Hay noches en las que miro las estrellas y busco allí los recuerdos de un pasado que ahora se me antoja lejano.
Vagamente recuerdo como mi vida avanzaba a medida que mi ciudad natal Argluna crecía como una hermosa flor en manos de un paciente jardinero.
Veo a ese solitario niño elfo de pelo blanco, cuyos perdidos y melancólicos ojos azules parecían buscar siempre algo que parecía ocultarse de su escrutinio. Así es como siempre he sido pese a los esfuerzos de mi madre.
Criado por un padre severo que quería que siguiese sus pasos como caballero plateado y una madre que pasaba su tiempo libre enseñándome sus pequeños conocimientos sobre la misteriosa y fascinante magia que lograba atrapar y dar forma con armoniosas palabras.
Fue una infancia solitaria hasta que un día, sentado en mi lugar favorito bajo un robusto roble de los hermosos jardines de Argluna, se acercó a mí una niña elfa preciosa de rubios cabellos como los trigales que mece el viento y verdes ojos como las más puras esmeraldas del corazón de la tierra. Aquella niña de nombre Larnaleila se acercó hacia mí con su hermosa sonrisa y me ofreció su mano para que me uniera a sus juegos. Recién llegada a la ciudad con sus padres parecía un regalo de Corellion para que mi alma dejase de vagar en un mar de soledad.
Muchos años pasaron bajo la tutela de mis padres y la dulce compañía de Larna en el que aprendí a manejar la espada y utilizar la magia de mis antepasados, pero siempre viví en la sombra de la mediocridad pues en ninguno de ambos campos destacaba, solo hoy me doy cuenta que Corellion me ha dado el don de combinarlos como casi ningún otro puede. En todos esos años me di cuenta que mi amistad con Larna se había convertido para mi en algo mucho mas fuerte, mi corazón ardía con las llamas de un amor que nunca me atreví a declarar. Cada día veía a mi amor pero como dos gotas de lluvia siempre estábamos a la vez juntos pero eternamente separados.
Llego el día en que Larna y yo nos alistamos en los caballeros plateados después de un intenso adiestramiento. Ella lo supero fácilmente pues tenía capacidades naturales que la hacían excelente combatiente con el estoque, pero mi torpeza hizo que me graduara dos meses después que ella.
Me encantaba ver a Larna embutida en el espléndido uniforme plateado y compartir las largas patrullas por las cercanías de Argluna con ella montando a Boreus, el corcel élfico que me regalo mi padre en mi nombramiento como caballero.
Pero esta paz y felicidad pronto se vio perturbada aquel aciago día que Larna no apareció a la patrulla. Preocupado, pues esto nunca antes había sucedido debido al entusiasmo con que ella ejercía su cargo, me dirigí a su casa mas nadie contestaba. Decidí utilizar la llave que ella ocultaba tras una roca suelta en el muro y entrar a echar un vistazo. Todo parecía en su lugar pero no había ni rastro de ella, al pasar cerca de su mesa no pude dejar de reparar en su diario. La conciencia me decía que lo dejara y buscara en otro lugar mas la curiosidad me instó a abrirlo y mi débil voluntad me lo permitió.
La última entrada indicaba algo que me perturbaba, por lo que relataba había visto a un tipo de extraña actitud merodear por el vecindario por las noches de forma sospechosa con un par de compinches de mala pinta. Según decía el diario ella decidió que esa noche les seguiría y averiguaría lo que tramaban, quizás eso le permitiría un ascenso además de ayudar a las buenas gentes de Argluna.
Rápidamente me persone en aquella maldita casa en la cual según decía el diario se reunían los sospechosos. Con las ventanas cerradas de par en par no podía ver que guardaba su interior, así que mi corazón atribulado por la preocupación por Larna tomó el control y eché la puerta abajo de un puntapié. Mis horrorizados ojos élficos contemplaron el oscuro interior de la pequeña casa, sus paredes estaban recubiertas de papeles con macabras ilustraciones sobre ritos nigrománticos, había una mesa con macabros instrumentos y estanterías con botes de horrendos contenidos.
Solo después de unos segundos pude reparar en las salpicaduras de sangre del suelo y los papeles revueltos, sin duda allí hubo una lucha con incierto resultado mas mi mente sólo veía el peor de ellos. Me sentí caer de rodillas, sendas cascadas de amargas lágrimas cruzaban mi rostro congestionado por el peor de los dolores. ¿Por que al destino se le había antojado escribir mi vida con renglones torcidos en un roto papel utilizando como tinta la sangre que manaba de la dolorosa herida de mi corazón?. Con rabia y desesperación busqué en la mesa del nigromante cualquier pista que me dijera donde se podía hallar hasta que di con un documento que decía que pronto partiría a buscar algo en las cercanías de Nevesmortas, algo que según decía era de gran poder e importancia. Rápidamente recogí todos los papeles que vi y salí corriendo a mi casa, cogiendo solo lo importante y mis escuetos ahorros. Dejando atrás mi vida y una escueta nota explicativa dirigida a mis padres junto a mi uniforme de caballero plateado, partí raudo en pos de Larna pues era lo único que daba sentido a mi existir.
