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El Ojo de Vecna

Publicado: Vie Feb 01, 2008 6:20 pm
por Elenthyl
I. La bola de cristal

Los primeros rayos del frío sol del norte arrancaban destellos a las placas de hielo que cubrían, aquí y allá, el borde de la fuente de piedra de Nevesmortas. Lejos de su lugar de nacimiento, una figura envuelta en telas de vibrantes colores avanzaba sonriente hacia el pequeño comercio de pócimas del villorrio. Acababan de abrir los comercios y no había un alma por la calle embarrada.

Morwenna quitaba el polvo al mostrador con un fino paño de lino cuando el Bedín entró al establecimiento. La sonrisa morena se tornó en mueca de disculpa al observar a la veterana alquimista, venía cargado con dos bolsas llenas de plantas de todo tipo.


- La alquimia dejo ahora, si… encantar gemas apropiado para mi es más

A pesar de la disculpa, no se veía realmente compungido a Al´Asr. Tras venderle a un precio justo los brotes y raíces que había acumulado para practicar, le comentaba a la astuta comerciante que había comprado un cargamento de pequeñas gemas a buen precio. Las habilidades comerciales del pueblo de las arenas malditas eran bien conocidas, y el apuesto adivino sumaba a sus genes la habilidad de persuadir a los demás, innata en él.

- Sigues practicando las artes adivinatorias… ¿eh? – Morwenna quitaba ahora los restos marchitos y costras de barro de las dos pesadas bolsas, cuyo contenido ya había clasificado. – Ya te sabes lo que pienso… nada te proporcionará todas las respuestas.

- Respuestas, si… siempre respuestas, imágenes en mis sueños, pero preguntas no hago. No, nunca. Respuestas sin pregunta, amable anciana. – Al´Asr sonreía suavemente, como si estuviera en paz absoluta con todo Faerun.
- Bah… - la alquimista hacía gestos con su mano, moviendo el paño gris - …preguntas sin respuesta es lo que debiera ser, Bedín. A veces me resulta complicado ese… acento. ¡Que forma de hablar más extraña!

- Extraña aún más es la vuestra. He aprendido de la lengua común palabras todas las, pero extrañas formaciones de frases las vuestras son… - el adivino se encogía de hombros mientras Morwenna suspiraba, agitando de nuevo el trapo en el aire dando por finalizada la conversación.

La puerta se abrió para dar acceso a un elfo dorado de bobalicona sonrisa.^Parecía como si un lado humano fuera evidente en su expresión facial. El adivino se entretuvo unos instantes observando cómo destrozaba uno tallos en un vano intento de obtener savia, y sonreía viéndose a sí mismo unos días antes. Se disponía a dejar a Morwenna cuando la anciana volvió a hablar.


- Tanto hablar de preguntas y respuestas y de tus supuestas dotes adivinatorias me ha traído algo a la cabeza… ¿Has oído hablar de Velsharùn? Deja que busque algo… - desapareció bajo el mostrador, regresando con un libro de tapas oscuras que depositó en la limpia superficie de venta. Al´Asr tomó el libro y pasó las páginas rápidamente, deteniéndose de improviso al azar y leyendo un párrafo cualquiera en voz alta. Versaba sobre el Señor de las Tormentas. Al escuchar lo que el Bedín leía, Morwenna se dio cuenta de que había cometido un error. – Espera, espera… ¿qué te he dado? Me refería a Vecna… si… “el Ojo de Vecna”.

- Vecna… de un Dios hablas, pero no de las arenas ni las tormentas, nada de él sé.

- Si, un dios que… - de nuevo bajo el mostrador, su voz llegaba apagada - … demonios no encuentro ese libro, debo haberlo prestado… - incorporándose de nuevo, regresaba ahora con las manos vacías - …los siento, no lo encuentro. Pero recuerdo la historia. Vecna perdió el ojo izquierdo. Dicen que con él podía ver más allá del presente, pasado y futuro se abrían ante sus ojos. Poderosos magos de antaño intentaron reproducir el ojo y su magia, se dice que incluso alguno lo consiguió. Un objeto tan poderoso como esas túnicas de Vecna que muy de vez en cuando se ven. Si la historia es cierta… - Morwenna sonreía, amable pero burlona en su fuero interno - …puedes que si existen tú puedas encontrar uno de ellos. Te vendría bien para practicar tus… “artes”.

- Quizá algo adivinar pueda, si… pero por algún lado he de empezar. Hora de sacar la esfera de cristal, entonces es.

Diciendo esto Al´Asr metía mano al enorme bolsón de cuero que llevaba en bandolera. De un paño colorido de su interior sacó una bola de vidrio, una esfera transparente con un ligero brillo dorado que recordaba a las arenas del Anaurokh. Era preciosa, sin fallos, sin burbujas perfectamente transparente. Depositándola con cuidado sobre la palma de su mano derecha, la sostuvo frente a su rostro, a unos dos palmos de distancia, mirándola con fijeza. De inmediato una pequeña luz comenzó a formarse en el centro exacto de la esfera, aumentando su intensidad hasta iluminar con su brillo dorado la pequeña dependencia de la boticaria, llamando la atención de semielfo que machacaba tallos a unos metros de ellos.

La luz disminuyó su brillo, concentrándose sobre la superficie de la esfera tomando la forma de un polvillo blanco atraído estáticamente por el objeto. Pequeñas descargas eléctricas recorrían la mano del adivino como reptiles azulados en miniatura. El polvo blanco comenzaba a girar alrededor de la esfera mientras la electricidad recorría aleatoriamente la superficie de la bola de cristal, creando un campo de atracción eléctrica. Una imagen se formaba sobre ella, de pálidos colores, unas montañas se veían en la lejanía. La escena cambió rápidamente, concentrándose en un punto elevado de esas montañas, descubriendo varias figuras en movimiento. Tejados nevados, algunos enanos uniformados. Menos de diez segundos había durado la visión, que volvió a llenar de polvo el mostrador de Morwenna al finalizar. Sin embargo, las estanterías resplandecían, sin rastro de polvo en ellas. Ni una mota.

Al´Asr y una sorprendida Morwenna discutían acerca de las imágenes mientras ella volvía a limpiar el mostrador. Al entender de la boticaria el adivino tenía dos opciones: Feldbar, o la fortaleza de Adbar allá en las cumbres nevadas. Lugares lejanos y de muy difícil acceso. Y nevados… no le hará nada de gracia a In´Shala. Al´Asr pensaba en el mal humor del méfit de fuego, aquel extraño ser mágico que amaneció un día a su lado. El día en que sus dotes arcanas se manifestaron, el día que marcó el resto de su vida. Los Bedín prohíben la magia entre su gente.

De repente se vieron interrumpidos por el elfo, que había contemplado toda la escena. Rascándose el cogote con uno de sus dedos, Damián Astarté abría la boca.


- Disculpen, ehm… no he podido evitar escucharles, y… ¿es vuestra merced adivinador? Porque quiero que me adivine mi futuro amoroso. – La expresión bobalicona de su faz lo hacía resultar vagamente cómico. Frunciendo el ceño, Al´Asr respondía molesto.

- De esa clase no yo soy… un timador tú buscas.

- Damián… - con infinita paciencia, Morwenna reprendía amablemente a Damián por su interrupción - … buscamos algo importante, una reliquia. Nada de amoríos de bardo.

Mientras Damián Astarté, pulgares al cinto y ruido de herraduras, hacía comentarios sobre su galantería, nunca superada en valor por reliquia alguna, un nuevo cliente en busca de pócimas entró en el establecimiento. La mañana avanzaba, el movimiento de aventureros recuperaba su ritmo febril. Aprovechando la distracción que su saludo produjo, la pareja de humanos se retiraba a una esquina del mostrador para seguir con su conversación. Feldbar o Adbar… ¿dónde tendría que viajar el adivino?

- Una forma hay de elegir entre dos… - guardando la bola de cristal en su paño, del interior del bolsón emergía ahora una estructura circular de cuero y madera, con cintas y anillos de metal rodeando la montura. Una pandereta perfectamente simétrica respeto del centro. Con un rápido movimiento de sus dos manos, la hacía girar sobre sí misma, como una peonza encima del mostrador. El colorido torbellino que las cintas provocaban giraba cada vez más lento, disminuyendo su velocidad hasta que la pandereta se decantó por una de sus caras. Al dejar de girar, un brillo se hizo visible en el centro de la cara expuesta. Dos relámpagos cruzados. – Parece que cruz ha salido. La segunda opción entonces: es Adbar – El Bedín sonreía.

La mañana avanzaba. En el lejano norte, allá arriba en las montañas, una patrulla de enanos uniformados recorría el patio que daba acceso a la fortaleza enana. Hacía rato que había amanecido, pero sólo ahora los rayos del sol alcanzaban a superar la protección de roca de la fortaleza, arrancando detellos a las estalactitas de hielo que pendían de los nevados tejados de los edificios, en la plataforma exterior de Adbar.


...continuará

Al´Asr el Bedín

//Editado y corregido, gracias por la puntualización Damián :idea:

Publicado: Vie Feb 01, 2008 8:56 pm
por Elenthyl
//Esta historia, que parece una mini-quest dirigida por Sune, se reanudará hoy, sábado, a las 22.30 hora peninsular. Mi pj es de lvl bajo (6) asíque animo a los pj "noveles" que quieran participar. Ya sé, muy precipitado...

Un saludo!

Al´Asr el Bedín

Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Sab Feb 02, 2008 12:15 am
por QM-Oghma
Sune, Sune como DM no existe, soy yo con otro avatar ;) pero vamos, como dice Elen si es miniquest mia. //

Publicado: Sab Feb 02, 2008 12:45 am
por Horacio
//Perdón, un pequeño inciso. Damián Astarte es un elfo dorado, lejos de tener sangre humana (solo se crió con ellos)

Publicado: Lun Feb 18, 2008 3:20 pm
por Elenthyl
II. Extraños compañeros de viaje.


Sentado sobre la cama de la posada de Nevesmortas Al´Asr contemplaba la bola de cristal. Nunca antes había empleado su capacidad para escudriñar algo en concreto hasta hace apenas un par de días, y ahora volvía a hacerlo. Por alguna razón debía encontrar ese “ojo”, el amuleto o lo que fuera que permitía ver más allá del tiempo presente. Sin duda sería una gran ayuda para entender porqué le pasaba aquello, porqué aquellas visiones y sueños premonitorios. Quizá algún día podría volver a su añorado Oasis, al refugio de su tribu.

Sentado con las piernas cruzadas, extendía una mano sobre la esfera permitiendo que la electricidad se concentrara en las yemas de sus dedos, saltando sobre la superficie pulida. Completamente concentrado en la antigua reliquia dejaba vagar su mente por sucesos aún sin suceder, o hace tiempo ya pasados. Dos figuras le mostró la brillante superficie cuando el campo estático comenzaba a desaparecer. Un apuesto humano abría la boca rítmicamente, apostado frente a las mesas de una posada. A su lado una mujer ocupaba una de aquellas mesas, de borroso contorno, una presencia casi difusa que lo confundió un instante. La primera imagen desenfocada que contemplaba durante una adivinación. Al parecer aquellas dos personas algo tenían que ver con todo aquello, quizá estuvieran destinados a ayudarle se decía, y se decidió a permanecer atento durante sus paseos por el villorrio. Dejando la bola sobre la mesa camilla, envuelta en su paño de seda, el Bedín cerraba al fin los ojos y caía en un plácido sueño arropado por ásperas mantas mientras fuera la nieve, maravilloso fenómeno de aquellas tierras malditas, anegaba las calles embarradas.

El día siguiente amaneció despejado y frío. Los comerciantes retiraban el hielo de las puertas de sus negocios cuando Al´Asr salió al fin de la posada, dirigiéndose al establecimiento de la boticaria. Si bien había abandonado la alquimia, las flores y plantas que recogía en sus excursiones por aquel accidentado territorio le permitían comer y dormir caliente todos los días. Tras charlar amigablemente con Morwenna, decidió permanecer esa mañana en las proximidades de la fuente de Nevesmortas, a la espera de encontrar a aquellos que le habían sido mostrados.

No hubo de esperar mucho pues, antes de llegar a la fuente, pudo escuchar un bello sonido. Atraído por la interpretación el Bedín se aproximó a “La Frogata”, el establecimiento de aquel emprendedor mediano que cobraba fama en las últimas semanas. “Carnes y Pescados” rezaba el cartel. ¿Qué sería un “pescado”? No tuvo tiempo de pensarlo a fondo pues ante él se encontraba el hombre de su visión. No era otro que aquél que declamaba con precisión y belleza. Sentándose en una de las mesas, Al´Asr esperó a que la canción acabara.



- Saludos, extranjero… ¿qué le ha parecido la actuación? – Ender volvía a su mesa cuando reparó en las extrañas vestimentas del hombre de piel tostada.

- Oh… de tu boca sale la belleza, sin duda… nada jamás escuché así. – El bedín sonreía encantado por la actuación.

- Bueno, bueno… No se lo digas muy de seguido, o su ego resultará insoportable y alguien se verá forzado a cortar esa bonita lengua. – Una figura abrigada sonreía desde la mesa contigua.

- Ah! Supongo que eso es un cumplido, mi estimada archienemiga. Pero dejad que os invitemos a algo, viajero de tierras lejanas. Una jarra de vino tibio nos sentará bien esta fría mañana – el bardo le ofrecía un asiento junto a la mujer, pues aquella mesa era la suya al parecer – Permitidme que os presente, señor…

- Al´Asr es mi nombre – Siempre con la sonrisa en la cara el bedín echaba su mano derecha al pecho mientras inclinaba lentamente la cabeza a modo de presentación.

- Nancy es mi compañera esta mañana, y yo soy Ender, quizá mi nombre os suene de algo… - bromeaba el bardo.

- No ciertamente, intérprete, no ciertamente… Nunca escuché vuestra voz ni vuestro nombre, pero de algo si me suenas… y creo que también tú… – Al ´Asr sonreía a ambos, mientras una mirada de interrogación cruzaba sus rostros. Había reconocido la visión de la noche pasada.

- Pues a yo no te conozco, extranjero… ¿cómo es eso posible? – Nancy miraba suspicaz al bedín.

- Dejad… dejad que una historia os cuente…

Durante largos minutos Al´Asr explicó a sus compañeros de mesa el asunto del Ojo de Vecna, su capacidad para discernir situaciones del futuro y su deseo de obtener la reliquia para encontrar, quizá, una respuesta a su maldición y destierro. Les dijo que de alguna forma sabía que ellos debían ayudarle en su búsqueda, si bien no estaba claro aún cómo lo harían. Y les mostró la bola de vidrio dorado que siempre lo acompañaba mientras tomaban sorbos del excelente vino especiado del mediano Frogo.

- Ya veo… asique quieres que te ayudemos. – Ender miraba a Nancy con ojos curiosos – Y de esa forma obtendrás ese… lo que sea. Pero, dime, extranjero… ¿qué obtendremos nosotros a cambio? – la mujer asentía a las palabras del bardo, dejando que él llevara la conversación en aquel momento.

- Bueno… sea capaz quizá de el futuro y el pasado escrudiñar con ese ojo. ¿Nada hay que saber deseéis? Si conseguimos lo, ayudaros podré mejor que ahora. Y nada os cobraré. – El bedín sonreía amistosamente, empatizando con sus compañeros de mesa.

- Hum… bueno, a nosotros no nos serviría de nada, no somos... como dices, ¿adivino? ¿De verdad crees que sería posible algo así? Me suena un poco a patraña. – Nancy mostraba su escepticismo.

- Aseguro te que posible es, pues de alguna forma en la bola os ví la noche pasada. Y ocasión tendrás de verlo con tus ojos, durante nuestro viaje largo. – La sonrisa del bedín, franca y sincera, tenía la propiedad de apaciguar a casi cualquiera que la contemplara. Al´Asr emitía un halo de seguridad y confianza que provocaba que los demás confiaran en él sin demasiadas explicaciones.

- Bueno, un viaje, aventura, una antigua reliquia… no suena mal del todo, ¿verdad, archienemiga mía? Creo que podremos acompañarte a ver si es cierto todo esto que cuentas. Y si lo es… vaya, tener un adivino a nuestra disposición… uno auténtico quiero decir… vaya…

- Adbar nuestro objetivo es, amigos. El momento mejor para partir dentro de una luna será. Aquí mismo nos veremos si bien os parece.

Despidiéndose con amabilidad, abandonaron la mesa y volvieron a sus quehaceres rutinarios, en espera de que la próxima luna llena marcara el comienzo de su viaje hacia la fortaleza enana del lejano Norte.


... continuará

Al´Asr el Bedín

Publicado: Lun Mar 17, 2008 9:38 pm
por Danarion
Muy guapa la quest.. supongo q es demasiado tarde para participar..

Publicado: Lun Mar 17, 2008 9:54 pm
por Sziak
Oghma escribió:Sune, Sune como DM no existe, soy yo con otro avatar ;) pero vamos, como dice Elen si es miniquest mia. //


Así que fuiste tu el que se me apareció en el plano de fuga ¿eeeeh? Ya que estabas podrías haberme sacado de allí :arrow:

Publicado: Lun May 12, 2008 3:23 pm
por Elenthyl
III. La fortaleza enana.

Pasaron los días y finalmente la luna llena dominó el firmamento nocturno de la Marca Argéntea. Tras ultimar los preparativos del viaje y negociar con los caravaneros que cubrían el camino entre los dos enclaves, el pequeño grupo de aventureros marchó hacia el norte helado. Las habilidades del Bedín en los tratos eran innegables, dominaba el arte del regateo y una fina labia conseguía descuentos allí donde otros no obtenían billete siquiera. Una semana de “cómodos y seguros” traqueteos después, la empinada escalera de la fortaleza enana se erguía ante ellos.

Alcanzaron la muralla tras sortear los traidores y resbaladizos escalones cubiertos de hielo. Las puertas estaban abiertas, numerosas figuras entraban y salían continuamente de la metrópolis enana, centro de artesanos forjadores donde aprendieron su oficio quizá los mejores artesanos de la región. La plaza fortificada que daba acceso al interior de la montaña aparecía cubierta de barro, huellas de pies de todas las razas.

Un helado viento azotaba los rostros de los aventureros. A cubierto entre dos edificios de blanca piedra admiraban el trabajo enano, observando atentamente cualquier detalle que les pareciera familiar. Sin embargo… la visión de la bola no era exactamente igual que lo que ante ellos se mostraba. El Bedín parecía algo confuso.


- ¿Qué buscamos exactamente, al´ Asr? – Nancy, abrigándose con su capa, miraba a ambos lados de la plaza cortijada.

- Un edificio de rojizo tejado, si… Tejado inclinado. Pero…

- Aquí las cubiertas son planas, adivino, no he visto ni una sola teja en este recinto enano. – El bardo regresaba de aliviar sus necesidades más básicas lejos de los recorridos de las patrullas enanas.

- Entenderlo difícil me resulta, si. Las visiones no siempre claras son, pero… esto no esperaba lo, no.

Abandonando el abrigo se exponían al azote helado del viento de montaña. Pasmados, mirando a todos lados, examinando los edificios allí dispuestos en busca de la más mínima señal de tejados comenzaban a llamar la atención de las patrullas armadas de Adbar. Sensible a lo extraño de su comportamiento, el Bedín decidió tomar la iniciativa antes de que les fuera preguntado el incierto motivo de su visita.

- A mi persona disculpe le ruego, enano señor – un sonriente al´Asr llamaba la atención del guardia más cercano, un barbudo trozo de roca con piernas que se aproximaba a ellos desde la muralla. – Quizá vuestro favor obtener pueda.

- Brrr ¿sí? ¿De qué se trata? Vamos mozo, desembucha, la ronda no va a hacerse sola – el soldado los miraba de arriba abajo mientras se acercaba, con cierta prisa, a sus requerimientos.

- Un lugar de enanos uniformados buscamos, si… pero no éste es, no, no, no – el Bedín, rostro moreno descubierto, mostraba una encantadora sonrisa capaz de desarmar al más tozudo de los interrogados.

- Uniformes, dices… Pues aquí, o en Felbarr, muchacho, no hay otra opción en estas tierras.

- Felbarr… vaya, vaya… y en Felbarr… ¿casas hay allí? – el adivino, poniendo las manos en pico imitando la forma del tejado inclinado allí inexistente, interrogaba al enano con habilidad.

- ¿Casas? Brrr… claro que allí hay casas. Un primo mío vive allí precisamente, en la plataforma de sur de Felbarr. Usbin se llama, estoy seguro joven – mesándose la barba con la mano del escudo, el enano respondía solícito con la esperanza de retomar cuanto antes su ronda y evitar una reprimenda de sus superiores apostados sobre la muralla.

- Felbarr… equivocados estamos entonces. ¿cómo a Felbarr llegar podríamos? – Al’Asr parecía dudar. Sus visiones le habían llevado allí en su búsqueda de la reliquia, no parecía razonable que estuvieran equivocadas pues antes nunca antes ocurrió.

- Felbarr… el viaje es difícil para gentes debiluchas como vosotros. Debéis ir a la torre Botaférrea, allí os podrán ayudar – el enano seguía su ronda, dando por concluida la entrevista - … id a la torre… ¡Botaférrea! – gritaba al alejarse.

- Hay que entrar, ¿para qué? – Ender no acababa de entender la situación, empezaba a dudar de las habilidades del supuesto adivino. – Bueno, vamos allá y preguntemos a alguien.

Encogiéndose de hombros, los aventureros se internaban en la fabulosa fortaleza. Sin duda alguna la maravillosa construcción de aquellos recintos indicaba que allí abajo había algo más que una mina habitada. Los ojos del Bedín jamás vieron tanta piedra trabajada, su imaginación no era capaz de concebir los siglos de trabajo necesarios para levantar aquellas estancias… o excavar, mejor dicho. Tras cruzar el puente de acceso, ya en el interior de la montaña, llegaron a la principal estancia de los enanos allí abajo. Los techos se perdían en la oscuridad de aquella vasta extensión de piedra pulida, enanos de elegantes ropajes deambulaban por la plaza interior, conversando en voz queda, entrando y saliendo de sus innumerables accesos laterales. No les fue difícil encontrar el acceso a la torre, pues estaba claramente indicado por el dibujo de un cartel que no ofrecía duda alguna. La torre Botaférrea, sumergida en la roca de la montaña, se alzaba ante ellos.

Dos golpes en la pesada puerta de piedra resonaron en el interior de la torre. Al no recibir respuesta, Ender accionó el picaporte intrépidamente, dando acceso a los aventureros. La torre parecía desierta en aquel nivel de acceso. Unas escaleras helicoidales recorrían las paredes curvas, ascendiendo a la oscuridad. Al no encontrar oposición subieron, lentamente, llamando a voces en busca de algún habitante de la torre. Recorrieron dormitorios y salones, siempre en ascenso , hasta llegar a un almacén desde el cual se accedía al nivel superior, donde la torre se elevaba a los cielos separándose de la roca en la que se sumergía. Nancy lanzaba ávidas miradas a los cofres que jalonaban las paredes del almacén, diciéndose que tendría que volver allí algún día, a solas… Ender y Al´Asr discutían sobre su presencia allí, y cómo aquella torre podría ayudarles a alcanzar su objetivo, cuando unos pasos se escucharon escaleras abajo. Alguien se acercaba pesadamente.


- Eh! Eh! ¿Qué hacéis en la Botaférrea, pataslargas? – Empuñando un trabajado bastón un huraño enano se mostraba. Vestía una brillante túnica que dejaba bien claro el oficio arcano del anciano. De nuevo la sonrisa del Bedín salía al paso de malos entendidos.

- Aquí un guardia nos envió, algo buscábamos, si, mas equivocados estamos y a Felbarr llegar debemos. Aquí nos enviaron, al conocer nuestra intención, si bien de comprender no acabamos, no… - el Bedín se resistía a hacer saber a cualquiera el motivo de su búsqueda, prefiriendo pasar discretamente inadvertido.

- No pretendíamos ofender, maese… llegamos aquí dando saludos a voz en grito- Ender se disculpaba.

- Quizá vos, que parecéis sabio, podáis ayudarnos a entender – Nancy colaboraba en el camelo. Aquellos tres serían buenos comerciantes si se lo propusieran, todo sonrisas y buenas maneras…

- ¡Por Moradín! Asíque queréis llegar a Felbarr… bien, bien – atusándose la larga y blanca barba, el arcano les miraba con curiosidad. El bastón que empuñaba estaba rematado por una pulida calavera de cristal la cual exhalaba vapores azulados que se disolvían rápidamente en el aire pesado del interior de la mal iluminada torre. – Comienzo a entender porqué os han enviado aquí… Soy mago, y vendo pergaminos y abro portales de transporte mágico a los habitantes de Adbar. Podría llevaros a Felbarr, si… por un precio, claro, je, je, je… Por cierto, llamadme por mi nombre. Silving, decano de la Botaférrea – el enano, ahora sonriente ante el inminente negocio, se daba aires de una grandeza que posiblemente poseía, pero que mostraba deslucida por la ostentación.

- Fantástico, ¡gran noticia! Cuanto a Felbarr llegar nos costaría, me pregunto, Silving el Decano – Al´Asr toqueteaba su bolsa, apenas mil monedas constituían toda su fortuna.

- ¡Mil monedas por barba!

- ¿Y los que no tenemos barba no pagamos? – Ender bromeaba con un humor de difícil comprensión para el enano, a juzgar por su expresión poco divertida.

- Deja, deja, ya te lo pago yo… - Nancy entraba al quite de la broma, intentando provocar al bardo, sorprendiendo al pobre Bedín que con tanto esfuerzo estaba dispuesto a pagar el precio del transporte mágico. Aquellos dos eran ricos, pensaba.

- Bien, bien… dejad que vea el oro… perfecto. Echaos a un lado, pataslargas…

Realizando pases semicirculares con el bastón de la calavera, el arcano recitaba algo en su gutural lengua, palabras de las que sólo una entendieron: Felbarr. Al cabo de unos instantes, un brillo les cegó mientras del suelo de piedra surgía el portal, un óvalo de luz que les franquearía el paso al enclave enano, allá lejos, tras la cordillera montañosa que delimitaba el norte de la Marca. La calavera del bastón destellaba ante el portal, pulsando ambos al mismo ritmo.

Uno a uno se fueron introduciendo en la luz, desapareciendo al otro lado mientras se despedían amablemente del mago enano. Antes de cruzar, el Bedín lanzó una mirada al bastón de Silving, intrigado. Algo había en él que le llamaba poderosamente la atención. No le interesaban semejantes artilugios mágicos, y sin embargo aquel bastón… Además, ¿porqué les habría enviado a Adbar la visión? Demasiadas preguntas para el agotado Bedín. Necesitaba un respiro, descansar y ver otra vez. Quizá en Felbarr, si...


...continuará

Al´Asr el Bedín

Publicado: Mar May 13, 2008 12:54 pm
por Elenthyl
IV. Conversaciones en “La piedra embriagada”.


Un instante después de que el portal desapareciera, los aventureros se encontraban a cientos, quizá miles de kilómetros de su punto de origen. Habían cambiado el suelo de piedra de la oscura torre Botaférrera por barro y una gélida lluvia en la plataforma Sur de la disputada Felbarr. El súbito cambio en las condiciones ambientales provocó un estornudo en el Bedín, y corrió a refugiarse en un establo que cerca se encontraba, cuyo acceso estaba abierto al frío de la montaña aunque cubierto a los vientos y precipitaciones atmosféricas.

- Vaya… menudo viajecito – Ender sonreía sacudiéndose el agua de la capa con remilgo y esmero.

- ¡Fantástico! ¿eh? Que gran cosa esta de los portales – la pícara seductora se mostraba encantada con el transporte mágico. – Y ahora qué, adivino… ¿dónde está tu piedra?

- Verlo intentaré, si… hum , dejad que prepare a mi – siempre de sonrisa agradable, el habitante de las arenas descolgaba su zurrón de piel de camello dejándolo reposar sobre paja seca, para extraer de él la bola de cristal hallada en las arenas del desierto.

Al separarla de su paño de seda rosa, la bola atrajo inmediatamente la atención de sus compañeros de viaje. Nancy levantó la vista del ajado pergamino que ojeaba, un mapa trazado por alguien de confianza en el que reconocía aquel terreno, decía. Aquella sería la primera ocasión en que verían el funcionamiento de las dotes innatas del adivino. Sentado sobre un montón de heno seco, el Bedín se concentraba en sus sueños y premoniciones anteriores, algo inseguro por la falta de precisión mostrada al ser conducidos a Adbar. La bola esta vez se tomó su tiempo, reflejando la inseguridad del adivino, pero finalmente comenzó a brillar tenuemente provocando una expresión de asombro en Ender, que hasta ese momento dedicaba el tiempo a adecentarse las elegantes vestiduras mientras su mirada recorría las edificaciones enanas tras la cortina de agua que ahora caía.

Las inclemencias del tiempo y el refugio escogido atenuaron en gran medida la breve explosión de luz amarilla que surgió de la bola al entrar en contacto con la mente del Bedín. De nuevo arcos voltaicos recorrieron sus manos, retorciéndose azulados hacia la bola, ocupando su superficie. La atracción electroestática capturó rápidamente partículas de polvo y fragmentos de paja y heno sobre la superficie esférica, e incluso algunas gotas de lluvia se posaron girando sobre su superficie, realizando espirales de caprichosas formas hasta que el don de Al´Asr transmutó el caos en una imagen claramente visible.

Un niño, un pequeño cachorro enano se mostraba. Jugaba con una piedra azul del tamaño de una mano adulta, sentado en el suelo de madera de algún interior. Junto a él, una jarra de cerveza vacía reposaba en el suelo, con el dibujo de una piedra sobre su superficie. Al fondo de la imagen, algunos enanos iban y venían, otros permanecían sentados en mesas delante de inmensas jarras, repletas esta vez. La imagen se desvaneció, dejando a sus compañeros con la boca abierta.


- ¿Esa es la piedra que buscas? – preguntaba Nancy con el brillo de una desmedida curiosidad en su mirada.

- Parece una posada enana, eso que hemos visto – Ender hacía ahora gala de sus conocimientos mundanos – y una no de muy buena calidad, diría yo…

- Brrr… ¡Eh, pataslargas! – un ballestero de Felbarr, atraído por el destello de la bola, se asomaba al interior del establo – ¿se puede saber qué narices hacéis aquí dentro? ¿Ahora pastáis como nuestros animales?

La lluvia cesó mientras el Bedín preservaba de nuevo la bola de miradas indiscretas. Mientras tanto, Nancy lucía su mejor sonrisa y Ender enredaba al enano en una retahíla sin fin de palabras biensonantes, preguntando al soldado por una cercana posada para pasar la noche. Un instante después, el ballestero señalaba con dedos gruesos como troncos un edificio al otro lado de la embarrada calle, despidiéndose de nuevo con amenazadoras advertencias sobre la propiedad privada del heno, internándose en la noche helada que se abatía con rapidez sobre el techo del mundo.

- Bien, bien… a la posada ir debemos, si, allí la piedra está… lugar extraño, si… veremos qué hacer para conseguirla, si… - el Bedín cruzaba ya la calle, sonriente y agotado por la larguísima jornada, seguido por la pareja de “archienemigos”, como gustaban en llamarse entre ellos sus compañeros.

Al entrar en el establecimiento, un fuerte olor a enano casi los tumba. Aquella posada era habitual punto de reunión para los Ballesteros de guardia en aquella sección de la enorme fortaleza, y a ella acudían al finalizar su servicio, dando buena cuenta de sus salarios. Ender se ofreció a sonsacar algo de información y, dejando al moreno adivino y su encantadora archienemiga sentado a una mesa, acudió a la barra con el fin de obtener algo de vino, e información.

La pareja sentada examinaba el local, apreciando las costumbres enanas intentando no llamar excesivamente la atención, harto imposible, pues allí los únicos no enanos eran ellos tres. Al cabo de unos minutos de sonrisas y camelos el bardo regresó triunfal, con vino de dudoso gusto amargo y una amplia sonrisa de satisfacción.

- Bien, dejad que os cuente. Sólo un niño hay en esta posada, y es el hijo de la posadera. Yo mismo lo he podido ver detrás de la barra, y creo haber reconocido al de la visión, aunque sus ropas no eran exactamente las mismas. Al saber que preguntamos por su vástago se sorprendió, temiendo alguna travesura del mocoso, pero la he tranquilizado con facilidad y ahora se acercará a servirnos y a… - la enana llegaba en ese momento a la mesa con tres copas y una jarra de barro, salpicando vino a la mesa al dejarla caer abruptamente sobre ella.

Al´Asr encauzó rápidamente la conversación, tranquilizando de nuevo a la suspicaz enana. Tras un intercambio de cuchicheos, persuadió a la posadera de hablar en lugar más tranquilo. Dejó a sus acompañantes a la mesa, enzarzados en esa extraña disputa que se llevaban entre manos y de la cual ambos, al parecer, disfrutaban. Prometiendo volver en el menor tiempo posible, siguió a la posadera a las habitaciones privadas del establecimiento.

La conversación duró un casi una hora. Al´Asr expuso humildemente el objetivo de su viaje, y la posadera enana pareció comprenderlo, subyugada por la poderosa amabilidad y confianza que emanaba el Bedín. Algo comprendía de asuntos mágicos y búsquedas arcanas, y además pocos había capaces de resistirse a su sonrisa en el desierto, y al parecer el efecto era el mismo en aquellas tierras azotadas por el agua en todas sus formas. Hasta el bien más preciado, en exceso, resultaba molesto, pensaba el Bedín ecuchando de nuevo el repiqueteo de la incesante lluvia sobre las tejas rojizas de la posada enana.

Durante los largos minutos que charlaron Al´Asr tuvo conocimiento de numerosos acontecimientos. Supo entonces que el marido de la posadera había fallecido en la reciente guerra contra la Horda, luchando por recuperar la fortaleza junto a aventureros de toda la Marca, y que fue un hábil arcano en vida. La piedra con la que jugaba su vástago era una de sus posesiones, uno de los pocos recuerdos que le quedó a la destrozada familia tras la pérdida. El niño jugaba con ella ya que le recordaba a su padre, inconsciente de sus mágicas propiedades, pero la piedra no lo atraía especialmente y yacía inerte en sus manos faltas de capacidad arcana. El pequeño quería integrar lo antes posible el cuerpo de Ballesteros, y así vengar a su padre asesinado por los orcos, con honor y la fuerza de su aún diminuto brazo.

Supo entonces el adivino que la piedra en sí no era valorada tampoco por la posadera, la cual en cambio si echaba de menos otro artefacto de su difunto marido. Un poderoso bastón que, al parecer, había sido robado de su cuerpo aún caliente en la confusión de la refriega por un arcano rival, un ladrón enano que tras los combates se había alejado de la región, volviendo a su ciudadela natal. Al preguntar el adivino por la forma de conseguir la preciada gema, la posadera no tuvo duda alguna sobre qué pedirle a cambio. Los funerales de su esposo estaban aún por realizar y le gustaría recuperar el bastón, ya que era el objeto más preciado por el enano, y así enterrarlo junto a él en curiosos ritos funerarios que no se entretuvo en detallar.

Cerrado el trato, la enana describió al ladrón y al bastón, dejando estupefacto al adivino. Pues el bastón estaba rematado por una humeante calavera de cristal… y el ladrón no era otro que el recientemente nombrado decano de la torre Botaférrea… Al parecer aún distaba mucho de controlar su don, de ser capaz de una correcta interpretación de sus visiones. Quizá le llevara toda la vida perfeccionarlo, se decía, si es que ese era finalmente el destino del Bedín maldito. Ahora entendía, al fin, la supuesta imprecisión de la bola de cristal. Despidiéndose de la atareada enana, Al´Asr se dirigió de nuevo a su mesa, sorprendiendo al bardo y su adorada némesis en una acaramelada batalla dialéctica. Dieron buena cuenta del vino amargo mientras escuchaban, sorprendidos, el relato de lo acontecido en los aposentos de la enana. Debían hacerse con el bastón, al fin tenían un objetivo claro al que apuntar… pero… ¿cómo arrebatárselo al decano de una torre mágica?

Pasaron la noche en la posada, descansando sobre camastros duros como la piedra. Al despertar la mañana siguiente, bastante recuperado, el Bedín comprobó con placer que el bardo ya había conseguido un medio de transporte para regresar a Nevesmortas, en un carro con algunos enanos que tenían negocios en Sundabar. Desde allí conseguirían un billete para la línea regular y podrían volver fácilmente a su base de operaciones.
Durante días el Bedín no abrió la boca sino para comer y beber, sumido en sus cavilaciones, ¿cedería el mago su bastón de transporte mágico? O quizá sería mejor…


... continuará

Al´Asr el Bedín

Publicado: Mar May 13, 2008 6:16 pm
por Unairg
// Me gustaría hacer una pequeña puntuación, juzgando por el nombre del post.

Vecna es un Dios de Dungeons & Dragons, pero no existe en los Reinos.