La sombra escondida
Publicado: Jue Oct 02, 2008 7:21 am
Iphrin estaba contento. Algo así de sencillo y a la vez así de complicado. Los drow pocas veces tenían ocasión en su vida de poder sentarse, cruzar las piernas y sentirse satisfechos, como él lo acababa de hacer.
Todo iba bien, era dueño de una de las casas de masaje con más clientela, e importante, además. Los metales y las gemas no dejaban de engrosar su caja, por no hablar de la influencia.
Influencia en las Casas, influencia en los Clanes, influencia e información, oh si.
Ahora sí que se sentía bien, liberado, dueño de sí mismo y su destino, y del destino de muchos. Eso era lo mejor, la sensación de poder que tenía. Repiqueteó los dedos sobre la mesa de mármol negro, limpia y recogida. Todo a su alrededor debía ser perfecto. La pulcritud le daba seguridad.
¿Cuánto hacía? ¿Cuántas dekhanas sin noticias? Había pasado ya lo peor y todo iba bien. Había pasado de ser un simple títere a ser el dueño de lo que por justicia le correspondía. ¿Cuánto tiempo se había repetido lo mismo, convenciéndose de que tenía que actuar? Los que se dejaban traicionar merecían ser traicionados.
Se sonrió. Se sentía poderoso de nuevo, hasta tuvo que reprimir un golpe en la mesa de pura satisfacción.
Error, no. No se lo permitía. Él era un drow y los drow jamás mostraban sus verdaderas emociones, detrás de una intención había una segunda que escondía una tercera, diametralmente opuesta a la verdadera.
Iphrin no se permitía mucho más que sus modales afectadísimos y rimbombantes con un toque casi femenino, era el cortesano ideal.
Se quitó los adornos de adamantita que le apretaban los biceps, aumentando aún más si cabe el músculo. Era vanidoso, otra de sus cualidades. Tenía un cuerpo bello y cuidado que le gustaba mostrar y aunque él no era un artista del masaje, era requerido por los clientes como compañía.
Ahora que era el señor de todo aquello sin cortapisas, incluso se permitía rechazar algunos servicios. "Lo lamento, mi señora, mis obligaciones me lo impiden pero tengo un esclavo que..."
Una risilla maliciosa se le escapó. Se preguntaba cuál sería la luz que brillaba en el narbondel de la ciudad, sumido en sus pensamientos, tardó en escuchar el repiqueteo metálico.
Arrugó el ceño, mirando alrededor con el mentón perfecto apuntando al techo. Algo rodaba por el suelo. Se puso en pie. Una de sus copas con pequeños saltitos, fruto de los relieves arácnidos tallados, hacia su mesa. Parpadeó, extrañado. Se le erizó el vello de la nuca.
- ¿Quién anda ahi?- Preguntó en voz alta, cogiendo una daga que tenía en la mesa, cerca, siempre cerca. El silencio que le respondió le hizo sentirse algo estúpido, pero no dejó de estar intranquilo, sospechando.- Llamaré a mis guardias, he dicho que salgas si quieres vivir.
De repente una risa queda de tono metálico, muy baja, poco a poco se amplificaba.
Volvió a agarrar la daga con fuerza, intentando reconocer de donde venía. ¿De ambos lados? ¿De la puerta? ¡Imposible!
- Muéstrate de una vez. Llamaré a mis guardias, estan al otro lado de la puerta, veremos quien rie entonces, alimaña.- Se mostró seguro, pero a su pesar, tragó saliva.- ¿Quién eres?
- ¿Quién soy? - De nuevo la irritante risa.- Soy la sombra escondida, los ojos de Lloth en la oscuridad. Yo soy en tu nuca su espina, el castigo del pecado por silenciar. La que conoce tus secretos, la última daga que oirás llegar...- Iphrin palideció. La voz había sonado tranquila y susurrada, rayando el arrullo, sin embargo crispó los dedos en la daga y en la mesa, sintió las piernas fallarle del miedo, ni por la voz metálica ni por no ver de donde procedía, sino por aquellos extraños versos.
- Siriandel... ¿Cómo has llegado hasta aqui?...- Alzó la daga, en guardia, mirando a todas partes.
De las incontables sombras de la habitación, una silueta se hizo más clara justo delante de él, hasta que las formas de una mujer fueron completamente reconocibles.
Una drow le miraba fijamente, con expresión divertida. El corpiño que fruncía sus formas la hacían aún más esbelta de lo que ya era, marcando su cintura, sus caderas y sus pechos de manera insinuante. Sus piernas estaban enfundadas en estrechas ropas que se mantenían inmóviles con cintas de piel, sujetas a unas protecciones metálicas dentadas. Por lo demás, del cuello al estrecho corpiño no había tela ninguna que ocultara la piel, como si la orgullosa dueña no temiera daga o espada ninguna, mostrando su belleza de manera casi insultante. Sus brazos, cubiertos por unas mangas holgadas y unos brazales ricamente trabajados, descansaban como si la vision de la daga de Iphrin no fuera un peligro.
- Andando.- Siriandel medio sonrió y ladeó la cabeza divertida al dar una respuesta tan obvia.- ¿Dónde esta mi hermana, Iphrin? Te advierto que me queda poca paciencia, te he estado esperando mucho.
- ¡No sé donde esta, no se nada de tu hermana! - el drow estaba frustrado, porque siempre era la misma pregunta, porque había pensado que todo iba bien... ¡¿Por qué esos malditos guardias no entraban?!
- Mientes, tu participaste en todo, tu mataste a mi madre, ¿Verdad? Por que así podrías quedarte esto... Por que eres una styrge traicionera que mordió la mano de quien te hizo algo más que un simple shebali que vendía su cuerpo por Menzoberranzan. Y lo peor es que lo hiciste pensando en que te librarías... y ese es un error que vas a pagar.
El rostro de la drow era tranquilo, indiferente, habia hablado sin amenaza, como quien anuncia algo cierto.
- Mi madre le daba oportunidades a los varones que más de una vez le dije que le costarían un disgusto... Y finalmente fue la vida de todos.- Empezó a andar, sus botas sonaron como rocas al caer, Iblith tenía ganas de aullar a los guardias, ¿Como podía ser que no oyeran nada? Miró la puerta y luego a Siriandel, alzando la daga.
- No te acerques más, zorra. ¡No te acerques a mí! ¡Yo no fui, no tuve nada que ver, tu madre tenía muchos enemigos, por qué vienes aqui, ve tras ellos! - Tragó saliva, dando algunos pasos atrás.- Yo te escondí, Siriandel, yo te ayudé, eras la última que quedaba y te protegí. Incluso tuve que pagar a la yathrin cuando te marchaste, para que no se enfadara por no haber recibido su masaje.- Sus palabras no surtieron efecto ninguno aparente, porque Siriandel no dejó de avanzar, mirandolo con una suave y encantadora sonrisa.- ¡Maldita seas! ¡GUARDIA! - Miró a la puerta, presa de la desesperación, aullando, rezando mentalmente.
La daga le tocaba la garganta con tacto frío, sintió un hilillo de sangre correr, estaba tan afilada que el simple roce ya le habia cortado. Contuvo la respiración.
- Iphrin...- El tono de la drow era suave, casi como el de una posible amante, algo lascivo. Se acercó al varon, acariciandole la nuca.- No te preocupes, no nos molestarán... Ahora te presentaré a un par de amigos, te gustarán. El primero se llama jugo de carroñero reptante...- sonrió y retiró la daga, Iphrin abrió los ojos al sentirse libre y alzó la mano para apuñalar el pecho de la drow, pero la mano no le respondió, ni el brazo, ni el hombro. Tan sólo pudo abrir un poco la boca por la sorpresa y después, ni eso. Intentó moverse en vano y lo único que se movió fueron algunas gotas de sudor por su rostro.
Siriandel sonrió y se acercó a el, besandolo despacio, mordisqueando divertida su labio inferior, estirandolo entre sus dientes.
- ¿Sorprendido? Su efecto es fulminante, por eso me gusta. Tan solo unas gotas en una daga... y lo aplicas a un corte, aunque sea pequeño, como este. - Acarició la pequeña herida de la garganta del varon, luego se lamió la sangre del dedo, arrugando la nariz.- Tranquilo, soy inmune.
Se sentó en la mesa, cruzando las piernas.
- Verás, mi amigo el jugo de carroñero reptante, es un veneno interesante. No sólo produce parálisis, sino que agarrota los músculos, es un efecto doble que no debería importar demasiado, pero lo he estado experimentando con bastantes esclavos.- Jugaba con la daga en la palma de su mano, sin prisa, mientras le explicaba con el tono de una maestra paciente al más tonto de la clase.- De normal no sería algo que mereciera mentar...pero en este caso especial, si, porque tus músculos rígidos te permitirán conocer a nuestro segundo amigo.
Sacó de la proteccion de la cadera un cilindro metálico, pequeño, con un tapón de presión. Se lo mostró a Iphrin y luego empezó a jugar con él, pasandolo por sus dedos una y otra vez.
- Aqui dentro hay estracto de loto negro... Y te preguntarás qué es...Con razón. Es una planta muy rara. Tan sólo este cilindro me costó miles de gemas de Menzoberranzan. Pero por tí, no me importó, quería que fuera algo especial.- Se deslizó al suelo de nuevo y acarició el torso desnudo y trabajado del drow.- Por que me ayudaste mucho, si. Me diste cobijo a cambio de dejar que trabajara para ti y me ocupara de tantos clientes importantes... con los que has ganado tanto. Y mira cómo te pago... Envenenando a tus guardias y a ti... que poco corazon tengo...
Ladeó la cabeza, con expresión de arrepentimiento, que hubiera podido pasar por creíble si Iphrin no hubiera sabido que ese sentimiento no existía en ella.
- Sé que piensas que soy una maníaca vengativa y asesina, Iphrin... Pero me conoces y deberías saber que tan sólo hago lo que hago por servir a la Valsharess... Así que te demostraré que te equivocas. - Abrió la boca del varon, con algo de esfuerzo, pues los músculos ya estaban agarrotados. Puso el cilindro en sus dientes y luego la volvió a cerrar, enganchando el tapón a los incisivos, por dentro, así no caería al suelo.- Dejaremos que la Ultrine decida tu futuro, si debes vivir o morir. Mientras el cilindro esté cerrado y no caiga al suelo, por ejemplo, podrás vivir... Pero recuerda que el loto negro es un veneno en polvo que afecta sólo con respirarlo, tú verás. El efecto del primer veneno te durará algo más de medio ciclo, tienes tiempo para rezar y rogar por el favor de Lloth, quizá te haga caso.
Le dió unas palmaditas en el pecho, luego se acercó y le besó la comisura de los labios, por los que empezaba a rezumar algo de saliva. Después, tal como llegó, desapareció, como si las sombras de la habitación fueran puertas a lugares desconocidos, su silueta se tornó borrosa hasta ser invisible.
Largo tiempo después, cuando volvió la actividad a la Casa de Masajes, esclavos y guardias encontraron a los dos protectores de Iphrin en pie, inmóviles, llevaban así incontables horas.
Temiéndose lo peor derribaron la puerta del amo del lugar, para encontrárselo en el mismo estado, en pie e inmóvil. De su boca caian hilillos de saliva mientras sostenía un cilindro entre los dientes. Uno de los esclavos tiró de él, la tapa chocó contra los dientes, abriéndose y esparciéndo un polvillo negro casi invisible por la estancia. Poco después, todo cuanto habia inhalado el loto negro moría entre espasmos, cayendo fulminados, como si la mano de Lloth les hubiera derribado.
Todos menos Iphrin, porque aún estaba en pie, inmóvil y agarrotado. No pudo ver como sus servidores morían porque hacía poco que ya estaba muerto. El primer veneno era mortal y Siriandel, como siempre, había mentido.
Todo iba bien, era dueño de una de las casas de masaje con más clientela, e importante, además. Los metales y las gemas no dejaban de engrosar su caja, por no hablar de la influencia.
Influencia en las Casas, influencia en los Clanes, influencia e información, oh si.
Ahora sí que se sentía bien, liberado, dueño de sí mismo y su destino, y del destino de muchos. Eso era lo mejor, la sensación de poder que tenía. Repiqueteó los dedos sobre la mesa de mármol negro, limpia y recogida. Todo a su alrededor debía ser perfecto. La pulcritud le daba seguridad.
¿Cuánto hacía? ¿Cuántas dekhanas sin noticias? Había pasado ya lo peor y todo iba bien. Había pasado de ser un simple títere a ser el dueño de lo que por justicia le correspondía. ¿Cuánto tiempo se había repetido lo mismo, convenciéndose de que tenía que actuar? Los que se dejaban traicionar merecían ser traicionados.
Se sonrió. Se sentía poderoso de nuevo, hasta tuvo que reprimir un golpe en la mesa de pura satisfacción.
Error, no. No se lo permitía. Él era un drow y los drow jamás mostraban sus verdaderas emociones, detrás de una intención había una segunda que escondía una tercera, diametralmente opuesta a la verdadera.
Iphrin no se permitía mucho más que sus modales afectadísimos y rimbombantes con un toque casi femenino, era el cortesano ideal.
Se quitó los adornos de adamantita que le apretaban los biceps, aumentando aún más si cabe el músculo. Era vanidoso, otra de sus cualidades. Tenía un cuerpo bello y cuidado que le gustaba mostrar y aunque él no era un artista del masaje, era requerido por los clientes como compañía.
Ahora que era el señor de todo aquello sin cortapisas, incluso se permitía rechazar algunos servicios. "Lo lamento, mi señora, mis obligaciones me lo impiden pero tengo un esclavo que..."
Una risilla maliciosa se le escapó. Se preguntaba cuál sería la luz que brillaba en el narbondel de la ciudad, sumido en sus pensamientos, tardó en escuchar el repiqueteo metálico.
Arrugó el ceño, mirando alrededor con el mentón perfecto apuntando al techo. Algo rodaba por el suelo. Se puso en pie. Una de sus copas con pequeños saltitos, fruto de los relieves arácnidos tallados, hacia su mesa. Parpadeó, extrañado. Se le erizó el vello de la nuca.
- ¿Quién anda ahi?- Preguntó en voz alta, cogiendo una daga que tenía en la mesa, cerca, siempre cerca. El silencio que le respondió le hizo sentirse algo estúpido, pero no dejó de estar intranquilo, sospechando.- Llamaré a mis guardias, he dicho que salgas si quieres vivir.
De repente una risa queda de tono metálico, muy baja, poco a poco se amplificaba.
Volvió a agarrar la daga con fuerza, intentando reconocer de donde venía. ¿De ambos lados? ¿De la puerta? ¡Imposible!
- Muéstrate de una vez. Llamaré a mis guardias, estan al otro lado de la puerta, veremos quien rie entonces, alimaña.- Se mostró seguro, pero a su pesar, tragó saliva.- ¿Quién eres?
- ¿Quién soy? - De nuevo la irritante risa.- Soy la sombra escondida, los ojos de Lloth en la oscuridad. Yo soy en tu nuca su espina, el castigo del pecado por silenciar. La que conoce tus secretos, la última daga que oirás llegar...- Iphrin palideció. La voz había sonado tranquila y susurrada, rayando el arrullo, sin embargo crispó los dedos en la daga y en la mesa, sintió las piernas fallarle del miedo, ni por la voz metálica ni por no ver de donde procedía, sino por aquellos extraños versos.
- Siriandel... ¿Cómo has llegado hasta aqui?...- Alzó la daga, en guardia, mirando a todas partes.
De las incontables sombras de la habitación, una silueta se hizo más clara justo delante de él, hasta que las formas de una mujer fueron completamente reconocibles.
Una drow le miraba fijamente, con expresión divertida. El corpiño que fruncía sus formas la hacían aún más esbelta de lo que ya era, marcando su cintura, sus caderas y sus pechos de manera insinuante. Sus piernas estaban enfundadas en estrechas ropas que se mantenían inmóviles con cintas de piel, sujetas a unas protecciones metálicas dentadas. Por lo demás, del cuello al estrecho corpiño no había tela ninguna que ocultara la piel, como si la orgullosa dueña no temiera daga o espada ninguna, mostrando su belleza de manera casi insultante. Sus brazos, cubiertos por unas mangas holgadas y unos brazales ricamente trabajados, descansaban como si la vision de la daga de Iphrin no fuera un peligro.
- Andando.- Siriandel medio sonrió y ladeó la cabeza divertida al dar una respuesta tan obvia.- ¿Dónde esta mi hermana, Iphrin? Te advierto que me queda poca paciencia, te he estado esperando mucho.
- ¡No sé donde esta, no se nada de tu hermana! - el drow estaba frustrado, porque siempre era la misma pregunta, porque había pensado que todo iba bien... ¡¿Por qué esos malditos guardias no entraban?!
- Mientes, tu participaste en todo, tu mataste a mi madre, ¿Verdad? Por que así podrías quedarte esto... Por que eres una styrge traicionera que mordió la mano de quien te hizo algo más que un simple shebali que vendía su cuerpo por Menzoberranzan. Y lo peor es que lo hiciste pensando en que te librarías... y ese es un error que vas a pagar.
El rostro de la drow era tranquilo, indiferente, habia hablado sin amenaza, como quien anuncia algo cierto.
- Mi madre le daba oportunidades a los varones que más de una vez le dije que le costarían un disgusto... Y finalmente fue la vida de todos.- Empezó a andar, sus botas sonaron como rocas al caer, Iblith tenía ganas de aullar a los guardias, ¿Como podía ser que no oyeran nada? Miró la puerta y luego a Siriandel, alzando la daga.
- No te acerques más, zorra. ¡No te acerques a mí! ¡Yo no fui, no tuve nada que ver, tu madre tenía muchos enemigos, por qué vienes aqui, ve tras ellos! - Tragó saliva, dando algunos pasos atrás.- Yo te escondí, Siriandel, yo te ayudé, eras la última que quedaba y te protegí. Incluso tuve que pagar a la yathrin cuando te marchaste, para que no se enfadara por no haber recibido su masaje.- Sus palabras no surtieron efecto ninguno aparente, porque Siriandel no dejó de avanzar, mirandolo con una suave y encantadora sonrisa.- ¡Maldita seas! ¡GUARDIA! - Miró a la puerta, presa de la desesperación, aullando, rezando mentalmente.
La daga le tocaba la garganta con tacto frío, sintió un hilillo de sangre correr, estaba tan afilada que el simple roce ya le habia cortado. Contuvo la respiración.
- Iphrin...- El tono de la drow era suave, casi como el de una posible amante, algo lascivo. Se acercó al varon, acariciandole la nuca.- No te preocupes, no nos molestarán... Ahora te presentaré a un par de amigos, te gustarán. El primero se llama jugo de carroñero reptante...- sonrió y retiró la daga, Iphrin abrió los ojos al sentirse libre y alzó la mano para apuñalar el pecho de la drow, pero la mano no le respondió, ni el brazo, ni el hombro. Tan sólo pudo abrir un poco la boca por la sorpresa y después, ni eso. Intentó moverse en vano y lo único que se movió fueron algunas gotas de sudor por su rostro.
Siriandel sonrió y se acercó a el, besandolo despacio, mordisqueando divertida su labio inferior, estirandolo entre sus dientes.
- ¿Sorprendido? Su efecto es fulminante, por eso me gusta. Tan solo unas gotas en una daga... y lo aplicas a un corte, aunque sea pequeño, como este. - Acarició la pequeña herida de la garganta del varon, luego se lamió la sangre del dedo, arrugando la nariz.- Tranquilo, soy inmune.
Se sentó en la mesa, cruzando las piernas.
- Verás, mi amigo el jugo de carroñero reptante, es un veneno interesante. No sólo produce parálisis, sino que agarrota los músculos, es un efecto doble que no debería importar demasiado, pero lo he estado experimentando con bastantes esclavos.- Jugaba con la daga en la palma de su mano, sin prisa, mientras le explicaba con el tono de una maestra paciente al más tonto de la clase.- De normal no sería algo que mereciera mentar...pero en este caso especial, si, porque tus músculos rígidos te permitirán conocer a nuestro segundo amigo.
Sacó de la proteccion de la cadera un cilindro metálico, pequeño, con un tapón de presión. Se lo mostró a Iphrin y luego empezó a jugar con él, pasandolo por sus dedos una y otra vez.
- Aqui dentro hay estracto de loto negro... Y te preguntarás qué es...Con razón. Es una planta muy rara. Tan sólo este cilindro me costó miles de gemas de Menzoberranzan. Pero por tí, no me importó, quería que fuera algo especial.- Se deslizó al suelo de nuevo y acarició el torso desnudo y trabajado del drow.- Por que me ayudaste mucho, si. Me diste cobijo a cambio de dejar que trabajara para ti y me ocupara de tantos clientes importantes... con los que has ganado tanto. Y mira cómo te pago... Envenenando a tus guardias y a ti... que poco corazon tengo...
Ladeó la cabeza, con expresión de arrepentimiento, que hubiera podido pasar por creíble si Iphrin no hubiera sabido que ese sentimiento no existía en ella.
- Sé que piensas que soy una maníaca vengativa y asesina, Iphrin... Pero me conoces y deberías saber que tan sólo hago lo que hago por servir a la Valsharess... Así que te demostraré que te equivocas. - Abrió la boca del varon, con algo de esfuerzo, pues los músculos ya estaban agarrotados. Puso el cilindro en sus dientes y luego la volvió a cerrar, enganchando el tapón a los incisivos, por dentro, así no caería al suelo.- Dejaremos que la Ultrine decida tu futuro, si debes vivir o morir. Mientras el cilindro esté cerrado y no caiga al suelo, por ejemplo, podrás vivir... Pero recuerda que el loto negro es un veneno en polvo que afecta sólo con respirarlo, tú verás. El efecto del primer veneno te durará algo más de medio ciclo, tienes tiempo para rezar y rogar por el favor de Lloth, quizá te haga caso.
Le dió unas palmaditas en el pecho, luego se acercó y le besó la comisura de los labios, por los que empezaba a rezumar algo de saliva. Después, tal como llegó, desapareció, como si las sombras de la habitación fueran puertas a lugares desconocidos, su silueta se tornó borrosa hasta ser invisible.
Largo tiempo después, cuando volvió la actividad a la Casa de Masajes, esclavos y guardias encontraron a los dos protectores de Iphrin en pie, inmóviles, llevaban así incontables horas.
Temiéndose lo peor derribaron la puerta del amo del lugar, para encontrárselo en el mismo estado, en pie e inmóvil. De su boca caian hilillos de saliva mientras sostenía un cilindro entre los dientes. Uno de los esclavos tiró de él, la tapa chocó contra los dientes, abriéndose y esparciéndo un polvillo negro casi invisible por la estancia. Poco después, todo cuanto habia inhalado el loto negro moría entre espasmos, cayendo fulminados, como si la mano de Lloth les hubiera derribado.
Todos menos Iphrin, porque aún estaba en pie, inmóvil y agarrotado. No pudo ver como sus servidores morían porque hacía poco que ya estaba muerto. El primer veneno era mortal y Siriandel, como siempre, había mentido.