La historia de Ruby.
Publicado: Vie Ene 25, 2008 7:02 pm
//Bueno... no me ha quedado como me hubiera gustado, pero algo es algo. Que ya estaba tardando en ponerla.
PRIMERA PARTE: El Yermo.
El Yermo… una tierra árida, un desierto inexpugnable, un erial de muerte en el que si te descuidas, tu próximo paso puede ser el último. Es una tierra donde el agua es el bien más preciado, y donde una pequeña charca puede, no solo mantener un clan entero, sino provocar sangrientas y terribles luchas por su control. El Yermo, mi hogar.
Nací en una noche de lluvia, una de esas pocas (por no decir la única) que se dan a lo largo de la estación menos calurosa. Hija de Rhuarc, jefe del clan de Los Guerreros de Fuego, y Aviendha, su esposa y mi madre. No, haber nacido como hija del jefe del clan no me dio ningún privilegio (tampoco los quiero, las personas se diferencian por su forma de ser no por su nacimiento) puesto que aquí el jefe se decide por méritos propios, no es un cargo hereditario.
Ashla y Jade fueron las sabias que asistieron a mi madre en el parto y las primeras personas en verme llegar al mundo. Ambas auguraron que tendría un largo sueño y una salud de hierro, pues en mi tierra existe la creencia de que las criaturas que nacen en una noche de lluvia gozarán de buena salud y de una larga vida. Hasta el momento no se han equivocado.
Fui la pequeña de cinco hijos. Mis hermanas mayores, Aviendha y Elanie habían tomado El Camino de la Lanza (y aún hoy día siguen recorriéndolo), al igual que mis dos hermanos, aunque su sueño terminó hace años. A los pocos años yo también tuve que elegir: El Camino de la Lanza o La Disciplina del Desierto. Debido a mi constitución no era difícil adivinarlo, nunca tuve mucha fuerza pero si cierta agilidad y rapidez de movimientos. Me decanté por La Disciplina y, desde un principio, trabajé duro para… ¿perfeccionarla? Imposible… una disciplina de lucha nunca se perfecciona pues siempre hay algo nuevo que aprender, digamos que para ser diestra en ello. Cabe decir que hay un tercer camino: La Senda del Arte, pero eso ahora no viene al caso.
Sin embargo los años pasaban y yo no progresaba demasiado. Los estudios teóricos se me daban de maravilla, si, tanto el estudio de la anatomía de las distintas criaturas que pueblan el mundo, como los detalles de las técnicas; pero el caso práctico era bien distinto. Un día, harta de caer una y otra vez por un resbalón tonto, me arranqué los zapatos y, con un grito de rabia, los lancé bien lejos y volví al entrenamiento. Aquel gesto sorprendió a bastante gente, pero nadie dijo nada ni puso pegas. El problema de soportar la arena, ardiente de día y congelada de noche, era únicamente mío. Y he ahí la razón de porque siempre camino descalza, en apenas un año mejoré mucho más que en todos los años anteriores.
En mi tierra a la gente no se la diferencia entre madura e inmadura por la edad, sino que se diferencian entre los que pueden sobrevivir en el Yermo, y los que no. Apenas un par de años después de aquel día, pude someterme a la prueba de madurez y, sino no estaría hoy aquí, la superé con creces. Desde entonces pude disfrutar de verdad de la vida en el Yermo. Escorpiones de las arenas, tiburones de las dunas, serpientes diez pasos… Cada día era una aventura y sobrevivir, el premio gordo.
Mi vida allí me gustaba, es más hay días en que la hecho de menos y algún día regresaré. No obstante, yo quería ir más allá. Al Yermo llegan pocos extranjeros, al menos pocos capaces de sobrevivir, y uno de ellos era un extraño buhonero, era como un reloj venía todos los años el mismo día, que siempre traía todo tipo de aparatos extraños, libros, e increíbles historias que contar. El mundo más allá del Yermo llamaba mi atención cada día más.
Una soleada mañana (como todas) me decidí. Reuní a mi familia y, con una firme determinación, les expuse mi decisión de partir al mundo más allá de las arenas. Entre otras cosas me contaron que no era la primera que decidía hacerlo, y también que posiblemente fuera difícil que me aceptaran. Pero a mi me daba igual, nunca me importó, y sigue sin hacerlo, lo que el resto de la gente piense de mi. Tras la despedida, no voy a entrar en detalles sobre ella, partí.
//Espero que no os hayais aburrido mucho xD la segunda entrega otro día.
PRIMERA PARTE: El Yermo.
El Yermo… una tierra árida, un desierto inexpugnable, un erial de muerte en el que si te descuidas, tu próximo paso puede ser el último. Es una tierra donde el agua es el bien más preciado, y donde una pequeña charca puede, no solo mantener un clan entero, sino provocar sangrientas y terribles luchas por su control. El Yermo, mi hogar.
Nací en una noche de lluvia, una de esas pocas (por no decir la única) que se dan a lo largo de la estación menos calurosa. Hija de Rhuarc, jefe del clan de Los Guerreros de Fuego, y Aviendha, su esposa y mi madre. No, haber nacido como hija del jefe del clan no me dio ningún privilegio (tampoco los quiero, las personas se diferencian por su forma de ser no por su nacimiento) puesto que aquí el jefe se decide por méritos propios, no es un cargo hereditario.
Ashla y Jade fueron las sabias que asistieron a mi madre en el parto y las primeras personas en verme llegar al mundo. Ambas auguraron que tendría un largo sueño y una salud de hierro, pues en mi tierra existe la creencia de que las criaturas que nacen en una noche de lluvia gozarán de buena salud y de una larga vida. Hasta el momento no se han equivocado.
Fui la pequeña de cinco hijos. Mis hermanas mayores, Aviendha y Elanie habían tomado El Camino de la Lanza (y aún hoy día siguen recorriéndolo), al igual que mis dos hermanos, aunque su sueño terminó hace años. A los pocos años yo también tuve que elegir: El Camino de la Lanza o La Disciplina del Desierto. Debido a mi constitución no era difícil adivinarlo, nunca tuve mucha fuerza pero si cierta agilidad y rapidez de movimientos. Me decanté por La Disciplina y, desde un principio, trabajé duro para… ¿perfeccionarla? Imposible… una disciplina de lucha nunca se perfecciona pues siempre hay algo nuevo que aprender, digamos que para ser diestra en ello. Cabe decir que hay un tercer camino: La Senda del Arte, pero eso ahora no viene al caso.
Sin embargo los años pasaban y yo no progresaba demasiado. Los estudios teóricos se me daban de maravilla, si, tanto el estudio de la anatomía de las distintas criaturas que pueblan el mundo, como los detalles de las técnicas; pero el caso práctico era bien distinto. Un día, harta de caer una y otra vez por un resbalón tonto, me arranqué los zapatos y, con un grito de rabia, los lancé bien lejos y volví al entrenamiento. Aquel gesto sorprendió a bastante gente, pero nadie dijo nada ni puso pegas. El problema de soportar la arena, ardiente de día y congelada de noche, era únicamente mío. Y he ahí la razón de porque siempre camino descalza, en apenas un año mejoré mucho más que en todos los años anteriores.
En mi tierra a la gente no se la diferencia entre madura e inmadura por la edad, sino que se diferencian entre los que pueden sobrevivir en el Yermo, y los que no. Apenas un par de años después de aquel día, pude someterme a la prueba de madurez y, sino no estaría hoy aquí, la superé con creces. Desde entonces pude disfrutar de verdad de la vida en el Yermo. Escorpiones de las arenas, tiburones de las dunas, serpientes diez pasos… Cada día era una aventura y sobrevivir, el premio gordo.
Mi vida allí me gustaba, es más hay días en que la hecho de menos y algún día regresaré. No obstante, yo quería ir más allá. Al Yermo llegan pocos extranjeros, al menos pocos capaces de sobrevivir, y uno de ellos era un extraño buhonero, era como un reloj venía todos los años el mismo día, que siempre traía todo tipo de aparatos extraños, libros, e increíbles historias que contar. El mundo más allá del Yermo llamaba mi atención cada día más.
Una soleada mañana (como todas) me decidí. Reuní a mi familia y, con una firme determinación, les expuse mi decisión de partir al mundo más allá de las arenas. Entre otras cosas me contaron que no era la primera que decidía hacerlo, y también que posiblemente fuera difícil que me aceptaran. Pero a mi me daba igual, nunca me importó, y sigue sin hacerlo, lo que el resto de la gente piense de mi. Tras la despedida, no voy a entrar en detalles sobre ella, partí.
//Espero que no os hayais aburrido mucho xD la segunda entrega otro día.