Los 6 magnificos

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leventhor

Los 6 magnificos

Mensaje por leventhor »

La noche había caído sobre Nevesmortas. Un grupo de amigos charlaba y bromeaba junto a la fuente. Alan y Dolores comentaban la evolución de su maternidad, mientras Tale se reía disimuladamente de Kragor y Sham, comparando el color de sus armaduras con los ropajes del escriba, que parecía no estar muy contento de ser objeto de las bromas de los aventureros, aunque las aceptaba con determinada obstinación de quien sabe que poco puede hacer salvo intercalar alguna falta en los textos que le mandan escribir. La pequeña Elrinda intentaba seguir las conversaciones, a pesar de no dominar muy bien el común. De repente apareció corriendo Parto Hall, estaba asustado, no paraba de decir: "Nos atacan, nos atacan, trasgos en la mina". En un principio no daban crédito a lo que gritaba, pero al ver su insistencia, comprendieron que no estaba bromeando. Se pertrecharon rápidamente y comandados por Alan y Dolores se dirigieron prestos al sur de nevesmortas. Al llegar el panorama era desolador, decenas por no decir cientos, de trasgos campaban a sus anchas matando, saqueando e incendiándolo todo a su paso. A una orden de Alan, se lanzaron esgrimiendo sus armas contra las hordas de trasgos, comenzando una nueva carnicería, pero esta vez los que caían ante las armas eran los malvados atacantes, incapaces de contener el furor vengativo de los 6 amigos, que luchaban como si las heridas que les infringían no dolieran, o como si el cansancio no les afectara, tan solo continuaban sajando y tajando a diestro y siniestro, sin dejar de gritar como bárbaros locos de furia y sangre. La lucha se prolongó durante una hora, aunque la cantidad de enemigos muertos hacia pensar que habían luchado un día entero. La pequeña Elrinda, sin embargo, estuvo a punto de ser la nota trágica de la jornada, pues casi a punto de conseguir la victoria, fue rodeada por 2 o 3 trasgos, y acuchillada sin piedad. Por suerte, Sham y Tale estaban cerca y mientras el elfo se deshacía de los trasgos, el clérigo conseguía recuperarla de las garras de la muerte y vendar sus heridas.
Al terminar la lucha, los valientes guerreros estaban cubiertos de sangre y polvo, formando una pasta densa y de un color ocre que les daba un aspecto dantesco. Sin embargo no tuvieron tiempo de pensar en estas cosas, pues al poco llegaron noticias de que al norte de Nevesmortas se estaba reuniendo un ejército de Osgos. Corrieron todos a avisar a la guardia y a prepararse para el siguiente combate, que parecía bastante más complicado que la incursión trasga. Nadie sabia el porqué de los ataques, pero todos comprendían la necesidad de defender la Villa de Nevesmortas de las hordas que la acechaban a resguardo de la noche. Salieron uno a uno por la puerta norte, en silencio, preparándose para la batalla, pensando probablemente si volverían vivos de esa dura prueba y de si serviría para algo su sacrificio. Se reunieron los seis en el exterior, oteando la lejanía, intentando poner forma a los ruidos que se oían entre los árboles, y que claramente anunciaban la congregación de una gran hueste. Alan y Dolores dieron orden a los defensores de la Villa de que atrancaran la puerta y no dejaran entrar a nadie. Mientras esto ocurría, de la nada surgieron unos exploradores osgos y degollaron a Zarpas, el gran tigre de Sham, que no pudo hacer nada para evitarlo, aunque no dejó que huyeran y les atravesó con su cimitarra llameante.
Al ver este ataque, Alan consideró que ya habíamos sido descubiertos, y que era el momento de dejarse de subterfugios y atacar de frente, lo que probablemente desconcertó a los osgos, pues ver a seis locos correr con las armas desenvainadas, brillantes de poderosas magias, gritando como posesos y chorreando sangre y vísceras descompondría al más osado. El primero en caer fue el Cacique Osgo, aunque esto no lo descubrieron hasta el final de la batalla, cuando buscando y registrando los cadáveres en busca del motivo del ataque, lo encontraron delante de sus tropas, atravesado por varias estocadas. Lo que a priori parecía una lucha complicada se tornó en algo mecánico, pues los osgos parecían desmoralizados y faltos de espíritu combativo y casi se dedicaban a reunirse en manada para intentar rodear a alguno de los guerreros y así tener una opción de derribarle, pero ni así conseguían herirlos de gravedad y terminaban por ser muertos ellos bajo la espada de sus víctimas. La lucha no fue muy prolongada, y al ver el cariz que tomaba la batalla, muchos osgos huyeron con el rabo entre las piernas, perdiéndose en la espesura de los bosques del oeste de Nevesmortas. No fueron perseguidos, pues el cansancio de dos batallas hacia mella, y estaban asqueados de tanta muerte y desolación sin sentido. Registraron someramente los cuerpos, en busca del porque del ataque, pero no encontraron nada que aclarase sus dudas, por lo que decidieron volver a la Villa, dejando la ingrata tarea de enterrar a las viles bestias a los guardias, ya que tanto cadáver en descomposición podía ser causa de alguna epidemia.
Lentamente, cada uno de los seis fue despidiéndose de los otros para ir a descansar y meditar sobre lo ocurrido, alegrándose en su interior de haber sobrevivido, y sobre todo, de haber salvado las vidas de los inocentes de Nevesmortas…


Por Sham y Leventhor
Mascara
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Mensaje por Mascara »

Buena historia...y muy fiel a lo ocurrido. Gracias Tale ;)
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