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Arianne
Publicado: Mar May 20, 2008 10:05 pm
por lora_mira
Aprovechando los 5 min antes de seguir con los test, coloco por lo menos las caracteristicas de mi pj, ya hare la historia decentemente y la posteare cuando este enterita, y nos evitamos ir trozo a trozo
Cuenta: tiverde
Nombre: Arianne Dansch
Raza: Humana
Sexo: hembra
Edad: 17 (año 1407)
Alineamiento: CB (Caotica Buena)
Clase: Bardo/Hechicero
Deidad: Politeísta, Arianne tiene como patrona a Sune, aunque en cualquier momento puede adorar a otro dios como simple fiel que es. Suele decantarse por Tymora o Sêlune.
Motivaciones: Con la curiosidad y las ansias de conocimiento como estandarte, Arianne no desaprovechará ninguna oportunidad para aprender algo nuevo que pueda ser considerado bello o útil. De un optimismo desbordante, esta joven es una caja de ilusiones que van juntándose unas con otras de un modo caótico y atropellado.
Su fuerte convicción en el amor puro y sencillo la hacen muy devota de Sune en un sentido más espiritual que carnal, que se complementa con un profundo amor y respeto al que fue su maestro bardo, con el que es consciente que no tiene la más mínima posibilidad. Amante de la danza, la música y las buenas historias, su alocada despreocupación y su fácil risa la hacen una compañera amable y locuaz.
Arianne no soporta la injusticia hacia las buenas personas, así como la violencia o el gusto por las armas y la sangre sin un motivo justificado. Tampoco gusta del exhibicionismo o las formas obscenas, pues considera que aquellos que ejercen tales acciones simplemente manchan el concepto que ella tiene de la seducción y el amor. Gusta de rodearse de gentes de todo tipo, y tiene muy buena mano con los niños, por los que siente una especial predilección (a fin de cuentas, nadie mejor que ellos sabe imaginar y escuchar una buena historia...y criticarla, si es preciso)
Objetivos: El objetivo fundamental de Arianne es convertirse en una excelente bailarina y cantante, al margen de la fama. Tras su estancia cada vez mayor en Nevesmortas, ha logrado desarrollar otras aficiones, desde su gusto por lo arcano de manos de Corina y Lynn (sus actuales maestros) a la monta a caballo y el leve y parco manejo de las armas, aun primerizo, gracias a Sèvel. Idealista por naturaleza, espera quizás encontrarse algún día con su maestro bardo Eder Arndon.
Apariencia: Alta y esbelta con su 1´70 m, sus cabellos largos y plateados a la altura de la cintura resaltan sobre unas pequeñas trenzas, de rubio pajizo, que asoman entre bucles plateados. De ojos azul-grisáceos, adornados con largas pestañas y enmarcados en cejas finas y rubias, aunque suaves. Sus labios son gruesos pero bien dibujados, de un rosa pálido, y sus facciones, de proporciones casi canónicas, a semejanza de las esculturas de la antigua Grecia, ostentan curvas cerradas y busto generoso. Piel morena, dorada al sol, y manos cuidadas.
Publicado: Mié May 21, 2008 10:50 am
por Superrudo
*Sale Corina llorando de felicidad*
- Cuento tiempo hacia que no aparecía Cori en un relato... buaaa !

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Publicado: Dom May 25, 2008 10:52 pm
por lora_mira
//primer fragmento, esto va a ser mas un librillo que una historia per se, asique ni os molesteis en leerlo, a no ser que os aburrais mucho xd
PRÓLOGO
- Te digo que es un error, Nathan- instó Yelila, con las manos en jarras y cara de extrema preocupación-. Nuestras existencias son demasiado preciadas como para regalarlas a los bandoleros por ruta terrestre.
- Es posible que sea arriesgado, pero nos conviene empezar a buscar otras alternativas.- Nathan contesto seco, molesto por la discusión- Hiondo nos lleva mucha ventaja, y a este paso, él y no otro será el que posea el monopolio de las telas, lo sabes tan bien como yo.
- Llevamos 10 años trabajando sobre mar...y ahora decides cambiar, ¡así, por las buenas!
- Es lo único que se me ocurre para salvar el bache, Yel.
- Hmpff!! Al cuerno tu y tu bache, demonios, harás lo que te venga en gana, como siempre...¡En buena hora me case contigo, Nathan Dansch, en buena hora!
Riana percibía la tensión en torno a la boca de Yelila y la ira apenas contenida en sus ojos. Tras las lujosas telas del color de la escarlata, su antaño perfecto cuerpo se encontraba ahora abultado, con unos senos prominentes y vientre abombado. Sus mejillas, a juego con el rojizo ropaje, resaltaban en una piel tersa y morena, mientras furiosos bucles negros como la pez se dejaban caer en cascada hasta su cintura. Pero aquello no era todo. Riana presentía algo más que enojo en la mujer. Casi se palpaba una tensión demasiado parecida al miedo.
Riana compartía aquella intranquilidad. Llevaba cuatro años trabajando al servicio de sus patrones, y, con mucho, esta era la primera vez en que veía peligrar su comercio con las telas. En Puerto Cálim, empezaban a asomar nuevos poderes, y ellos ya no estaban entre las gentes acaudaladas, desplazados por la nueva fuerza de Hiondo y sus nuevos barcos mercantes, mucho más protegidos, amplios y seguros. Este no había escatimado en gastos, usando su influencia para ocasionar más de un problema con los permisos y solicitudes de los barcos de la familia Dansch. Sin embargo, la idea de Nathan implicaría vender los barcos ya existentes en pos de una ruta por la que deberían encargar carros, mulas y mercenarios parecía una opción poco acertada. Unos cuantos envíos fallidos, y pronto deberían pasearse entre drúdacas y sabanes como un pobre más.
Pero todos aquellos temores que asomaban en su cabeza no eran sentimientos que pudiera compartir con su jefe.
Nathan Dansch era el hijo menor de una familia de comerciantes desde la época de su tataratatarabuelo. Era un hombre de veintiocho años, atractivo, con ojos grises, gallardo y esbelto como un cuchillo. Su pelo, de un rubio pajizo, contrastaba enormemente con su tez morena al sol. Solía decirse que tenía tres dones a juego con sus tres faltas: Buena labia, presencia y seso que se desperdiciaban con prepotencia, indisciplina y faldonería.
Y eso, Riana lo sabía muy bien.
Publicado: Dom Oct 12, 2008 4:12 pm
por lora_mira
-¿Cómo está?
- Me temo, mi señor, que aún es pronto para poder decidir, tendremos que espe...
- ¡Por los dioses, le he pagado para que ayude a mi mujer, no para que se quede de brazos cruzados!
Con el pelo revuelto en bucles rubios furiosos, Nathan se movía como un león apresado. Observaba nervioso la otra estancia, escuchaba los gemidos de dolor y casi podría decirse que a cada ruido se sobresaltaba. Pero aquel hechicero pagado conocía mas bien poco de los partos, y el único apoyo que tenía real eran las dos mujeres que conformaban su estrecho circulo familiar: Yelila y Riana. Ambas tras aquella puerta, unidas de nuevo por el parto y nacimiento de la criatura.
Que no podía haber sido en un peor momento. Habían perdido casi todas sus posesiones tras intentar a la desesperada mantener su pequeño imperio de telas. Fracasados, decidieron buscar un nuevo asentamiento donde empezar de nuevo. Y sólo Puerta de Baldurs, donde tenían un pequeño puesto de su antiguo y amado comercio, habia resultado un lugar factible. Aún quedaban 35 días de travesía por mar, y solo pensar qué harian si madre y pequeño sufrian complicaciones le volvía un loco demente desquiciado.
El ayudante entró de nuevo. Tras el resquicio pudo observar el rostro compungido, crispado y enrojecido por el esfuerzo de la parturienta. La mera visión de varios paños de sangre casi hizo que tuviera un vahido. Nathan odiaba la sangre. La puerta volvio a abrirse, para ver a un Yelila correr a por un poco mas de agua, ordenando enérgica y dominante. Ni siquiera miró a su marido. Tras conseguir lo que deseaba, su cuerpo se giró rapidamente, dejando tras de si un ambiente tan tenso como el de hacía unos meses.
Sentandose y moviendo las pantorrillas como si desease escapar de ahi, Nathan intentó ordenar sus pensamientos. Yelila había sufrido un aborto. En parte, por los acontecimientos ocurridos y la falta de reposo, en otra parte, por el disgusto y el odio que la habia consumido. Aún no habían hablado de ello. Ni siquiera se miraban. Yelila hacía lo posible por alejarse de él, y si era factible, despreciarle con palabras frías e hirientes. Él, por su parte, intentaba solucionarlo de la misma forma que había solucionado tantas y tantas trifulcas por su innata tendencia a descansar en los brazos de otra.
Pero esta vez, había sido diferente. Riana relamente le había marcado. Y su embarazo no había sino empeorado las cosas. En cuanto Yelila se enteró su reacción fue lo más semejante a un basilisco convertido en arpía. Sus gritos furiosos resonaron por muchos lugares, y mas de uno se sorprendió cuando cogió un cuchillo dispuesta a arrancarle el gaznate a su propio marido y criada.
Pero Nathan conocía lo suficiente a Yelila como para saber que tras esa explosividad, esos impulsos de asesinato, se encontraba simplemente el rencor por haberse acostado con lo que ella consideraba como suyo. Riana siempre había sido lo más parecido a una amiga para Yelila, y, él creia entender, que la otra mujer sentía lo mismo. Ahora de la furiosa Yelila solo quedaba una frialdad e indiferencia que realmente le aterrorizaba.
"Estupido egoista...Perderás a las únicas mujeres que has amado realmente" - Pensó en voz alta, mientras otro gemido de dolor hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal. El parto estaba durando mucho, demasiado, y su desconcierto cada vez era mayor. ¿Qué sucedería si Riana moría? En parte, no podía mas que sentirse minimamente culpable. A fin de cuentas, lo que había empezado como un mero juego había terminado con una especie de dependencia. La joven era divertida, bella, pero sobretodo, increiblemente seductora. Por un momento pensó si relamente él habia sido el cazado, desechando rapidamente la idea, y reconvenciendose de que él y solo él, era el causante.
Un llanto hizo que se levantase como un resorte. El hechicero apareció y asintió, invitando a Nathan a acceder. Sin embargo, justo cuando atravesaba el quicio, una figura femenina se plantó delante suya. Nathan se sorprendió a si mismo mirando a aquellos ojos negros y reprochadores que se le clavaban como agujas. Yelila, erguida y orgullosa, dijo con voz solemne.
-Sigue perdiendo sangre. Os doy dos minutos.
Empujando a su marido, Yelila desaparecío de la estancia, llevándose consigo al hechicero que poco o nadia había colaborado. Nathan alzó la vista, y algo en su interior se quebró cuando observó a aquella joven más pálida de lo que ya era. Sus albinos cabellos caían alrededor de su sudoroso cuerpo. Y sus ojos, de color azul-grisáceo que tanto le gustaban a Nathan, le observaban con una tenue sonrisa.
"Incluso desvalida y postrada, tiene algo que la hace irresistible"
Con una sonrisa suave y tranquila, Rianna ladeó la cabeza y comenzó a hablar de esa forma tenue y dulce, que recordaba al caer de la lluvia- Creo que esta es nuestra despedida...Nathan.
El joven se acercó y la cogió la mano, negando impotente. Se sintió desnudo ante aquellas palabras, y solo pudo tartamudear - No digas eso, te vas a poner bien, yo...
- Shh...- Rianna colocó un dedo en los labios del joven- No digas nada de lo que puedas arrepentirte. Tienes todavia una gran mujer que conquistar, y esta vez, de verdad...- La joven entrecerro los ojos, hablando casi en un susurro delirante- Nunca me arrepentiré de lo que he vivido contigo, espero que Yelila algún dia me perdone. Amala como siempre debiste, Nathan...Ella aun te quiere, lo se.
El hombre no dijo nada. En realidad, no sabría que decir. Multitud de imagenes se agolpaban en su mente, y sólo podía sentirse cada vez más culpable y pequeño. Comenzó a llorar en silencio, hasta que dejó de oir la respiración de Rianna.
Sin embargo, un llanto rompio aquel momento, el de una pequeña, la hija que Rianna había dejado, viva y suplicando con su llanto una mano que la alimentase. Nathan la cogio en brazos, temblando, mientras reprimió las ganas de seguir llorando.
Cuando se abrió la puerta, susurró , mirando a la difunta madre.
- Rianna ha muerto.
Yelila permanecía ahi, con la mirada fija en aquella pequeña bolita blanca y rubia.
- Se parece mucho a ti... - dijo, con un tono neutro.
Nathan asintió, tragando saliva.
- El capitán del barco dice que debemos desahacernos del cuerpo...El viaje durara demasiado y se descompondrá.
- Sea, pues. - Nathan asintio, sin creerse todavia sus propias palabras. Estaba funcionando como un automata.
Yelila permanecía fria, con la mirada aún puesta en la hija de la amante de su marido. Intentaba odiar el momento, odiar a Riana y todo lo que había representado. A su marido, tan mujeriego como siempre, e incluso a aquella pequeña criatura.
Pero no podía. La ausencia de Riana era algo que le pesaba, pues era una de las pocas criadas con las que había podido entablar largas y bellas conversaciones. Por mucho que le doliera, la hecharía de menos.
Y ahora, él tenía en sus brazos a su vástago. Observó a la pequeña, y rápidamente tomó la decisión.
- Nathan, quiero que nuestra hija se llame Arianne.
Publicado: Mar Oct 14, 2008 7:09 pm
por lora_mira
CAPITULO 1. CORMYR.
El traqueteo de la carreta proporcionaba un compás constante y monótono. Junto a él, Eric reía travieso mientras experimentaba el curioso ruido que se producía en su boca cuando su cuerpo subía y bajaba en cada bache.
- Ah...ah...ah...ah...ah.....
- Eric, ven aqui chico, necesitamos unas manos que lleven al asno- Nathan llamó al pequeño de seis veranos, que corrió raudo hasta el otro extremo de la carreta, saltando entre sacos de lana, tela y seda. Con una risa traviesa, propia de aquella edad, agarró las riendas tal y como le enseñaba su padre, orgulloso de tomar el control de la carreta junto a su progenitor. Este hechó una ojeada hacia delante.- ¿Dónde esta tu hermana?
- Tata se fué adelante, quería llegar la primera al mercado.
- Mhhh..Esta chiquilla...esperemos que no se le ocurra destrozar el vestido.- Yelila hizo un suave mohín con la boca, mientras mantenía a una criatura en sus brazos. Al igual que Eric, Samantha tenía el mismo pelo negro oscuro de su progenitora, en bucles furiosos. La única diferencia entre ambos hermanos eran sus ojos, los de Eric habían salido grises oscuro, los de Samantha, tan negros como los de su madre.
- Bueno, conoce el puesto, y tendrá su correspondiente regañina- tercio el padre, azuzando al animal- Tom, comprueba el resto de existencias.
El criado asintió, mientras se colocaba detrás y examinaba la carreta restante que contenía los valiosos productos de la familia Daschn.
La calle principal de la capital cormyreana era realmente espectacular. "La Gran Avenida" constaba con una larga y amplia calle adoquinada impoluta, flanqueada por las grandes obras de ingenieria, los edificios más emblematicos y nobles, junto con algunos comerciantes privilegiados que podían pagarse las carísimas tasas por vivir en aquel lugar de ensueño. Cualquier aventurero abriría la boca ante semejante opulencia, pues Suzail era considerada una de las ciudades más bellas y seguras de todo el reino.
Pero para Arianne aquella calle hoy era lo de menos, pues cerca del puerto, en una calle anexada, comenzaba el verdadero jolgorio: montones de puestos, grandes y pequeños, celebraban una de las principales fiestas del año, que terminaría con el desfile cómico por la Avenida que atravesaba a todo correr. Sus nuevos zapatos, lustrosos, los calzaba una joven vivaracha, alta y delgada para su edad. El pelo, rubio como el trigo que los campesinos recolectaban, se encontraba recogido en un complicado recogido que amenazaba con soltarse con tanta carrera de la misma forma que peligraba la integridad del vestido rojo escarlata - la última moda entre los nobles- que debía levantarse para no descoser todos los bajos.
Llebaban apenas cuatro dhékhanas en Suzail, y la familia al completo ya se había establecido con amplias comodidades. El próspero negocio en Mársember, había dado paso al orgullo de ser, ya de pleno derecho, comerciantes y habitantes de la capital. Modestos, eso si, pero un negocio que daba sus frutos con la venta de telas a comerciantes más ostentosos o nobles que buscaban una prenda única, ya que su madre, Yelila, había contratado varios sastres que vestían exclusivamente, a gusto del consumidor y la última tendencia.
Sin embargo, Arianne no esperaba quedarse mucho en aquella ciudad. En sus 10 años de vida, había visitado o vivido en muchos más lugares que la mayoría de los habitantes de esta ciudad: Puerta de Baldurs, Stormuert, Irirflor, Tezhir, Puerta del Oeste, Arabel o Mársember habían sido temporales hogares de su viajera familia, y, como decía su padre en un toque de humor, bien podría decirse que Shondakul les había insuflado su aliento.
Ahora, con ese nuevo y caro vestido, debía demostrar, tanto ella como su familia, lo buenas que eran sus telas y sus productos. Sonreir y mostrar las mejores de las diplomacias; ser los anfitriones perfectos, en definitiva. Un aburrido vaivén de monedas y tratos, discursiones y negocios. Apretones de manos y negativas corteses.
Pero aquella fiesta, también significaba música, trovadores y bardos contando bellas historias, músicos dispuestos a ganarse algunas monedas, y la oportunidad de ver algún noble o noblesa del Reino. El mero hecho de aquello hacía que sintiese una elecetrizante sensación por la nuca.
Llegó al puesto de sus padres, colocado a uno de los laterales, pero grande y bien preparado: tenía varios bancos y sillones para que los mejores clientes descansasen y tomasen un vino mientras negociaban con las telas, y una zona reservada para cerrar los más suculentos tratos. Como esperaba, el hecho de ir corriendo la había facilitado unos preciados minutos para poder observar todo el resto del mercado y sus trovadores.
Era la hora de la diversión.