Las hojas del relato de una vida: Alleria Lüiná'h
Publicado: Mié Feb 13, 2008 8:49 pm
PRÓLOGO “La Fiesta de la Lluna Llena – Lüiná’h”
En un rincón del sur de Amn, extenso territorio de Faerun, en el bosque de Wéldazh, conocido por los forasteros como Tezhir, una colonia de elfos lunares empezaba a festejar la celebración de “La caída de la Luna Llena”, última noche en la cual pueden gozar de la totalidad de su más preciado símbolo astral. En Lüiná’h, que así se llama esa pequeña población, se respiraba un ambiente de vehemente jovialidad acompañado de la envolvente brisa vespertina, con el dulce aroma de la pineda y la suave fragancia de la aglomeración de lirios y azaleas colocados artísticamente para la inminente ceremonia nocturna.
Cuando los atenuados rayos solares que aún conseguían atravesar las copas de los altos pinos del bosque Wéldazh menguaron, los bailarines arcanos lüiná’h’s rodearon la fuente lunar de la aldea -un monumento milenario del pueblo y digno de la subraza lunar, revestida con baños de platino y múltiples adornos bien definidos en forma de hojas, incluso punzantes algunos- se levantaba para culminar con aquella fiesta mensual. Los danzarines entrelazaron sus brazos encima de sus pechos, respectivamente, cerraron los ojos, vendándoselos con paños de seda, y comenzaron una danza simple pero elegante, moviéndose constantemente a un ritmo parsimonioso alrededor de aquella gigantesca fuente seca.
Los demás lüiná’h’s parecían ignorar aquella danza tan distinguida mientras cruzaban los caminos levemente marcados de la villa. Quizás a ellos no les importaba y sólo era un acontecimiento para los bailarines. Hasta que por fin el calor solar se fundió en el día y así dio paso a una luna completamente redonda vestida de blanco impoluto. La luminosidad de la Luna empezó a cubrir e impregnar poco a poco la fuente, haciendo de ésta el único foco de claridad que existía en el contorno más próximo de Lüiná’h.
Mientras tanto, en una humilde choza, aunque bien equipada, Iluviä empezaba a tener unas contracciones muy intensas. Según las predicciones de una sacerdotisa el bebé tenía que nacer aquella misma noche. Iluviä temía aquel pronóstico, si lo que decía la sacerdotisa era verdad, según la leyenda de “La Caída de la Luna”, entonces, la criatura, por nacer en aquella celebración, heredaría el poder latente de una ascendencia de curtidos magos, la propia esencia de la magia corriendo en sus propias venas. Iluviä era viuda, Elrö había muerto asesinado por una de las sectas más influyentes de Amn - “Las Gotas de la Luna Lóbrega”-, por causas aún desconocidas.
Desde entonces Iluviä perdió parte de su sana cordura y decidió apartarse un poco de sus hermanos elfos, de su compañía y sus selectos rituales, apartando, así también, a sus hijos de la pequeña civilización élfica. Por eso descendió de las “Casas de la Arboleda” para construirse una barraca en los inicios de los troncos de los árboles, en el suelo.
En la parte inferior de la fuente empezaron a brollar pequeñas gotas de agua que iban multiplicándose constantemente, al tiempo que los danzarines pasaban a desarrollar unos pasos más complicados y difíciles de realizar, y el ritmo se incrementaba paulatinamente, sus cuerpos parecían marionetas por su gran capacidad de flexibilidad. La plaza céntrica, donde se ubica la fuente, ahora ya sí estaba ocupada por todos los ojos de la villa observando aquel espectáculo único. De repente se produjo una explosión acuática, inmensa, flotando encima de la fuente y expandiéndose hasta los límites de la aldea, un agua casi etérea, cristalina, pura, que termina por caer en forma de lluvia encima de la enorme fuente. Entonces un silencio sepulcral…y un grito estridente. En la choza ha florecido una nueva vida.
En un rincón del sur de Amn, extenso territorio de Faerun, en el bosque de Wéldazh, conocido por los forasteros como Tezhir, una colonia de elfos lunares empezaba a festejar la celebración de “La caída de la Luna Llena”, última noche en la cual pueden gozar de la totalidad de su más preciado símbolo astral. En Lüiná’h, que así se llama esa pequeña población, se respiraba un ambiente de vehemente jovialidad acompañado de la envolvente brisa vespertina, con el dulce aroma de la pineda y la suave fragancia de la aglomeración de lirios y azaleas colocados artísticamente para la inminente ceremonia nocturna.
Cuando los atenuados rayos solares que aún conseguían atravesar las copas de los altos pinos del bosque Wéldazh menguaron, los bailarines arcanos lüiná’h’s rodearon la fuente lunar de la aldea -un monumento milenario del pueblo y digno de la subraza lunar, revestida con baños de platino y múltiples adornos bien definidos en forma de hojas, incluso punzantes algunos- se levantaba para culminar con aquella fiesta mensual. Los danzarines entrelazaron sus brazos encima de sus pechos, respectivamente, cerraron los ojos, vendándoselos con paños de seda, y comenzaron una danza simple pero elegante, moviéndose constantemente a un ritmo parsimonioso alrededor de aquella gigantesca fuente seca.
Los demás lüiná’h’s parecían ignorar aquella danza tan distinguida mientras cruzaban los caminos levemente marcados de la villa. Quizás a ellos no les importaba y sólo era un acontecimiento para los bailarines. Hasta que por fin el calor solar se fundió en el día y así dio paso a una luna completamente redonda vestida de blanco impoluto. La luminosidad de la Luna empezó a cubrir e impregnar poco a poco la fuente, haciendo de ésta el único foco de claridad que existía en el contorno más próximo de Lüiná’h.
Mientras tanto, en una humilde choza, aunque bien equipada, Iluviä empezaba a tener unas contracciones muy intensas. Según las predicciones de una sacerdotisa el bebé tenía que nacer aquella misma noche. Iluviä temía aquel pronóstico, si lo que decía la sacerdotisa era verdad, según la leyenda de “La Caída de la Luna”, entonces, la criatura, por nacer en aquella celebración, heredaría el poder latente de una ascendencia de curtidos magos, la propia esencia de la magia corriendo en sus propias venas. Iluviä era viuda, Elrö había muerto asesinado por una de las sectas más influyentes de Amn - “Las Gotas de la Luna Lóbrega”-, por causas aún desconocidas.
Desde entonces Iluviä perdió parte de su sana cordura y decidió apartarse un poco de sus hermanos elfos, de su compañía y sus selectos rituales, apartando, así también, a sus hijos de la pequeña civilización élfica. Por eso descendió de las “Casas de la Arboleda” para construirse una barraca en los inicios de los troncos de los árboles, en el suelo.
En la parte inferior de la fuente empezaron a brollar pequeñas gotas de agua que iban multiplicándose constantemente, al tiempo que los danzarines pasaban a desarrollar unos pasos más complicados y difíciles de realizar, y el ritmo se incrementaba paulatinamente, sus cuerpos parecían marionetas por su gran capacidad de flexibilidad. La plaza céntrica, donde se ubica la fuente, ahora ya sí estaba ocupada por todos los ojos de la villa observando aquel espectáculo único. De repente se produjo una explosión acuática, inmensa, flotando encima de la fuente y expandiéndose hasta los límites de la aldea, un agua casi etérea, cristalina, pura, que termina por caer en forma de lluvia encima de la enorme fuente. Entonces un silencio sepulcral…y un grito estridente. En la choza ha florecido una nueva vida.