoncillo sin que me vieran, ya sabes. ¡Silenciosa como un gato!

- No puedes ser un gato y un ratón a la vez. Es contradictorio - apuntó el elfo.

- No la interrumpas anda... - pidió el segundo hombre, poniendo a secar las páginas llenas de vino.

- ¡Eso, no me interrumpas! - señaló al elfo como si fuese un niño malo -. ¡Me colé como un ratón silencioso como un gato, y ya está! Llegó hasta unas celdas de alta seguridad en un sótano que ni sabía que existía. En una de las celdas había un pequeño cráter humeante, pero nada más.

- Espera - la mujer alzó la mirada, sin dejar de escribir -. ¿Qué fortaleza?

- La que está cerca del distrito de Palacio y el del Buen hombre.

Todos se miraron, a excepción de la mediana. En su mente tomó forma el mismo pensamiento.

- Seamw - maldijo el elfo en su lengua natal.

El hombre regresó al telescopio, observando el lugar donde había brillado la estrella de Mystra. Debía ser solo una coincidencia...
--Savras--
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Re: La estrella de Mystra

Mensaje por --Savras-- »

LA ESTRELLA DE MYSTRA (III)
Las tierras del norte continuaban agitadas por el caudillo orog. Un escenario perfecto. Conflicto, caos, muerte, miedo. Oportunidades. Los vientos que arrastraba la guerra siempre eran bienvenidos. La Marca Argéntea se tambaleaba, frágil. El liche jugó bien su papel, y ahora el orog golpeaba las grietas de aquel bastión herido.

Mi... mi señora Durtaxsteingakila una voz la sacó de sus pensamientos. El hechicero, arrodillado ante ella, temblaba. Podía oler su miedo. Le gustaba.

— Habla, fiel Arkeos.

Han llegado noticias de Nevesmortas. Él enviado ha... muerto dijo con duda, temiendo disgustarla.

Sí. El peón se había sacrificado con éxito. Arlheza habría entendido el mensaje. Miedo, secretos. Una villa menos para la guerra de los orcos.

Puedes retirarte, Arkeos acompañó las palabras con un gesto de desdén.

Como desee, mi señora.

Ascendió la montaña, ignorando al insignificante hombre que se arrastraba con la cabeza gacha. Desde allí, lo más alto de su trono, sus dominios se extendían hacia el horizonte. Poco, era muy poco. Saltó, alzándose y ascendiendo hacia el cielo. El horizonte se amplió, mostrándole más del vasto Faerùn. Siempre había más. Un mundo enorme, que escapaba a su aguda vista, a sus fauces. Lo quería todo, en su totalidad, para ella. Era la única joya capaz de dar paz a su insaciable apetito.
El viento soplaba, cálido, olía a fuego, a batalla. Bajo ella, las cenizas de los campos arrasados atestiguaban la victoria de sus tropas. Los campamentos se extendían alrededor de su montaña, centenares de hogueras, como estrellas ardiendo en la tierra. Pero aquellos pequeños puntos con la luz del día no era lo que más resplandecía, no. Las joyas verdes, los fragmentos del cielo roto, parecían un faro alrededor del cual se extendían sus dominios. Cada vez más soldados se unían a la corriente esmeralda.
Abrió la mano, donde brillaba con intensidad la joya que aquel bardo le había regalado junto al anillo de los Lanzagélida. La alzó al cielo, iluminándolo del hermoso color esmeralda. Otra estrella cruzó la noche, un destello verde repentino. Se llamaban entre sí. Podía oír su música.
Conflicto. Caos. Muerte. Miedo. Ceniza. Guerra. Pronto recogería los frutos alimentados por la sangre.
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