Historia de Wuivre (Parte I, parte II y parte III)

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Wuivre

Historia de Wuivre (Parte I, parte II y parte III)

Mensaje por Wuivre »

Recuerdos, tan solo eso, vagos recuerdos de una época en la que la felicidad, las risas de los más pequeños y los cantos elficos de mi tierra se mezclaban con la belleza de extensos campos cubiertos por el rocío de la mañana.
Los primeros reflejos dorados de sol se filtraban curiosos por la ventana de nuestro humilde hogar, elevándose lentamente desde los pies de mi lecho hasta conseguir rozar levemente mi rostro, como la mano que mece una cuna y suspende el ritmo en una caricia. Sin poner resistencia alguna, abría los ojos junto con la incipiente sonrisa que salía a través de mis labios cuando nuestra madre acudía a darnos a Kalizhra y a mi, los buenos días. Recuerdo sus pausados movimientos, el sonido zigzagueante de sus ropas al acercase y darnos un beso en la mejilla a cada una, el olor a hierbabuena que desprendía llenaba mi corazón de alegría. Su amor y su presencia siempre fueron parte de nosotras. Y ahora, en estos tiempos, cuando todo ha quedado en mi nostalgia, percibo que ella aun esta entre nosotras, acompañándonos en nuestras dichas o en nuestras penurias. Si algo he aprendido es que hay lazos que no se rompen, que perduran inclusive más allá de la muerte...

El bosque alto, tierra de los no humanos, druidas, exploradores y aventureros, nuestra querida tierra…, a la que llevábamos siempre en nuestras oraciones y en nuestros pensamientos. Recuerdo como nuestra madre nos contaba las leyendas donde Chauntea era de tan suprema belleza que los pajaros cantaban a su paso y hasta las bestias más feroces le rendían homenaje. Más cuando pienso en ello me emociono y los ojos se me llenan de lágrimas que encharcan mi visión y la nublan. Nuestra niñez fue inmensamente feliz, mi hermana y yo llenábamos nuestra casa de risas e inocentes juegos donde más de una vez nuestra madre fue partícipe, uniéndose al júbilo saltando de cama en cama, cada una con el pequeño saco de plumas que nos hacía de almohada. Lo lanzábamos una contra otra, hasta que caíamos extenuadas con los cabellos llenos de plumas; o cuando Kalizhra escondía una prenda y debíamos hallarla, no había rincón que no quedara registrado y debidamente alborotado mientras Kaliz se encargaba de asustarnos estando nosotras desprevenidas…

Kaliz y yo nacimos el mismo día, a la misma hora y a escaso intervalo la una con la otra. Somos hermanas gemelas y nuestro parecido es abismal, pese que no lo es en cuento a carácter. Kaliz ha heredado la esencia de nuestra madre, su serenidad, su elocuencia, sus portes tranquilos y sosegados, la paciencia. En cuanto a mi, cuentan que soy el vivo reflejo de nuestro padre, poseo el vigor de su juventud más traviesa, más inquieta e intranquila. Mis formas son dulces pero me delata la impaciencia. Dicen que cuando nuestro padre nos vio por primera vez, no supo diferenciarnos y nos colgó un amuleto de distinta gema alrededor del cuello, alegando que la misma Chauntea le había regalado dos ángeles idénticos, puesto que los sentimientos que inundarían nuestro corazón eran tan grandes que no podían repartirse en un mismo cuerpo. Nuestra madre rió de las conjeturas de su esposo sin saber que perdurarían durante años, y que su conclusión no era tan equívoca como pareciese.
Tanto Kaliz como yo, no guardamos recuerdo alguno de nuestro padre. Tal hecho es debido a que murió tres años después de nuestro nacimiento sumido en un sueño, y murió dormido; dejando así viuda a nuestra madre con dos criaturas por las que veló en vida y aun, en muerte.

Nuestra infancia transcurrió feliz, en medio de la frondosidad de los bosques, donde cada día nos adentrábamos avanzada la mañana, entre la espesura de la vegetación buscando el fruto que nos haría subsistir durante esos años de inocencia. Nuestra madre había descubierto una zona donde las lluvias hacían crecer las más hermosas setas. Un alimento que por aquel entonces en nuestra aldea, era del placer y el deleite de muchos guisos. La idea principal había sido abastecernos de ellas para nuestro propio alimento pero cuando los demás elfos del lugar olfatearon el arte culinario de nuestra madre por el olor que desprendía nuestra chimenea, no pudieron resistirse a solicitar a mi madre encargos de tal exquisito hongo. Y así fue como empezó nuestro pequeño mercado en nuestra aldea del Bosque Alto… Nuestras incursiones a los bosques fueron tan comunes que a medida que Kaliz y yo fuimos creciendo, pasábamos más tiempo entre los verdes caminos que en nuestra propia aldea. Nuestra madre seguía acompañándonos pero más infrecuentemente debido al tiempo que le hubo de dedicar finalmente a su pequeño negocio, que cada día se hacia más amplio y próspero.

Kaliz y yo aprendimos a vivir en plena naturaleza, guiándonos por nuestro sentido de la orientación, por el vuelo de las aves migratorias, por la caída otoñal de las hojas o incluso por el tejón escondido que corría hacia su guarida.. Todo al fin y al cabo eran signos que marcaron la agudez de nuestros sentidos. Pero a medida que fuimos creciendo nuestro afán de conocimiento y nuestra in medida curiosidad, nos arrastró a querer saber más sobre todo aquello que nos rodeaba, empezamos a emprender viajes cada vez más profundos, más abruptos, más estrechos. Recuerdo los arañazos de las zarzas, el crujido de sus cortes con mis dos espadas cortas para así poder abrirnos camino entre ellos. Nuestra investigación fue tan desmesurada, que recorrimos partes jamás pisadas, desconocidos por los más expertos exploradores. Aprendimos a esquivar los peligros que nos acechaban ocultándonos entre las sombras de las ramas que cobijan nuestro paso. Más no por ello dejamos de querer y saber más. Un día nuestra insensatez nos abrió las puertas hacia lo que sería nuestro inevitable destino.

Aquella mañana se presentaba nebulosa, donde el viento azotaba nuestras capas y la humedad afloraba en cada planta, acentuando el olor a tierra mojada. Pese a que las nubes se aglomeraban dejando entrever la tormenta que se avecinaba, Kaliz y yo no pudimos dejarnos estar de nuestra usual visita a los más recónditos caminos. Rastreamos el lugar con las formas ya habituales adquiridas durante tanto tiempo, alejándonos de los campos abiertos y de la compañía de los robles más próximos, bien sabiendo a ciencia cierta que era imprudente dado los primeros signos de tempestad, que emergían del temblor del cielo bajo la apariencia de ocasionales relámpagos. Para nuestro regocijo y asombro hallamos la entrada a una cueva oculta entre las rocas, sin pensarlo dos veces, nos aventuramos a refugiarnos del mal tiempo, con la esperanza de que menguase lo más pronto posible.

La entrada estaba oscura y tan solo el eco del tintineo de la lluvia que se había precitado sobre nosotras se hacia presente entre las rocas de la cueva haciéndola adquirir vida propia, tan solo una tenue luz en la profundidaz de la misma nos hizo encaminarnos hacia los misterios que en ella se escondían. A cada paso que avanzábamos las paredes de la cueva se extendían hasta llegar a un lugar iluminado por antorchas donde sorprendentemente reparamos que no estaba deshabitada o donde al menos no hacia mucho, había sido un lugar de culto hacia algún dios ajeno a nuestra comprensión. Un altar de piedra se alzaba en medio de lo que parecía una gran sala, y un cáliz de plata reposaba en su superficie lleno de un liquido rojizo, similar al vino pero mas denso que este. Con la yema de los dedos alcancé a palpar su tacto llevándomelo a los labios, el sabor era dulce y a su vez salado, y su textura viscosa provocaron en mi nauseas y arcadas.. Miré a los lados, restos de sangre reciente impregnaban el suelo, alrededor de una álgida estatua de formas femeninas. Mi hermana parecía deslumbrada ante el viciado ambiente de la peculiar estancia. El sonido de un crujido que pareció provenir de las mismas entrañas de la tierra nos sobresaltó a ambas haciéndonos retroceder un paso atrás, por lo visto no estábamos solas. Eché la vista atrás observando con sorpresa la forma de una figura humana entre las sombras. Se mantenía en cuclillas con los brazos enlazados a sus piernas y su cabeza reposaba entre ellas, debajo del mismo altar en el que instantes antes yo misma había estado sin percatarme de su presencia. Un sollozo emergió de su garganta. Miré a mi hermana confusa y Kaliz estaba tan sobresaltada como yo.

- ¿Quién sois? ¡Descubrios! - le ordené alterada por el nerviosismo.

La figura se movió en lo que pareció más un temblor que una acción deseada del mismo. Levantó la cabeza y una capucha descendió por su espalda, dejando al descubierto su rostro. Por lo que pudimos contemplar, era la imagen de un elfo, de tez oscura y ojos brillantes que nos miraron penetrantes debajo de su anonimato. Su blanco cabello de destellos azulados brilló ante la luz de las antorchas, elevó su rostro y una media sonrisa cambió su aspecto afligido y dió origen a una expresión, más bien agradecida por su suerte. Sus pupilas saltaron de una a la otra repetidamente, probablemente fascinado ante nuestra similitud, conservando el mismo silencio que finalmente me inquietó.
Cogí mi arco y le apunté con una flecha directamente.

- ¿Quién sois?!! - repetí con impaciencia. Mi mirada era in pasiva, dispuesta a defenderme ante cualquier peligro que pudiera causarnos aquel extraño.

- ¡Hermana! ¡Bajad las armas ahora mismo, os lo suplico! .- gritó Kaliz dando un paso hacia delante, interpóniendose entre ambos. - ¿Acaso no veis que esta herido?

Con confusión observé como mi hermana se precipitaba hacia él, agachándose y sujetándole un brazo que efectivamente, pareció magullado y sangrante. Sin esperar nada a cambio Kaliz abrió su mochila sacando su cantimplora y se dispuso a limpiar sus heridas, cubriéndole antes con hojas de romero el vendaje que con tanto detenimiento le aplicó.

- Si madre os viera no estaría orgullosa de vuestra acción hermana. ¿Cómo podeís apuntar con vuestro arco a un indefenso? .- Me preguntó indignada continuando su labor.

- ¡Kaliz! ¿Qué sabeis de él, mas que es un oscuro elfo?!! ¿No veis el peligro ante vos ahora mismo? .-Repliqué inmediatamente, sin apartarle aún la mirada desconfiada. - ¡No sabeís quien es!.- Di un ligero paseo por la sala y continué con mi arco aferrado en una de mis manos sin bajar la guardia.
El elfo a expensas de nuestras palabras miró a mi hermana incrementando su fascinación por ella y cogió sin previó aviso la gema que colgaba en su cuello. Kaliz le correspondió con una dulce sonrisa y le añadió:

- Fue un regalo de nuestro padre. ¿Estais mejor? ¿Quereis agua?

- Os quiero a vos. - pronunció.

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Continuará... espero que os guste, si es que habeis conseguido llegar al final... :lol:
Última edición por Wuivre el Vie Sep 22, 2006 4:32 pm, editado 2 veces en total.
pegasus1974

Mensaje por pegasus1974 »

Hola, si te he de decir la verdad, una buena historia y realmente interesante, me ha encantado leerla.

8) :wink:
Faelh

Mensaje por Faelh »

Mas, mas, quiero mas!!

Me tienes en ascuas, que paso? quien era el?
Wuivre

Mensaje por Wuivre »

Gracias a los dos!!!

La siguiente parte se esta haciendo de rogar.. pero todo llega!!

(a ver si me pongo..)
Wuivre

Wuivre (II parte)

Mensaje por Wuivre »

No sé cuanto tiempo mi hermana sostuvo la mirada fija en él, pero a mi me pareció una eternidad.

Finalmente, decidió romper el silencio que tanto me hubo importunado en su momento y cuando comenzó a hablar, lo hizo con palabras profundas, convincentes, sus gestos marcaron cada pausa y la seguridad de su tono, acentuaba aun más la credibilidad de sus frases. El conjunto de todo ello, me hizo divagar, y no pude más que prestarle toda mi atención, pero siendo consciente de que mis manos aun aferraban mi arco. Sin embargo, a medida que aquel extraño nos contaba la historia más increíble de todos los tiempos, pude comprobar que entre mi hermana y él, pareció emerger una comunicación más allá de las palabras, pues mientras duró su narración, Kaliz no movió ni un ápice de su musculatura, y puedo afirmar que si no hubiese visto en algún momento el parpadeo en sus ojos, pudiera haber imaginado que había dejado de estar viva.

- Soy Ankhalomïr, hijo de Iremë, sacerdotisa y matrona de una de las casas de más alto rango entre los míos. Sobre mi, no necesitáis saber más.- Y al decir esto, sentí como me dirigía su penetrante mirada, quedándose clavada en mi como estacas, más por suerte tomó aliento y continuó añadiendo: - Hace milenios, cuando ninguna de vosotras ni yo mismo pisábamos esta tierra, se selló un pacto de sangre entre dos magos, y lo hicieron aun siendo rivales, después de incontables luchas y confrontaciones entre ellos. Ambos luchaban por el poder por aquel entonces y viéndose pues, derrotados mutuamente tras sus muchos intentos y enfrentamientos, pese al odio y rencor que se procesaban el uno al otro, vieron que después de todo, compartían los mismos fines. Así fue como decidieron unir sus poderes arcanos, creando un conjuro al que denominaron “oscuridad de la noche”, con el cual y durante mucho tiempo, sembraron el miedo y el pánico allá donde fueran y dando muerte a todos sus enemigos. Se dice que irradiaban juntos un asombroso poder gracias a que las carencias de uno, eran compensadas por otro.
Hoy en día, son muchos quienes aun los veneran, celebrándose una oculta festividad en honor a ellos, en esta misma cueva. En el solsticio de verano, realizan incursiones a la superficie y los más devotos ofrecen un sacrificio para rendirles culto. Y Iremë es una de ellas...

En ese instante me sentí embaucada, por una historia ajena a nuestra cultura y a la explicación que le exigía. Mis nervios afloraron de nuevo.

- ¿Y que tiene que ver todo esto con nosotras?!! ¿Por qué habéis dicho querer a mi hermana?!!

Ladeó el rostro hacia el mío y sonrió, elevando la mano con la naturalidad propia de un príncipe solicitando de nuevo su turno en la audiencia.

- Existe una profecía, tan antigua como lo que os cuento, que dice como su pacto podrá ser destruido por un lazo de sangre verdadero, por dos almas idénticas que se asemejen en apariencia y en fuerza, sus corazones habrán de latir al unísono por la bondad, a diferencia de ellos. Una de estas almas será elegida…

- ¡Estáis loco!! ¡Vamonos Kaliz! - Grité tomando el brazo de mi hermana y empujándola a la fuerza hacia la entrada de la cueva.- ¡Ya hemos tenido bastante por hoy!

Pero el grito desgarrador de Ankhalomïr se abalanzó sobre nosotras, como un cubo de agua fría en cada poro de mi piel, haciendo que me parara en seco.

- ¡No ireis a ninguna parte!! ¡Lo que no sabeis, lo que aun no os he revelado, es que el próximo sacrificio será mi propia madre!! ¡Teneis que ayudarme!!

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//Uff.. esta história va a ser interminable.. xDD
(proximamente parte III)//
Wuivre

Mensaje por Wuivre »

Parte III: La persecución

No pude más, no estaba dispuesta a aguantar por más tiempo aquella situación, sujetando mis pies sobre aquel suelo de piedra, que cada vez se me ofrecía más frío, más húmedo, turbio y oscuro.

Aferré el brazo de Kalizh con todas mis fuerzas, cogiéndola de improvisto y arrastrándola hacia la salida con suma urgencia. Y una vez fuera, continué haciéndolo no sin tener que soportar en todo momento, las continuas suplicas y replicas de mi hermana por como habíamos abandonado el lugar junto al misterioso elfo que según él, precisaba de nuestra ayuda.

Mantuve el ritmo sin echar la vista atrás, me incomodaba la sola idea de que aquel que se hacia llamar Ankhalomïr, estuviese siguiéndonos por los frondosos bosques y la oscuridad de la noche. Estaba angustiada, sí, esa es la palabra. Todo aquello no había sido mera casualidad, estaba convencida de ello. No obstante, la sensación de vértigo que se pronunciaba en mi estómago, aquel extraño malestar, no me abstrajo de conducir a mi hermana hacia el añorado calor de nuestro hogar.
Una vez estuvimos frente a la puerta, le hice prometer a mi hermana que nada de lo ocurrido sería revelado a nuestra madre. Si ella se enteraba de cuan nos habíamos alejado de los límites del bosque, dejaría de permitirnos la entrada a estos y de ayudarla. Más cuando recuerdo el pacto que hicimos aquel día ambas, más me arrepiento de mis palabras...

A partir de aquel día ningún otro fue como antaño.

El comportamiento de mi hermana Kalizh pasó a ser un misterio. Se mostraba abstraída, silenciosa, pensativa. Las delicadas manos que cortaban cada mañana las malas hierbas y flores que se arremolinaban alrededor de nuestra casa, ahora empezaban a perder la magnificencia de su aspecto, inundadas ahora por cortes y heridas apreciables por sus momentáneos y continuados despistes. Dejó de hablar, de contarme sus secretos, dejó de tener apetito y muchos eran los momentos en los que abandonaba la mesa cobijándose en su habitación durante largo tiempo, con cualquier excusa que considerase oportuna y válida ante los profundos ojos de nuestra madre.
Sin embargo y pese a todos sus esfuerzos, he de admitir lo imposible que llega a ser mentir a una madre, pues como todas ellas, tienen un sexto sentido para advertir el peligro y el desánimo en sus hijas.

Nunca dijo nada, más no por ello, dejó de vigilarla. Y tal fue su obstinación por descubrir la realidad en secreto, que yo misma la imité admirando su postura y haciendo lo mismo, convirtiéndome en la sombra de mi hermana durante largos días y largas noches.

En cuanto a lo acontecido en aquella cueva, el descubrimiento de Ankhalomïr y aquella historia lejana que nos fue contada, me obligué a olvidarla. Y en cierta forma consciente como era en sí, de cual podía ser la preocupación de mi hermana, no quise aceptarlo mintiéndome a mi misma hasta que fue demasiado tarde..

Una noche, cuando a duras penas comenzaba a reconciliar el sueño, abrí los ojos entre las sabanas, y vi a mi hermana Kaliz levantarse entre la penumbra con todo el sigilo del que fue capaz, se sentó en la cama y sostuvo los pies en el aire a medida que alcanzaba el suelo con sumo cuidado.

Era evidente su pretensión por no ser descubierta.

Aguanté la respiración, cerré de nuevo los ojos y escuché…

Kalizh se arropó con la capa, ocultó su rostro bajo una capucha y deslizando su menudo cuerpo entre el silenció, se paró unos instantes que parecieron eternos frente a mi lecho. Tal y como sentía que sus ojos escudriñaban mi silueta, adopté la forma fingida del sueño y cerciorada como estuvo de mi aparente estado, cerró la puerta tras ella, no sin antes susurrar unas palabras que parecieron una repentina despedida con el tono propio de la nostalgia:

- Wuivre.. Os llevaré siempre donde quiera que vaya, donde quiera que mi corazón habite, vos estaréis en el como yo lo estoy del vuestro.

Y sin más vacilación, cerró la puerta.

Mi corazón latía apresuradamente, a medida que obligaba a mi mente mostrarse serena y a mi cuerpo, levantarse. Cogí mis armas y el suave y metálico tintineo de mis espadas cortas evocaron en mi la certeza de que lo que me depararía esa noche, no sería nada bueno.

Corrí y corrí, salté por los prados que separaban mi aldea del bosque y corté con rabia la maleza que se interponía en seguir el rastro de mi hermana. Por suerte, mi visión en la penumbra traspasaba más allá de cualquier horizonte, y observé angustiada de nuevo como el rastro de Kalizh se perdía entre los páramos, que días antes atravesábamos juntas en un día de tormenta: Las Cavernas Sin fin, cuevas que alcanzan una profundidad tal que los elfos de Eaerlann creían que tenían puntos de conexión con los Reinos Profundos de la Infraoscuridad.

Cuan razón tenían… cuan triste y doloroso resulta ser hoy el recuerdo...
Última edición por Wuivre el Vie Sep 22, 2006 4:31 pm, editado 1 vez en total.
Wuivre

Mensaje por Wuivre »

//En fín.. otra parte del culebrón de Wuivre.
Proximamente: Parte IV, con intención de que sea el desenlace y la ultima narración de Wuivre. A ver... :wink: //
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