La historia de Brumenor Barbaflamigea
Publicado: Mar Jul 17, 2007 9:06 am
Muy cercana ya la noche, Daggan salió de la mina y se dirigió hacia su casa. Sonreía, pues el mineral extraido durante el día había sido mucho, y de buena calidad. Los herreros tendrían bastantes quehaceres al día siguiente.
Había luna llena. Daggan no recordaba el último día que había podido observarla, pues normalmente salía del trabajo mucho más tarde que hoy. Pero el dí era especial. Breenara estaba ya a punto de dar a luz a su segundo hijo. Su hija mayor (que contaba sólo con dos años de edad) Breena había sido una alegría, pero Daggan ahora prefería un hijo varón.
- Le enseñaré mi oficio, será fuerte y podrá alcanzar un gran reconocimiento - Se decía Daggan a sí mismo, pensando en el futuro de su hijo. Ni siquiera quería pensar en la posibilidad de tener otra hija, pues su ilusión por un varón era tal que no le permitía otra cosa.
Sonriendo, Daggan entró en su humilde casa cercana a la mina de El Espolón de Hierro, en la zona de Damara. Cuando vio a su mujer, supo que algo no iba bien.
-¿Qué pasa Breenara?
-El bebé, ya viene... pero... este dolor....
-Breenara *alarmado* qué te sucede?
- No dolía tanto para Breena, pero supongo *decía entre agudos dolores*
Daggan corrió hasta el dormitorio, un pequeño cuarto separado del resto de la estancia principal por una sucia y raida cortina, y recogió algunos paños que tenían guardados para la ocasión. Preocupado, calentó algo de agua (como le habían indicado los clérigos para el parto de Breena) . Cuando volvió a la estancia principal, donde reposaba Breenara, la ayudó a caminar al dormitorio, de forma que estuviese más tranquila y relajada.
Con gran esfuerzo, Breenara se recostó en la cama, sudando y jadeando, haciendo grandes muecas cada vez que los dolores del parto acudían a su cuerpo.
- Ya... ya viene Daggan, cariño...
Daggan le cogió la mano, pues sabía que poco más podía hacer aparte de estar junto a su esposa. Escuchando el llanto de Breena en la estancia principal, la tranquilizó.
-Breena, cariño, mami está bien, pronto vendrá un hermanito o hermanita para jugar *sonrió*
Breena, limpiandose los mocos con la manga del pijama, dejó de llorar, convencida por el padre.
-Deggan...
A breenara casi no le salía la voz del cuerpo. Daggan terminó de intranquilizarse. Aquello no estaba bien, Breenara siempre había sido una mujer muy fuerte, y tanta sangre... aquello no podía ser normal.
Fueron unos minutos muy duros. Daggan temblaba con cada apretón que le propinaba su mujer en la mano, temiendo cada vez más por el desenlace de aquella noche. Tras unos minutos que parecieron días, una pequeña cabeza asomó por fin al mundo. Daggan soltó la mano de su mujer, y ayudó a salir al pequeño. Había sido un niño. Deegan sonrió.
- Cariño, es un niño, y está bien *sonrió*
Breenara sonrió a su vez, pero no tenía fuerzas para hablar. Levantó un poco una mano, indicando que quería tomar al niño en brazos. Daggan se lo puso al lado, y Breenara intentó decir algo.
-No cariño, no hables, estás muy debil, necesitas descansar...
A duras penas, Breenara se forzó en decir algo. Sólo pudo decir una palabra, sólo tres sílabas escaparon de sus cada vez más blanquecinos labios.
- Bru... Brumenor
Sus brazos quedaron inertes. Daggan cogió al niño, temiendo que cayera, y lo dejó en la pequeña camita que habían preparado para él. Breenara ya no existía.
Daggan lloró amargamente, habían sido muchos años de felicidad junto a ella, muchos proyectos, muchas luchas por seguir adelante... Estaba totalmente desconsolado.
Sólo lo sacó de su ensimismamiento el llanto del pequeño, al que se unió su hermana al ver que ni su madre ni su padre salían del cuarto.
- Brumenor, Breena, ahora sólo vosotros importais.
Daggan salió de la habitación con el bebé en brazos, pensando qué podría hacer a continuación...
Había luna llena. Daggan no recordaba el último día que había podido observarla, pues normalmente salía del trabajo mucho más tarde que hoy. Pero el dí era especial. Breenara estaba ya a punto de dar a luz a su segundo hijo. Su hija mayor (que contaba sólo con dos años de edad) Breena había sido una alegría, pero Daggan ahora prefería un hijo varón.
- Le enseñaré mi oficio, será fuerte y podrá alcanzar un gran reconocimiento - Se decía Daggan a sí mismo, pensando en el futuro de su hijo. Ni siquiera quería pensar en la posibilidad de tener otra hija, pues su ilusión por un varón era tal que no le permitía otra cosa.
Sonriendo, Daggan entró en su humilde casa cercana a la mina de El Espolón de Hierro, en la zona de Damara. Cuando vio a su mujer, supo que algo no iba bien.
-¿Qué pasa Breenara?
-El bebé, ya viene... pero... este dolor....
-Breenara *alarmado* qué te sucede?
- No dolía tanto para Breena, pero supongo *decía entre agudos dolores*
Daggan corrió hasta el dormitorio, un pequeño cuarto separado del resto de la estancia principal por una sucia y raida cortina, y recogió algunos paños que tenían guardados para la ocasión. Preocupado, calentó algo de agua (como le habían indicado los clérigos para el parto de Breena) . Cuando volvió a la estancia principal, donde reposaba Breenara, la ayudó a caminar al dormitorio, de forma que estuviese más tranquila y relajada.
Con gran esfuerzo, Breenara se recostó en la cama, sudando y jadeando, haciendo grandes muecas cada vez que los dolores del parto acudían a su cuerpo.
- Ya... ya viene Daggan, cariño...
Daggan le cogió la mano, pues sabía que poco más podía hacer aparte de estar junto a su esposa. Escuchando el llanto de Breena en la estancia principal, la tranquilizó.
-Breena, cariño, mami está bien, pronto vendrá un hermanito o hermanita para jugar *sonrió*
Breena, limpiandose los mocos con la manga del pijama, dejó de llorar, convencida por el padre.
-Deggan...
A breenara casi no le salía la voz del cuerpo. Daggan terminó de intranquilizarse. Aquello no estaba bien, Breenara siempre había sido una mujer muy fuerte, y tanta sangre... aquello no podía ser normal.
Fueron unos minutos muy duros. Daggan temblaba con cada apretón que le propinaba su mujer en la mano, temiendo cada vez más por el desenlace de aquella noche. Tras unos minutos que parecieron días, una pequeña cabeza asomó por fin al mundo. Daggan soltó la mano de su mujer, y ayudó a salir al pequeño. Había sido un niño. Deegan sonrió.
- Cariño, es un niño, y está bien *sonrió*
Breenara sonrió a su vez, pero no tenía fuerzas para hablar. Levantó un poco una mano, indicando que quería tomar al niño en brazos. Daggan se lo puso al lado, y Breenara intentó decir algo.
-No cariño, no hables, estás muy debil, necesitas descansar...
A duras penas, Breenara se forzó en decir algo. Sólo pudo decir una palabra, sólo tres sílabas escaparon de sus cada vez más blanquecinos labios.
- Bru... Brumenor
Sus brazos quedaron inertes. Daggan cogió al niño, temiendo que cayera, y lo dejó en la pequeña camita que habían preparado para él. Breenara ya no existía.
Daggan lloró amargamente, habían sido muchos años de felicidad junto a ella, muchos proyectos, muchas luchas por seguir adelante... Estaba totalmente desconsolado.
Sólo lo sacó de su ensimismamiento el llanto del pequeño, al que se unió su hermana al ver que ni su madre ni su padre salían del cuarto.
- Brumenor, Breena, ahora sólo vosotros importais.
Daggan salió de la habitación con el bebé en brazos, pensando qué podría hacer a continuación...