Los orcos que están por venir

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--Talos--
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Guerreros se sentaron al sol tras el bosque desnudo.

En frio metal reposa el hombre, la mejilla apoyada en sus brillos;
o inclina la cabeza evitando el sueño profundo.

Como siempre me conmueve el vuelo negro de los pájaros,
al que contempla lo bello de las flores azules,
piensa la cercana quietud de olvidos, de fuegos extintos.

De nuevo anochece en la loma llena de crepitantes lares;
Como una joven radiante, aparece la luna sobre el agua.
Y negra es la noche cual podredumbre de cien muertos.

Calma y quietud.
¿Por cuanto tiempo?
Un martillo. Un hacha. Una espada.
¿una flecha tal vez?
O tal vez...
En medio de la noche una ballesta fue disparada.
Y un orco ... cayó desde las murallas con el virote en su pecho.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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cloudiar
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por cloudiar »

Un giro inesperado
Un día antes del asedio...

Umeris se disponía a salir en busca de información, hacía días que Seda le había contado por encima lo sucedido con el tal llamado Talonar y la picaba la curiosidad por saber hasta dónde llegaría ese orco y su supuesto ejército, de momento solo tenía rumores y las conjeturas de Seda. Estaba sumido en sus pensamientos mientras se abrochaba su antigua capa de seda roja que tanto le ayudaba a ocultarse mejor en el camino cuando entraron en tropel varios aventureros por la puerta de la Rosa y el Martillo, entre ellos, Seda.

Todos tenían el gesto serio y parecían preocupados, los orcos habían hecho su movimiento y se preparaban en Cruce para atacar una ciudad, que suponían que podría ser Sundabar, aunque podría haber sido cualquiera de las colindantes al Rauvin también, todo eran conjeturas y Umeris escuchaba atentamente sin interrumpir al grupo, no quería que se dejasen de contar nada, a fin de cuentas necesitaba información si quería que sus planes llegasen a buen término.
Durante el viaje a Cruce, pudo averiguar que Zalcor "el Guardián" poseía un broche que le permitía comunicarse con el mismísimo Elminster. ¡Eso si que era algo interesante! Al fin dejaban de gimotear sobre lo terrible que sería todo si esos orcos tomaban una de las ciudades. ¿Y qué si lo lograban? lo importante era descubrir quién iba a ser el bando ganador antes de posicionarse pensaba para sus adentros mientras atravesaba una gran charca de agua y limo.

El lugar estaba hecho un desastre, encontraron una pira ardiente con los cuerpos de varios humanos aun crepitando, de la cual se oían chillidos de ultratumba. Si seguían perdiendo el tiempo, la partida de orcos se le escaparía del alcance...

La pista de los orcos era difícil de seguir a través de ese terreno embarrado y encharcado. Seda señalaba que había que subir el muladar, que había visto algo al otro lado que prometía. Sin dudarlo, todos como ovejitas la siguieron, escalando la viscosidad con dificultad. No quedaba más remedio. Se pringó hasta más no poder, para cuando ascendió arriba, sus ropas eran un lodazal en si mismo.
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Al subir, lo que se apreciaba era el increíble agujero que se había formado en el río, por dónde caía el agua como si de una cascada se tratase. No tardaron en confirmar que la partida de orcos había usado ese agujero para atravesar el río por debajo y así atacar sin ser vistos. Mientras los demás debatían si había que informar a Sundabar o no antes de seguirles la pista, Umeris no lo dudó y saltó al agujero. Solo llegó a escuchar de fondo a seda gritar - Locoooos! que existen las cuerdas!!

Durante la caída, pudo ver cómo al que llamaban Gregor, se había transformado en una especie de elemental de agua e intentaba atraparlo, para evitar que se hiciese daño con la caída suponía. ¡Ilusos! él no era ningún loco, si no tuviese forma de evitar la caída no hubiese saltado sin más, ¿por quién le tomaban esta gente? pensó indignado mientras se dejaba escurrir de los aquosos brazos de Gregor y se envolvía en un manto de invisibilidad para que no le viesen durante el descenso.

Llegó abajo el primero, seguido de cerca de Gregor, ahora transformado en un gran cubo gelatinoso. Aprovechó esos momentos de distracción mientras el resto iban saltando por agujero para adelantarse algo y ver si estaban cerca de la partida de orcos y cual era la situación actual.

El lugar era una gran caverna subterránea, semi-inundada por el agua del río y al parecer, quedaban pequeños grupos de orcos bien rezagados o bien apostados ahí para detener a los intrusos.

- Maldición - murmuró entre dientes mientras miraba al grupo cómo se preparaba para continuar la expedición a través de la caverna - tengo que sacármelos de encima y adelantarme como sea
Unas horas antes del asedio...o no

Por el camino cometió un error, confiar en otros para su seguridad. No volvería a hacerlo se prometió a si mismo mientras despertaba de la larga oscuridad que le había envolvido. En uno de los encuentros con los orcos, se adelantó para conjurar una oscuridad profunda y así dejar ciegos a los orcos y atacarles desprevenidos, pero dolorosamente recordó las lecciones de su maestro. Conjurar en combate conlleva un gran riesgo pues debes no perder la concentración en tu hechizo y eso te deja vulnerable al ataque físico de tus enemigos Hacía mucho que no le tenían que traer de vuelta...

- Gracias - respondió escueto al grupo mientras se masajeaba un poco los hombros y se ponía de pie nuevamente.

Estaban tal vez a medio camino de Sundabar, era difícil calcular las distancias bajo tierra. Lo curioso es que habían ido encontrando ciertos escombros por el camino por los cuales se filtraba algo de agua y una idea se empezó a formar en su cabeza. Si conseguían inundar el túnel, se quitaría de encima al resto y podría adelantarse sin problemas y al mismo tiempo parecería que intentaba ayudarles, era perfecto. Seda le sacó de sus pensamientos.

- Oye, ya lo tengo! - exclamó. - Si inundamos el túnel, ahogaremos a los orcos y así evitaremos el desastre en Sundabar!.

Umeris esbozó una sonrisa de satisfacción al oir el plan de Seda, todo iba a salir a pedir de boca, ni siquiera tenía que proponerlo él mismo!.

Pero el guardián rápidamente se opuso a semejante plan.

- El río...no se toca- aseveró con firmeza el guardián.

A lo cual siguió una acalorada discusión sobre la moralidad, la ética y todos los efectos que podría conllevar menguar el caudal del río. Mientras tuviesen a Zalcor cerca, el plan sería terriblemente difícil de llevar a cabo, había que preparar una distracción. Seguramente eso mismo pensó Seda, pues se conformó con facilidad en dejar el plan atrás y continuar el camino siguiendo a los orcos.

Llegaron a un punto en el que había que tomar decisiones sin vuelta atrás. Un poderoso grupo de orcos, chamanes y batidores les aguardaba delante. Era el momento de decidir si retirarse o continuar luchando abriéndose paso hasta la ciudad. Aunque había una tercera opción que pocas mentes contemplaban en ese momento.

En un rápido consenso decidieron que retirarse no era una opción y así se lanzaron al combate. Gregor con sus transformaciones, esta vez convertido en un elfo drow. Delor espada y magia combinada en mano. Zalcor con sus dos katanas parecía que bailaba entre los enemigos. La niña Iö -la cual Umeris no entendía aún que demonios hacía allí- se mantuvo alejada, moviendo las manos y pronunciando palabras extrañas. No manipulaba la urdimbre, de eso estaba seguro. Y él, bueno. Esta vez se mantuvo bien lejos lanzando sus dagas en ráfaga desde una distancia prudencial.

La pregunta clave era ¿dónde estaba Seda? hacía rato que no se la veía y Umeris solo podía que sonreír pues sabía perfectamente a dónde se había dirigido la pícara muchacha, pero optó por callar y dejar que los acontecimientos se desarrollasen por si solos.

Cuando dieron cuenta del último enemigo y Zalcor ya podía volver a centrarse en los problemas que tenían delante...soltó un grito y salió corriendo cuando en su cabeza se formó la terrible imagen de Seda destruyendo la roca para permitir que el agua fluyese a través, inundando así la cueva.

Zalcor le gritaba y advertía una y otra vez a Seda, al aire, pues no se la veía por ningun lado. Mientras de vez en cuando se oía el chisporroteo de algo impactar contra la roca y agrietarla un poco más. Estaban todos allí...excepto Gregor. Umeris se escurrió mientras Zalcor y Seda estaban sumidos en su particular guerra fría y Io y Delor miraban anonadados. Necesitaba que todos estuviesen allí juntos, tenerlos localizados.

Fue a buscar a Gregor que aun estaba transformado en elfo drow, vigilando el paso y le advirtió sobre lo que estaba sucediendo más abajo y corrieron juntos de vuelta para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.

Umeris ya tenía preparado el pergmino de portal en mano, listo para pronunciar sus mágicas palabras y salir de allí en cuanto el agua empezase a brotar sin control. En cuanto el último chispazo agrietó la roca y todo empezó a irse al garete, vió una luz azul y desaparecieron de allí. Io también tenía sus propios medios al parecer, esa niña tendría que tenerla vigilada, era más de lo que parecía. Delor y Gregor fueron detrás, solo quedaba él, satisfecho y preparándose para lo que pudiese encontrarse una vez en Sundabar.

Se envolvió en su manto de invisibilidad y abrió el portal de camino a la ciudad. ¿Encontraría al ejército tomando la ciudad? ¿habría llegado a tiempo de hacerse con una oportunidad? en unos segundos lo descubriría...
La ciudad conquistada

En cuanto la luz del día lo bañó por completo, tuvo que achinar un momento los ojos para adaptarse al cambio de luz. Y entonces lo vió. La gran ciudad amurallada de Sundabar había sido conquistada por los orcos, no le cabía la menor duda. Desde arriba, con la visión cenital que ahora tenía podía ver cómo los orcos salían por todos lados acabando con los últimos reductos de defensa de la ciudad.

Buscó con la vista a uno que destacase por encima de los demás, Seda lo había descrito como un orco que medía como cuatro normales y el doble de alto, con una gran espada llameante. No tardó en encontrarlo. Ahora confirmaría sus sospechas acerca de algunos de los supuestos "héroes" que habían colaborado en llevar todo eso a cabo.
Bardin Bardinson - Paladin de Moradin; Adolphus Fenris - Cruzado de la luna;
Altris - Conjurador; Garr la Bestia - Osito feliz;
Goinar Undurr - El gemelo cabrón; Umeris Glynmaer - El Murciélago;
Thror Barbabronce - La llama de la creación
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Regresó del paseo por los jardines.
La compañía había sido grata. Y las conversaciones intrigantes y escalofriantes por igual.

No obstante algunas cosas requerían de estudio.
Si bien en media dekhana tenia.. no... debía releer los viejos escritos de la Cámara, otra cosa era más urgente.
Bajo la Autoridad de Endue Alustriel Manoargéntea.

Los Caballeros de Plata y la Legión encomiendan:

Búsqueda y apoyo para la localización y arresto de Ransell Kazaerss.
Se le considerara armado y hostil, siendo presuntamente un espía del ejercito orco conocido como El Gran Clan.
Bajo la autoridad competente deberá ser informado de su presencia. Así como la cooperativa para su captura y custodia para ser presentado en las dependencias de los cuarteles de Argluna.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Aprietos
En una noche de Sundabar en la que los gruñidos en lenguaje orco se imponían al animado ajetreo de la ciudad, y se escuchaban llantos lejanos como ecos de la zona alta, un pequeño grupo se deslizaba a través de un portal en las calles mal iluminadas por la luna y los fuegos de guerra. Su plan estaba peor definido que la iluminación y hasta Seda, que no era conocida por la mesura de sus ideas, se planteaba si realmente estaban haciendo algo sensato.

Iöna, Ransell y ella aparecieron en la ciudad enana, invisibles y protegidos, precisamente en la zona colindante al limo viscoso que había garantizado la victoria de los orcos. La Ciudad Alta permanecía aparentemente libre, la Ciudad Baja estaba completamente tomada por el invasor, y ellos habían llegado allí tras una larga discusión y que Ransell, por fin, hubiera decidido hacer uso de su tatuaje para localizar a Talonar.

Sabían que estaba en La Taberna del Cantor. No sabían si todavía poseía la Sangre de Gruumsh que le daba poder, pero Iöna quería intentar acercarse, Ransell insistía en usar alguna argucia como el disfraz (o más bien en que ellas lo intentaran) y Seda había decidido acompañarles a caballo entre la curiosidad, el desafío -entre Sannish y Frisk la habían vuelto loca con ello- y la posibilidad de huir con portales si la cosa se torcía.

Vamos, que aquello había sido mala idea desde el principio y su objetivo era cuando menos… improvisado. Sannish y Frisk distraerían desde el exterior. Ellos intentarían desde el interior… algo. ¿Acercarse a Talonar? ¿Buscar la Sangre de Gruumsh? ¿Abrir las puertas de Sundabar?

Qué ilusos. En cuanto Ransell pisó el limo los orcos lo abatieron, llevándose su cuerpo pese a los intentos de Seda por recuperarlo. Iöna aguardaba invisible, observando. Y Seda sentía esa necesidad habitual de… intentar algo. Aunque fuera desesperado. Aún podría tratar de causar problemas a Talonar. ¿Estaban celebrando en El Cantor? Si no podía acercarse a su líder sin peligro, quizás podría acercarse a la comida de los orogs...

Avisó a Iöna para que aguardara en lugar seguro. Invocó el poder del cuerpo de Seda y con un chasqueo de dedos silencioso se desplazó al tejado de la taberna, agazapada. Pero algo pasó. Un ruido, una teja desprendiéndose, un breve crack. El chamán orog miró en su dirección y, en el tiempo en el que su pergamino de protección ardía sin efecto alguno por algún motivo extraño, los proyectiles mágicos la acribillaron.

Su cuerpo rodó por el alero para caer entre el limo y los orcos con un húmedo "chof".
Despertó lentamente de la oscuridad, tomando conciencia poco a poco de los grilletes que sujetaban sus manos, el frío de la mesa de torturas, sus heridas sin tratar y la mirada divertida de Talonar, cuya cavidad ocular ahora tenía la forma de un ojo de limo violáceo y brillante. Ransell estaba allí también, en iguales condiciones que ella; y una figura encapuchada y oscura, en un rincón, ordenaba instrumentos variados con precisión, algunos de los cuales Seda podía reconocer. Bueno… Daan reconocía de tiempos más oscuros. Joder… otra vez. Otra vez la había jodido. Dejó caer la cabeza hacia atrás, golpeando contra la madera, y tragó saliva porque imaginaba lo que iba a pasar.

Lo que no imaginaba es que Ransell se vendiera tan rápido y sin resistencia alguna. Dándole palique al orog. Alabando su brillantez con sumisión lamentable. Intentando sonsacar con poca sutileza a ese tipo que lideraba al Gran Clan y que si algo no era, era tonto.

“Señor Talonar, no sé en qué podemos servirle. Señor Talonar, su plan para entrar en Sundabar fue brillante. Señor Talonar, somos más útiles vivos que muertos…”

Mientras tanto, ella intentaba comprobar si sus invocaciones funcionaban. Sin éxito. Retorció las muñecas para soltarse de los grilletes como le había enseñado Armin, varias veces. Sin éxito. Intentó no acribillar a Ransell con la mirada cuando le dijo a Talonar que ella tenía contactos con los líderes de Argluna. Sin éxito. Soltó una sarta de maldiciones de minuto y medio cuando comprobó que nada funcionaba. Con éxito notable, pero sin resultados. Ni siquiera sus provocaciones surtieron el efecto deseado, que en aquellos momentos era… cualquiera, una reacción que creara alguna oportunidad.

Mientras tanto, Ransell acudió manso al hombre de negro, que clavó siete veces la aguja, impregnada con un mejunje violáceo, en el tatuaje del escurridizo bribón. La cosa empeoraba. ¿Qué les iban a hacer con la marca?

Este ya está listo. Con ella… me llevará más tiempo.

Talonar se acercó a Ransell.

Vas a ser ojos y oídos. Me da igual cómo quieras hacerlo. Pero no quiero que ningún héroe de pacotilla ande merodeando más allá de lo que La Liga quiera hacer. De ahí en adelante... cumplirás, Jilguero. Y si tratas de traicionarme... –le palmeó el brazo donde estaba el tatuaje–... mejor no lo hagas.

Ransell asintió con servilidad. Lo último que supo de él es que iban a arrojarlo por la pila de cadáveres. Y fue entonces cuando Talonar la dejó a solas con el impasible hombre de negro.

Ella se revolvió en las cadenas, pateó y se revolvió. El otro la miró desde la oscuridad profunda de la capucha sin rostro.

Suficiente, Daan.

Sabía su nombre… no era algo que le extrañara teniendo en cuenta cómo apareció el primer tatuaje.

Tienes una opción simple –continuó–. Responder. Otra intermedia: que llame a tu amigo tuerto. Y la difícil... que me ponga serio. ¿Qué escoges?

Una esfera de fuego negro se formó en sus manos y Seda comprendió que la opción de huir había pasado. Se dejó caer.

No voy a responder nada por propia voluntad. Ni a ti, ni al tuerto. Así que puedes irte a freír espárragos, o traer la artillería. Pero te juro una cosa... esto me lo cobraré.

Lo suponía. Pero la voluntad se quiebra… –y la tenaza se cerró sobre los huesos de la mano.
Daan no era ajena al dolor o a la tortura. Sabía que el dolor tarde o temprano pasaba, había sido el motor de sus castigos desde que tenía memoria y había pasado por cárceles poco agradables muchas veces. Sin embargo, siempre había retenido, incluso entre gritos -era imposible no gritar en algún momento- un pequeño insulto. Una pequeña convicción testaruda que le permitía resistir con tan solo la pequeña satisfacción de devolver una patada o una palabra insolente. La imagen de unos dados girando en la que concentrarse y olvidarse de todo.

¿Cuanto tiempo llevas dentro de Seda, Daan?

Las décadas que hace que te tiras a tu madreeeeeaghhh...

Las tenazas se cerraron sobre sus dedos.

Eso era la falange medial.

Pero aquella vez no era sólo dolor, era contener la información. Era no ceder. Las preguntas se sucedieron, eludiendo todas sus argucias. Si respondía con mentiras, la tenaza fracturaba un hueso. Si respondía con silencio, la tenaza fracturaba otro hueso. Si respondía con insultos, la aguja se adentraba en el oído jugando con otros huesecillos más pequeños y dolorosos. Si respondía la verdad, pasaba al siguiente punto de forma sistemática exactamente igual que en los casos anteriores. Y las preguntas parecían no terminar: banales, personales, sobre sus compañeros, sobre el Gran Clan, La Liga Argéntea, sobre Puerta de Baldur… se fundían todas en el dolor, la descripción anatómica y los gritos.

Falange distal, medial, proximal, metacarpo, pisiforme, semiluna, escafoides…

En un punto los dados dejaron de girar. Contestó para parar el dolor. Pero los huesos y la voluntad se siguieron quebrando.
Un tiempo indeterminado después, el encapuchado dejó el martillo y las tenazas y limpió la aguja haciendo crujir el cuero de sus guantes. El cuerpo no se movía, y preparó la aguja con el vial morado para repasar el tatuaje, como había hecho con Ransell. Le dio la vuelta como a un muñeco y atendió a la marca del Gran Clan en la espalda.

Apoyó la aguja. Inició la punción. El cuerpo se movió con un estertor en una última resistencia. Apenas unos milímetros de desvío.

No te muevas, Daan. Te prometo que seis veces más y esto termina –repetía el otro pasando la mano enguantada por su cabeza.

Fueron seis los pinchazos más. Pero Daan no se quedó quieta.

Incluso así le costaba obedecer.
Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

El orco cayó...

Las miradas se dirigieron a la infantería de Felbarr.
Una ballesta. Tanta distancia. Era un disparo imposible para casi cualquiera.
Sin embargo ninguno, entre el caos del momento, ni después, se hizo meritorio de tal hazaña.

Como un enjambre de oscuridad, las estrellas se ocultaron y los cuervos descendieron.

- ¡Son los cuervos! ¡Recordad, no dejéis a ninguno vivo! ¡Disparad! ¡Disparad!

Como un manto negro, los cuervos cayeron sobre la Liga.
Flechas, virotes, golpes y cortes se abatieron sobre los cuervos.
Picos y garras sobre humanos y enanos.

Al Alba, las heridas no habían sido fatales para casi nadie.
Las garras y pico habían zaherido. Varios habían perdido uno.. o ambos ojos.

En el suelo, un tapiz de plumas y cuerpos negros cubría el césped.

- Tenemos un problema. Lo que dijo el informante es cierto. Pero no podemos parar a esos cuervos.

Sobre el suelo ... un tapiz de plumas y cuerpos negros... sin osamenta alguna.
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Re: Los orcos que están por venir

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Talonar abandonó el Cantor.
El alba había sucedido hacía horas.
Se encaminó a la muralla a través del limo, el cual se abría a su paso facilitándole la marcha.

- Mi tiempo aquí ha llegado a su fin. -Dijo una voz a su espalda.

Nunca le había gustado ese tipo. Silencioso y siniestro.
Miró por encima del hombro. La túnica negra con ribetes plateados reposaba sobre el adoquinado. Los guantes de cuero permanecían ocultos en las mangas.

- ¿Te ha ido bien tu paseo?

- Si.

- ¿Volverán?

- Si.

El gigantesco Orog desvió ambos ojos a la muralla nuevamente.

- Entonces todo irá bien. Pronto terminará la labor que le encomendamos. - Rió fuertemente.- Y entonces... veremos cuanto nos divertimos ¿No te parece?

- ...

El Orog volvió a girar la cabeza mirando por encima del hombro...

- ¿No te pare...?

... Solo para encontrarse con un hueco en el limo, que poco a poco iba cubriendo el adoquinado.
Gruñó y apresuró su paso a la muralla.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »


Parpadeó un par de veces.
Se le secaban los ojos.
Hacía años que no trabajaba tanto y tan seguido. Apenas si paraba para comer algo, descansar unas mínimas horas... y seguir trabajando.

Movía las manos, agarrotadas y limpiaba los dedos en un trapo cuando comenzaban a sangrar.

Desde que habían llegado, la tarea se le había puesto delante.
O trabajaba. O se acababa.

Y trabajó. Por supuesto.
Y conforme los días pasaban continuaba con su labor.
Día a día.
En un trabajo que parecía casi infinito.

Resignado, cada pocas horas miraba el titulo que colgaba en la pared.
Luego, volvía a la aguja, el hilo, los patrones, telas , cueros y metales... y continuaba trabajando.


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Re: Los orcos que están por venir

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Ajustó las lentes mientras pasaba el papiro a través del portarrollos.

Sin duda era fascinante.
Un complejo arte. Tan vivido. Tan presente. Tan perfecto.

Como si un artista hubiese salido del retiro para empuñar nuevamente el pincel, el cincel,...

Lo malo del artista. Es que el nombre no le decía nada.
Absolutamente nada.

Y se acababan los sitios donde buscar.

- Misiva de informe de la Legión, Señor. Hoy no ha habido altercado alguno. Siguen tras las murallas. Los restos de cuervos han sido quemados. Solo se ha visto al gran Orog pasear por la Muralla y mirar hacia las formaciones de la Liga por cerca de una hora antes de retirarse.

- Gracias, Caballero. Puedes retirarte. - El anciano se desplomó en el butacón de orejas mientras se frotaba la ceñuda frente. - ¿Qué buscan ganar en Sundabar?
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Re: Los orcos que están por venir

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Observaban los días pasar.
En lo bajo. los orcos se habían adueñado de Sundabar.
El limo cubría calles y edificios.

Y sin embargo, tras casi una dekhana, no había ningún intento de asalto a la zona alta de la ciudad.
El agua brotaba limpia gracias a los clérigos. La comida, si bien escasa, tampoco era un problema.

Idas y venidas eran observadas con temor los primeros días.
Con duda los siguientes.

Pero ahora... encerrados en jaulas de oro y santa piedra... los supervivientes comenzaban a notar el desasosiego de la incertidumbre.
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El miedo a lo desconocido.
Poco a poco, pequeños grupos se iban conformando. Cada vez más resueltos a hacer algo por liberarse de su jaula.
Una ira que comenzaba a manifestarse.
Una ira que acrecentaba el odio.

Un odio que ....

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Re: Los orcos que están por venir

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Alzaron la vista.
En el Foso caían meteoritos.
Los gritos orcos resonarón hasta el Campamento de la liga.

- ¡Intrusos!

¿Intrusos? En medio de la noche los dormidos se despertaron y se apresuraron a coger su arma.

Un destello en las Puertas de Sundabar.
Un portal rojizo que se abría y se cerraba.

¿Qué... había pasado?


No menos de una hora después una figura bajaba andando a trompicones.
Una niña de apenas 10 años cargaba un saco.
Dos Caballeros de plata cruzaron raudos el puente y comenzaron a subir la loma. Cogieron a la niña y el saco... sin un solo grito o hacha que rozase su cabeza.


- ¿Estás bien, niña?
La pequeña asintió con los ojos inundados en lagrimas.
- Él di... dijo que diese el sa...saco y... esto - Dijo sacando un pergamino doblado sobre si muchas veces.

El caballero desdobló la hoja para encontrarse una nota en común que leyó en voz alta.

Sundbarr es nuestra.
La defenderemos.
Igual que los orcos no son bienvenidos en vuestras ciudades, nadie que no haya sido invitado a Sundbarr lo será.
Unos intrusos nos han molestado colándose invisibles, apareciendo y desapareciendo.
Para luego marcharse invisibles a través de uno de vuestros portales.

Una afrenta a mi autoridad merece una respuesta.
Espero que os satisfaga mi magnanimidad.

Talonar, Hijo de Grums. Gobernante de Sundbarr. Caudillo del Gran Clan.




Todos miraron el saco durante un largo minuto.
La niña fue llevada por un clérigo para ser atendida.

Finalmente alguien abrió el saco y vació el contenido....
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