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Lagrimas de Luna.

Publicado: Dom Jul 06, 2008 4:16 pm
por Zarach
LAGRIMAS DE LUNA


CAPITULO I.

Era una fría noche de invierno, nevaba tanto que apenas podíamos caminar normalmente, éramos los caminantes nocturnos, lagrimas de luna, así era como nos llamaban.

Tres lunas antes, unos vampiros habían atacado un pueblo cercano, no hubo ningún superviviente, ancianos, jóvenes, mujeres y niños… ahora nosotros seguíamos esa pista.

Esa era nuestra misión y pensábamos llevarla a cabo.

A veces, mientras caminábamos por estos bosques, me preguntaba como empezó esta fatídica guerra, ¿Fuimos nosotros quien atacamos primero? ¿O fueron ellos quien lo hicieron? Nada se sabe a ciencia cierta, lo único que sabemos es luchar, y así ha sido desde que me convertí en un lobo adulto.

Algunos lobos mas ancianos cuentan a la luz de las hogueras, cuando la mayor parte de la manda duerme, pues esta casi prohibido hablar de ello, que la guerra comenzó hace muchos cientos de años, los vampiros ansiaban nuestra fuerza y nosotros ansiábamos su inmortalidad, y fue esa ansia lo que nos llevo a lo que ahora conocemos.

Grandes batallas se recuerdan de aquellos tiempos, como la batalla del valle de las tinieblas, cuentan que un gran ejercito de vampiros nos ataco a la caída del sol, eran muy numerosos y expertos en el arte de la guerra. Nosotros no estábamos preparados, fue una verdadera carnicería. Sólo unos pocos de nosotros lograron sobrevivir y consiguieron alcanzar las altas colinas donde los vampiros no lograron encontrarnos.

Algunos cánticos y oraciones se recuerdan de aquella batalla, aunque ahora solo pueda recordar uno…

Enfrentados a nuestras peores pesadillas, las opciones eran escasas:
Luchar o volar. Esperábamos encontrar las fuerzas para luchar contra nuestros propios temores. Pero a veces, a pesar de nosotros mismos, corremos. ¿Qué pasa si la pesadilla nos persigue? ¿Dónde nos esconderemos entonces?


Había sido una larga noche, intentando seguir el rastro hacia el pueblo por este espeso bosque… si por lo menos parara de nevar…
Ahora ya el día se acercaba, el líder de la manda hizo un alto en el camino, no volveríamos a ver la luna en unas horas, quizá no la volveríamos a ver, así que todos nos reunimos en un claro del bosque para hacer lo que mejor nos hacia sentir. Aullamos y aullamos alto y fuerte mirando a la noche que moría.

Cerca estaba ya la llegada al pueblo, así que paramos a hacer un breve descanso, debíamos de estar despejados por lo que pudiéramos encontrarnos allí. Nunca se sabe lo que puede pasar, y no podíamos permitirnos el lujo de relajarnos.

Poco después volvimos a tomar el rastro, cuando paso una cosa que nos sorprendió a todos. Ante nosotros se encontraba la pequeña aldea, pero no era eso… era algo mas… había gente con vida. A todo lo largo de la aldea algunos soldados vigilaban las tiendas, y al vernos sea acercaron hacia nosotros.

A nuestro líder se le notaba tenso y agarrotado, esto era algo que ninguno de nosotros se esperaba… que habría podido pasar. ¿Quizá nuestra información era errónea? No, eso no podía ser, ¡Nosotros seguimos un rastro hasta aquí¡ ¿Quizá los humanos acabaron con los vampiros? Era bastante improbable… pero… ¿Qué había ocurrido entonces? Todas esas preguntas martilleaban mi cabeza cuando de repente los soldados se encontraban ante nosotros.

Apenas eran unos pocos pero se les notaba serios y muy poco amistosos, nos ordenaron entrar en el pueblo, mientras éramos vigilados por los soldados de las proximidades. Algo no andaba bien, definitivamente, una vez en el centro de la aldea pudimos observar que no había ni una sola mujer ni ningún niño entre los habitantes, todo eran hombres armados.
¡Aquello era una emboscada! Pero ¿Por qué?

No nos dio tiempo a reaccionar, detrás nuestra los soldados se amontonaban. Mientras, estábamos siendo rodeados por otros los cuales blandían espadas y nos señalaban con ellas, estaban esperándonos para matarnos.

Nuestro líder nos ordeno que nos preparásemos para lo peor. Que estuviéramos listos para pelear. Pero de repente mientras nos encontrábamos rodeados se hizo el silencio. Ese tenso silencio que va antes de la tempestad. Nada ni nadie se movía… Todo parecía en calma… hasta que…

CAPITULO II. EL OCASO.

No recuerdo mucho de esa batalla… por más que intento recordarla… algunas lagunas apedrean mi alma… Muchas lunas pasaron desde entonces, y yo ahora estaba aquí solo… a la luz de una hoguera con una niña, fue la única manera que encontré para poder escapar. Ella estaba fuera del campamento con el resto de la familia. Decidí llevarla conmigo, así me aseguraba de que no me dispararían flechas mientras huya. Ella estaba muerta de miedo, había sido mordida, ya pronto comenzaría el ritual de transformación.

Mientras estábamos descansado en el oscuro bosque, ella me había contado parte de la historia, de cómo ella lo había vivido, y así pude darme una idea de lo que había ocurrido…


Todo transcurría en silencio, la noche comenzaba con una brisa placentera, las mujeres de la aldea esperaban pacientes el regreso de sus guerreros, los cuales habían partido a tierras extranjeras guiados por las tropas Argeenteas para dar fin a las guerras Orcas.

Al norte de la aldea se alzaba una de las tiendas mayores, la cual era habitada por el líder la tribu. Una anciana ayudaba a su hija a amamantar a su retoño, mientras conversaban recordando las gloriosas victorias de sus antepasados bárbaros.
En la parte trasera de la tienda, y tan solo separada por una fina tela verde, reposaba sobre su saco el líder de la tribu. Había permanecido en la aldea, enviando a uno de sus mejores guerreros en su nombre. Aún se reponía de una vieja herida, y el sacerdote le aconsejó esperar y quedarse junto a su esposa.

Hacía dos noches habían recibido una extraña visita. Algunos hombres encapuchados se acercaron a la tienda del líder. Vestían ropas oscuras, con largas capas de fina seda, su tez se tomaba a un tono blanquecino, y su mirada parecía vacía. Estos pidieron
hablar solo con él, y para esto, dijeron a la mujer que venían en busca ayuda. Ella les dejó pasar, y les guió hasta el aposento. Su marido era un hombre muy conocido entre los bosques del norte, por eso no era extraño ver que la gente fuera a pedirle ayuda o
consejo. Esa misma noche, el líder mandó acomodar a los viajeros, aprovisionarlos en la mejor tienda de la aldea y pidió también no fueran molestados.

Habían pasado largas horas hablando, pero no se había escuchado ni una voz más alta que la otra. Los extraños hablaban casi en susurros y por alguna extraña razón el líder también lo hacia. Extraño digo porque a él siempre se le conoció por poseer un gran vozarrón y poca delicadeza.

Pero el viento comenzó a silbar como nunca antes lo habían oído, los árboles bailaban al son y el tintineo de las hojas de la primavera se hizo presente en las tiendas. Aún así las mujeres seguían en silencio, tan solo apagaron sus hogueras para que el viento no extendiera el fuego por el bosque. Pertenecían a los bosques, eran tan salvajes como él y conocían todos sus secretos. No obstante estaban preparadas para la tormenta que en los próximos días caería sobre sus cabezas.

Las horas se hacían eternas, el viento no cesaba y la oscuridad penetraba en sus almas. Los niños se aferraban a las manos de sus madres, y ellas alzaban sus oraciones a los Dioses y pedían protección y salvación para el campamento.

Un relinche se escuchó en la lejanía, y al cabo de un rato este se hizo más cercano. No era uno, sino medio centenar de caballos que montados por los hombres se aproximaban al campamento. Una voz firme y serena, trajo la calma a las mujeres anunciando el regreso de los combatientes.

Y con la llegada de los hombres, días siguientes se organizó una gran fiesta. Tras tratar sus heridas, escuchar sus historias y brindar por la victoria, el líder los reunió a todos para una cena. Todo el mundo asistió, hasta los hombres extraños que días antes habían aparecido en nuestra aldea. Yo no escuché lo que el líder les contaba a los hombres, pero esa noche cuando mi padre regresó a la tienda, mi madre muy curiosa le preguntó. Mi padre le confesó su preocupación, en torno al líder, diciéndole que cuando había partido y había dejado al batallón a su cargo, el sabía que su estado de salud era malo, pero no tanto como para ver que el líder carecía de fuerza, que ya ni sus ojos desprendían vida, y que su voz estaba apagada y marchita.

Mi padre contó a mi madre que se había dado la voz de alarma. que la aldea estaba en peligro y que cuando menos lo esperáramos una gran amenaza acecharía nuestra aldea. Debíamos estar preparados.

En los próximos días se aprovisionó a las gentes, con suficiente comida y bebida. Los niños y las mujeres fueron separados del resto de la aldea, dejándoles a las afueras en grupos de diez familias. Recuerdo con tristeza aquel día. El día que mi padre y mi madre se abrazaron por última vez, vi llorar a mi madre y sentir su cuerpo sobre el mío, protegiéndome, dándome su aliento, y despidiéndose de mí entre llantos y besos.

Después de eso, son vagos los recuerdos que tengo. Unas grandes zarpas, me cogían por el cuello y me alzaban varios palmos del suelo. Unos ojos brillantes penetraban
en los míos cegándome y unos colmillos afilados y ensangrentados se aproximaban a mi.. Al rato caí desplomada al suelo y sentí como era arrastrada.

Se que caminaron varios días como también sé que el trato que recibí por su parte, no era grato. Apenas me alimentaban o me daban agua para saciar mi sed, y cuando la noche caía su paso se aceleraba. Recorríamos los bosques como si fuéramos caballos desbocados, sus pasos eran ágiles, acelerados, salteaban obstáculos como el que salta a la pata coja. Yo trataba de ver algo del paisaje que recorríamos, pero a aquella velocidad me era imposible. Al alba aquellos seres, se cobijaban en cuevas o en alguna posada desviada del camino.

Pasé un año entero sin mediar palabra. Ya conocía bien a lo que me rodeaba, les entendía e incluso les estudiaba intentando seguir sus pasos. No se porque su forma de vivir me llamó la atención, hasta tal punto de querer ser como ellos. No sentía rencor hacía ellos, por haber matado a mis padres y despojarme de lo que más había querido. Tan solo desea ser como ellos, vivir y correr como lo hacían ellos, cazar sin piedad y atrapar a su mayor enemigo. Seguramente aquellos colmillos sobre mi cuerpo, aquella sensación extraña al ver ponerse a la luna, al escuchar sus agudos aullidos, o al celebrar una victoria cuando algún estúpido vampiro caía en una de sus emboscadas... Todo aquello me hacía sentirme viva.



Yo me había quedado estupefacto al escuchar la historia contada de esa manera a través de los ojos de una niña. Era así como nos veía, era así como nos sentía…

Ahora todo cobraba sentido, aquellos malditos vampiros habían tomado la voluntad del señor de esas tierras… los humanos siempre tan débiles… pagaran por todo eso.
Pero hoy no era el día, primero teníamos que descansar y pensar que íbamos a hacer.


CAPITULO III. LA HERIDA


Pasaron muchos años desde aquel día, Mainandie (era así como se llamaba la niña), ya era una de nosotros, cazábamos y nos divertíamos juntos, hasta que llegamos a una ciudad llamada Nevesmortas, decidimos que aquel era un buen sitio para asentarnos, y formar de nuevo una familia, una manda… Los antiguos Lágrimas de Luna.

Aun en sueños recuerdo las palabras del líder, y recuerdo un poco mas claro aquella pelea que tuvimos. Los soldados se abalanzaron contra nosotros con todas sus armas. Nos vimos tal sorprendidos que tuvimos que transformarnos para poder sobrevivir. Lo normal hubiera sido que se sorprendieran al vernos, incluso que les entrara el pánico, pero se les veía muy seguros y muy conocedores de lo que estaban haciendo.

La pelea fue interminable, caíamos en ambos bandos, la sangre salpicaba todo nuestro ser… y recorría la aldea, gritos, gruñidos… dolor, mucho dolor. El líder y yo conseguimos salir de la aldea de nuevo, el estaba muy malherido y antes de morir me dijo entre susurros…
“Hijo mío, no hagas que nuestra sangre derramada sea en vano, forja una nueva familia, y venga nuestras almas”

Publicado: Lun Jul 07, 2008 8:36 pm
por Zborze
//Muy buena (no resulta raro que diga yo eso cuando los lobos me apasionan....)

Re: Lagrimas de Luna.

Publicado: Lun Feb 09, 2009 8:32 pm
por Zarach
Capítulo IV : Una nueva vida.


Dame la oportunidad para castigar a aquellos que no son merecedores de ti,
Porque tú eres la fuerza que empuña mi garra, el alma que rige mi negro corazón.
De ti fluye mi voluntad, mi sabiduría y mi justicia, Permíteme ejecutarlas.
Señor de las Bestias, yo seré tu caballero en estas tierras, yo seré el morador de los bosques.



La luz de las velas bañaban las frías paredes con un fulgor de sombras que danzaban de un lado a otro, libres y despreocupadas de la gran victoria que había obtenido.


Ante él se encontraba un valioso tesoro, al cual aun no había encontrado un buen uso que proporcionarle, pero ya habría tiempo. Aquel tomo con tapa de cuero e incrustaciones diamantes sobre una espada sagrada. El libro de los secretos más ocultos de la orden de caballeros.


No había sido fácil obtenerlo, una luna tras otra los días pasaban mientras esperaba el momento adecuado… hasta que ella apareció, esa mujer a la que llaman Iruss y casi todos respetan... casi... – Una risa burlona le cubrió el rostro, dejando ver sus grandes colmillos manchados de sangre- Ella fue quién me abrió las puertas de la Orden, ella fue quién me dejo entrar en su despacho, atestado de libros, pulcro y maloliente a justicia. Ella fue quién se marchó de allí dejándome a mis anchas. El resto fue morder y desgarrar. Sí... morder y desgarrar...


Se levantó de su asiento, dejando el libro abierto a la luz de las velas mientras se dirigía a probar el apetitoso sabor de la sangre humana. Aquella había sido una presa difícil, pero había sucumbido como muchas otras.


La luna había desaparecido en el cielo dando paso a un nuevo amanecer, la lluvia fría recorría cada palmo de aquella tierra norteña, mientras el bosque susurraba tiempos mejores. Mainandie ya había crecido, ya era toda una loba adulta, pero eso también la había llevado por el terreno de la insolencia, había despreciado todo lo que le había enseñado este viejo cazador aliándose con un grupo de humanos al otro lado del camino. Quizá entrara en razones cuando observara cual débil era aquella raza, y yo me iba a encargar de aquello.