Historias de una tarde nevada
Publicado: Jue May 18, 2006 4:53 pm
Era una tarde nevada, con un cielo cubierto totalmente por un manto grisáceo. Apenas había vida por la calle, y solo las pisadas de los guardias se escuchaban en el exterior, a parte de aquel silbido de viento que suele haber en las silenciosas tierras invernales. Una luz de color anaranjado salía por el ventanal de la taberna de Nevesmortas, "El Blasón", donde se escuchaban también los ya frecuentes conversaciones de los guardias y de las tertulias típicas de una taberna.
En una de las esquinas, en mesa redonda, sentado estaba Arlequín rodeado de varios niños y niñas, los cuales fascinados por sus historias y fantasías lo miraban boquiabiertos y con los ojos como platos. El trovador sonriente les explicaba muchas de sus anécdotas y aventuras que había pasado durante sus viajes, y la historia de su vida. También les mostró su virtuosismo con diversos instrumentos, como el arpa, el violín, la flauta de pan e incluso la pandereta, que pese a su aspecto de sencillez, el uso que le dió el bardo fue de lo más apreciable por los estudiosos del arte musical.
Pero el plato fuerte no era ninguna de esas historias, ni de su rápida mano con los instrumentos, sino que era un pequeño fragmento que estuvo pensando durante unos días, sobre los últimos acontecimientos. El niño más curioso le preguntó sobre si haría una canción de la Dama Corrupta, unos sustantivos que escuchó en una conversación de sus padres. Él, con su adorable sonrisa, le confirmó que haría una historia o canción sobre este suceso, ya acabase bien, o mal. Aun así les prometió que haría todo lo posible para que todo volviese a la normalidad, y Nevesmortas, pese a que sería una recuperación difícil, volvería a su brillantez de antaño.
Con arpa en mano, el trovador de Candelero comenzó a tocar levemente sus cuerdas con la yema de los dedos, provocando que todos los infantes y algunos más mayores se acercaran a él para escuchar tan novedosa historia...
-"En un hermoso bosque, en el cual vivían en harmonía plantas, animales y personas, lleno de colores alegres y hermosura sin igual, las flores eran las más bellas del lugar, igual que las preciosas ninfas y dríadas que juntamente con todas estos seres convivían. Entre todos ellos resaltaba una hermosa mujer, una bella druida la cual era la que más próxima a la naturaleza se encontraba. Un corazón lleno de bondad, con una cálida sonrisa y gráciles movimientos que hacían mover las ramas de los árboles susurrando las verdes hojas de estos. Las flores, cual sol era, la miraban en su recorrido y sus pétalos añoraban las carícias de sus manos. Animales pequeños, y grandes, sentían la presencia de tan bella persona que se amansaban y la buscaban por el bosque, para contemplar tan magnánimo ser.
Todos vivían en paz y harmonía, alegría y felicidad. La bella druida amaba a todos los animales y a todas las personas que estaban junto a ella, por igual. Todos recibían sus bendiciones y era todo un placer tener una refrescante y entretenida conversa con la bella doncella.
Incluso el rumor de que tan gran persona existía que incluso los más eruditos de los lugares civilizados viajaban para verla, y compartir conocimientos y teorías, y recibir su natural bendición.
Uno de esos eruditos, fascinado por todo lo que le contaban en ciudad, quiso saber más de la druida, y viajó durante muchos días, para conocerla. Tan bien le habían hablado que no quería perder la oportunidad de conocerla en persona. Llegado el momento, nuestro erudito encontró finalmente el lugar donde descansaba la doncella, rodeada de animales y plantas, hablándoles como si fueran sus hermanos y sus hijos, y contándoles cosas que solo otros druidas y animales sabrían entender.
El joven erudito silenciosamente se acercó a ella, contemplando su hermosa espalda y los movimientos de sus brazos, su hermoso cabello y la corona de verdes hojas y coloridas flores adornaban su cabellera. Los animales sintieron la presencia del erudito y lentamente, cuando la joven druida se giró para observarle, se marcharon, dejándola sola ante un nuevo visitante.
Sus ojos se enlazaron fijamente, intentando atravesar la parte corporal de la persona, buscando el alma y el mismo ser que la componía. Sonriente la druida le dejó sentarse a su lado, y sonriente le ofreció frutas del bosque, dulces como la miel y refrescante como la nieve. Así pues pese a u poco de nerviosismo del erudito, entablaron una interesante conversación. Tanto la druida como el erudito comenzaban a beber del vino celestial, mutuamente, sintiendo atracción el uno por el otro. Un amor que se hacía cada vez más fuerte. Las palabras de cada uno penetraban por sus oídos y se almacenaban, conservando la melodía de las voces. La joven druida no sabía que ocurría realmente, nunca sintió tan hermoso calor en su corazón, y su mirada era difícilmente retirada de los ojos del joven erudito. Del brebaje de Sune bebieron los dos, y dulcemente se enamoraron, tanto uno como la otra. Su passión, su corazón y sus almas comenzaron a sentir que era el verdadero amor y la inocencia y pureza de los dos se unieron, místicamente, por un lazo del cual nunca se separaría. Sus labios, iluminados por la luz de la luna y por las pequeñas luciérnagas revoloteantes de su alrededor, se unieron en un beso de amor, con toda la calidez que los dos seres podían extraer de todo su cuerpo y concentrarla en sus labios, que se besaron con pasión.
Así pues, la joven druida y el erudito de la ciudad se enamoraron perdidamente, cuales dos tortolitos. Pasaron los días y su amor y su enlace se hizo cada vez más fuerte, y la dependencia de uno y del otro se hizo más evidente. Así pues algunos seres del bosque aceptaron que la druida tuviera un verdadero amor, y otros que lo rechazaban, creyendo que los seres de ciudad no debían llegar a tanto.
En un momento llegado, cuando uno y otro eran inseparables, un funesto mensaje para el joven llegó desde la ciudad. Sus padres habían muerto. Fue tanto el dolor y la tristeza del erudito que tuvo que marcharse, dejando por seguridad a la doncella en el bosque, prometiéndole que volvería para quedarse. Sola, esperando que algún día llegara, sonriente por tener a alguien a su lado, que la amara, y ella a él, esperó y espero su vuelta. Pasaron los días cuando un mensajero llegó, y la joven druida rompió a llorar de la grave noticia que le trajo. Su amado había sido asesinado, al igual que sus padres. La desolación, la soledad, la tristeza y la debilidad llenaron el vacío que quedó ante tan grave noticia. No se sentía capaz de vivir, su vitalidad desapareció completamente, y durante mucho tiempo el bosque no fue lo que era. Las plantas y las flores perdieron el color, volviéndose grises y marrones, los animales se ocultaban en sus madrigueras esperando protección y el cielo se cubrió con tristes nubes tapando el azul de las bóvedas celestiales.
La bella doncella, ya no tan hermosa como antes, pues sus lágrimas quedaron marcadas en su rostro, sus cabellos se volvieron negros como la noche, su piel pálida como la nieve, juró a todos los dioses que se vengaría de tanto dolor que le había ocurrido a su amado, dando culpa a todos los seres que viven en el mundo civilizado. Mataría a todos aquellos que le causaban tan profunda tristeza, y el rencor, odio, rabia y impotencia que sentía la sumergieron en una terrible locura, nublando su mente y confabulando para que en un futuro no muy lejano.... su venganza... sería cumplida...."
Los niños, y toda la taberna, silenciada, observaban con las bocas abiertas, y los ojos fijados en el trovador, como esa historia les había penetrado dentro. Las lágrimas de algunos eran acompasadas por las pisadas de los guardias del exterior, y el crujir de las maderas del piso. Había conmovido a todos los presentes, y pocos eran capaces de asimilar esa historia con gran facilidad. Posiblemente la gente se lo creería, pero Arlequín seguidamente, ante el silencio de la taberna, comentó que la otra mitad era imaginación, y posiblemente no sería verdad, pero era una forma lógica y razonable de todo lo que estaba ocurriendo, conjuntamente con todo lo que sabía del tema.
Tardo un tiempo hasta que la taberna reaccionó, con aplausos. Aun así, sus cabezas seguían centradas en la historia recién contada, pensando en todo lo que estaba pasando.
En una de las esquinas, en mesa redonda, sentado estaba Arlequín rodeado de varios niños y niñas, los cuales fascinados por sus historias y fantasías lo miraban boquiabiertos y con los ojos como platos. El trovador sonriente les explicaba muchas de sus anécdotas y aventuras que había pasado durante sus viajes, y la historia de su vida. También les mostró su virtuosismo con diversos instrumentos, como el arpa, el violín, la flauta de pan e incluso la pandereta, que pese a su aspecto de sencillez, el uso que le dió el bardo fue de lo más apreciable por los estudiosos del arte musical.
Pero el plato fuerte no era ninguna de esas historias, ni de su rápida mano con los instrumentos, sino que era un pequeño fragmento que estuvo pensando durante unos días, sobre los últimos acontecimientos. El niño más curioso le preguntó sobre si haría una canción de la Dama Corrupta, unos sustantivos que escuchó en una conversación de sus padres. Él, con su adorable sonrisa, le confirmó que haría una historia o canción sobre este suceso, ya acabase bien, o mal. Aun así les prometió que haría todo lo posible para que todo volviese a la normalidad, y Nevesmortas, pese a que sería una recuperación difícil, volvería a su brillantez de antaño.
Con arpa en mano, el trovador de Candelero comenzó a tocar levemente sus cuerdas con la yema de los dedos, provocando que todos los infantes y algunos más mayores se acercaran a él para escuchar tan novedosa historia...
-"En un hermoso bosque, en el cual vivían en harmonía plantas, animales y personas, lleno de colores alegres y hermosura sin igual, las flores eran las más bellas del lugar, igual que las preciosas ninfas y dríadas que juntamente con todas estos seres convivían. Entre todos ellos resaltaba una hermosa mujer, una bella druida la cual era la que más próxima a la naturaleza se encontraba. Un corazón lleno de bondad, con una cálida sonrisa y gráciles movimientos que hacían mover las ramas de los árboles susurrando las verdes hojas de estos. Las flores, cual sol era, la miraban en su recorrido y sus pétalos añoraban las carícias de sus manos. Animales pequeños, y grandes, sentían la presencia de tan bella persona que se amansaban y la buscaban por el bosque, para contemplar tan magnánimo ser.
Todos vivían en paz y harmonía, alegría y felicidad. La bella druida amaba a todos los animales y a todas las personas que estaban junto a ella, por igual. Todos recibían sus bendiciones y era todo un placer tener una refrescante y entretenida conversa con la bella doncella.
Incluso el rumor de que tan gran persona existía que incluso los más eruditos de los lugares civilizados viajaban para verla, y compartir conocimientos y teorías, y recibir su natural bendición.
Uno de esos eruditos, fascinado por todo lo que le contaban en ciudad, quiso saber más de la druida, y viajó durante muchos días, para conocerla. Tan bien le habían hablado que no quería perder la oportunidad de conocerla en persona. Llegado el momento, nuestro erudito encontró finalmente el lugar donde descansaba la doncella, rodeada de animales y plantas, hablándoles como si fueran sus hermanos y sus hijos, y contándoles cosas que solo otros druidas y animales sabrían entender.
El joven erudito silenciosamente se acercó a ella, contemplando su hermosa espalda y los movimientos de sus brazos, su hermoso cabello y la corona de verdes hojas y coloridas flores adornaban su cabellera. Los animales sintieron la presencia del erudito y lentamente, cuando la joven druida se giró para observarle, se marcharon, dejándola sola ante un nuevo visitante.
Sus ojos se enlazaron fijamente, intentando atravesar la parte corporal de la persona, buscando el alma y el mismo ser que la componía. Sonriente la druida le dejó sentarse a su lado, y sonriente le ofreció frutas del bosque, dulces como la miel y refrescante como la nieve. Así pues pese a u poco de nerviosismo del erudito, entablaron una interesante conversación. Tanto la druida como el erudito comenzaban a beber del vino celestial, mutuamente, sintiendo atracción el uno por el otro. Un amor que se hacía cada vez más fuerte. Las palabras de cada uno penetraban por sus oídos y se almacenaban, conservando la melodía de las voces. La joven druida no sabía que ocurría realmente, nunca sintió tan hermoso calor en su corazón, y su mirada era difícilmente retirada de los ojos del joven erudito. Del brebaje de Sune bebieron los dos, y dulcemente se enamoraron, tanto uno como la otra. Su passión, su corazón y sus almas comenzaron a sentir que era el verdadero amor y la inocencia y pureza de los dos se unieron, místicamente, por un lazo del cual nunca se separaría. Sus labios, iluminados por la luz de la luna y por las pequeñas luciérnagas revoloteantes de su alrededor, se unieron en un beso de amor, con toda la calidez que los dos seres podían extraer de todo su cuerpo y concentrarla en sus labios, que se besaron con pasión.
Así pues, la joven druida y el erudito de la ciudad se enamoraron perdidamente, cuales dos tortolitos. Pasaron los días y su amor y su enlace se hizo cada vez más fuerte, y la dependencia de uno y del otro se hizo más evidente. Así pues algunos seres del bosque aceptaron que la druida tuviera un verdadero amor, y otros que lo rechazaban, creyendo que los seres de ciudad no debían llegar a tanto.
En un momento llegado, cuando uno y otro eran inseparables, un funesto mensaje para el joven llegó desde la ciudad. Sus padres habían muerto. Fue tanto el dolor y la tristeza del erudito que tuvo que marcharse, dejando por seguridad a la doncella en el bosque, prometiéndole que volvería para quedarse. Sola, esperando que algún día llegara, sonriente por tener a alguien a su lado, que la amara, y ella a él, esperó y espero su vuelta. Pasaron los días cuando un mensajero llegó, y la joven druida rompió a llorar de la grave noticia que le trajo. Su amado había sido asesinado, al igual que sus padres. La desolación, la soledad, la tristeza y la debilidad llenaron el vacío que quedó ante tan grave noticia. No se sentía capaz de vivir, su vitalidad desapareció completamente, y durante mucho tiempo el bosque no fue lo que era. Las plantas y las flores perdieron el color, volviéndose grises y marrones, los animales se ocultaban en sus madrigueras esperando protección y el cielo se cubrió con tristes nubes tapando el azul de las bóvedas celestiales.
La bella doncella, ya no tan hermosa como antes, pues sus lágrimas quedaron marcadas en su rostro, sus cabellos se volvieron negros como la noche, su piel pálida como la nieve, juró a todos los dioses que se vengaría de tanto dolor que le había ocurrido a su amado, dando culpa a todos los seres que viven en el mundo civilizado. Mataría a todos aquellos que le causaban tan profunda tristeza, y el rencor, odio, rabia y impotencia que sentía la sumergieron en una terrible locura, nublando su mente y confabulando para que en un futuro no muy lejano.... su venganza... sería cumplida...."
Los niños, y toda la taberna, silenciada, observaban con las bocas abiertas, y los ojos fijados en el trovador, como esa historia les había penetrado dentro. Las lágrimas de algunos eran acompasadas por las pisadas de los guardias del exterior, y el crujir de las maderas del piso. Había conmovido a todos los presentes, y pocos eran capaces de asimilar esa historia con gran facilidad. Posiblemente la gente se lo creería, pero Arlequín seguidamente, ante el silencio de la taberna, comentó que la otra mitad era imaginación, y posiblemente no sería verdad, pero era una forma lógica y razonable de todo lo que estaba ocurriendo, conjuntamente con todo lo que sabía del tema.
Tardo un tiempo hasta que la taberna reaccionó, con aplausos. Aun así, sus cabezas seguían centradas en la historia recién contada, pensando en todo lo que estaba pasando.