Sereg, hermano del montaráz caido
Publicado: Lun Jul 07, 2008 10:31 pm
Preludio
El entrenamiento:
“¿Que no lo ves Dae? ¡Son tus cimitarras! No tengo oportunidad contra Luna y Jade… No con estos fierros, al menos…” – Se escuchaba una voz replicar, casi desesperada, en el claro de algún bosque perdido en el horizonte.
Y las quejas venían de la boca de un joven semielfo, Sereg. Su boca, escondida tras una barba mal cuidada, estaba rota por el exhaustivo combate. Y su cabello negro y enmarañado escondía unos ojos color café rodeados por ojeras de cansancio y una cicatriz que atravesaba su rostro justo sobre la cuenca del ojo derecho.
“Las armas no hacen al guerrero, Sereg”-, Le respondió la figura que le acompañaba. Esta estaba cubierta por una capa satín negro, todo menos la cara. Esta demostraba como Dae era otro semielfo, pero este más cuidado de su apariencia. Una cola de caballo al final de su cabeza ataba un cabello que de cualquier otra manera sería totalmente rebelde, dejando escapar un par de cabellos que caían sobre sus sobrenaturales ojos que se asemejaban extrañamente a un dragón.
En sus manos blandía dos cimitarras gemelas, de manera invertida. Ambas muy finas y de escultura delicada, pero de todas maneras mortales. La que blandía a su derecha brillaba con un plateado comparable solo a Selene y la de su izquierda emitía un resplandor verde oscuro que hipnotizaba de ante el baile de manos de su dueño. Luna y Jade, las hermanas gemelas.
“Las armas no son más que una extensión de la virtud del guerrero”- Decía Dae, mientras le lanzaba ambas cimitarras a los pies de Sereg y sacaba una daga de su bota.
“Recógelas”- Desafió a su aprendiz-“Recógelas y úsalas.”
Sereg, sin saber exactamente que estaba sucediendo, guardó sus propias cimitarras en su cinto y levantó ambas armas. Al empuñarlas sintió su ligereza y balance perfecto, como los años no las habían consumido como si fuesen un trozo de madera dejado a pudrirse, sino asemejándose a un buen vino, estas armas encontraron la manera de mejorar junto a su dueño. Obras maestras en definitiva.
“Pero Dae… Estas son TUS cimitarras, no cualquier arma. Est-” – Y se detuvo al instante. Estás seguro de poder ganarme así fue lo que pensó, pero no se atrevió a decirlo.
“Atácame” – Le gritó Dae a Sereg, empuñando no más que una daga cualquiera.
Sabiendo mejor que preguntar dos veces Sereg se lanzó con cada arma a uno de sus flancos. Utilizando a Jade para bloquear la esperada estocada de la daga y abrir la defensa de Dae, utilizó a Jade para arremeter al brazo izquierdo de Daedelath, que se veía aparentemente desprotegido. Fue en ese momento que Dae usó la misma mano derecha para detener el corte que habría podido costarle su brazo entero y con la velocidad que solo un asesino puede poseer, hundió su rodilla en el estomago del desprevenido Sereg, mandándole directo al suelo, tosiendo y asfixiándose.
“Las armas no hacen al guerrero, Sereg, son solo una extensión de su virtud” – Repitió Dae mientras le tendía la mano a su aprendiz para ayudarle a incorporarse.
“Conócete a ti mismo primero hermano, luego a tu oponente. Lo ultimo que te debe preocupar son tus armas.” –Dijo Dae como lección del día y Sereg asintió
El entrenamiento:
“¿Que no lo ves Dae? ¡Son tus cimitarras! No tengo oportunidad contra Luna y Jade… No con estos fierros, al menos…” – Se escuchaba una voz replicar, casi desesperada, en el claro de algún bosque perdido en el horizonte.
Y las quejas venían de la boca de un joven semielfo, Sereg. Su boca, escondida tras una barba mal cuidada, estaba rota por el exhaustivo combate. Y su cabello negro y enmarañado escondía unos ojos color café rodeados por ojeras de cansancio y una cicatriz que atravesaba su rostro justo sobre la cuenca del ojo derecho.
“Las armas no hacen al guerrero, Sereg”-, Le respondió la figura que le acompañaba. Esta estaba cubierta por una capa satín negro, todo menos la cara. Esta demostraba como Dae era otro semielfo, pero este más cuidado de su apariencia. Una cola de caballo al final de su cabeza ataba un cabello que de cualquier otra manera sería totalmente rebelde, dejando escapar un par de cabellos que caían sobre sus sobrenaturales ojos que se asemejaban extrañamente a un dragón.
En sus manos blandía dos cimitarras gemelas, de manera invertida. Ambas muy finas y de escultura delicada, pero de todas maneras mortales. La que blandía a su derecha brillaba con un plateado comparable solo a Selene y la de su izquierda emitía un resplandor verde oscuro que hipnotizaba de ante el baile de manos de su dueño. Luna y Jade, las hermanas gemelas.
“Las armas no son más que una extensión de la virtud del guerrero”- Decía Dae, mientras le lanzaba ambas cimitarras a los pies de Sereg y sacaba una daga de su bota.
“Recógelas”- Desafió a su aprendiz-“Recógelas y úsalas.”
Sereg, sin saber exactamente que estaba sucediendo, guardó sus propias cimitarras en su cinto y levantó ambas armas. Al empuñarlas sintió su ligereza y balance perfecto, como los años no las habían consumido como si fuesen un trozo de madera dejado a pudrirse, sino asemejándose a un buen vino, estas armas encontraron la manera de mejorar junto a su dueño. Obras maestras en definitiva.
“Pero Dae… Estas son TUS cimitarras, no cualquier arma. Est-” – Y se detuvo al instante. Estás seguro de poder ganarme así fue lo que pensó, pero no se atrevió a decirlo.
“Atácame” – Le gritó Dae a Sereg, empuñando no más que una daga cualquiera.
Sabiendo mejor que preguntar dos veces Sereg se lanzó con cada arma a uno de sus flancos. Utilizando a Jade para bloquear la esperada estocada de la daga y abrir la defensa de Dae, utilizó a Jade para arremeter al brazo izquierdo de Daedelath, que se veía aparentemente desprotegido. Fue en ese momento que Dae usó la misma mano derecha para detener el corte que habría podido costarle su brazo entero y con la velocidad que solo un asesino puede poseer, hundió su rodilla en el estomago del desprevenido Sereg, mandándole directo al suelo, tosiendo y asfixiándose.
“Las armas no hacen al guerrero, Sereg, son solo una extensión de su virtud” – Repitió Dae mientras le tendía la mano a su aprendiz para ayudarle a incorporarse.
“Conócete a ti mismo primero hermano, luego a tu oponente. Lo ultimo que te debe preocupar son tus armas.” –Dijo Dae como lección del día y Sereg asintió