La Marca Argéntea

Música ambiental

Erin Troy, metomentodo a sueldo



Dicen que crecer en Puerto Cráneo es algo difícil, pero los que lo dicen, aunque puedan parecer exagerados, la verdad es que se quedan un poco cortos. No es lugar para niños en absoluto. Crecer en esas cavernas donde el crimen, el esclavismo, las drogas, el contrabando y la prostitución son el día a día suelen dejar marcas profundas en sus habitantes. Con la excepción, por supuesto, de que tu padre sea uno de los asesinos destacados del Xanathar y un experto en matar antes de que puedas pestañear.

Así que debo decir que, contra toda probabilidad, mi infancia en aquel lugar frecuentado por maleantes, drows, duergars, y otros seres de calañas parecidas fue, relativamente, feliz. Nadie se atrevía a levantar un dedo contra la familia de Leo Troy mientras este cumpliera su trabajo con la organización criminal, y por todos los dioses del asesinato vivos y muertos que han pasado por Faerûn… que mi padre cumplía. La Mano de las Sombras era su aliada, su conocimiento de las armas no tenía igual, y su sentido de la responsabilidad era inquebrantable.

A veces me pregunto si es malo mostrar orgullo por la diligencia de un asesino. Sin embargo, tengo muy claro que uno nunca elige a la familia y que mis padres se encargaron de enseñarme lo que tenía que saber, de protegerme y mostrarme el valor de cumplir con los negocios y salir indemne de ellos. Supongo también que les hubiera hecho ilusión crear conmigo un linaje de renombre y temido en las profundidades, alcanzar con el tiempo grandes puestos en el Xanathar o en el Anillo de Hierro… Mi madre Kinsei ponía mucho cuidado en elegir los contratos y contactos de mi padre, y entre la habilidad de uno, y la inteligencia de la otra hacían un equipo formidable, así que no era descabellado.

Pero claro… a estas alturas, y viendo cómo estoy aquí, jodida de frío en las montañas y con cuatro lunas en los bolsillos, os haréis a la idea de que yo era la tonta de la familia y esa ambición no progresó. Aun así, ni mi madre ni mi padre me guardan rencor alguno y el pequeño follón que monté allí abajo seguramente se haya calmado con mi ascenso definitivo a la superficie.

Espero sinceramente que les vaya bien. Aunque no me guste su modelo de negocio, debo reconocer que estoy viva por llamarme Troy y, porque tras meter las narices en la mierda más sucia de un drow adinerado, ese nombre cambió una garganta cortada por el destierro y de eso no me puedo quejar.

Pero esa es otra historia que contar...