Crónicas de Tragg y Trogg
Publicado: Vie Sep 12, 2008 1:14 pm
Aquella batalla fue una buena batalla.
El poblado humano casi no había ofrecido ninguna resistencia. Al fin y al cabo sólo eran unas cuantas decenas de campesinos, que poco podían hacer contra la poderosa horda orca de Graksh.
Sin embargo, aquella humana... ¡cómo osaba a seguir allí, de pie ante él, el Gran Graksh! Sólo era una mocosa, no tendría más de cuatro o seis lunas, ¡pero allí estaba, desafiándole, sin miedo de él!.
Quién sabe. Quizás fue esa osadía que mostró, o el brillante pelo rojo, el caso es que Graksh, en lugar de matar a la humana allí mismo, se la llevó arrastrando casi a la cueva de las montañas donde acampaban. Quizás pensó que sería un buen juguete para su hijo Grums...
Pero parecía que hasta los dioses orcos sonreían a la pequeña, pues Grums, el hijo del poderoso orco jefe de la tribu (que tendría una edad similar a la pequeña), en lugar de matarla instantáneamente, le perdonó la vida y ¡se puso a jugar con ella! Inexplicable, pero cierto al fin y al cabo.
Graksh, algo decepcionado, poco podía hacer. Se la había entregado a su hijo y ahora éste era su dueño, y podría hacer lo que quisiera con ella. Además, el hecho de ser el hijo del orco más fuerte y sanguinario de la tribu garantizaba que ninguno de sus congéneres se acercase a la pequeña, so pena de recibir la ira de Graksh...
Las pocas vidas que conocen esta historia, apenas dan crédito a lo que sucedió, aunque lo cierto es que tanto la pequeña como Grums fueron creciendo juntos, ella sin salir de la choza de Grums, él en fuerza y autoridad ante el resto de la manada...
Hasta que un día, cercana aún la niñez, en plena adolescencia, el afecto que parecía haber entre ambos había crecido también tanto que sucedió lo impensable: que un orco y una humana se enamorasen...
A veces, los dioses son caprichosos.
El poblado humano casi no había ofrecido ninguna resistencia. Al fin y al cabo sólo eran unas cuantas decenas de campesinos, que poco podían hacer contra la poderosa horda orca de Graksh.
Sin embargo, aquella humana... ¡cómo osaba a seguir allí, de pie ante él, el Gran Graksh! Sólo era una mocosa, no tendría más de cuatro o seis lunas, ¡pero allí estaba, desafiándole, sin miedo de él!.
Quién sabe. Quizás fue esa osadía que mostró, o el brillante pelo rojo, el caso es que Graksh, en lugar de matar a la humana allí mismo, se la llevó arrastrando casi a la cueva de las montañas donde acampaban. Quizás pensó que sería un buen juguete para su hijo Grums...
Pero parecía que hasta los dioses orcos sonreían a la pequeña, pues Grums, el hijo del poderoso orco jefe de la tribu (que tendría una edad similar a la pequeña), en lugar de matarla instantáneamente, le perdonó la vida y ¡se puso a jugar con ella! Inexplicable, pero cierto al fin y al cabo.
Graksh, algo decepcionado, poco podía hacer. Se la había entregado a su hijo y ahora éste era su dueño, y podría hacer lo que quisiera con ella. Además, el hecho de ser el hijo del orco más fuerte y sanguinario de la tribu garantizaba que ninguno de sus congéneres se acercase a la pequeña, so pena de recibir la ira de Graksh...
Las pocas vidas que conocen esta historia, apenas dan crédito a lo que sucedió, aunque lo cierto es que tanto la pequeña como Grums fueron creciendo juntos, ella sin salir de la choza de Grums, él en fuerza y autoridad ante el resto de la manada...
Hasta que un día, cercana aún la niñez, en plena adolescencia, el afecto que parecía haber entre ambos había crecido también tanto que sucedió lo impensable: que un orco y una humana se enamorasen...
A veces, los dioses son caprichosos.