Le llamaban Askepíos, la palabra de Grandie.
Publicado: Mié Jun 25, 2008 12:24 pm
Capítulo uno. Un descenso en busca de unas monedas.
Una noche cualquiera en el otoño de la marca. Un viento frío se levantaba contra las puertas de la posada "La rosa y el martillo", principal asentamiento de todo viajero, caminante o errante que pasa por Nevesmortas, una bella villa nórdica.
Tenía un nombre cuando partió de los bosques de Noyvern, aunque llamado siempre por su apodo, Blackwood, parece que olvidó (o no quiso de nuevo recordar) el apelativo con el que sus antecesores le nombraron.
Entrando cual viajero anónimo, joven y encapuchado, con pipa en la boca y pocas historias que contar, pues muchas le quedan por escribir, se dirigió al tabernero en busca de sustento alimenticio, caliente o frío, pero no amargo.
Los rumores sobre Grandie, el nigromante que hipotéticamente vive bajo la tierra de la cripta junto con los pútridos cadáveres, llegaron a sus oídos el mismo día en que Blackwood llegó a Nevesmortas. Mas, en alma de aventurero y bolsillo sin dinero, lo que realmente le llamó la atención fue una recompensa sustanciosa de la que una muchacha de la taberna del Blasón le habló, los libros la recordarán como Ting, o algo parecido.
Con bebida y comida en mano, Blackwood se dirigió a otro encapuchado, cuyo rostro cubierto sugería lo mismo que el suyo propio: vida errante y búsqueda de sustanciosa recompensa... o por lo menos de algo de dinero. Se conocieron rápido, puro acuerdo en un principio, pues Morikel (que este era el nombre de nuestro segundo encapuchado) también había oído hablar de Grandie.
Con los pocos recursos de los que disponían y en plena noche, con los caros servicios de un mediano de trasfondo probablemente turbulento, descendieron hasta la profunda oscuridad de la cripta de Nevesmortas, marcando el camino continuamente para poder volver. Algunos cadáveres se levantaban al pasar, y buenos sustos se llevaron por ello: tuvieron que usar la espada y el arco a oscuras en más de una ocasión.
Los pasos se volvieron más seguros y los disparos más certeros a medida que los ojos se acostumbraban a la oscuridad de la estancia... hasta que llegaron a una puerta sellada, con trampas y extrañas inscripciones arcanas que no sugerían nada bueno. Morikel, con la piel de gallina, ordenó al mediano contratado que abriera aquella puerta, tras la cual se oían sonidos de malos augurios. Blackwood permaneció quieto con el arco tan tenso como pudo. Una vez abierta la puerta, una criatura bien extraña con mandibula casi desencajada y unos ojos tan negros y vacíos como la oscuridad que les envolvía, apareció gimiendo como de dolor.
Aunque dolor físico debía sobrarle, pues la flecha de Blackwood ni siquiera hizo que este se girara hacia él, se abalanzó sobre el sorprendido mediano que se fugó tan rápido como efecto hizo su poción de invisibilidad. Morikel se lanzó hacia la criatura con valor (aunque seguía con la piel de gallina) y le asestó duros golpes con la espada, que no consiguieron nada más que un tremendo golpe por parte de la criatura impactara en toda la cara de Morikel, dejándolo semi-inconsciente. Blackwood, aunque temeroso, sabía que no podía dejar a Morikel ahí dentro, así que hizo otro tanto (recibiendo, no golpeando) mientras Morikel se arrastraba hacia la salida.
Entre gritos y pasos en falso, ambos salieron con heridas graves hasta la salida, con la criatura diabólica a sus espaldas, que salió tras ellos a la luz de la luna para terminar su trabajo. Morikel, escupiendo sangre elevó su espada desviando un par de mortales golpes, Blackwood trataba de acertar con el arco en el cráneo de la criatura, sin éxito. Fue una suerte que el explorador local de Nevesmortas (un tal Torna, domador y vendedor de animales) escuchara los gritos de batalla, ya que acudió a las puertas de la cripta, lugar donde se desarrollaba el combate, con un oso bien grande que se lanzó contra la criatura. Ésta, al recibir unos cuantos zarpazos del poderoso animal, retrocedió gimiendo aún más fuerte. Con el brazo colgando de un hilo de pútrida piel y con la mandíbula aún más desgarrada que antes, se adentró de nuevo en la oscura cripta de la que había salido.
Morikel y Blackwood, agradecidos por la ayuda del explorador local, le pagaron unas monedas en compensación por las heridas casi mortales del oso y marcharon de nuevo a la posada con una conclusión común: había que buscar ayuda para bajar de nuevo y terminar con Grandie, pues ahora eran testigos de lo que la verdad esconde bajo la cripta de Nevesmortas.
//Zahîr, es tu turno para escribir! xD
Una noche cualquiera en el otoño de la marca. Un viento frío se levantaba contra las puertas de la posada "La rosa y el martillo", principal asentamiento de todo viajero, caminante o errante que pasa por Nevesmortas, una bella villa nórdica.
Tenía un nombre cuando partió de los bosques de Noyvern, aunque llamado siempre por su apodo, Blackwood, parece que olvidó (o no quiso de nuevo recordar) el apelativo con el que sus antecesores le nombraron.
Entrando cual viajero anónimo, joven y encapuchado, con pipa en la boca y pocas historias que contar, pues muchas le quedan por escribir, se dirigió al tabernero en busca de sustento alimenticio, caliente o frío, pero no amargo.
Los rumores sobre Grandie, el nigromante que hipotéticamente vive bajo la tierra de la cripta junto con los pútridos cadáveres, llegaron a sus oídos el mismo día en que Blackwood llegó a Nevesmortas. Mas, en alma de aventurero y bolsillo sin dinero, lo que realmente le llamó la atención fue una recompensa sustanciosa de la que una muchacha de la taberna del Blasón le habló, los libros la recordarán como Ting, o algo parecido.
Con bebida y comida en mano, Blackwood se dirigió a otro encapuchado, cuyo rostro cubierto sugería lo mismo que el suyo propio: vida errante y búsqueda de sustanciosa recompensa... o por lo menos de algo de dinero. Se conocieron rápido, puro acuerdo en un principio, pues Morikel (que este era el nombre de nuestro segundo encapuchado) también había oído hablar de Grandie.
Con los pocos recursos de los que disponían y en plena noche, con los caros servicios de un mediano de trasfondo probablemente turbulento, descendieron hasta la profunda oscuridad de la cripta de Nevesmortas, marcando el camino continuamente para poder volver. Algunos cadáveres se levantaban al pasar, y buenos sustos se llevaron por ello: tuvieron que usar la espada y el arco a oscuras en más de una ocasión.
Los pasos se volvieron más seguros y los disparos más certeros a medida que los ojos se acostumbraban a la oscuridad de la estancia... hasta que llegaron a una puerta sellada, con trampas y extrañas inscripciones arcanas que no sugerían nada bueno. Morikel, con la piel de gallina, ordenó al mediano contratado que abriera aquella puerta, tras la cual se oían sonidos de malos augurios. Blackwood permaneció quieto con el arco tan tenso como pudo. Una vez abierta la puerta, una criatura bien extraña con mandibula casi desencajada y unos ojos tan negros y vacíos como la oscuridad que les envolvía, apareció gimiendo como de dolor.
Aunque dolor físico debía sobrarle, pues la flecha de Blackwood ni siquiera hizo que este se girara hacia él, se abalanzó sobre el sorprendido mediano que se fugó tan rápido como efecto hizo su poción de invisibilidad. Morikel se lanzó hacia la criatura con valor (aunque seguía con la piel de gallina) y le asestó duros golpes con la espada, que no consiguieron nada más que un tremendo golpe por parte de la criatura impactara en toda la cara de Morikel, dejándolo semi-inconsciente. Blackwood, aunque temeroso, sabía que no podía dejar a Morikel ahí dentro, así que hizo otro tanto (recibiendo, no golpeando) mientras Morikel se arrastraba hacia la salida.
Entre gritos y pasos en falso, ambos salieron con heridas graves hasta la salida, con la criatura diabólica a sus espaldas, que salió tras ellos a la luz de la luna para terminar su trabajo. Morikel, escupiendo sangre elevó su espada desviando un par de mortales golpes, Blackwood trataba de acertar con el arco en el cráneo de la criatura, sin éxito. Fue una suerte que el explorador local de Nevesmortas (un tal Torna, domador y vendedor de animales) escuchara los gritos de batalla, ya que acudió a las puertas de la cripta, lugar donde se desarrollaba el combate, con un oso bien grande que se lanzó contra la criatura. Ésta, al recibir unos cuantos zarpazos del poderoso animal, retrocedió gimiendo aún más fuerte. Con el brazo colgando de un hilo de pútrida piel y con la mandíbula aún más desgarrada que antes, se adentró de nuevo en la oscura cripta de la que había salido.
Morikel y Blackwood, agradecidos por la ayuda del explorador local, le pagaron unas monedas en compensación por las heridas casi mortales del oso y marcharon de nuevo a la posada con una conclusión común: había que buscar ayuda para bajar de nuevo y terminar con Grandie, pues ahora eran testigos de lo que la verdad esconde bajo la cripta de Nevesmortas.
//Zahîr, es tu turno para escribir! xD