Dormía Khay en casa, plácidamente, cuando sucumbió en un extraño sueño...
Rodeado de árboles, paseaba por un bosque en calma, silencioso, y acogedor. Sus pies descalzos pisaban el mullido suelo, plagado de hojas caídas y musgos. El aire era fresco, y una gran luz lo inundaba todo. Al frente, a lo lejos, divisaba una figura azulada, de espaldas a él... sin miedo, pero con curiosidad, Khay se acercaba a ella, cuando lentamente empezó a girar sobre si misma, mostrando entonces su rostro a Khay: Sir Nathell, aquél que cayera defendiendo la Marca, y que dio la bienvenida al paladín a la villa, se mostraba ante él entre las luces. Con mirada tranquila, inclinó la cabeza:
- Salve, teniente Sir Pitlik... hola, Khay. -Khay tan sólo podía mirar perplejo aquella figura. Tan sólo parpadeaba, e intentaba murmurar algo, quizá un saludo.- ¿No me reconoces?
Khay asintió, y respondió:
- Mi honor es mi vida, Sir Nathell -e hincando la rodilla en el suelo, se inclinó ante él, aún perplejo. Luego se alzó de nuevo, y clavó sus ojos en la figura.
- Mi honor es mi vida -repitió lentamente- Esa era mi máxima, y la de mi Orden. -avanzó unos pasos, acercándose a Khay- Y ahora debe ser la tuya, para siempre. Desde este lado -dijo, abriendo los brazos y mirando alrededor- he seguido todos vuestros pasos... Radha, Iruss, Briddo, Iruzar... y tantos otros que formáis la Orden o la habéis formado.
- ¿Qué es este lugar? ¿Es este el mundo de... -pero no acabó la frase.
- Es mi hogar, Khay, y el de tantos otros como yo. Pero no quieras saber más sobre mi mundo, pues el tuyo aún te pertenece y te necesita, y ahora más que nunca. He visto lo que ha sucedido, y todos los males que te persiguen, y por ello vengo a verte. O mejor dicho -giró entonces la cabeza, mirando hacia un gran roble- venimos...
Fue entonces cuando una larga melena asomó tras el tronco, y una delgada y esbelta figura apareció detrás de él. Sus ojos azules resplandecieron en su rostro, mientras avanzaba hacia ambos. Jaina, Lady Saphirra, se mostró ante Khay, rodeada de luz divina y blanca.
- No puede ser... -murmuró Khay, cayendo de rodillas al suelo- Jaina... -la voz se le cortó, y sus ojos brillaron, entre emocionados y perplejos. Posando la mirada en ella, guardó entonces silencio.
- Así me llamabas, paladín. Y así me llamas cada vez que te acercas al monumento a dejar una rosa roja, como hacía Radha. -caminó hasta ponerse junto a Nathell- Has crecido mucho, Khay, Tyr debe estar orgulloso de ti. Pero corren tiempos aciagos y una sombra se cierne ahora sobre la Villa y la Orden de los Caballeros. No diré su nombre, pero aquél que osó retarte y mancillar tu nombre volverá con más fuerza de la que crees, para destruirte a ti, y todo lo que te rodea, y continuar sembrando el horror en La Marca. Por Torm, que no podemos permitir que eso ocurra, así pues, venimos a ti. -aún de rodillas, Khay miraba a ambos, mientras su mente recordaba tiempos más felices, cuando ambos hollaban la tierra en sus grandes caballos, enfundados en sus armaduras de plata y bronce.
- Debes destruir ese mal para siempre, Khay. -la voz de Nathell era profunda y queda- Tu espada es poderosa, y luce en tus manos con cada golpe que asestas a tus oponentes. Tu brazo no deberá cejar nunca ni perder su fuerza... pero necesitarás protegerte mejor contra ese mal. -abrió entonces la capa que lo cubría, y de debajo de ella sacó un gran escudo, brillaba con luz propia, y un aura recorría todo su perfil- Este es el legado que te regalamos, un presente de los dioses que ahora te entregamos. Úsalo siempre que te sientas desprotegido, y él te cubrirá de todo aquello que te amenace...
Khay se alzó entonces, y se acercó unos pasos a ellos.
- Jamás cejaré en mi empeño... sea esto realidad o sueño.
Fue ella quien se despidió del paladín.
- Que la gracia de los dioses te proteja, Khay... y sea a través de este escudo donde se manifiesten allá donde lo necesites. ¡No decaigas! Recuerda que siempre estamos aquí, para interceder por vosotros ante los dioses... adiós, paladín, volveremos a verte... -con una sonrisa, ambos, se diluyeron en la nada, y Khay quedó sólo en el bosque, hasta que el sueño se desvaneció, y despertó en la cama.
Apoyado en el sillón, a los pies de la cama, descansaba un escudo brillante, envuelto en una seda blanca. Khay se alzó, se acercó a él, y quitó la tela, descubriendo el gran escudo.
- El legado de los caídos. -asió el escudo y apretando el brazo contra su pecho, se miró en el espejo.- Un regalo de los dioses...
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Nombre: El legado de los caídos
Tipo de escudo: grande
Clase de armadura base: +2
Bonificador de armadura: +5
Luz brillante (20m.) (Azul)
Modifiador de habilidad reducida: concentración -5
Modificador de habilidad reducida: esconderse -10
Resistencia a conjuros: 16
Sólo puede usarlo: paladín
Restricción por alineamiento: legal bueno
Coste de bonos: 7.000
// Este escudo "equivale" a una vengadora sagrada de paladín, con algo distinto y algo más.