Los orcos que están por venir

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PonyAmistoso
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por PonyAmistoso »

Con un suspiro, Lavainn se dejó caer sobre una cama en una posada de Fellbarr, abatido. No pudo soliticar una audiencia con el monarca, pero por una vez en su vida prefirió no discutir la gravedad del asunto, y se contentó con que le dijeran que ya habían recibido el mensaje, incluso si eso le hacía pensar que acababa de perder el tiempo.

Cerró los ojos, echado sobre la cama. Cuando decidió volver a la Marca, lo hizo a sabiendas de que se encontraría peligros. Demonios, es por ello que quiso volver, para tratar de apoyar al lugar contra las amenazas, para ello estuvo tanto tiempo meditando, mentalizándose... Y, aún así, nada evitó que su cuerpo temblara al ver los cadáveres rodeando Sundabar, los orcos apostados en el puente, al imaginarse cuántos estarían ahí dentro si tantos había fuera. Por suerte, no llegaron a entrar para investigar, si lo hubieran hecho, dudaba que ninguno hubiese salido de la ciudad, del mismo modo en que dudaba que los orcos hubieran tomado rehenes, aunque no se atrevió a decirlo mientras observaban la entrada.

Era la mejor decisión, informar al resto, asegurarse de que nadie fuera cogido por sorpresa. Maximillian había sido sensato al aceptar ese método de acción, y lo mismo el resto. Así, quizás sería posible formar algún tipo de coalición para retomar la ciudad-fortaleza, después de todo, actuar en unidad era la mejor manera de actuar.

-Creo que los enanos no le deben nada a Sundabar- El pensamiento lo asaltó de improviso, recordándole palabras que habían sido pronunciadas horas atrás.

Lavainn hizo una mueca y abrió los ojos, mirando al techo de piedra, asfixiante, y pensó que aunque no quisiera admitirlo aquellas palabras albergaban cierta verdad. ¿Se movilizó acaso toda la Marca para defender Sundabar del asalto del Liche? Puede que su memoria no fuera la mejor entre los de su raza, pero creía recordar que no. Por supuesto, la situación no era la misma, pero aún así...

-Has de confiar, Lavainn, ya has avisado, sabes que lo sabían, han de estar preparándose... No tiene sentido preocuparse, sólo piensa en cómo actuar- Se dijo a sí mismo, respirando hondo, tratando de calmarse. Maximillian y los otros se estaban moviendo también, si alguien podía hacer algo, estaría informado, y como mínimo podría evitar que otra ciudad más cayera.

...Y, aún así, no podía evitar pensar que, si el tal Talonar lideró a los orcos para tomar una fortaleza como Sundabar, pocas posibilidades albergarían el resto. Del mismo modo, no podía quitarse de la cabeza todos aquellos nombres que había mencionado Maximillian, y que ninguno de los que los acompañaron pudieron decir con exactitud qué era de ellos. Algunos de ellos los conocía, no había pasado tanto...

-Anghárradh, vos que sois una y tres, ayudadnos, a mis compañeros y a mí, en estos tiempos de necesidad...-

Sus rezos duraron desde altas horas de la noche hasta entrada la madrugada, y sólo entonces fue incapaz de atrasar más la llamada del cansancio y entró en trance, buscando el reposo, y pensando en cuánto podrían hacer ahora y, más aún, cuánto habría hecho ya el tal Talonar que él no supiera, cuánto habría conseguido mientras él pasaba el rato paseando y meditando por los caminos lejanos.

Se preguntó, cuánto de ello podrían deshacer.
--Talos--
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

El periplo de un chamán. 2 Parte
Los días en los bosques.
La larga marcha por caminos olvidados, o ni siquiera creados, a través de los densos bosques se inició.
En fila de marcha, a paso ligero, o al menos lo que el terreno permitía, comenzaron el viaje.
En medio de la columna, el chamán avanzaba releyendo la arrugada hoja. Estaba escrita en un idioma desconocido para él, pero alguien se había preocupado de traducirlas en los márgenes.Pulcra letra. Buena caligrafía. No había sido por mano de un orco.

Los batidores avisaron de un Hipogrifo en la lejanía que poco a poco les daba alcance.
La columna no frenó su avance, el chamán miró hacía el cielo por unos instantes, observando el hipogrifo... y continuó la marcha.
Y continuaron sin contratiempos por sus perseguidores. Y llegaron al destino.
En los alrededores del Infierno.
El chamán comenzó a dar órdenes de despliegue.
Se apresuró a hablar con quienes moraban en ese lugar infernal.
Mientras era escoltado por un reducido grupo de tropas y de los propios ¿Nativos? de la zona...el resto de la columna se fue disgregando en contingentes.


Quizás. Solo quizás, las cosas hubiesen ido mejor si todos hubiesen cruzado el Umbral.
O quizás hubiese sido peor.

Escuchó el rumor de la contienda acercarse y siguió leyendo, repasando lo memorizado mientras continuaba recitando.

Las palabras en su idioma surgían efecto, notaba como el calor había decrecido en la gran sima de magma.
Linea a linea.
Parrafo a parrafo.
Nombre a Nombre.

Cuando la gran puerta de madera se abrió tras de si, hundió la hoja en la tierra y continuó recitando.
Se le echaron encima, vio la explosión sobre el altar, sobre los restos de lo que los nativos hubiesen hecho o fuesen a hacer.
Notó el zumbar de un Portal abierto...
Vió como del fondo de la sima, finalmente tres tentáculos emergian.

Lo siguiente que vio, fue un montón de enanos.
Puso su mano en el pecho y comenzó a recitar con el fin de detener su propio corazón... cuando se hizo el silencio en su boca.

Daba igual.
No diría nada.
No revelaría nada.
Por la Gloria de Talonar. Por la Gloria de Gruumsh. Por la Gloria de Ilneval. Por la gloria de Ghonador.

El chamán Orog fue drogado, golpeado y cosas peores... Pero de su propia boca. Por su propia voluntad.... Nada dijo hasta que su último aliento abandonó el cuerpo.
¿Fin?
La figura miró los cadáveres con desdén.
Orcos. Solo eran unos malditos e insignificantes orcos.
Pero tenían que cumplir su cometido. A fin y al cabo, la Guerra Orca tenía que suceder.
El capitán avanzó pesadamente y con desgana, hincó una rodilla en el suelo cerca del altar y apartó de un par de manotazos la tierra.
- Jodido, Valen. Van a acabar volviéndome loco con tanta mierda.

Recogió la hoja que le habían mandado recuperar.
Ahora.. la devolvería y luego regresaría a echar una ojeada a la villa.
Ya hacía tiempo de ello.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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--Talos--
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

El orog observó desde lo alto del muro de Sundbarr.

Los Parias habían cumplido su función de retirar los caídos en la ciudad y expulsar sus cadáveres.
Tanto como aviso, como para evitar que la misma Talona se agraciase en acudir a la ciudad ahora propiedad de los orcos.

Un par de avistamientos.
Algún altercado con "heroes" .
Y tal y como había previsto, a los pocos días de la conquista, provenientes de todos lados.
Enanos y humanos comenzaron a disponer pequeños campamentos en el bajo rio tras el puente, tras retirar los cadáveres desnudos apilados en pilas.

La nueva noticia corrió rápido. Sundabar estaba sitiada.

No obstante, otras noticias también salieron a la luz.
Poco más de un centenar de muertos se apilaban en las pilas.
Las preguntas eran...
¿Qué pasaba con el resto de la población de Sundabar?
¿Funcionaría el asedio de una ciudad preparada para repeler casi cualquier ataque?
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Cruce de las Rauvin

Despertó con la boca llena de imprecaciones aprendidas de muchas resacas, que no pudo emitir porque la tenía seca como un trapo y con el sabor de una alpargata. Debía estar en una versión giratoria del templo de Nevesmortas, porque todo daba vueltas, incluida la cara de Gregor mientras le contaba que llevaba un día y medio durmiendo. ¡Un día y medio!

¡Gregor! ¡Talonar! ¡Cruce! ¡Los muertos! ¡Que se levantaban los muertos! –exclamó mientras se reorientaba dando bandazos fuera de la camilla.

Fueron directos a La Rosa. Estaba claro que había que ir a toda velocidad a Cruce, pero no se había podido hacer nada hasta el momento y se necesitaba gente. Zalcor acababa de regresar de informar en Argluna, y estaba poniendo al día a un pequeño grupo de aventureros. Traía novedades y un broche que servía para comunicarse con Elminster en caso extremo, y estaba explicando la gravedad de lo que había averiguado el Grelícido del chamán orco, con la Sangre de Gruumsh que estaba consumiendo Talonar, el nuevo ojo violáceo del que antes era tuerto pero ya no, y la invocación a Ghónador, señor de los limos de la Infraoscuridad, que todavía no comprendían muy bien.

Delor, que había estado con ellos en Tornapetra pero se había separado en Felbarr, parecía preocupado; Iöna y Umeris, que escuchaban atentos al explorador, curiosos principalmente.

Más aventureros para morir –comentó simplemente Iö cuando decidieron partir todos. Empezaba el día con optimismo.
Cruce de las Rauvin había sido atacado por los orcos, que habían dejado los cuerpos de sus víctimas en la puerta, a modo de advertencia. El interior del pueblo estaba cubierto de neblina y el suelo de limos agresivos, y poca vida quedaba en aquellos momentos en el interior. Algo había sucedido que había alterado igualmente los espíritus de los muertos, pero sin un clérigo a mano poco más podían saber.

No es que a Seda le preocupara mucho el destino de aquel pueblo de necios siniestros que quemaban mozas por superstición, pero encajar los movimientos de Talonar era todavía complicado, y la sensación de urgencia no se iba.

Perdieron el tiempo justo en la hoguera para aplacar los fantasmas de las muchachas cuyos huesos asomaban todavía entre las cenizas. A Seda no le gustaba demasiado la quema de brujas. Después dedicaron algo más para acabar con los alzados –los ciclos interrumpidos, como decía Zalcor– que el explorador había contado meticulosamente, mezclándose con ellos mediante polimorfias, y se negaba a dejar atrás. Tras comprobar finalmente que los orcos se habían centrado exclusivamente en Rauvin, buscaron unas luces que Seda había visto en la distancia desde la colina, y que juraba que estaban encima de un muladar.

Treparon por los escombros y desperdicios ayudados por Gregor, que ahora había cambiado de Gregarukk a Gregáguila y después a Gregaderas, intentando no preguntar en qué extremidades humanas se habían apoyado para subir por su forma de planta, y llegaron arriba cubiertos de limo y heces.

Una vez allí, Seda se calló vilmente al reconocer que había un camino desde el pueblo, llano y directo, al gran agujero que se abría allí en el suelo. Una mirada al grupo (cubierto de mierda, cosas pegajosas innombrables, mugre y sangre de no-muerto, con Zalcor extremadamente demacrado) le sugería que mejor se guardaba el comentario. Todos habían llegado bastante agotados, menos Gregor. Cambiando de forma a placer, Gregor se encontraba en su salsa incluso rebozado en icor.

Lo que descubrieron arriba, sin embargo, llamó su atención lo suficiente como para no darle más vueltas al muladar. Un gigantesco agujero por el que se vertía agua y limo se abría en mitad del río de Cruce de las Rauvin, con una altura considerable, el tamaño para albergar a tres o cuatro orcos a la vez y huellas claras de que habían descendido por allí. Y las comenzaron a cuadrar.

Explosivos para volar una presa. Explosivos para abrir un agujero en mitad de un río. Túneles cercanos a una de las más importantes ciudades estratégicas de La Marca, conocida por sus subterráneos del Semprefogo. Una ruta sobre el mapa que cobraba sentido.

Les ganaban como mínimo medio día de ventaja. Más de dos días si contaba su último encuentro con Talonar.

Seda quería enviar un mensaje y seguirles por la retaguardia. Zalcor y Gregor regresar a avisar. Umeris, Iöna y Delor bajar tras ellos.

Finalmente escribieron un mensaje que entregaría el halcón del explorador y contemplaron el abismo.

No mucho rato. Gregor se convirtió en agua para deslizarse por él y Umeris y Iöna saltaron.

¡¡¡Locos!!! ¿¡Pero no sabéis que tenemos cuerdas!?
Gregor se deslizó fluidamente por el agua tratando de envolver a Umeris para protegerlo, mientras el elfo se desvanecía mágicamente en el aire. Cambió rápidamente de forma al llegar al suelo, adoptando la de un gigantesco bloque gelatinoso de los que se comen a los aventureros, para mitigar el fuerte golpe que Iöna se hubiera dado contra la roca del suelo, salvando la vida de la joven imprudente.

Mientras tanto, Seda descendía con un leve vuelo de hada –nada como la buena literatura mágica para llevar en la mochila– mientras informaba con voz de pito a Zalcor, más prudente, de la altura y estado de sus compañeros. Zalcor, que había agotado su capacidad para la polimorfia investigando a los alzados, recurrió finalmente a un amuleto que guardaba en el bolsillo.

Una gallina cayó aleteando sobre el cubo gelatinoso, salvándose igualmente de una caída mortal acompañada de una nube de plumas.

Ante ellos, se abría una caverna natural cubierta de limo y lodo, donde fueron recibidos por algunos ejemplares con vida que tuvieron que eliminar. Avanzaron con cautela, ya que era imposible hacerlo con sigilo, mientras Gregor tomaba la forma oportuna para explorar en cada momento.
Encontraron pequeñas cavernas vigiladas por orcos que se habían quedado atrás, y fueron eliminando grupo tras grupo sin saber muy bien qué hacían allí rezagados. Lo único que tenían en común eran escombros erosionados por los que se filtraba el agua del río.

¿Se encontraban bajo el Rauvin?

Seda iba pensando a toda velocidad mientras avanzaban. Ellos poco podían hacer contra un ejército, pero había algo que sí podían intentar para joder. No hacía falta mucha cultura para saber cómo actuaban los zapadores en los asedios, intentando derrumbar túneles, o usando nubes miasmáticas para ahogar y mermar a sus enemigos. Aquellos escombros parecían puntos débiles en la estructura. Quizás podrían derribarlos e inundarlo todo…

Seda estaba cada vez más convencida, sobre todo cuando hubo que traer del Más Allá in extremis a Iona y Umeris, tras un combate desafortunado. Sin embargo, al comunicarlo a sus compañeros comenzaron los problemas.

El río no se toca… y punto –sentenciaba Zalcor.

A ver, que el Rauvin no se va a secar ni desviar… Sólo vamos a ahogar orcos con esto…

¿Eres el dios de los ríos? –replicaba mordaz Umeris.

El dios de los ríos... no, pero el que descargará... su furia... contra el que lo haga... sí.

Oh claro, pues dejemos que invada una ciudad y maten a miles o quién sabe cuántos. No me interpondré.

¿Quieres... besar el suelo otra vez?–amenazaba Zalcor– Adelante... hazlo. La ciudad... no es mi problema... el entorno... que puede influir en el bosque... sí.

Zalcor, este río subterráneo crece y mengua, no creo que pase nada por hacerlo crecer –señalaba Gregor.

No me preocupa... que crezca aquí... me preocupa... que afecte al Rauvin.

¿Pero cómo sabes si el cauce se verá afectado con certeza?

Y si sale mal solo moriremos supongo… –intervenía Iöna con su reciente optimismo.

En mitad de las cuevas, los cuatro que habían descendido comenzaron a discutir. El explorador se negaba en redondo a la mínima posibilidad de que abrieran una vía de agua. Seda les intentaba convencer de que podrían huir con pergaminos a la ciudad, y el río no se vería afectado. Umeris y Gregor recordaban la importancia de ayudar a Sundabar y advertían que el equilibrio se vería más dañado con los orcos campando a sus anchas. Y Zalcor se oponía en redondo y se mantenía insensible.

Pero al final, dejaron de discutir. Habían llegado a un punto muerto.

Vale. Vamos adelante –Seda apretó las mandíbulas.

No llegaremos a tiempo, pero adelante.
Desapareció en el primer combate, con la certeza de que sus compañeros sabrían salir del apuro con los portales y de que iba a ser mejor para todos inundar los túneles. Usó el poder del pacto concedido a su nuevo cuerpo, desplazándose a grandes saltos que disimularan su desaparición. Y de nuevo, desde el principio de la cueva, comenzó a pulverizar la roca con sílabas de poder oscuro, dejando que la presión del agua terminara su trabajo.

Fundida con el entorno, subida a una seta en equilibrio precario para no dejar marca en el agua, sólo tenía que romper una roca más cuando Zalcor llegó corriendo, buscándola con la cara deformada por la ira.

¡¡¡Seda!!! ¡¡¡Será mejor que pares!!! –gritaba al aire.

Miró a la roca. La elección era difícil. Zalcor no la perdonaría. Había sido mucho tiempo de aventuras juntos, pero tenía que intentarlo. Tenían que intentar algo contra Talonar y el nivel de un río no iba a ser la causa de su pasividad.

ZAASH –susurró mientras apretaba el puño en dirección al último punto débil.

Zalcor lanzó un tajo que cortó carne en su dirección. Seda se sujetó la herida, cambiando con un salto de posición, esperando el resultado para huir, aunque conociendo al explorador sabía que el siguiente golpe podía ser mortal. Maldito cabeza-cuadrada...

¡¡¡Último aviso, Seda!!! –y súbitamente cambió la postura de ataque para gritar al colgante de Elminster– ¡Telepórtala! ¡Telepórtala ahora!

¿Qué?

Entonces comenzó a resonar un rumor en la galería, mientras grandes grietas se formaban a lo largo del techo y las paredes. El agua empezó a brotar a borbotones por las fisuras, aumentando velozmente el nivel de los túneles. Lo había logrado. Sin embargo, Seda no llegó a ver el resultado final porque unas luces azules la envolvieron.
Cayendo de pronto al suelo, sin ocultación, empapada, cubierta de limo, polvo y agarrándose el costado sangrante, Seda levantó la mirada.

Estooo… hola, Elminster.
Última edición por Daan el Lun Ene 18, 2021 7:27 pm, editado 1 vez en total.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Despedidas

Elminster contempló con cara impasible cómo Seda y Zalcor discutían, recién aparecidos en su despacho, uno con ira sorda y miradas furiosas, la otra con reproches e insultos de frustración. Amenazas cruzadas y dos puntos de vista irreconciliables: la muerte de los orcos, el desvío del río. Promesa de represalias del Círculo Druídico. Palabras viperinas y advertencias del peligro que supondría Ghónador para el bosque.

Entre medias, retazos de la situación que preocupaban cada vez más al viejo mago. Sundabar atacado por el subsuelo. Daños posibles al cauce del Rauvin. La villa de Cruce destrozada por limos.

Nada de lo que la joven dijo calmó el enfado del explorador, y a cada palabra del Guardián la otra parecía enojarse más.

Zalcor entregó el colgante que les había transportado al mago y se fue, enojado y desentendiéndose de ellos. Seda se quedó sangrando en el sitio, tras soltarle una retahíla de insultos que hubiera sonrojado a un marinero de Puerto Cráneo.

Elminster sólo observó.

¿Y tú qué? –espetó la joven a Elminster descargando frustración–. ¿Me vas a enchironar por intentar ahogar orcos?

¿Enchironar? Jovencita, respira. No me gustaría que hubiese más manchas de sangre a limpiar en este despacho que las que ya has salpicado.
La conversación con el mago fue breve y algo abrupta. Seda informó de lo que habían averiguado hasta el momento, tratando de que el mago le explicara a ella lo que estaban haciendo desde la capital. Su espíritu de perista le recordó además al mago que había un pago pendiente.

Por su parte, Elminster estaba más ocupado en descubrir qué había detrás de los orcos -demasiado bien planificados, demasiados dioses con ellos, demasiado poderosa la Sombra que les protegía- que en actuar para defender las ciudades de la Liga de los ataques. No profundizaron. Había algo relacionado con Alaundo (tendría que preguntar a Gregor). Profecías. Y con la ciudad en el desierto que ella había visto tiempo atrás pero que no recordaba (y no iba a dejar que toquitearan su cabeza para recordar).

El resultado era una pasividad forzada que la impaciencia de Seda llevaba muy mal.

Talonar es un hideputa muy listo, Elminster... Tiene el apoyo de Ilneval, Gruumsh y Ghónador. Ha bebido la sangre del tuerto... Yo no sé cómo estáis tan tranquilos.

El mago la observó levantando una ceja.

¿Lo estamos? –preguntó– No, querida niña. La Liga tiene miedo de ellos. Y de lo que pueda venir tras ellos.

“Los Tiempos Oscuros”.

Entonces les llegó con un Guardia de Plata la noticia de que Sundabar había caído.

Mierda.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »


El campamento de la Liga se había posicionado por el margen del rio.
El asedio había comenzado.
Nadie entra. Nadie sale.

Las horas pasaban en quietud. Manteniendo guardias y solo alejando a viajeros y aventureros curiosos de ver la situación de la ciudadela.
En las murallas se divisaban a orcos patrullando.
Los fuegos ardían y eran alimentado en algún momento para continuar ardiendo.

No fue hasta el quinto día de la toma de Sundbarr.
Y el segundo desde la llegada de las tropas de la Liga... Cuando el cielo se volvió negro.

Primero fue uno, ahuyentado por un enano a golpe de hacha.
Luego fueron dos. Cuatro... Muchos. Demasiados para ser contados.

Como un manto en el cielo de negras plumas, taparon el sol dirigiéndose a las murallas.





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lyre4974
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por lyre4974 »

RESUMEN DE LA VISION DE IÖNA SOBRE LOS ORCOS Y ELLA MISMA
Pese a no saber mucho sobre este enfrentamiento con Talonar y toda la Marca Argentea, Iona a ido creciendo, pero sigue siendo realmente baja, aunque su cuerpo ya muestra signos de la adolescencia. Desde que decidio seguir a Seda y a los valientes que luchan con los orcos, ha participado en varios encuentros y escaramuzas, oculta para evitar ser vista.

Tum Tum Tum Tum... su corazón palpita con fuerza, su sangre infernal empieza a hervir de emocion y con un anhelo que se vuelve dificil de controlar, a partir del momento en que se unio a luchar contra los orcos, su poder interior arde cuando el peligro la rodea, arde como el fuego del abismo y su alma se enciende mostrando la oscuridad en sus ojos, se la puede ver que disfruta con el peligro de la desesperada situacion, la lucha entre su luz y oscuridad ha empezado al dejar la infancia, un momento crucial que coincide con la llegada de Talonar y el auge de los orcos.

Iona suspiró con impaciencia, donde se habian ido Seda y los demas, escondida en las calles de Sundabar rodeada de orcos, finalmente decide cobijarse en el palacio de la ciudadela, muchas cosas pasaron por su cabeza en el tiempo que esperaba algun cambio ocurriera.

Que casualidad algo llamo su atencion, el cielo se tiño de un manto de negras plumas que taparon el sol dirigiéndose a las murallas - por fin! ya empezaba aburrirme.- penso Iona.-.
Bueno, me cuesta escribir con mis manos, asi que hice un mini resumen y puse cosas sobre Io que la han empezado a cambiar debido a la situacion actual de la Marca y sus demonios interiores.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Rasechimba »

Llegaron a la pequeña aldea del paso. Al parecer no había nadie vivo en ella. La vista del lugar era dantesca. Todo estaba cubierto de residuos pestilentes. El primer problema que se encontraron fue que el cementerio estaba lleno de alzados. Ahí Zalcor lo dejo claro, él tenía que hacerse cargo de eso, los demás podían seguir. Aún así el resto del grupo colaboró en dar fin a los ciclos interrumpidos. La batalla fue rápida, no ofrecieron gran resistencia.
Tras ello, por aviso de Seda, fueron en busca de unas luces. Entre estas, un enorme agujero atravesaba el suelo hasta a saber que profundidad. Por ahí caían parte de los residuos que ahora bañaban el lugar. El grupo decidió descender, no sin antes enviar a Fex, el compañero de Zalcor, con un mensaje a Sundabar, avisándoles de que podían estar en peligro y por qué. Cada cual descendió como pudo, desde caída libre hasta transformaciones de todo tipo.
El olor y las vistan no eran precisamente mucho mejores ahí abajo. Iban avanzando, haciendo frente a limos y orcos. Llegados a cierto punto de la grieta, sus compañeros examinaron el lugar y hablaron sobre la posibilidad de estar bajo el Rauvin y usarlo para inundar la grieta. A lo cual, obviamente, el guardián se negó. Estaba claro que influiría en el cauce del río, y por lo tanto tendría impacto en el equilibrio. El grupo entró en discusión, todos a favor de hacerlo y Zalcor en contra. La discusión acabo con "El Rauvin no se toca y punto" repetido varias veces incluso llegando a amenazar si lo hacían.
Siguieron avanzando y esta vez encontraron un numero mayor de orcos, Zalcor no tenía claro que pudieran con ellos pero aún así se lanzaron a la batalla. Como era costumbre tras cada una, Zalcor se aseguró de que no había bajas en el grupo, y fue cuando se dio cuenta de que Seda no estaba. La conocía, sabía que iba a hacer lo que le daba la gana. Zalcor salió corriendo espadas en mano hacia el lugar exacto donde discutieron. Al llegar a esa zona vio que la estructura de la cueva ya había sido dañada en algún punto. Entonces un leve susurro llegó a sus oídos. Era Seda usando su magia. No dudó y como aviso solamente lanzó un corte en dirección al origen del sonido, sobre una seta enorme. El golpe dió en el blanco pero la magia volvió a golpear en la estructura.
Zalcor escuchó como Seda saltaba de la seta. Volvió a amenazarla y esta vez cambió su postura para poder lanzar varios ataques girando. En ese momento se le ocurrió otra idea. Sacó el broche de Elminster y le pidió que se llevase a Seda. Pero fue tarde, las grietas iban aumentando y el agua empezó a llenar la estancia rápidamente. Seda desapareció y poco después que ella él también. Estaban con Elminster. Nuevamente Seda y Zalcor discutieron sobre el asunto. Pero para Zalcor ya era tarde, dejó claro que se desentendía del problema con los orcos y de que ya le llegarían las consecuencias a Seda por lo que había hecho. Zalcor se despidió de ella con un simple "cuida tus pasos".
Tras abandonar palacio zalcor se dirigió rápidamente, primero a Amendur haciendo uso de las raíces de los árboles sagrados para llegar a su claro, y luego volando buscando a Vildiara en sus lugares favoritos que conocía. Tenía que contarlos lo que había pasado y su posición actual en cuanto al asunto de los orcos y futuros asuntos de las ciudades.
--Talos--
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Con susurros se extendió por Nevesmortas el rumor.
Una habitual de la zona. Una aventurera. Había aparecido en mitad de la noche en el centro de la villa, desnuda y malherida, con una nota sobre el cuerpo.
Una nota en orco.
¿Qué diría?
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »


- Ya veréis, es muy divertido. - El orco abrió la ventana arrastrando al indefenso hombre del cuello.
Un par de orcos más se acercaron a la ventana del primer piso.
- No, por favor. - Gimoteó el hombre.
Entre risas de los tres orcos el hombre fue sacado por la ventana, golpeaba inútilmente la manaza que aferraba su cuello.
- ¡Por favor! ¡Por favor! ¡No!
- ¡HORA DEL BAÑO! -Bramó el orco abriendo la mano y dejándolo caer desde el primer piso.

El hombre se hundió en el limo. En la mezcla de color verdelilaceo que reptaba por las calles.
Se levantó, dolorido por el pequeño costalazo amortiguado de la caída, sacudiendo el limo.
Los Orcos reían.
El Hombre gritaba.
La ropa humeaba.
Luego la carne.
Luego los huesos.
Hasta que solo quedó.... el limo.


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