Varang Grey.
Publicado: Jue May 29, 2008 1:49 am
//en fin.. más vale tarde que nunca, dicen... aunque tambien dicen que si no tienes algo bueno que decir, lo mejor es callarse...
Varang se crió en la aldea de Polana, en la zona de la Baronía de Giefor de Noyvern. Hijo de familia campesina, su crecimiento fue modesto y cargado de obligaciones para con su familia. Las cosechas no se recogían solas y le tocaba colaborar a él también, al igual que el resto de su familia. Desde los 5 años como sus dos hermanos, como toda la gente en la aldea, ya ayudaba a los suyos trabajando de sol a sol.
En poco tiempo este ambiente tranquilo empezó a aburrirle esperaba algo más. Una especie de llamada le inquietaba y le forzaba a curiosear más allá de las fronteras de los campos familiares, a volar alto y dejar todo aquello atrás. En su juventud no se relacionó con demasiada gente de la aldea, pero, a pesar de ello, sí que hizo algunas amistades sólidas. Un ejemplo de ello fue Vijhon, el herrero local. Antaño se decía que fue soldado o aventurero, pero que finalmente acabó por retirarse, especialmente teniendo en cuenta su cojera. Aún así, el conservaba buen humor y hacía bromas acerca de su pata de palo. Tendría cerca de 50 años pero conservaba aún habilidad con las armas. Al ver su tímido interés acabó por tentarle con enseñarle alguna cosa. Sus ojos se iluminaron cuando cogió por primera vez una espada. Ahí despertó su admiración ese hombre, como si las armas le hubieran traído seguridad. También le enseñó las expectativas de otro futuro distinto al del trabajo del campo.
Durante su juventud aprendió de él el manejo de la espada, así como algunas nociones básicas de su mantenimiento y la herrería en general. Aunque realmente no le apasionaba, más bien se lo tomaba como un juego, al que le encantaba jugar, sobretodo cuando el herrero le enseñaba a manejar algún arma distinta. Jugaba con la espada o con lo que Vijhon le dejase usar a las puertas de la herrería en tus ratos libres. Allí fue donde conoció a Leragh. Era un joven de su edad, más o menos. Acudió con su padre a la aldea buscando la herrería, la única con una calidad aceptable en las cercanías del castillo, esperando a su padre fuera. Ambos iban vestidos con ropas elegantes y coloridas, evidentemente mostrando su clase social adinerada. La expresión de desdén que Varang mostró al verle, hizo que Leragh se mostrarse hosco y le prestase más atención de la que normalmente hubiese mostrado hacia Varang. Después de verle mover un poco el arma acabó por acercarse. Sus andares eran pausados y estudiados, como dejándose ver por cualquiera que pasara por allá.
Finalmente, al llegar a la altura de Varang, comenzó a caminar a su alrededor, como si quisiera intimidarte. Varang se detuvo, y acabó por preguntarle “¿que quieres?” eso sí, sin mirarle siquiera, profundamente molesto por tan impertinente joven. Él, al ver su apremiante necesidad de quitárselo de en medio, comenzó a hablarle en lugar de marcharse. Le comentó que si su padre era rico, que si él tuvo una espada a los 5 años, que si ahora tenía dos suyas, que si su caballo se llamaba así... Hasta que Varang le cortó bruscamente con un “¿y?”. Él pareció seguir disfrutando con Varang, muy incómodo ante esa situación, nunca fue muy hablador y no solía tener riñas con niños de su edad porque sencillamente no tenia amigos de su edad. De modo que pasó a comentar su estilo con la espada, que si era un tanto torpe, que era normal teniendo en cuenta el cojo de dentro, que si la manejaba como si fuera una azada (obviamente), que si en lugar de la espada por qué no usaba una pala para recoger los excrementos de los cerdos...
Sus ofensas fueron tan descaradas y crecientes que enseguida acabaron argumentando que cada uno era mejor que el otro. El tono y los gritos fueron a más hasta que se enzarzaron en una pelea a puño limpio. Rodaron por el suelo embarrado y cubierto de nieve, atizando al rostro del otro con furia. Finalmente la pelea acabó cuando uno de los hermanos mayores de Varang, Mavir, los separó. Ambos refunfuñaban y chillaban alborotados y enrabietados como dos niños. Leragh también gritó a Mavir. Estaba furioso y le colgaban hilos de sangre de la nariz, al igual que la de Varang. Mavir no se andó con rodeos y le propinó una fuerte bofetada en la mejilla. Fue tan sonora la pelea que el padre de Leragh salió de la herrería justo para ver a su hijo en el suelo llorando y sangrando, con la nariz como un pimiento y rodeados de las pocas personas que andaban cerca y habían escuchado los chillidos e insultos de los chiquillos. El hermano se ganó un bastonazo en pleno rostro, escupiendo un par de muelas en el acto. Varang tuvo tiempo de agacharse para recibirlo sólo en la espalda. Vijhon salió justo a tiempo para evitar que siguiera propinándoles golpes. Le disuadió con una oferta por las molestias y le hizo entrar de nuevo, esta vez seguido de su lloroso hijo, el cual también se llevó otra bofetada, que le hizo callar de golpe.
Mavir se incorporó y le explicó mientras escupía sangre quién era esa persona. Así fue su primer contacto con Bofén de Giefor, barón de Noyvern y su hijo Leragh.
A la decana siguiente, el barón apareció acompañado de su hijo en las tierras que la familia de Varang trabajaba junto a otras tantas familias. Venían acompañados de 6 guardias armados. Ese día, medio colgados y atados por las manos a un árbol, los hermanos recibieron una desmesurada represalia a golpe de látigo. El barón se encargó de castigar Mavir, y Leragh recibió su primera “clase práctica” por parte de su padre, con Varang como estafermo. En medio de las horrorizadas miradas de los pocos allí presentes, familiares o amigos de los jóvenes, el joven Varang estaba aterrorizado escuchaba los llantos de su madre y cómo su padre y su otro hermano, Jufen, intentaban en vano consolarla y tranquilizarla. Se sentía terriblemente culpable, Mavir, iba a correr su misma suerte por su culpa, por no nombrar los dolores que éste había sufrido durante toda la decana por el bastonazo en la boca que el barón le propinó. En un arranque de valor, pensó en decirle al barón que él acarrearía con todos los latigazos, pues él era el culpable de lo sucedido, pero antes de tan siquiera atreverse a abrir la boca, Mavir, que había adivinado sus intenciones le cogió del antebrazo justo antes de que le atasen al árbol y le susurró con una dura mirada un “ni se te ocurra renacuajo, estamos juntos en esto”. Varang sintió alivio, la firme mirada y el aplomo de su hermano, le llenaron de valor y le calmaron.
Una vez atados y despojados de la parte superior de su ropa, Varang escuchó cómo Leragh sin esperar a que su padre le terminase de explicar cómo debía de hacerlo soltó el primer latigazo, que sorprendentemente, no fue dirigido a él, sino a Mavir. Éste a penas se quejó, cuando recuperó el aliento después de recibir el latigazo y mientras el barón reprendía a su hijo por empezar y no escuchar sus palabras, miró de reojo a Varang con una sonrisa diluida en su expresión de dolor por el latigazo recibido, se inclinó hasta él y le dijo en voz muy baja: “tienes suerte, el niñato pega flojo”. Acompañó esto con un guiño, y volvió a incorporarse. Nunca antes, Varang hubiese imaginado que su hermano mayor pudiese alcanzar a arrancarle una sonrisa en semejante situación.
El castigo comenzó, primero el barón azotaba a Mavir, y luego Leragh a Varang. En aquella tarde que ya llegaba a su fin, en aquel silencioso campo de cultivo, sólo se escuchaban los latigazos y los sollozos de la madre de Varang. Éste, miraba a su hermano, y sentía admiración y orgullo, con más intensidad que el dolor de los latigazos que recibía con los dientes apretados, tensando todo su cuerpo al escuchar el zumbido del látigo justo antes de golpearle. Entre latigazo y latigazo parecía pasar una eternidad, le dio tiempo a mirar alrededor suya, para ver quien estaba allí, y cómo les afectaba ver aquello. Se habían congregado unas 20 personas, entre las familias que trabajaban las tierras cercanas y los guardias. Le llamó la atención la expresión de una bella joven, pálida, con unas cuantas pecas en las mejillas, y una bellísima trenza de color rojo que le caía hasta la cintura. La joven muchacha, tapaba su cara con los dos puños cerrados, y lloraba viendo la cruel escena, pero por un momento, la chica sonrió, y su mirada le transmitió calidez y ternura. Se dio cuenta de que miraba hacia donde él estaba pero no le miraba a él, giró un segundo la cabeza y vio a su hermano mirarla fijamente y moviendo la boca como si hablase aunque sin emitir ni un sonido, que claramente iba dirigido a aquella chica. Varang recibió entonces su latigazo, y cuando recuperó el aliento le dijo a Mavir: “¿tienes novia?”. Con sorpresa Mavir le miró y sonriendo le respondió justo antes de recibir su latigazo: “guapa ¿eh?”. Quien sabe si por el dolor que ya había empezado a afectar a la cabeza del muchacho o por la valentía que mostraba Mavir en todo momento; quien en plena sesión de latigazos era capaz de decirle cosas a su chica y hacerla reír, pero Varang no pudo evitar dejar salir del fondo de su alma una sonora risotada.
El barón que escuchó eso después de que su hijo hubiese atizado a Varang, se tomó aquello como algo personal. Le quitó el látigo a su hijo y lo hizo apartarse de un empujón chillándole: “ inútil, le haces cosquillas! No ves como se ríe?” Se acercó a los hermanos, agarró con fuerza por el pelo al chico y susurró al oído de Varang: “te voy a quitar las ganas de reír, sucio ratón de campo”. Mientras el barón volvía a su posición, Mavir miró a Varang preocupado y asustado por lo que se le iba a venir encima. Varang, asintió con una tranquila mirada a Mavir y bajó la cabeza.
Su respiración empezó a acelerarse y su cuerpo se tensó, preparándose para el golpe. Pero nunca, en sus 10 años de vida, se había podido imaginar el terrible dolor que sintió con el primer latigazo del barón. No había comparación con los latigazos de Leragh aquello era algo insoportable, notaba cómo su espalda se desgarraba y sangraba. Chilló, chilló como nunca antes lo había hecho, sufrió como nunca antes lo había hecho, se retorció de dolor aunque apenas podía moverse estando atado de pies y colgado por las manos de la rama de aquel árbol. El segundo latigazo fue aún más duro que el primero, el grito, más intenso, el dolor de su joven espalda desgarrándose con las dentadas escamas del látigo arrancando parte de su piel y espalda, indescriptible.
Alzó su cara desencajada por el dolor mirando al cielo implorando con chillidos y gimoteos a los dioses que aquello parase de una vez. En ese momento, una llamarada apareció ante el barón, no llego a quemarle, pero le hizo detener su último golpe ante la sorpresa.
Cuando consiguió recuperar algo de consciencia de sí mismo, se dio cuenta de que el tercer latigazo no llegaba. Miró a Mavir colgando a su lado quien le miraba con una expresión de sorpresa y miedo, escuchó al gentío murmurar sobresaltado giró la cabeza para buscar a su madre, a su familia; ella, su padre y el hermano mayor de los 3 le miraban con la misma expresión que Mavir. Escuchó entonces la voz de una vieja que había entre el gentío gritar: “Alejaos!! El Nieto de Garol va a hacer que ardamos todos en las llamas del infierno de Kossut!!” Las palabras de la desquiciada anciana surtieron efecto entre los supersticiosos asistentes y todos los allí presentes incluyendo guardias, barón e hijo, pusieron pies en polvorosa al ver al chiquillo emitir una luz que iluminaba aquel nublado anochecer.
Aquello no pasó de allí. Había sido una simple y débil manifestación involuntaria de poder arcano innato, provocado por el intenso dolor, pero en aquella humilde baronía, el único que había visto algo así había sido Vijhon; y desde aquella tarde, Varang pasó a ser “el maldito por Kossut”, aunque por el miedo que todo eso provocaba lo abreviaron a “el maldito”.
Marginado por todos, a causa de aquel rumor extendido, y exagerado, Varang sólo tenía contacto con Mavir, con Vijhon y con su abuelo. Hasta sus padres y su hermano mayor habían parecido darle la espalda.
El tiempo siguió su curso y Varang siguió en la aldea. Consiguió superar la fiebre y casi todas las enfermedades que las heridas infectadas le habían causado a su joven cuerpo; casi todas. Las unicas secuelas, a parte del traumático recuerdo, fueron las cicatrices en la espalda del chiquillo y una afonía de la que jamás se recuperaría. Los años siguientes fueron duros para él, su poder arcano, o su maldición, como él mismo influenciado por la gente empezaba a llamar a su don, empezaba a ser algo que se manifestaba con mucha más frecuencia: cuando sufría emociones fuertes, ya fuese risa o dolor, su poder, se volvía incontrolable y a veces, causaba daño a quienes le rodeaban en ese momento, por eso poco a poco, como era totalmente incapaz de controlar su don, decidió controlar sus emociones, y se volvió un joven inexpresivo taciturno y antisocial.
Aun con los constantes ánimos que recibía de Mavir, quien siempre le decía que lo que él tenía no era una maldición, sino la bendición que le haría llegar más alto que cualquier campesino supersticioso que vivía en la aldea. No obstante, la actitud distante y evasiva de su madre con él, le hicieron mucha más mella que las acertadas palabras de su querido hermano.
No se cruzó más con Leragh, aunque sí que sabia de él. Con el paso de los años se hizo más impertinente y más poderoso, ya que, como hijo del barón tenía influencia que podía ejercer.
Al cabo del tiempo acabó por conocer a alguien que también marcaría tu vida. Se trataba de Garol, su abuelo. Nunca le había hecho mucho caso de niño, para él, siempre había sido el loco del abuelo. Siempre decía cosas sin sentido aparente. Ahora, Garol, era uno de los pocos que aún le hablaban como si fuese una persona normal y poco a poco comenzó a ver pequeños detalles en su comportamiento que le llevaron a interesarse más por él.
Varang se daba cuenta de cómo parecía que se dieran “coincidencias”, que siempre acababa teniendo suerte con algo... Había algo extraño en él. Por no mencionar las extrañas canciones que cantaba siempre en su mecedora, siempre nombraban a una mujer, que sin duda alguna no era la abuela, que había fallecido hace años. Siempre que Varang le preguntaba por ella, el abuelo se mostraba arisco y se iba de donde estuviesen, diciendo que no era nadie, sólo un nombre que rimaba bien con sus versos. Keyra era el nombre de aquella mujer.
A los 14 años de edad hubo una celebración en su familia. Mavir anunció que se casaba. Esa noticia fue recibida con gran alegría, la chica que Mavir había escogido era Rilena, una chica de una zona cercana, a la cual conocía desde aquella dolorosa tarde de castigo en el roble de la huerta. Ya se conocían desde jóvenes, se amaban y estaban listos para tener su propia casa.
Ciertamente fue un evento jovial, plagado de euforia y alegría. Cerca de 30 personas acudieron a la boda, la cual se celebró en la plaza de la aldea en un bonito atardecer a finales del mes de Eleint.
Sin embargo, el destino hizo que esa boda nunca llegara a celebrarse. El destino y Leragh de Giefor, hijo del barón Bofén, quién también acudió a la boda. Lo hizo a caballo y con 12 soldados armados. Sin ningún tipo de compasión anunció que como es costumbre, su padre, el barón Bofén de Giefor, le otorgaría su bendición a la novia para festejar así esa unión. Todos palidecieron pues sabían qué significaba eso. Una costumbre que hacia muchísimos años que no se practicaba, tan solo en contadas ocasiones y como en ésta, siempre era por algún tipo de vendeta. Rilena sería llevada esa noche al castillo del barón para que éste la tomara carnalmente, “dándole su bendición”. Hubo un silencio sepulcral, Varang notó una sensación de vértigo al sentir cómo algo malo estaba pasando y no controlaba lo que sucedía, solo acertaba a decir: “no, no, no...” aunque su voz, partida por el miedo, no fue escuchada por nadie.
Leragh, sin desmontar de su corcel, se aproximó a la pareja y le instó a subir a Rilena. Varang vio miedo en sus ojos así como el odio en los de su hermano. Todo parecía pender de un hilo hasta que Leragh hizo gala de su crueldad habitual: “Vamos preciosa, sube a mi caballo que esta noche verás cómo te gusta cabalgar”- dijo. Aunque tal vez la frase siguiera pero Mavir saltó sobre él, desmontándolo y tirándolo al suelo. Los siguientes instantes fueron muy confusos. La gente daba gritos, los guardias aporreaban con sus lanzas a todo aquel que estaba a su alcance, ya fuera hombre, mujer o niño y Mavir y el hijo del barón se golpeaban mutuamente. Los guardias se abrieron camino hasta ellos, mientras golpeaban a Varang y a su familia. La voz de Leragh se escuchó por encima de los otros gritos: “Matadle!! Matadle!!!”. Y así, sin poder evitarlo, Varang vio cómo tres guardias apartaban a su hermano para tirarlo al barro de la plaza, para después, asestarle golpes con sus lanzas. Contó mentalmente las veces que las puntas metálicas descendieron sobre el pecho de su hermano, una, dos, tres, cuatro, cinco…
Cuando se apartaron, Mavir se retorcía en el barro, con cinco agujeros en su cuerpo de los que manaba sangre a chorros. Mientras, los otros soldados sujetaban a Varang y a su familia, a la par que apartaban a golpes a la plebe. Leragh se levantó y miró a Mavir con desprecio y satisfacción. Acto seguido cogió la lanza de uno de los guardias y se la clavó con toda la fuerza que pudo en el estómago, retorciéndola y arrancando un grito desgarrado de la garganta de Mavir. Luego, mientras agonizaba, mezclándose su sangre con el barro y los charcos, pero todavía con vida, dijo: “¡¡Se acabó, coged a la chica, esta noche me estrenaré como heredero del barón!! En cuanto a la familia... ¡llevadlos también! ¡¡Mi padre sabrá tratar con aquellos que osan rebelarse ante su autoridad!!”
Ese comentario, más parecido a una sentencia que otra cosa, junto con la rabia del momento hizo a Varang darle un cabezazo a uno de los guardias y salir corriendo. Leragh estaba rodeado de guardias y no habría podido llegar a él. Una extraña sensación de frío y calor recorrieron los brazos de Varang, hasta concentrarse todo en sus manos y descargó toda su furia con un grito alzando las manos hacia Leragh como si quisiese ahogarle desde la distancia, de cada una de sus manos surgió un brillante proyectil, los cuales impactaron ambos en la cabeza de Leragh tirándolo al suelo. Al ver que los guardias arremeterían contra él en cuanto se asegurasen que Leragh vivía, decidió huir.
Así, corrió y sólo se le ocurrió un lugar... la casa del abuelo, quien se había negado a asistir a la boda por activa y por pasiva. ¿Era posible que aquella extraña negativa de asistir a la boda de su nieto no fuese una más de sus locuras? ¿y si preveía que algo malo iba a pasar? Preguntas que asaltaron a Varang mientras corría y corría a casa de su abuelo con los inundados con la furia y agonía que le provocaba el no poder estar con Mavir en sus últimos momentos de vida, el no poder vengarle, en no poder haber hecho nada por ayudarle… el dejarle morir allí, solo en el barro, mientras escuchaba la voz desgarrada de la mujer que amaba gritando su nombre…
En efecto, el abuelo estaba en el porche meciéndose en su hamaca de madera y mimbre como siempre. Al ver llegar al chico corriendo se levantó, y cuando vio asomar por la loma a la guardia gritándole que se detuviese, el abuelo fue al granero, corriendo como pudo, haciéndole señales a Varang para que le siguiese. Éste lo vio claro desde la distancia y le hizo caso sin rechistar. Cuando llegó al granero, el abuelo estaba golpeando con un hacha agarrada por sus enclenques brazos a algo que había en el suelo y que sonaba a hueco. Varang se paró para ver la escena un segundo. Su abuelo estaba en el silo de estiércol del granero, había apartado una gran cantidad en poco tiempo, demasiada, sostenía el hacha con firmeza y sus golpes eran fluidos, para tratarse de su abuelo, quien necesitaba normalmente 2 impulsos y un largo y lento movimiento para levantarse de su hamaca.
Sin atreverse a preguntar se acercó corriendo, el abuelo le dio el hacha y le dijo que acabase él. Cogió el hacha y sin preguntar golpeó al suelo, entonces se dio cuenta de a qué golpeaba, era una trampilla de madera. De un solo golpe la partió por la mitad. “¡¡Saca el cofre que hay dentro!! ¡¡rápido, ya vienen!!”. Varang se arrodilló, metió la mano en el agujero que había hecho partiendo la trampilla por la mitad y notó una argolla metálica. Estiró con todas sus fuerzas y sacó un pesado cofre de dentro. El abuelo lo abrió al instante. Las pisadas se escuchaban cada vez más cerca, Varang se incorporó y agarró el hacha dispuesto a enfrentarse a ellos hasta la muerte. Se plantó delante de la puerta y vio a los 6 guardias que ya estaban a menos de 4 metros de él. El primero ya cargaba con la lanza.
La puerta se cerró de un portazo que casi la desencaja. El abuelo le quitó el hacha y trabó con ella la puerta, utilizó una sola mano para hacerlo, en la otra tenia algo, pero no pudo ver lo que era. Al escuchar al abuelo decir “¡coge el cofre idiota!”, el chico obedeció sin entender aún cómo podía su abuelo haber cerrado la puerta de aquella manera con una sola mano. Mientras se incorporaba con el cofre en la mano se escuchó un crujido de madera y la puerta caer al suelo. Varang se giro, y tuvo tiempo para ver cómo su abuelo de espaldas a los guardias, con un pergamino en la mano, gesticulaba y murmuraba unas palabras. Detrás de Garol, un guardia preparaba su maza para asestarle un terrible golpe, otros dos guardias se abalanzaron sobre Varang. Éste corrió hacia su abuelo para apartarlo de la maza de aquel bastardo. Entonces hubo un destello rojo, una luz blanca que lo iluminó todo y un sonido huesos quebrándose que le puso los pelos de punta. Cuando dio 2 pasos más en aquella “nada” y chocó contra algo. Retrocedió confuso mirando alrededor. Ya no estaba en silo, escuchaba la lluvia torrencial que le empezó a calar rápido, habían unos cuantos edificios a su alrededor que no reconocía, y ese “algo” con lo que había chocado le habló. “Bueno, bueno, bueno. ¡Échale un vistazo a esto!”
Varang miro a la voz que le hablaba. Era un tipo alto, muy alto y delgado, cubierto por una capa y un sombrero de ala ancha que no dejaba verle nada más que la boca, en la cual había una sonrisa. El hombre sacó la mano de debajo de la capa y se acercó al rostro de Varang que estaba petrificado, no entendía qué era lo que había pasado. El tipo le paso el pulgar por la frente y se lo mostró lleno de sangre diciendo: “bueno, menos mal que no es tuya”
“Ab...” fue lo ultimo que Varang dijo antes de desmayarse ahí mismo. En medio de la plaza de Nevesmortas, en la Marca Argentea.
Varang se crió en la aldea de Polana, en la zona de la Baronía de Giefor de Noyvern. Hijo de familia campesina, su crecimiento fue modesto y cargado de obligaciones para con su familia. Las cosechas no se recogían solas y le tocaba colaborar a él también, al igual que el resto de su familia. Desde los 5 años como sus dos hermanos, como toda la gente en la aldea, ya ayudaba a los suyos trabajando de sol a sol.
En poco tiempo este ambiente tranquilo empezó a aburrirle esperaba algo más. Una especie de llamada le inquietaba y le forzaba a curiosear más allá de las fronteras de los campos familiares, a volar alto y dejar todo aquello atrás. En su juventud no se relacionó con demasiada gente de la aldea, pero, a pesar de ello, sí que hizo algunas amistades sólidas. Un ejemplo de ello fue Vijhon, el herrero local. Antaño se decía que fue soldado o aventurero, pero que finalmente acabó por retirarse, especialmente teniendo en cuenta su cojera. Aún así, el conservaba buen humor y hacía bromas acerca de su pata de palo. Tendría cerca de 50 años pero conservaba aún habilidad con las armas. Al ver su tímido interés acabó por tentarle con enseñarle alguna cosa. Sus ojos se iluminaron cuando cogió por primera vez una espada. Ahí despertó su admiración ese hombre, como si las armas le hubieran traído seguridad. También le enseñó las expectativas de otro futuro distinto al del trabajo del campo.
Durante su juventud aprendió de él el manejo de la espada, así como algunas nociones básicas de su mantenimiento y la herrería en general. Aunque realmente no le apasionaba, más bien se lo tomaba como un juego, al que le encantaba jugar, sobretodo cuando el herrero le enseñaba a manejar algún arma distinta. Jugaba con la espada o con lo que Vijhon le dejase usar a las puertas de la herrería en tus ratos libres. Allí fue donde conoció a Leragh. Era un joven de su edad, más o menos. Acudió con su padre a la aldea buscando la herrería, la única con una calidad aceptable en las cercanías del castillo, esperando a su padre fuera. Ambos iban vestidos con ropas elegantes y coloridas, evidentemente mostrando su clase social adinerada. La expresión de desdén que Varang mostró al verle, hizo que Leragh se mostrarse hosco y le prestase más atención de la que normalmente hubiese mostrado hacia Varang. Después de verle mover un poco el arma acabó por acercarse. Sus andares eran pausados y estudiados, como dejándose ver por cualquiera que pasara por allá.
Finalmente, al llegar a la altura de Varang, comenzó a caminar a su alrededor, como si quisiera intimidarte. Varang se detuvo, y acabó por preguntarle “¿que quieres?” eso sí, sin mirarle siquiera, profundamente molesto por tan impertinente joven. Él, al ver su apremiante necesidad de quitárselo de en medio, comenzó a hablarle en lugar de marcharse. Le comentó que si su padre era rico, que si él tuvo una espada a los 5 años, que si ahora tenía dos suyas, que si su caballo se llamaba así... Hasta que Varang le cortó bruscamente con un “¿y?”. Él pareció seguir disfrutando con Varang, muy incómodo ante esa situación, nunca fue muy hablador y no solía tener riñas con niños de su edad porque sencillamente no tenia amigos de su edad. De modo que pasó a comentar su estilo con la espada, que si era un tanto torpe, que era normal teniendo en cuenta el cojo de dentro, que si la manejaba como si fuera una azada (obviamente), que si en lugar de la espada por qué no usaba una pala para recoger los excrementos de los cerdos...
Sus ofensas fueron tan descaradas y crecientes que enseguida acabaron argumentando que cada uno era mejor que el otro. El tono y los gritos fueron a más hasta que se enzarzaron en una pelea a puño limpio. Rodaron por el suelo embarrado y cubierto de nieve, atizando al rostro del otro con furia. Finalmente la pelea acabó cuando uno de los hermanos mayores de Varang, Mavir, los separó. Ambos refunfuñaban y chillaban alborotados y enrabietados como dos niños. Leragh también gritó a Mavir. Estaba furioso y le colgaban hilos de sangre de la nariz, al igual que la de Varang. Mavir no se andó con rodeos y le propinó una fuerte bofetada en la mejilla. Fue tan sonora la pelea que el padre de Leragh salió de la herrería justo para ver a su hijo en el suelo llorando y sangrando, con la nariz como un pimiento y rodeados de las pocas personas que andaban cerca y habían escuchado los chillidos e insultos de los chiquillos. El hermano se ganó un bastonazo en pleno rostro, escupiendo un par de muelas en el acto. Varang tuvo tiempo de agacharse para recibirlo sólo en la espalda. Vijhon salió justo a tiempo para evitar que siguiera propinándoles golpes. Le disuadió con una oferta por las molestias y le hizo entrar de nuevo, esta vez seguido de su lloroso hijo, el cual también se llevó otra bofetada, que le hizo callar de golpe.
Mavir se incorporó y le explicó mientras escupía sangre quién era esa persona. Así fue su primer contacto con Bofén de Giefor, barón de Noyvern y su hijo Leragh.
A la decana siguiente, el barón apareció acompañado de su hijo en las tierras que la familia de Varang trabajaba junto a otras tantas familias. Venían acompañados de 6 guardias armados. Ese día, medio colgados y atados por las manos a un árbol, los hermanos recibieron una desmesurada represalia a golpe de látigo. El barón se encargó de castigar Mavir, y Leragh recibió su primera “clase práctica” por parte de su padre, con Varang como estafermo. En medio de las horrorizadas miradas de los pocos allí presentes, familiares o amigos de los jóvenes, el joven Varang estaba aterrorizado escuchaba los llantos de su madre y cómo su padre y su otro hermano, Jufen, intentaban en vano consolarla y tranquilizarla. Se sentía terriblemente culpable, Mavir, iba a correr su misma suerte por su culpa, por no nombrar los dolores que éste había sufrido durante toda la decana por el bastonazo en la boca que el barón le propinó. En un arranque de valor, pensó en decirle al barón que él acarrearía con todos los latigazos, pues él era el culpable de lo sucedido, pero antes de tan siquiera atreverse a abrir la boca, Mavir, que había adivinado sus intenciones le cogió del antebrazo justo antes de que le atasen al árbol y le susurró con una dura mirada un “ni se te ocurra renacuajo, estamos juntos en esto”. Varang sintió alivio, la firme mirada y el aplomo de su hermano, le llenaron de valor y le calmaron.
Una vez atados y despojados de la parte superior de su ropa, Varang escuchó cómo Leragh sin esperar a que su padre le terminase de explicar cómo debía de hacerlo soltó el primer latigazo, que sorprendentemente, no fue dirigido a él, sino a Mavir. Éste a penas se quejó, cuando recuperó el aliento después de recibir el latigazo y mientras el barón reprendía a su hijo por empezar y no escuchar sus palabras, miró de reojo a Varang con una sonrisa diluida en su expresión de dolor por el latigazo recibido, se inclinó hasta él y le dijo en voz muy baja: “tienes suerte, el niñato pega flojo”. Acompañó esto con un guiño, y volvió a incorporarse. Nunca antes, Varang hubiese imaginado que su hermano mayor pudiese alcanzar a arrancarle una sonrisa en semejante situación.
El castigo comenzó, primero el barón azotaba a Mavir, y luego Leragh a Varang. En aquella tarde que ya llegaba a su fin, en aquel silencioso campo de cultivo, sólo se escuchaban los latigazos y los sollozos de la madre de Varang. Éste, miraba a su hermano, y sentía admiración y orgullo, con más intensidad que el dolor de los latigazos que recibía con los dientes apretados, tensando todo su cuerpo al escuchar el zumbido del látigo justo antes de golpearle. Entre latigazo y latigazo parecía pasar una eternidad, le dio tiempo a mirar alrededor suya, para ver quien estaba allí, y cómo les afectaba ver aquello. Se habían congregado unas 20 personas, entre las familias que trabajaban las tierras cercanas y los guardias. Le llamó la atención la expresión de una bella joven, pálida, con unas cuantas pecas en las mejillas, y una bellísima trenza de color rojo que le caía hasta la cintura. La joven muchacha, tapaba su cara con los dos puños cerrados, y lloraba viendo la cruel escena, pero por un momento, la chica sonrió, y su mirada le transmitió calidez y ternura. Se dio cuenta de que miraba hacia donde él estaba pero no le miraba a él, giró un segundo la cabeza y vio a su hermano mirarla fijamente y moviendo la boca como si hablase aunque sin emitir ni un sonido, que claramente iba dirigido a aquella chica. Varang recibió entonces su latigazo, y cuando recuperó el aliento le dijo a Mavir: “¿tienes novia?”. Con sorpresa Mavir le miró y sonriendo le respondió justo antes de recibir su latigazo: “guapa ¿eh?”. Quien sabe si por el dolor que ya había empezado a afectar a la cabeza del muchacho o por la valentía que mostraba Mavir en todo momento; quien en plena sesión de latigazos era capaz de decirle cosas a su chica y hacerla reír, pero Varang no pudo evitar dejar salir del fondo de su alma una sonora risotada.
El barón que escuchó eso después de que su hijo hubiese atizado a Varang, se tomó aquello como algo personal. Le quitó el látigo a su hijo y lo hizo apartarse de un empujón chillándole: “ inútil, le haces cosquillas! No ves como se ríe?” Se acercó a los hermanos, agarró con fuerza por el pelo al chico y susurró al oído de Varang: “te voy a quitar las ganas de reír, sucio ratón de campo”. Mientras el barón volvía a su posición, Mavir miró a Varang preocupado y asustado por lo que se le iba a venir encima. Varang, asintió con una tranquila mirada a Mavir y bajó la cabeza.
Su respiración empezó a acelerarse y su cuerpo se tensó, preparándose para el golpe. Pero nunca, en sus 10 años de vida, se había podido imaginar el terrible dolor que sintió con el primer latigazo del barón. No había comparación con los latigazos de Leragh aquello era algo insoportable, notaba cómo su espalda se desgarraba y sangraba. Chilló, chilló como nunca antes lo había hecho, sufrió como nunca antes lo había hecho, se retorció de dolor aunque apenas podía moverse estando atado de pies y colgado por las manos de la rama de aquel árbol. El segundo latigazo fue aún más duro que el primero, el grito, más intenso, el dolor de su joven espalda desgarrándose con las dentadas escamas del látigo arrancando parte de su piel y espalda, indescriptible.
Alzó su cara desencajada por el dolor mirando al cielo implorando con chillidos y gimoteos a los dioses que aquello parase de una vez. En ese momento, una llamarada apareció ante el barón, no llego a quemarle, pero le hizo detener su último golpe ante la sorpresa.
Cuando consiguió recuperar algo de consciencia de sí mismo, se dio cuenta de que el tercer latigazo no llegaba. Miró a Mavir colgando a su lado quien le miraba con una expresión de sorpresa y miedo, escuchó al gentío murmurar sobresaltado giró la cabeza para buscar a su madre, a su familia; ella, su padre y el hermano mayor de los 3 le miraban con la misma expresión que Mavir. Escuchó entonces la voz de una vieja que había entre el gentío gritar: “Alejaos!! El Nieto de Garol va a hacer que ardamos todos en las llamas del infierno de Kossut!!” Las palabras de la desquiciada anciana surtieron efecto entre los supersticiosos asistentes y todos los allí presentes incluyendo guardias, barón e hijo, pusieron pies en polvorosa al ver al chiquillo emitir una luz que iluminaba aquel nublado anochecer.
Aquello no pasó de allí. Había sido una simple y débil manifestación involuntaria de poder arcano innato, provocado por el intenso dolor, pero en aquella humilde baronía, el único que había visto algo así había sido Vijhon; y desde aquella tarde, Varang pasó a ser “el maldito por Kossut”, aunque por el miedo que todo eso provocaba lo abreviaron a “el maldito”.
Marginado por todos, a causa de aquel rumor extendido, y exagerado, Varang sólo tenía contacto con Mavir, con Vijhon y con su abuelo. Hasta sus padres y su hermano mayor habían parecido darle la espalda.
El tiempo siguió su curso y Varang siguió en la aldea. Consiguió superar la fiebre y casi todas las enfermedades que las heridas infectadas le habían causado a su joven cuerpo; casi todas. Las unicas secuelas, a parte del traumático recuerdo, fueron las cicatrices en la espalda del chiquillo y una afonía de la que jamás se recuperaría. Los años siguientes fueron duros para él, su poder arcano, o su maldición, como él mismo influenciado por la gente empezaba a llamar a su don, empezaba a ser algo que se manifestaba con mucha más frecuencia: cuando sufría emociones fuertes, ya fuese risa o dolor, su poder, se volvía incontrolable y a veces, causaba daño a quienes le rodeaban en ese momento, por eso poco a poco, como era totalmente incapaz de controlar su don, decidió controlar sus emociones, y se volvió un joven inexpresivo taciturno y antisocial.
Aun con los constantes ánimos que recibía de Mavir, quien siempre le decía que lo que él tenía no era una maldición, sino la bendición que le haría llegar más alto que cualquier campesino supersticioso que vivía en la aldea. No obstante, la actitud distante y evasiva de su madre con él, le hicieron mucha más mella que las acertadas palabras de su querido hermano.
No se cruzó más con Leragh, aunque sí que sabia de él. Con el paso de los años se hizo más impertinente y más poderoso, ya que, como hijo del barón tenía influencia que podía ejercer.
Al cabo del tiempo acabó por conocer a alguien que también marcaría tu vida. Se trataba de Garol, su abuelo. Nunca le había hecho mucho caso de niño, para él, siempre había sido el loco del abuelo. Siempre decía cosas sin sentido aparente. Ahora, Garol, era uno de los pocos que aún le hablaban como si fuese una persona normal y poco a poco comenzó a ver pequeños detalles en su comportamiento que le llevaron a interesarse más por él.
Varang se daba cuenta de cómo parecía que se dieran “coincidencias”, que siempre acababa teniendo suerte con algo... Había algo extraño en él. Por no mencionar las extrañas canciones que cantaba siempre en su mecedora, siempre nombraban a una mujer, que sin duda alguna no era la abuela, que había fallecido hace años. Siempre que Varang le preguntaba por ella, el abuelo se mostraba arisco y se iba de donde estuviesen, diciendo que no era nadie, sólo un nombre que rimaba bien con sus versos. Keyra era el nombre de aquella mujer.
A los 14 años de edad hubo una celebración en su familia. Mavir anunció que se casaba. Esa noticia fue recibida con gran alegría, la chica que Mavir había escogido era Rilena, una chica de una zona cercana, a la cual conocía desde aquella dolorosa tarde de castigo en el roble de la huerta. Ya se conocían desde jóvenes, se amaban y estaban listos para tener su propia casa.
Ciertamente fue un evento jovial, plagado de euforia y alegría. Cerca de 30 personas acudieron a la boda, la cual se celebró en la plaza de la aldea en un bonito atardecer a finales del mes de Eleint.
Sin embargo, el destino hizo que esa boda nunca llegara a celebrarse. El destino y Leragh de Giefor, hijo del barón Bofén, quién también acudió a la boda. Lo hizo a caballo y con 12 soldados armados. Sin ningún tipo de compasión anunció que como es costumbre, su padre, el barón Bofén de Giefor, le otorgaría su bendición a la novia para festejar así esa unión. Todos palidecieron pues sabían qué significaba eso. Una costumbre que hacia muchísimos años que no se practicaba, tan solo en contadas ocasiones y como en ésta, siempre era por algún tipo de vendeta. Rilena sería llevada esa noche al castillo del barón para que éste la tomara carnalmente, “dándole su bendición”. Hubo un silencio sepulcral, Varang notó una sensación de vértigo al sentir cómo algo malo estaba pasando y no controlaba lo que sucedía, solo acertaba a decir: “no, no, no...” aunque su voz, partida por el miedo, no fue escuchada por nadie.
Leragh, sin desmontar de su corcel, se aproximó a la pareja y le instó a subir a Rilena. Varang vio miedo en sus ojos así como el odio en los de su hermano. Todo parecía pender de un hilo hasta que Leragh hizo gala de su crueldad habitual: “Vamos preciosa, sube a mi caballo que esta noche verás cómo te gusta cabalgar”- dijo. Aunque tal vez la frase siguiera pero Mavir saltó sobre él, desmontándolo y tirándolo al suelo. Los siguientes instantes fueron muy confusos. La gente daba gritos, los guardias aporreaban con sus lanzas a todo aquel que estaba a su alcance, ya fuera hombre, mujer o niño y Mavir y el hijo del barón se golpeaban mutuamente. Los guardias se abrieron camino hasta ellos, mientras golpeaban a Varang y a su familia. La voz de Leragh se escuchó por encima de los otros gritos: “Matadle!! Matadle!!!”. Y así, sin poder evitarlo, Varang vio cómo tres guardias apartaban a su hermano para tirarlo al barro de la plaza, para después, asestarle golpes con sus lanzas. Contó mentalmente las veces que las puntas metálicas descendieron sobre el pecho de su hermano, una, dos, tres, cuatro, cinco…
Cuando se apartaron, Mavir se retorcía en el barro, con cinco agujeros en su cuerpo de los que manaba sangre a chorros. Mientras, los otros soldados sujetaban a Varang y a su familia, a la par que apartaban a golpes a la plebe. Leragh se levantó y miró a Mavir con desprecio y satisfacción. Acto seguido cogió la lanza de uno de los guardias y se la clavó con toda la fuerza que pudo en el estómago, retorciéndola y arrancando un grito desgarrado de la garganta de Mavir. Luego, mientras agonizaba, mezclándose su sangre con el barro y los charcos, pero todavía con vida, dijo: “¡¡Se acabó, coged a la chica, esta noche me estrenaré como heredero del barón!! En cuanto a la familia... ¡llevadlos también! ¡¡Mi padre sabrá tratar con aquellos que osan rebelarse ante su autoridad!!”
Ese comentario, más parecido a una sentencia que otra cosa, junto con la rabia del momento hizo a Varang darle un cabezazo a uno de los guardias y salir corriendo. Leragh estaba rodeado de guardias y no habría podido llegar a él. Una extraña sensación de frío y calor recorrieron los brazos de Varang, hasta concentrarse todo en sus manos y descargó toda su furia con un grito alzando las manos hacia Leragh como si quisiese ahogarle desde la distancia, de cada una de sus manos surgió un brillante proyectil, los cuales impactaron ambos en la cabeza de Leragh tirándolo al suelo. Al ver que los guardias arremeterían contra él en cuanto se asegurasen que Leragh vivía, decidió huir.
Así, corrió y sólo se le ocurrió un lugar... la casa del abuelo, quien se había negado a asistir a la boda por activa y por pasiva. ¿Era posible que aquella extraña negativa de asistir a la boda de su nieto no fuese una más de sus locuras? ¿y si preveía que algo malo iba a pasar? Preguntas que asaltaron a Varang mientras corría y corría a casa de su abuelo con los inundados con la furia y agonía que le provocaba el no poder estar con Mavir en sus últimos momentos de vida, el no poder vengarle, en no poder haber hecho nada por ayudarle… el dejarle morir allí, solo en el barro, mientras escuchaba la voz desgarrada de la mujer que amaba gritando su nombre…
En efecto, el abuelo estaba en el porche meciéndose en su hamaca de madera y mimbre como siempre. Al ver llegar al chico corriendo se levantó, y cuando vio asomar por la loma a la guardia gritándole que se detuviese, el abuelo fue al granero, corriendo como pudo, haciéndole señales a Varang para que le siguiese. Éste lo vio claro desde la distancia y le hizo caso sin rechistar. Cuando llegó al granero, el abuelo estaba golpeando con un hacha agarrada por sus enclenques brazos a algo que había en el suelo y que sonaba a hueco. Varang se paró para ver la escena un segundo. Su abuelo estaba en el silo de estiércol del granero, había apartado una gran cantidad en poco tiempo, demasiada, sostenía el hacha con firmeza y sus golpes eran fluidos, para tratarse de su abuelo, quien necesitaba normalmente 2 impulsos y un largo y lento movimiento para levantarse de su hamaca.
Sin atreverse a preguntar se acercó corriendo, el abuelo le dio el hacha y le dijo que acabase él. Cogió el hacha y sin preguntar golpeó al suelo, entonces se dio cuenta de a qué golpeaba, era una trampilla de madera. De un solo golpe la partió por la mitad. “¡¡Saca el cofre que hay dentro!! ¡¡rápido, ya vienen!!”. Varang se arrodilló, metió la mano en el agujero que había hecho partiendo la trampilla por la mitad y notó una argolla metálica. Estiró con todas sus fuerzas y sacó un pesado cofre de dentro. El abuelo lo abrió al instante. Las pisadas se escuchaban cada vez más cerca, Varang se incorporó y agarró el hacha dispuesto a enfrentarse a ellos hasta la muerte. Se plantó delante de la puerta y vio a los 6 guardias que ya estaban a menos de 4 metros de él. El primero ya cargaba con la lanza.
La puerta se cerró de un portazo que casi la desencaja. El abuelo le quitó el hacha y trabó con ella la puerta, utilizó una sola mano para hacerlo, en la otra tenia algo, pero no pudo ver lo que era. Al escuchar al abuelo decir “¡coge el cofre idiota!”, el chico obedeció sin entender aún cómo podía su abuelo haber cerrado la puerta de aquella manera con una sola mano. Mientras se incorporaba con el cofre en la mano se escuchó un crujido de madera y la puerta caer al suelo. Varang se giro, y tuvo tiempo para ver cómo su abuelo de espaldas a los guardias, con un pergamino en la mano, gesticulaba y murmuraba unas palabras. Detrás de Garol, un guardia preparaba su maza para asestarle un terrible golpe, otros dos guardias se abalanzaron sobre Varang. Éste corrió hacia su abuelo para apartarlo de la maza de aquel bastardo. Entonces hubo un destello rojo, una luz blanca que lo iluminó todo y un sonido huesos quebrándose que le puso los pelos de punta. Cuando dio 2 pasos más en aquella “nada” y chocó contra algo. Retrocedió confuso mirando alrededor. Ya no estaba en silo, escuchaba la lluvia torrencial que le empezó a calar rápido, habían unos cuantos edificios a su alrededor que no reconocía, y ese “algo” con lo que había chocado le habló. “Bueno, bueno, bueno. ¡Échale un vistazo a esto!”
Varang miro a la voz que le hablaba. Era un tipo alto, muy alto y delgado, cubierto por una capa y un sombrero de ala ancha que no dejaba verle nada más que la boca, en la cual había una sonrisa. El hombre sacó la mano de debajo de la capa y se acercó al rostro de Varang que estaba petrificado, no entendía qué era lo que había pasado. El tipo le paso el pulgar por la frente y se lo mostró lleno de sangre diciendo: “bueno, menos mal que no es tuya”
“Ab...” fue lo ultimo que Varang dijo antes de desmayarse ahí mismo. En medio de la plaza de Nevesmortas, en la Marca Argentea.