Rolan

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Wirender
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Rolan

Mensaje por Wirender »

Me gustaría contaros que procedo de una familia de alta cuna, y que mi infancia la pasé aprendiendo de maestros y eruditos, jugando en jardines de un castillo y sólo preocupándome de tareas como la caza o la diplomacia, pero no,...lamentablemente no es ese tipo de historia.


INFANCIA
Nací en una familia humilde, no por eso infeliz. Los recuerdos de mi infancia son buenos, duros, pero buenos.

Mi padre trabajaba cuidando los caballos de un gran mercader que disponía de una veintena de animales entre los que se incluyen potros, yeguas y sementales. Desde muy pequeño mi padre me enseñó el valor del trabajo y me dejaba las tareas de limpieza de los mismos. Les llevaba alimento, limpiaba sus excrementos y los cepillaba desde que salía hasta que se ponía el sol. Me gustaba. Los caballos son unos animales muy agradecidos y me transmitían tranquilidad. Pronto aprendí a montar y pude pasearlos para ejercitarlos. Una vida dura, pero feliz codo con codo con mi padre.

Los días pasaban en las cuadras y como dormíamos en una parte del establo convertido en choza, nos daba para permitirnos alguna pequeña y suculenta comida con el salario que pagaban a mi padre. Todo fue bien hasta que la vida me dio una primera lección...Mi padre enfermó un día y empeoró rápidamente sin que el herbolario del pueblo pudiese hacer nada para mejorar su estado. Mi madre no hacía mas que llorar y yo intentaba ocuparme de las labores de herraje de los caballos que hacía mi padre...La agonía no duró mucho, pocas semanas después de enfermar, murió. Fue un duro golpe para mí. El cabeza de familia, mi pilar, mi maestro, murió...mi madre perdió su sonrisa y con ello las ganas casi de vivir. El mercader nos dijo que ya no podía contar con nosotros ya que necesitaba un hombre que llevara a los caballos, y pese a que le insistí en que yo podía esforzarme, nos dijo que no podíamos quedarnos mas. Mi madre vio que tenía que ser fuerte y con los pocos ahorros que teníamos emprendimos un viaje en carreta hasta donde vivía su hermano,...mi tío.


JUVENTUD
Después de un lago viaje llegamos al pueblo de mi tío, un señor mayor pero recio, trabajador sin igual y una persona útil en sus labores. Nada mas y nada menos el herrero del pueblo. Sus labores pasaban por la fabricación de unos cerrojos para puertas, herraduras, etc... hasta en ocasiones, la renovación de las armas de la guardia del noble mas cercano...Todo un señor comparado con mi padre, claro está. La primera vez que lo vi, vi a un hombre con una sonrisa de oreja a oreja, un pelo y barba blanca y unos brazos...descomunales...era fuerte, se notaba que lo precisaba su oficio. Trabajador como era yo, no tardé en decirle que podía ayudarle en cualquier cosa que necesitase, y cargar con vetas de hierro, avivar las fraguas, afilar dagas, o cualquier otro trabajo. Nada superaría el esfuerzo de limpiar excrementos de caballo, herrarlos...Con mi tío aprendí a forjar herraduras, picos mineros, herramientas como martillos,...un oficio duro, pero satisfactorio cuando ves los resultados.

Conocí a otros chicos y chicas en la aldea aunque pasara mucho tiempo en la forja. El tiempo pasó y mi madre recupero un atisbo de lo que era su sonrisa. Me gustaba vivir con mi tío. Era un hombre carismático e interesante...De hecho un día mientras forjaba espadas para unos guardias, me dio cuatro lecciones de como empuñar un arma, lo que inicio un entrenamiento diario. Sinceramente, no entendía como una persona como él podía saber tanto de un arte tan complejo como la espada. La vida volvía a ser perfecta, amigos, trabajo, la sonrisa de mi madre.

Unos años después de vivir con mi tío, la vida me volvió a poner en guardia. Estaba con mi labor matutina de ir a la mina, cerca del pueblo, a obtener unas vetas de hierro para fabricar candiles, azadas y herraduras para los bueyes cuando sucedió. Nada mas acabar de llenar al burro que teníamos con vetas de hierro, me dispuse a salir de la mina y volver al pueblo. Al salir, lo vi...a lo lejos...el cielo ennegrecido, como una nube de una tormenta, pero con el sol en todo lo alto, ¿fuego?, en el pueblo? Dejé al burro y me apresuré a llegar a ver lo que sucedía. Cuanto mas me acercaba mas preocupado estaba por lo que veía. Cerca del pueblo podía oír ruidos que poco tenían que ver con un día a día, mas bien parecían gritos, lamentos, golpes...algo malo sucedía... Llegué al pueblo y me enfrenté a la cruel realidad. Muertos en el suelo, tirados contra las paredes de las casas, todo ardía,...el cielo tomaba un aspecto rojizo, como el suelo bañado en sangre...un frio estremecedor recorrió todo mi cuerpo. ¿Qué estaba sucediendo? corrí por las calles en dirección a casa y por el camino pude ver como indeseables criaturas como los trasgos estaban atacando mi pueblo, ¿Cómo habían llegado hasta aquí? los esquivé hasta dar con la puerta de la herrería la cual se encontraba en llamas...un temor me recorría por las venas....¿que habrá sido de mi tío y de mi madre? lo peor estaba por venir. Golpeé la puerta con fuerza para poder entrar hasta que cedió, y me precipité hacia dentro gritando el nombre de mi madre.

Nada mas entrar vi a varios trasgos rodeando a mi tío, hostigándole con sus toscas y melladas armas. Mi tío protegía a mi madre dejándola a sus espaldas. Rápidamente di un vistazo a ver que podía utilizar como arma para ayudarles y di con un martillo utilizado día a día en la forja. Este compañero de trabajo iba a servirme para mi primer combate real. Mi tío asestó varios golpes y yo me abalance contra la primera criatura que vi en aras de abrir un hueco que nos permitiera escapar. El viejo, con sus habilidades, pese a la protección que le otorgaba a mi madre, abatió a tres criaturas y yo pude deshacerme de una. Todo parecía ir bien, solo teníamos que irnos lo más rápido que pudiésemos de ese lugar, ponernos a salvo. Salimos a la calle y corrimos lo mas rápido que pudimos hacia el bosque, atravesando calles, cruces y esquivando a los trasgos que podíamos hasta llegar al linde del pueblo, pero no iba a ser tan fácil. A punto de llegar al bosque nos encontramos con varios trasgos que hicieron de muro, y detrás de ellos un Osgo, una criatura que doblaba en tamaño a los demás, empuñaba un hacha a dos manos mientras gritaba y señalaba a sus lacayos dándoles órdenes en aquello que mas que una lengua parecía ser un conjuro de maldición. Las criaturas nos rodearon y comenzaron a luchar, pero nada tenían que hacer contra la habilidad de mi tío con la espada, así que ya cansado de ver la lucha, el Gran Osgo cortó una cabeza de uno de sus lacayos mientras soltaba alaridos al viento y se abría paso para cargar contra quien le enfurecía. Todo lo veía de reojo ya que yo combatía con otros varios trasgos para que no se acercaran a mi familia.

Mi tío lucho contra el Osgo como un valeroso guerrero, pero este, al parecer, mucho mas diestros que los trasgos, le desviaba todos los golpes. La lucha se alargó hasta que, en un movimiento certero, el Osgo hundió su hacha contra el pecho de mi tío...los ojos se me nublaron...nooooo, inmediatamente mi mirada fue a mi madre mientras me deshacía de uno de los trasgos con mi martillo de herrero. El Osgo la cogió del cuello, la levanto en alto y en menos que un instante, se lo apretó hasta partírselo.

Allí en aquel preciso momento, fue la primera vez. No se si el motivo fue la muerte de mi tío que era un padre para mí o el ver como mi querida madre había muerto a manos de tal vil criatura de una forma tan desagradable... Mi cuerpo comenzó a brillar con una luz dorada, emanaba energía y desprendía cierto calor, las lagrimas corrían por mi cara, la sangre empapaba mi ropa, pero me sentía mejor, con mas fuerza, con mas ímpetu, aquella acción no podía quedar así. Comencé a asestar golpes a los trasgos que quedaban cerca de mí, deshaciéndome de ellos uno a uno mientras lanzaba injurias al viento contra el Gran Osgo. Quería destrozarlo...con cada golpe me sentía mejor, menos cansado, mas fuerte, mas hábil, mis heridas cicatrizaban...Corrí hacia el Osgo con mi arma en alto mientras él se preparaba en una postura defensiva...¡Morid escoria!... le comencé a lanzar golpes de martillo pero ninguno llegaba a su destino, el Osgo golpeaba con destreza y esquivaba mis golpes hábilmente. El combate no duró mucho...un paso en falso mío y el Osgo propinó un golpe con el mango de su hacha que me desarmó. Seguidamente me asestó varios tajos, sentía como su sucia hacha cortaba mi carne, pero aún así, le seguí golpeando con mis puños. El Osgo sorprendido, ya que no se esperaba tanto fervor, preparó aquello que podría ser una técnica marcial de las que mi tío una vez me contó existían y me propinó un golpe que me impulsó varios metros hacia atrás obligándome a morder el polvo....Ya en el suelo, abatido, cansado, desangrándome por los cortes, hinqué una rodilla para levantarme, pero mi cuerpo no respondía, las fuerzas me abandonaban y caí tumbado boca abajo....mis ojos se cerraban. Al fondo de mi mirada yacía mi madre sin vida,...no podía casi ni mover los ojos pero unas lagrimas recorrían mi cara de nuevo, "lo siento madre...."

Mi vista se nublaba pero mis oídos aun funcionaban y oí un sonido de un cuerno de guerra que no debería estar muy lejos. Entonces noté en mi cuerpo como retumbaba el suelo cual terremoto y pronto unos gritos de guerra en mi idioma se entrelazaron con los gritos guturales de los trasgos. Mi visión cada vez era menor y cada vez estaba mas nublada. Lo último que pude ver antes de cerrar los ojos, es cómo la cabeza del Gran Osgo rodaba por tierra y unas botas brillantes de una armadura dorada bajaban de lo que parecía ser un caballo grande de guerra...


ADOLESCENCIA
Me levanté en una tienda de campaña enorme llena de cosas, podría decirse que para mí estilo de vida eso era lo mas parecido a un palacio. Estaba en lo que parecía una cama improvisada, y tenía el cuerpo lleno de vendas. Así es como conocí al hombre que a partir de ahora iba a llamar Maestre. El Maestre era un hombre corpulento y bien vestido, con buenos modales y mejores palabras. Siempre llevaba en el cinto su espada bastarda y nunca desatendía ningún detalle de fuese lo que fuese lo que iba a hacer o decir. En el campamento compuesto por varias decenas de hombres, todos le saludaban a su paso y él les devolvía el saludo mirándolos y asintiendo. El Maestre me contó lo que había sucedido en el pueblo, como llegaron a tiempo y como fue la carga de los caballeros contra el Osgo y los trasgos. Lamentó no llegar antes, pero fue casualidad dijo, porque volvían de unas cruzadas cuando vieron el humo en el cielo.

Pasé mucho tiempo con el Maestre y aunque era una persona de pocas palabras se veía que era una persona noble, de alta cuna, no solo un guerrero consagrado a su dios. Días después de nuestro primer contacto me preguntó desde cuando había comenzado a desprender el aura dorada que dijo ver cuando me recogió, y tuve que decirle que nunca la había visto hasta ese día. El Maestre me dijo que iban a viajar a un templo a meses de donde estábamos y que sería bueno que les acompañara. No dudé en decirle que ya no tenía nada en la vida y que cualquier cosa que me tuviese la mente ocupada era mejor que nada.

Tardé mucho tiempo en no tener pesadillas del Osgo donde una y otra vez veía como le partía el cuello a mi madre. Nunca mas iba a verla y ello me llenaba de dolor el corazón...Innumerables fueron las veces que me levanté de un salto por las noches sudado al salir de tales pesadillas, pero muchas de esas veces me daba cuenta que no era el único que tenía un pasado fatídico. El Maestre no dormía bien. La mayoría de noches parecía luchar contra algo en sus sueños mientras no hacía mas que repetir un nombre de mujer. Algo le sucedió en su vida que tenía a ver con una mujer y un ser que dominaba la magia oscura que le atormentaba. Nunca me lo contó, pero era obvio que ese recuerdo le oprimía el corazón todos los días de su vida.

Durante los meses que tardamos en llegar al templo el Maestre me enseño a combatir, modales, etiqueta, y mucha historia. Todos los días había un reto nuevo ya que el Maestre veía que tenía destreza con la espada y aprendía muy rápido. Fuera de la instrucción, el Maestre no era una persona muy comunicativa y siempre estaba sólo. Aun así, para agradecerle todo lo que estaba haciendo por mí, yo le cuidaba el caballo, lo cepillaba y lo mantenía limpio y bien alimentado.

Al llegar a la fortaleza del temple el Maestre fue a hablar con el Gran Maestre de la orden y estuvieron disertando casi un día. Día que dio para que sus hombres y yo nos instaláramos en las habitaciones que nos habían preparado, y pudiesen enseñarme toda la fortaleza. Tenía de todo lo que una fortaleza pueda ofrecer: caballeriza, patio de armas, cocinas, dormitorios, armerías,....y una capilla grande en honor a Helmo, protector y vigilante. En el centro de la capilla se alzaba su estatua con su impresionante y brillante armadura.

Cuando terminaron la charla el Maestre me presentó al gran maestre y me indicó que a partir de ese momento, esa fortaleza podía ser mi hogar y todos los que habían en ella mis hermanos si así lo quería y abrazaba la doctrina de Helmo. No tardé en asentir ya que después de todo lo que había vivido, nada me quedaba ya atrás, y lo único que tenía en mente era vigilar y proteger allá donde estuviera para que no volviese a sucederle a nadie nada parecido a lo que yo viví en el pueblo de mi tío.

Mi obsesión por dominar la especialidad marcial de la espada me llevó a enfrentarme a duros entrenamientos diariamente, los que acometía con ímpetu y fervor. Cada vez que me sentía un poco agotado recordaba ese día y me enervaba tanto que inmediatamente cogía las fuerzas necesarias para continuar.

Los años pasaron en la fortaleza y el Maestre tuvo que partir hacia otra guerra, guerra a la que no me dejaron ir debido a que no había concluido aún la instrucción como cruzado, sólo era un acólito. Me esforcé aún mas si cabe tras partir el Maestre para cumplir con mi cometido, proteger a cualquiera que lo necesite de cualquier criatura malvada. Trabajé duro como herrero en el templo ya que era una de mis habilidades y al Gran Maestre le complació disponer de uno para cambiar herraduras a los caballos y reparar armaduras y armas de los cruzados que salían regularmente de la fortaleza para sus misiones. Forjé armas, armaduras, escudos....todo lo que podía cuando terminaba mi instrucción diaria. Ello me valía para entrenar aun mas si cabe mis habilidades físicas.


EDAD ADULTA.
Tras pasar los años, al fin llegó el día de mi nombramiento como cruzado, jurar servir a Helmo y proteger a la gente de bien. El nombramiento fue con mis hermanos y sin ningún tipo de lujo, me entregaron una espada con una inscripción de la orden de los cruzados de Helmo, los vigilantes, los protectores. Lo celebramos todos con el vino que nosotros mismo elaborábamos y comenzamos a soñar despiertos hablando de las gestas que estaban por venir y todas las aventuras que íbamos a vivir a partir de ese momento para la gloria de Helmo. La vida volvía a tener sentido. Tenía un cometido y no pensaba mirar hacia otro lado.

Unos meses después de mi nombramiento surgió la oportunidad. El Gran Maestre nos convocó a todos los hermanos a la mesa para exponernos una misión. Necesitaba que alguien viajara a una lejana ciudad llamada Sundabar a entregarle una misiva al clérigo del salón de la vigilancia. Era algo de vital importancia, pero no podía levantarse mucho alboroto ya que debía llegar cuanto antes a sus manos y no debía ser interceptado. El ir un grupo podía llamar la atención y no era eso lo que quería el Gran Maestre. Parecía algo importante por habernos convocado a todos, así que no dude en levantarme de mi silla y ofrecerme para tal misión. Se me indicó que el camino era peligroso, y que aunque mi formación había concluido debía tener cuidado con los peligros que me podía encontrar. Me insistió en esquivar los confrontamientos en aras de llegar y entregar la misiva al clérigo. La reunión se disolvió y quedamos solo el Gran Maestre y yo. Observé firme y manteniendo mi posición como acababa de escribir la carta, la enrollaba y la sellaba el lacre con su anillo de la orden. El Gran Maestre me dio la carta y mientras me hacia entrega me dijo: "aquí tenéis una información de vital importancia, entregadlo cuanto antes y protegedlo con vuestra vida. Una vez entregada la misiva responderéis al salón de la vigilancia. Vuestro lugar estará allí a partir de ahora hermano Rolan.".

Preparé mis pocas pertenencias, cogí mis armas, me puse mi armadura, ensillé a mi caballo, y me preparé para iniciar mi nueva vida lejos de lo que aunque había sido mi tercer hogar, me había acabado de forjar como Hombre, como Guerrero, como Cruzado.
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LA ENFERMEDAD VENIDA DE ASCORE

Mensaje por Wirender »

LA ENFERMEDAD VENIDA DE ASCORE

Después de varias dekanas en Nevesmortas, mis habilidades se habían incrementado, con lo que ya investigaba sólo las zonas, alejándome de la bifurcación. Un día decidí viajar al norte e investigar caminos que aún no había recorrido. Nada tenía que temer, porque Helmo iba conmigo. Cuarto me alertó de que no podía viajar a la ciudad de Ascore, pero bueno no sabía donde estaba esa ciudad, con lo que si viese una ciudad desconocida, no entraría en ella.

Me adentré en el norte dejando atrás la posada de la bifurcación y comencé a ver bosques que nunca antes había explorado.

No mucho después de cruzar la encrucijada vi a lo lejos unas ruinas que se alzaban majestuosas. Seguro que en el pasado había sido un lugar importante. Me acerqué lentamente y alerta, ya que era la primera vez que estaba allí. Pronto, vislumbré a unos seres vestidos de negro y rojo que se se percataron de mi presencia, y en una lengua que no pude comprender me señalaron y comenzaron a entablar unos salmos.

De repente todo oscureció. Nada podía ver, y aún manteniéndome alerta recibí varias puñaladas desde la oscuridad. Por supuesto que no retrocedí y respondí asestando golpes de espada a lo que podía identificar como cuerpos moviéndose. Acabé con dos de ellos, pero poco más duró el combate. Un salmo a lo lejos de un aparente mago, acabó en una luz cegadora dirigida hacia mí que nada mas me dejó ver...

Me desperté en las manos de Ashnar el humilde, pero algo raro sucedía...detrás de él varios guardias de Lathander custodiaban el lugar. El clérigo se interesó por mi salud y al ver que estaba consciente me indicó que me había salvado de una petrificación un aventurero que se encontraba cerca de las ruinas, y que lamentablemente en ese momento también estaban tratando en otra cama cerca de mí.

Ashnar con voz tenue y quebradiza me comentó que lamentablemente los guardias debían de acompañarme al hospicio, ya que una plaga se cernía sobre Nevesmortas y al parecer provenía de Ascore. Yo comenté con Ashnar que no había estado en ninguna ciudad con ese nombre, pero el clérigo me corrigió diciéndome que Ascore no era una ciudad, sino unas ruinas...A la mente me vino la advertencia de mi amigo Cuarto. Me di cuenta de mi error al dar por hecho que Ascore era una ciudad...

Los guardias me acompañaron al hospicio. En la salida norte de Nevesmortas un grupo de aventureros conocidos se agrupaban para alguna misión, mientras los guardias abrían paso para poder escoltarme al hospicio. La vergüenza se apoderó de mí, ya que no pude cumplir con mi palabra a Cuarto.

Al llegar al hospicio vi lo que causaba la plaga, y gracias Helmo yo no tenía ninguno de esos síntomas. Gente se agrupaba sentada en esquinas tosiendo sangre, otros en el suelo, blancos, sin casi poder moverse. No era una imagen agradable. Al hablar con Kerila e inspeccionarme, me dijo que yo no presentaba síntomas, pero que era mejor no tener contacto con nadie para no transmitir la enfermedad, ya que no se sabia bien nada sobre ella, y no sabían como se podía propagar.

Elegí no quedarme en el hospicio, ya que mi situación no era como los demás infectados. Decidí vagar y vivir en los bosques, lejos de esa infección y lejos también de las personas.

Durante una dekana cacé y dormí cerca del río en el bosque oeste de Nevesmortas, sin contacto con nadie. Los día pasaban pero necesitaba saber algo sobre la evolución de la enfermedad, así que me moví de mi campamento para obtener información. En mi viaje me encontré con mi amigo Barrey, el cual me dijo que estaba preocupado por mí y que no me encontraba. Le expliqué la situación y le dije que no se acercara mucho a mí, a lo que respondió que él era Paladín de Torm, y que los paladines eran inmunes a las enfermedades. Esa noticia me alegró ya que podía compartir mi soledad con alguien.

Durante otra dekana nos dedicamos a viajar para acabar con el mal allá donde fuéramos, así mi mente se mantenía entretenida en otra cosa que no fuese la enfermedad. Diariamente pensaba en si tenía síntomas, pero no aparecían, parece que Helmo no había querido nada malo para mí. Para mantener mis habilidades decidí ir a la forja de Nevesmortas por la noche y trabajar el martillo y yunque, así mi mente también seguía ocupada, pero al final de la dekana, me quedé sin suministros para poder forjar...necesitaba moldes.

Con capa y capucha me acerqué un día a Trente y tapándome y manteniéndome relativamente alejado de él, le compré los suministros que necesitaba para continuar con mi trabajo.

Durante la tercera dekana, iba por el bosque con Barrey de camino a conseguir el material titanio, apreciado por los herreros, y nos encontramos con algunos aventureros. Estos al verme, tampoco preguntaban y preferían pasar de largo.

En dos ocasiones mas viajé sólo al hospicio para ver la evolución de la enfermedad, y si algo podía hacer para ayuda, pero las dos veces el hospicio se encontraba cerrado. La primera vez un sinfín de ciudadanos se agrupaban dentro del hospicio, todos ellos en malas condiciones, tosiendo sangre y sin casi poder mantenerse en pie. La segunda unas piras funerarias llenaban la entrada. El humo podía verse a lo lejos.
Al final de la tercera dekana me enteré de que Trente estaba en el hospicio y se me nublo la mente. Podía haberle contagiado yo? Que mal me sabría habiéndome acercado para comprarle materiales...el bueno de Trente.

Viajando un día me encontré con Sara, una aventurera que me atendió, lo cual me resultó raro debido a que normalmente los aventureros pasaban de largo al verme. Me contó que el misterio de la enfermedad se había resuelto. Todo se trataba de una devota de Talona infiltrada en el hospicio que hacia que la enfermedad fuera potenciada, y que unos aventureros habían dado con ella. Me apresuré a ir al Hospicio, pero se encontraba cerrado también. Sólo habían quitado el cartel de la entrada con los nombres de los infectados.

Durante la cuarta semana vi a Trente de nuevo de vuelta a la forja y ello me alegró. Tanto que le pregunté sobre su salud. Él me comentó que estaba solucionado el asunto de la enfermedad, que sólo había ido al hospicio a prestar su ayuda, y que Kerila había dado con la cura.
Me apresuré a ir al hospicio y hablar con la clérigo. Al llegar Kerila me comentó que así era, que la cura estaba en las manos del hospicio gracias al trabajo de esas dekanas y me lanzó un conjuro que dijo que si había lugar a dudas de si estaba contagiado o no, o era potador aún de la enfermedad, en ese mismo momento seguro que ya no la tenía. Mis amigos ya no debían de temer de que les contagiara.

Al fin pude volver a Nevesmortas. Ya hacia tiempo que no dormía en una cama, y el alboroto de la Rosa y el Martillo me parecieron cantos angelicales. Me di un buen baño, dormí en una cama mullida y me preparé de nuevo para ver a mis antiguos compañeros.
Última edición por Wirender el Vie Jul 29, 2022 12:51 pm, editado 2 veces en total.
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Por la Gloria de Sundabar!

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¡POR LA GLORIA DE SUNDABAR!

Allí estaba, delante del hermano Marskin, en el Salón de la vigilancia de Sundabar. Los guardias se mantenían impasibles, en formación, y vigilantes a todos aquellos que entraran en el templo.

Una misiva importante tenía que entregar al hermano, y no veía el momento de poder darle aquella carga que el Gran Maestre me entregó antes de mi gran viaje.

El hermando, se acerco majestuoso y con el porte característico de un oficial de la orden: "Saludos hermano, aquí teneis vuetra casa para lo que necesitéis. Disponéis de algo para mí?". busqué en mi mochila y saqué la misiva que había estado custodiando tanto tiempo. Con gesto firme alargué la carta sin soltarla: "Sois vos el superior en este Salón?". El hermano Marskin me miró de arriba abajo y dijo: "Así es... yo estoy al cargo del Salón hermano. Qué nuevas tenéis?". Sin dudarlo, mirando a los guardias de reojo, entregué la misiva al hermano, el cual la cogío con un aire majestuoso.

Cogió la carta, rompió el lacre y detenidamente leyó lo que aquella carta que custodié jugandome la vida contenía. El gesto del hermano iba cambiando tal cual leía la carta.

Cuando acabó su lectura, con rostro de situación, la plegó y me dijo: "Hermando Rolan. Sed bienvenido a este Salón. A partir de este momento, sois acojido en la vigilancia y perteneceis a la orden de Sundabar. He de deciros que lo que leído me inquieta y que lejos de ser buenas noticias, requiere de la atención de todos nuestros efectivos.". Mantuvo la mirada mientras guardaba la carta. "seguidme" dijo mientras se adentraba en el salón. "Os voy a hacer entrega de otra carta que tendréis que entregar a Elsara, la superior al mando de la orden de caballeros cerca de Nevesmortas. Es de vital importancia de que le transmitáis esta información, ya que la situación actual es como mínimo preocupante y complicada a la vez."

Durante la conversación, el hermano cogió pluma y escribia sin pausa en una carta.

Una vez finalizada su escritura, cogió lacre y con un anillo que portaba en su mano derecha selló la carta. " he aquí una misiva que tenéis que portar a Elsara como os he dicho anteriormente. Es de vital importancia que se la entreguéis a ella y a nadie mas." Mi rostro se mantuvo y puntualicé: "Hermano. Como sabré que entrego la misiva a la persona adecuada". El hermano me miró y me respondió: "Elsara es un celestial. No tendréis lugar a dudas cuando la veáis que es ella. entregadle esta carta a la mayor brevebedad, ya que es de suma importancia.", continuó con un silencio largo... "Son tiempos dificiles, y os he de embarcar en otra misión de suma importancia. Ha llegado a mis oidos que vos sois herrero no Rolan?."

"Así es hermano. Desde pequeño aprendí tal arte y soy ducho en el yunque y el martillo", respondí.
"Bien, Rolan. Entonces, habeis oído hablar de un tal Talonar?." indicó el hermano Marskin.
Me quedé pensativo e intenté recordar los nombres que hasta ese día habían llegado a mis oídos. "No hermando Marskin...No he oido hablar de tal persona.".

El hermano Marskin enmudeció y me miró nuevamente de arriba a abajo. "Talonar..." hizo un silencio "es un Orog de grandes dimensiones. Un portento dentro de los de su raza. Un enemigo de Sundabar y de los hombres. El tal Orog reunió una hueste de orcos que atacó Sundabar con la rápidez de un relámpago. Gracias a Helmo, nuestras fuerzas pudieron repelerlo en poco tiempo, pero nuestros soldados han sido mermados, y nuestras fuerzas se han debilitado.

Después de este ataque, los salones de la vigilancia y de la justicia sempiterna, nuestros hermanos de Torm. Han establecido una alianza para reforzar las fuerzas ante un nuevo ataque y estar preparados. Talona, el gran Orog, esta dispuesto a reunir una horda de orcos, juntando a los tres clanes conocidos de tales criaturas y tiene previsto hacer un nuevo y letal ataque que acabe con las defensas de esta ciudad..."
Mi rostro empalideció...Un gran Orog? Una hueste....la posibilidad de una horda que juntase a los tres clanes de los valientes devastadores orcos?, no podía ser...

"Si hermano" confirmó Marskin. "Hemos establecido tal alianza con el salón de la justicia para abastecer a nuestros soldados, equiparlos y preparar nuestras defensas ante tal ataque. A vos os encomiendo este cometido. Con unas armas y armaduras de calidad podríamos repeler ese ataque y salvaguardar la egemonía de Sundabar como cuidad fortificada, para que nunca mas estas criaturas piensen en atacarla."
Mi rostro volvió en sí y con firmeza contesté: "Contad conmigo hermano. Mi brazo está a vuestra disposición, y mi espada al servicio del templo y de Sundabar."

"100 Espadones, 100 Espadas largas, 100 Espadas bastardas y 100 armaduras que podáis crear, del mejor material que podáis trabajar es lo que Sundabar necesita. " dijo seriamente el hermano Marskin.

Pensé rápidamente y evalué nuestras posibilidades. "Hemano, Puedo fabricar tales armas de Adamantita. Material fuerte y resistente. Puedo fabricar esa remesa que me pedís, pero necesito ayuda. Un simple herrero como yo no puede hacer tal trabajo sólo y en poco tiempo."
El hermano Marskin no dudó ni un segundo: "Ayuda tendréis, y el Salón se hará cargo de aquello que tenga que pagarse para conseguirlo. Se os pagará por vuestra labor, pero no por vuestro deber Rolan."

Tal contestación me tranquilizó: " Conozco un gran fundidor, un paladín ni mas ni menos de la ordne de Torm. El gran Barrey Goodmaner, Paladín leal, valeroso y fiel a los designios de su dios. Nunca lo he visto retroceder. Su mirada y su convicción es sincera e inquebrantable. Siempre vigilante al mal y siempre comprometido con su causa. Para ser un éxito debo contar con su ayuda."

El hermano Markin valoró la stuación y pasó una mano por su barbilla amodo pensativo: "Hablaré con la sacerdotisa del Salón de la vigilancia y su ayuda nos prestará. Contad con su habilidad, ya que de ello depende nuestra seguridad y nuestra continuidad en esta gran ciudad"
El hecho de contar con el brazo de mi amigo Barrey me tranquilizaba. Él como gran guerrero y gran artesano podía hacer que el descomunal pedido que me había encomendado la orden se convirtiera en realidad.

"Si así lo véis hermano, así se hará...Todo lo que esté en mis manos lo haré. Trabajaré desde el amanecer hasta el anochecer para equipar a nuestros soldados con unas armas de tal calidad que hagan que la victoria sea nuestra. Nuestras armas golpearán contra sus protecciones como lo haría la gran espada Bastarda de Helmo contra sus enemigos. Cortaran todo aquello que golpeen como si una daga cortara la mantequilla.
Nuestras armaduras de adamantita reluciran en el campo de batalla con el esplendor de la armadura del todopoderoso Helmo, siendo ellas inquebrantables como su brillante y poderosa armadura. Confiad en mí. Hasta el último aliento golpearé el yunque para dotar a nuestro ejercito de un equipo que deserarían todos los ejercitos."

El hermando vislumbró un atisbo de sopresa y corrigiendo su mirada se dirigió hacia mi y me dijo: "No esperaba menos de vos Rolan. Haced aquello que necesitéis y no dudéis en pedir al Salón lo que necesitéis para cumplir vuestro cometido. Partid, y no perdáis mas tiempo. Poneros manos a la obra cuanto antes."

Una nueva misión se me presentaba. El horizonte se abría con un cometido que haría que nuestros soldados tuvieran una ventaja técnica ante cualquier enemigo. Dotar a Sundabar con equipo de Adamantita haría que fuera una fuerza digna de valorar antes de enfrentarse a ella.
Giré ante mis pasos y me dirigí con decisión hacia la puerta mientras pensaba como ibamos a fabricar aquella numerosa cantidad de armas y armaduras que podían ser el punto de inflexión ante una gran guerra.
Wirender
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Re: Rolan

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EL ARSENAL

Los días pasan desde el gran encargo de los Salones de Sundabar, en el que aunando fuerzas solicitaron la fabricación de un gran número de armas y armaduras de calidad que pudiesen dotar a los soldados de una ventaja técnica en la defensa de la ciudad o frente a un posible ataque.

Barrey, fiel a su fe y a la palabra del Salón de la justicia sempiterna, trabajaba duro día y noche picando vetas de Adamantita, portándolas y fundiéndolas para la gloria de los guerreros de Torm. Yo he golpeado el yunque tantas veces que la mellas se pueden ver en él. Hasta el descanso es complicado ya que los músculos están en tensión de las vibraciones de cada uno de los golpes de martillo.

El encargo es duro, pero la determinación es implacable...Hemos de conseguir realizar las armas, y cuanto antes...Hemos puesto anuncios en el tablón buscando fundidores experimentados, herreros, e incluso mineros que nos puedan traer únicamente vetas, pero corren tiempos difíciles y no es fácil encontrar a interesados.

Con respecto a las armas, están bien custodiadas.

Hemos estado Barrey y yo debatiendo varias veces en la Rosa y el Martillo de cómo transportar tal semejante cargamento de armas desde Nevesmortas a Sundabar, debido al valor y la importancia del mismo, y hemos llegado a una conclusión. Nosotros sólo no podemos llevar y proteger tal cargamento, necesitamos de personal valiente, hábil y fuerte para garantizar el éxito de la misión. A más a más, 300 armas y 100 armaduras conllevan un peso considerable y necesitaremos almenos 2 bueyes y una carreta para poder cargar con todo. Compraremos los bueyes a Pather, en la zona norte del bosque de Nevesmortas, y pediremos a un carpintero que nos construya una carreta con la que portarlo todo.

Con respecto a la búsqueda de los mercenarios que puedan hacernos de escolta, hemos de escoger a personal de confianza, alguien que conozcamos mínimamente. También hablamos que el personal ha de ser válido y hemos de saber que se desenvuelve muy bien en situaciones de peligro. En general hemos de conseguir que los que hagan de escolta sean todos ellos muy capaces. El grupo ha de ser relativamente reducido, para no levantar muchas sospechas, pero al mismo tiempo suficientes para cubrir todos los flancos. Barrey y yo portaremos la carreta. Deberíamos de disponer de cuatro para cubrir los dos flancos relativamente cerca de la carreta, y cómo no, uno con dotes de explorador en vanguardia y alguien mas en retaguardia por lo que pueda pasar. En total 6+2 será el grupo que portará las armas.

En los primeros que pensamos, fueron como no, en los mercenarios que conocíamos: Cuarto, Lothar y su cofradía...Aún no hemos podido tratar las condiciones con ellos, pero si podemos permitirnos el precio, creo que es un acierto.

Al fin terminamos con la producción!. La última Espada Bastarda...allí estaba embadurnándola con aceite para conservarla hasta el momento que sea empuñada.

100 Espadones de Adamantita
100 Espadas largas entre Adamantita y Titanio
100 Armaduras completas de Adamantita
100 Espadas Bastardas de Adamantita

Habiendo terminado con el trabajo, lo primero que se nos ocurrió es acudir nuevamente a la Rosa y el Martillo a celebrarlo...Claro que sí.

Levantamos las copas y brindamos por conseguir un viaje sin complicaciones. Retomamos el tema de las carretas, escolta...

Mientras bebía vi a Barrey como pensativo, haciendo números. Dirigió sus ojos hacia a mí y comentó...Sabéis que estamos hablando de 8100Kg de metal aproximadamente no? Va a ser mas de una o dos carretas las que necesitaremos...
Wirender
Tejón Convocado
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Re: Rolan

Mensaje por Wirender »

EL TRANSPORTE DEL ARSENAL A SUNDABAR


Tiempo ha de la última arma que forjamos tal y como nos pidieron los salones a mi amigo Barrey y a mí. Las armas están bien custodiadas en Nevesmortas y han de ser transportadas a Sundabar.

Ya está cerca el día en el que el carpintero al que le encargué las carretas las termine, y sólo hemos de comprar los bueyes pactados con Pather para que tiren de la carga...8100Kg de preciado metal serán portados recorriendo a paso lento pero seguro el trayecto hasta la ciudad amurallada.

Hemos debatido mucho como defender este cargamento, ya que aunque los peligros habituales del camino no son problema para nosotros dos, no hay que bajar la guardia y puede que otras fuerzas quieran hacerse con el arsenal.

En nuestro último viaje a Sundabar entramos en los salones para hablar con la mayor de Torm y el hermano Mraskin, para transmitirles que ya teníamos todo el cargamento y que queda poco para que se terminen las carretas. Ellos satisfechos, nos dijeron que debíamos traer cuanto antes las armas y armaduras, ya que el reabastecimiento de la guardia y los salones era de necesidad. Al parecer, en el último ataque, lo orcos saquearon las armerías y dejaron bajo mínimos la posibilidad de defenderse.

Mraskin, me instó a hablar con la suma sacerdotisa Angela, de la orden de caballeros de Nevesmortas. Ella, una fiel aliada de Sundabar, quizás podría ayudarnos a reunir una escolta para el cargamento de confianza y hábil en sus dotes marciales.

Me dirigí al galope hacia Nevesmortas para intentar dar con la tal Angela y poder solicitar la ayuda que necesitábamos.
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