Drakehar Silverwings
Publicado: Mié Mar 31, 2021 8:21 pm
Al sur de Cormyr se encuentra La Costa del Dragón, ahí es dónde nació Drakehar.
Vivía con su madre y los sirvientes en un pequeño castillo propiedad del padre, un caballero que pasaba poco tiempo en casa.
Su padre, Lord Calantar Silverwings, volvía a casa dos o tres veces al año. Se quedaba una o dos dekhanas y se volvía a marchar. Así desde que Drake tenía memoria.
Cada día que pasaba cobró más conciencia, su padre era un paladín al servicio de una deidad del bien, Bahamut. Su misión, luchar contra el mal, y el mal nunca descansa; por eso él apenas tampoco lo hacía. Cada vez que su padre volvía, lo hacía más cambiado que la vez anterior. La primera vez, su piel tenía un brillo plateado, un resplandor que podía reflejar la luz. Con el paso de los años, se le afilaron los dientes y de los dedos le surgieron garras. Pero lejos de causar temor, causaba confianza y tranquilidad. Siguieron pasando los años, y la capa brillante se convirtieron en miles y miles de pequeñas escamas que cubrían su piel.
Pasaron más de dos años hasta y su padre no había regresado, Drake sabía que estaba muerto. O eso pensó, pues los sirvientes del palacete dieron el aviso, el señor había regresado, pero no oyeron abrir las puertas. El paladín se detuvo en la entrada de la puerta, se agachó y cruzó el umbral, dos enormes alas plateadas asomaban en su espalda. Alzó la mano pidiendo calma a su hijo que puso una mueca de asombro. El muchacho de 14 años no estaba atemorizado, sólo excitado por lo que veía. Pasaron la dekahana hablando, Drakehar.
-Lléveme con usted padre, lléveme a la siguiente batalla, quiero luchar a su lado, quiero derrotar al mal. Quiero ayudar al mundo.
-No es tan fácil Drake... ojalá pudiera... pero nosotros no luchamos contra enemigos comunes... Bahamut nos tiene otra misión preparada... Y no es para ti... no aún, hijo mío, primero.... tienes que desarrollar el poder interior, no todos lo tenemos... quizá nunca lo desarrolles. Puedes luchar contra el mal, pero no conmigo, es muy peligroso.
Al día siguiente su padre partió de nuevo.
En su ausencia Drakehar empezó a practicar con el maestro de armas, desarrolló unas buenas cualidades combativas, pero ni una chispa de poder dracónico. Hasta que, la sangre se manifestó, un pequeño atisbo de magia hizo que el maestro se sobresaltara, incluso Drakehar no sabía qué había pasado... Pero al día siguiente, su padre aterrizó en el castillo. Cuando le contó que había pasado, el dragonante sonrió, y no pudo evitar la alegría, abrazó a su hijo con tanta fuerza que casi le dejó sin respiración.
-Bien, hijo, bien, has dado el primer paso, pero ahora. Ahora tienes que terminar tu entrenamiento, y dominar tu magia. Para después... desarrollar tus rasgos. Tiene un duro trabajo por delante, pero Bahamut provee, y yo te ayudaré. Lo primero que tienes que saber focalizar.... es convocar a tu familiar. Cuando lo hagas, el te guiará en tu camino. Confía en mí.
Antes de marchar le enseñó como podía canalizar la magia desde su interior. A los pocos días partió.
Drakehar siguió entrenando, hasta que lo consiguió, un pequeño dragón se materializo desde algún plano desconocido para él. Su entrenamiento había empezado de verdad.
Siguió entrenando, y patrullaba por la región cercana a su hogar, librando las tierras de monstruos y luchando contra el latrocinio.
Coincidió con Calantar en el castillo, y éste le contó lo que hacía, pertenecía a una orden de caballeros dedicados a Bahamut, su tarea era librar al mundo de los planes que urdían los dioses del mal y en especial Tiamat, La Reina Dragón. Pero también le dijo que para pertenecer a dicha orden, primero, tenía que aceptar completamente su herencia, debía cambiar como él lo hizo.
-Drake, ve al norte, tan al norte como puedas, en la región de La Marca Argéntea, allí podrás encontrar tu camino, fue dónde yo lo hice, es una tierra llena de magia, de peligros y dragones. Yo sólo puedo enseñarte el camino, tú debes recorrerlo.
.
Vivía con su madre y los sirvientes en un pequeño castillo propiedad del padre, un caballero que pasaba poco tiempo en casa.
Su padre, Lord Calantar Silverwings, volvía a casa dos o tres veces al año. Se quedaba una o dos dekhanas y se volvía a marchar. Así desde que Drake tenía memoria.
Cada día que pasaba cobró más conciencia, su padre era un paladín al servicio de una deidad del bien, Bahamut. Su misión, luchar contra el mal, y el mal nunca descansa; por eso él apenas tampoco lo hacía. Cada vez que su padre volvía, lo hacía más cambiado que la vez anterior. La primera vez, su piel tenía un brillo plateado, un resplandor que podía reflejar la luz. Con el paso de los años, se le afilaron los dientes y de los dedos le surgieron garras. Pero lejos de causar temor, causaba confianza y tranquilidad. Siguieron pasando los años, y la capa brillante se convirtieron en miles y miles de pequeñas escamas que cubrían su piel.
Pasaron más de dos años hasta y su padre no había regresado, Drake sabía que estaba muerto. O eso pensó, pues los sirvientes del palacete dieron el aviso, el señor había regresado, pero no oyeron abrir las puertas. El paladín se detuvo en la entrada de la puerta, se agachó y cruzó el umbral, dos enormes alas plateadas asomaban en su espalda. Alzó la mano pidiendo calma a su hijo que puso una mueca de asombro. El muchacho de 14 años no estaba atemorizado, sólo excitado por lo que veía. Pasaron la dekahana hablando, Drakehar.
-Lléveme con usted padre, lléveme a la siguiente batalla, quiero luchar a su lado, quiero derrotar al mal. Quiero ayudar al mundo.
-No es tan fácil Drake... ojalá pudiera... pero nosotros no luchamos contra enemigos comunes... Bahamut nos tiene otra misión preparada... Y no es para ti... no aún, hijo mío, primero.... tienes que desarrollar el poder interior, no todos lo tenemos... quizá nunca lo desarrolles. Puedes luchar contra el mal, pero no conmigo, es muy peligroso.
Al día siguiente su padre partió de nuevo.
En su ausencia Drakehar empezó a practicar con el maestro de armas, desarrolló unas buenas cualidades combativas, pero ni una chispa de poder dracónico. Hasta que, la sangre se manifestó, un pequeño atisbo de magia hizo que el maestro se sobresaltara, incluso Drakehar no sabía qué había pasado... Pero al día siguiente, su padre aterrizó en el castillo. Cuando le contó que había pasado, el dragonante sonrió, y no pudo evitar la alegría, abrazó a su hijo con tanta fuerza que casi le dejó sin respiración.
-Bien, hijo, bien, has dado el primer paso, pero ahora. Ahora tienes que terminar tu entrenamiento, y dominar tu magia. Para después... desarrollar tus rasgos. Tiene un duro trabajo por delante, pero Bahamut provee, y yo te ayudaré. Lo primero que tienes que saber focalizar.... es convocar a tu familiar. Cuando lo hagas, el te guiará en tu camino. Confía en mí.
Antes de marchar le enseñó como podía canalizar la magia desde su interior. A los pocos días partió.
Drakehar siguió entrenando, hasta que lo consiguió, un pequeño dragón se materializo desde algún plano desconocido para él. Su entrenamiento había empezado de verdad.
Siguió entrenando, y patrullaba por la región cercana a su hogar, librando las tierras de monstruos y luchando contra el latrocinio.
Coincidió con Calantar en el castillo, y éste le contó lo que hacía, pertenecía a una orden de caballeros dedicados a Bahamut, su tarea era librar al mundo de los planes que urdían los dioses del mal y en especial Tiamat, La Reina Dragón. Pero también le dijo que para pertenecer a dicha orden, primero, tenía que aceptar completamente su herencia, debía cambiar como él lo hizo.
-Drake, ve al norte, tan al norte como puedas, en la región de La Marca Argéntea, allí podrás encontrar tu camino, fue dónde yo lo hice, es una tierra llena de magia, de peligros y dragones. Yo sólo puedo enseñarte el camino, tú debes recorrerlo.
.