Origen de Dardo
Publicado: Dom Dic 02, 2007 12:59 pm
Historia de Dardo Busmani
Felbarr, en una de las más asquerosas pocilgas que en los barrios bajos les da por llamar “tabernas”. Ésta en particular, “La tasca de Frebo” era un lugar donde se reunían muchos maleantes, timadores, chaveros, ladronzuelos y camorristas.
A Runar Busmani no le molestaba la presencia de esta gentuza en la tasca, pues para él eran parte del decorado, tan sólo venía a tomarse unas cervezas con su amigo Frebo, el dueño de la taberna, al que conocía de sus días en el ejército de Felbarr. Runar era un enano sin muchos prejuicios, y lo mismo le daba tomarse su cerveza al lado de un noble o de un mendigo, siempre que no lo molestaran.
Esa noche, tan regada de alcohol como cualquier otra, se vio interrumpida por la llegada de un visitante inesperado. Sin sutileza alguna, un elfo atravesó la puerta tambaleándose, con cara de haber bebido más de la cuenta y con algo en los brazos, rodeado de una manta. Los enanos que allí gozaban de su bebida y negocios, se quedaron por un momento malcarados ante el elfo. Los elfos no eran bienvenidos en las tabernas enanas, y si se trataba de un elfo borracho peor aún, pues eso significaba problemas. Al cabo de unos segundos todos volvieron a lo que estaban haciendo, y decidieron ignorar al detestado visitante.
El elfo se acercó a la barra haciendo eses y pidió vino élfico al camarero….y lo hizo a voces. De nuevo los presentes lo miraron con suspicacia y un enorme enano sentado en una mesa cercana a la barra se levantó y amenazó al elfo con el puño, cuando de repente se escuchó un sonido que nadie esperaba oír allí: el llanto de un bebé.
El enano que alzaba su puño cesó en su empeño desconcertado, y Runar se acercó y destapó las mantas del paquete que el elfo llevaba en brazos, para descubrir a un bebé, probablemente elfo por las orejas, pero con tremendas cicatrices en la cara, que la deformaba por completo. Casi todos pusieron una cara de desagrado al ver el rostro del bebé, excepto el propio Runar, cuyos ojos se cruzaron con los del niño, y éste parecía mandarle miradas de súplica, como una petición de ayuda. Runar se apiadó del niño y no pudo hacer más que compadecerse de él por el padre que le había tocado.
-¿Es tu hijo?- le preguntó al elfo borracho- ¿qué le pasó en la cara?
-Mi hijo…es mi hijo…y lo disciplino como yo quiero, si llora lo disciplino, así aprenderá.
Runar horrorizado comprendió que las cicatrices eran fruto de las palizas del elfo, que se emborracharía todos los días y pagaría con el niño todos sus problemas. Enseguida buscó una solución. Al fondo de la tasca, vio una diana con algunos dardos clavados.
-Te propongo una cosa, elfo- sonreía mientras hablaba, intentando mantener una posición cómplice con el estúpido elfo borracho.
-Te reto a una partida de dardos. Si gano yo me quedo con el niño. Si ganas tú, Frebo te dará un barril de su mejor cerveza- dijo esto mientras pegaba un codazo a su amigo Frebo para que no se quejara pues ya su mirada delataba que no estaba dispuesto a dar ningún barril de su preciada cerveza.
El elfo miró la cara deformada del niño y preguntó- ¿quieres esto?- Sonreía de una forma desagradable- Que sea vino, no cerveza, si no, no aceptaré.
-Trato hecho- dijo Runar complacido, mientras se dirigía hacia la diana y recogía los dardos. En la diana había diez círculos concéntricos. El más periférico marcaba un 1, y el del centro marcaba el 10.
Runar tiró primero. Suerte que sólo había bebido dos cervezas, consiguió acertarle al 8, muy cerca del centro de la diana. Los parroquianos y maleantes se agolparon alrededor de los dos competidores, y animaban al enano, excepto algunos imbéciles que decidieron apostar por el elfo.
Le tocó el turno al elfo borracho, su tiro fue del todo poco ortodoxo y parecía que ni siquiera tocaría la diana, pero ante la sorpresa de todos marcó un 9.
Runar contuvo la respiración durante un momento y miraba desorbitado a la diana y al elfo una y otra vez.
El enano se remangó e hizo su segundo disparo. El dardo fue a parar de nuevo al 8.
Ante la decepción creciente del enano, la gente empezaba a abuchear y silbar.
El elfo cogió el segundo dardo. Al ir a tirar se tambaleó algo y acertó en un 8.
Runar no lo podía creer, el elfo estaba completamente borracho y no hacía más que sacar buenas puntuaciones. Llegó el momento de su último tiro. Por un momento se sorprendió a sí mismo rezándole a Moradin y a Clanggedin, suplicando un buen tiro. Tiró con fuerzas y acertó en un 9, muy cercano al centro de la diana. Un soplido de alivio salió de su boca.
El último tiro del elfo. Runar lo maldecía mentalmente, implorando que fallara. Ante su sorpresa el elfo volvió a acertar al 8.
¡Empate!- Dijo Frebo el tabernero, tenéis que hacer un último tiro, pero por favor, servíos un poco de mi cerveza especial de la casa- Mientras decía esto, escanciaba cerveza negra en dos jarras grandes.
Ambos competidores cogieron la cerveza y bebieron, el enano con prudencia, el elfo con avidez y descontrol. Luego se acercaron de nuevo a la zona de tiro.
De nuevo tiró Runar, que volvió a acertar en el 8.
-¡Por todos los infiernos, jamás tuve buena puntería!- se quejaba ante la evidencia de que era incapaz de hacer una diana plena.
El elfo se acercó a la zona de tiro, con una mirada obnubilada y la cabeza tambaleante, apenas miraba mientras tiraba, pues la última cerveza ya se le había subido a la cabeza. El dardo acertó en el 1.
-No hay nada como la especial de la casa- se oyó decir a Frebo sonriente.
Una explosión de vítores y aclamaciones estalló en la taberna, aclamando a Runar.
El enano se dirigió hacia Frebo, que sujetaba al niño, y lo cogió en brazos. Lo miró de forma paternal y sonriente
-Vámonos a casa, Dardo
Felbarr, en una de las más asquerosas pocilgas que en los barrios bajos les da por llamar “tabernas”. Ésta en particular, “La tasca de Frebo” era un lugar donde se reunían muchos maleantes, timadores, chaveros, ladronzuelos y camorristas.
A Runar Busmani no le molestaba la presencia de esta gentuza en la tasca, pues para él eran parte del decorado, tan sólo venía a tomarse unas cervezas con su amigo Frebo, el dueño de la taberna, al que conocía de sus días en el ejército de Felbarr. Runar era un enano sin muchos prejuicios, y lo mismo le daba tomarse su cerveza al lado de un noble o de un mendigo, siempre que no lo molestaran.
Esa noche, tan regada de alcohol como cualquier otra, se vio interrumpida por la llegada de un visitante inesperado. Sin sutileza alguna, un elfo atravesó la puerta tambaleándose, con cara de haber bebido más de la cuenta y con algo en los brazos, rodeado de una manta. Los enanos que allí gozaban de su bebida y negocios, se quedaron por un momento malcarados ante el elfo. Los elfos no eran bienvenidos en las tabernas enanas, y si se trataba de un elfo borracho peor aún, pues eso significaba problemas. Al cabo de unos segundos todos volvieron a lo que estaban haciendo, y decidieron ignorar al detestado visitante.
El elfo se acercó a la barra haciendo eses y pidió vino élfico al camarero….y lo hizo a voces. De nuevo los presentes lo miraron con suspicacia y un enorme enano sentado en una mesa cercana a la barra se levantó y amenazó al elfo con el puño, cuando de repente se escuchó un sonido que nadie esperaba oír allí: el llanto de un bebé.
El enano que alzaba su puño cesó en su empeño desconcertado, y Runar se acercó y destapó las mantas del paquete que el elfo llevaba en brazos, para descubrir a un bebé, probablemente elfo por las orejas, pero con tremendas cicatrices en la cara, que la deformaba por completo. Casi todos pusieron una cara de desagrado al ver el rostro del bebé, excepto el propio Runar, cuyos ojos se cruzaron con los del niño, y éste parecía mandarle miradas de súplica, como una petición de ayuda. Runar se apiadó del niño y no pudo hacer más que compadecerse de él por el padre que le había tocado.
-¿Es tu hijo?- le preguntó al elfo borracho- ¿qué le pasó en la cara?
-Mi hijo…es mi hijo…y lo disciplino como yo quiero, si llora lo disciplino, así aprenderá.
Runar horrorizado comprendió que las cicatrices eran fruto de las palizas del elfo, que se emborracharía todos los días y pagaría con el niño todos sus problemas. Enseguida buscó una solución. Al fondo de la tasca, vio una diana con algunos dardos clavados.
-Te propongo una cosa, elfo- sonreía mientras hablaba, intentando mantener una posición cómplice con el estúpido elfo borracho.
-Te reto a una partida de dardos. Si gano yo me quedo con el niño. Si ganas tú, Frebo te dará un barril de su mejor cerveza- dijo esto mientras pegaba un codazo a su amigo Frebo para que no se quejara pues ya su mirada delataba que no estaba dispuesto a dar ningún barril de su preciada cerveza.
El elfo miró la cara deformada del niño y preguntó- ¿quieres esto?- Sonreía de una forma desagradable- Que sea vino, no cerveza, si no, no aceptaré.
-Trato hecho- dijo Runar complacido, mientras se dirigía hacia la diana y recogía los dardos. En la diana había diez círculos concéntricos. El más periférico marcaba un 1, y el del centro marcaba el 10.
Runar tiró primero. Suerte que sólo había bebido dos cervezas, consiguió acertarle al 8, muy cerca del centro de la diana. Los parroquianos y maleantes se agolparon alrededor de los dos competidores, y animaban al enano, excepto algunos imbéciles que decidieron apostar por el elfo.
Le tocó el turno al elfo borracho, su tiro fue del todo poco ortodoxo y parecía que ni siquiera tocaría la diana, pero ante la sorpresa de todos marcó un 9.
Runar contuvo la respiración durante un momento y miraba desorbitado a la diana y al elfo una y otra vez.
El enano se remangó e hizo su segundo disparo. El dardo fue a parar de nuevo al 8.
Ante la decepción creciente del enano, la gente empezaba a abuchear y silbar.
El elfo cogió el segundo dardo. Al ir a tirar se tambaleó algo y acertó en un 8.
Runar no lo podía creer, el elfo estaba completamente borracho y no hacía más que sacar buenas puntuaciones. Llegó el momento de su último tiro. Por un momento se sorprendió a sí mismo rezándole a Moradin y a Clanggedin, suplicando un buen tiro. Tiró con fuerzas y acertó en un 9, muy cercano al centro de la diana. Un soplido de alivio salió de su boca.
El último tiro del elfo. Runar lo maldecía mentalmente, implorando que fallara. Ante su sorpresa el elfo volvió a acertar al 8.
¡Empate!- Dijo Frebo el tabernero, tenéis que hacer un último tiro, pero por favor, servíos un poco de mi cerveza especial de la casa- Mientras decía esto, escanciaba cerveza negra en dos jarras grandes.
Ambos competidores cogieron la cerveza y bebieron, el enano con prudencia, el elfo con avidez y descontrol. Luego se acercaron de nuevo a la zona de tiro.
De nuevo tiró Runar, que volvió a acertar en el 8.
-¡Por todos los infiernos, jamás tuve buena puntería!- se quejaba ante la evidencia de que era incapaz de hacer una diana plena.
El elfo se acercó a la zona de tiro, con una mirada obnubilada y la cabeza tambaleante, apenas miraba mientras tiraba, pues la última cerveza ya se le había subido a la cabeza. El dardo acertó en el 1.
-No hay nada como la especial de la casa- se oyó decir a Frebo sonriente.
Una explosión de vítores y aclamaciones estalló en la taberna, aclamando a Runar.
El enano se dirigió hacia Frebo, que sujetaba al niño, y lo cogió en brazos. Lo miró de forma paternal y sonriente
-Vámonos a casa, Dardo