El Camino de la Oscuridad [April]
Publicado: Mar Jun 30, 2009 9:38 am
Preludio - ¿Quién eres?
Nunca me detuve a pensar en lo fría que era la lluvia.
Cuando abrí los ojos, observé el cielo, cubierto de nubes grisáceas; mientras el agua que caía de ellas empapaba mis ropas. Me sentía extraña, como nunca antes me había sentido. Un momento... ¿antes? ¿Qué había antes de todo aquello? ¿Cómo había ido a parar allí? ¿Cómo me llamaba? ¿De donde era...? ¿Dónde me encontraba en esos instantes? Mi mente no albergaba nada. Estaba vacía. Hueca. Sin recuerdos.
Sentía mi cuerpo aullar de dolor. Quedando bocarriba, permanecí observando el cielo levemente iluminado por tiempo indefinido, mientras las nubes se movían con lentitud relampagueando de tanto en tanto. El viento me estremecía, al quedar mi cuerpo mojado por la lluvia, internándose entre mis ropas.
Logrando incorporar medio cuerpo, apoyando el codo en el suelo embarrado, observé que mis pies permanecían próximos al linde de un río, cuyas aguas corrían raudas siguiendo la corriente. Al estar tan próxima a él, casi teniendo las rodillas rozando el agua, me arrastré como pude por el suelo, notando empapado el zapato negro que portaba en el pie derecho, quedando el izquierdo desnudo. Un traje blanco vestía mi cuerpo, ahora lleno de barro, mientras el pelo, largo y liso restaba mojado hasta los hombros.
Una vez pude levantarme con algo más de esfuerzo, observé tras de mi un bosque oscurecido, quizás por el atardecer. Sin embargo, no fue la oscuridad propia de aquel bosque lo que llamó mi atención. A unos metros de mí, el cuerpo de un hombre quedaba en el suelo bocabajo, rodeado de un charco de sangre. Extrañada, fue acercándome a él. Pensaba que si aún seguía vivo, quizás podría sacarle algo de información de lo sucedido, además de si me conocía.
Una vez a unos centímetros de él, me agaché para darle la vuelta con ambas manos, comprobando si aún seguía con vida. Una vez hecho, observé que su respiración era entrecortada, además de comprobar que tenía un desgarro profundísimo en el vientre, desparramando sus vísceras a un lado lentamente con mi movimiento, haciéndome girar la cabeza, no por nauseas... sino por pura hambre. Desconocía el tiempo que me llevé allí sola; pero mi estómago al parecer tenía constancia de ello. Si estaba muerto, ¿qué más daba que tomara algo de su carne... o sangre. Sin embargo, aquel humano, de pelo corto, tez pálida por la pérdida de sangre y cuerpo delgado y frágil, al que creí muerto, abrió los ojos: unos ojos verdes que lentamente se apagaban, como una vela encendida en mitad de una tormenta marina.
Al momento, alzó su brazo diestro hacia la pechera de mi vestido para atraerme hacia él, manchando mi vestido con la sangre de sus órganos que, poco a poco, con cada movimiento parecían estar fuera de su cuerpo; sin embargo, manteniéndose aún con vida me susurró, sonando su voz ahogada y áspera por la misma muerte, tal estuviera bebiendo de sus últimas palabras:
- .... tú eres... monstruo... mírame... mira lo que.... – Con la otra mano, la cual alzó hacia la mía mas cercana, me hizo entrega de un colgante cilíndrico, manchado de su sangre, con unas runas extrañas. – Desgraciada... Reina de......Noche...
Quedando perpleja ante sus palabras, pude sentir como el alma de aquel desconocido abandonaba su cuerpo, dejando caer ambas manos al suelo pesadamente, quedándome de nuevo sola bajo la lluvia, rodeada de sangre y órganos, aún calientes y vivos.
Permanecí allí, junto al cuerpo, sosteniendo entre mis manos el misterioso colgante. Lo inspeccioné a fondo, observando las runas, el grosor...; pero solo encontré grabado tras él una inscripción: “April”
¿Quién se suponía que era esa April? Miles de alternativas cruzaron mi mente al instante. Podría ser que aquel humano hubiera sido un ladrón y que hubiera robado el hermoso colgante a quien pertenecía. También que fuera el recuerdo de alguna persona querida. O puede que incluso fuera suyo y que ella se llamara April... ¡había miles de posibles respuestas! Podría pasarme años y años divagando en ellas; pero nunca encontraría la verdadera.
Echando un vistazo a la sangre y los órganos, sentí el deseo de un depredador hambriento. Una sed insaciable que azotaba mi mente y me susurraba que bebiera y tomara de él lo que mi cuerpo necesitara. Más algo me sacó del ensimismamiento: el aullido de un lobo.
Al momento, mis músculos se tensaron. En un hábil movimiento colgué de mi cuello el colgante para mirar hacia el bosque, mientras me deshacía de la pieza de calzado que restaba en el pie derecho. Tras aquello, me sentí extrañamente cómoda con los pies desnudos sobre aquel barro que, muchos remilgados hubieran rodeado, temiendo marchar sus ostentosas ropas.
El sonido del viento remover la copa de los árboles, observar como tales se mecen y sus férreas maderas crujen ligeramente, llegando el sonido a mis oídos. De pronto, escuché como la hierba del camino hacia el bosque es pisada con fuerza y a gran velocidad. Olfateando el aire comprobé que no era humanoide... ¿un animal? Mis sentidos agudizados en ese preciso instante me maravillaron ante lo desconocido que se acercaba a mi y yo, una niña de aproximadamente nueve o diez años, le estaría esperando. Un acto demasiado intrépido, ¿no? No... demasiado estúpido. Por aquel entonces no sabía nada... tampoco es que ahora sepa mucho... el que nada sabe, nada entiende; pero por aquellos tiempos desconocía todo mi alrededor, todo era hostil para mis inexpertos ojos y sentía que por ello debía destruir...destruir todo cuanto hubiera en ese mundo.
Una sombra se alzó entre los matorrales que había alrededor de la entrada del inmenso bosque, seguido por otra... y otra más, sumando un número aproximado de cinco; si había más, mi vista no alcanzaba a verles entre la oscuridad de los árboles. Los rayos lunares que se filtraban entre las nubes torrenciales me dejaron ver con algo mas de claridad tales sombras. Las siluetas eran grandes y peludas, caminaban semi-erguidas, sin embargo habían avanzado hasta salir del bosque a cuatro patas. Poseían largos hocicos de perro, y sus gruñidos y bramidos me indicaron cual hambrientos y deseosos estaban aquellos seres, que sin duda alguna, formaban parte de la noche. Sus robustos cuerpos quedaban empapados por el agua que las densas nubes que continuaban descargando desde el cielo, a pesar de algunos claros que dejaban paso a la luz lunar.
Quien parecía el líder de aquella manada de licántropos se irguió en sus dos patas, mostrando el enorme cuerpo, mitad lobo, mitad hombre, con un orgullo que precedía a estas criaturas. Lentamente el resto se fue acercando a mi, rodeándome entre gruñidos, como depredadores que van cercando a una presa. Sin embargo no atacaban, tal estuvieran esperando algo.
Mis ojos fueron de inmediato a los del líder. Eran tan profundos y amarillos, que casi no podía contener el aliento por el nerviosismo; pero no por el miedo. Otra persona en mi situación se hubiera sentido atemorizada; sin embargo, creo que aquella manada no tenía intención de hacerme temblar de pavor. No sabía que podían querer de mí...
El líder avanzó hacia a mí y deteniéndose a tres metros aproximadamente, extendió una de sus garras, permaneciendo inmóvil... como si esperara algo por mi parte. ¿Qué podía significar aquel acto? El resto de licántropos empezaron a golpear el suelo a la vez en un ritmo mesurado, observándome y simulando con tales acciones el latido de un corazón... tumtum...tumtum... mi corazón.
Sin entender nada de aquello fui avanzando, con toda la confianza del mundo en mi interior. Observé al hombre-lobo con detenimiento. Su torso, al igual que todo su cuerpo permanecía cubierto de pelo, mojado por la lluvia. El morro alargado poseía unas fauces tan afiladas y grandes, que pensé que podrían acabar con mi vida de una sola mordida. Llevaba unos harapos sucios y mojados en lo que imaginé sería la cintura... quizás restos de su antigua vestimenta. Sus enormes ojos quedaron intensamente sobre mí. No parecían que quisiera hacerme ningún daño... o al menos eso creía.
Sin embargo, justo cuando mis pequeños dedos estuvieron a punto de tocar una de las largas uñas de la garra, pertenecientes a aquella semi-bestia, una luz me cegó por completo impulsándome hacia atrás con tal fuerza que acabé en el suelo, golpeándome con algo en la cabeza y... entonces... oscuridad. Sola quedaba abrazada por las sombras de mi mente... ¿sola...? No... sentía que unos grandes ojos me observaban desde las tinieblas...; pero, ¿quién podría ser?
“¿Quién eres?”
Susurraba sin cesar en el interior de mi ser... no hallé respuesta alguna.
Sin embargo, ése solo fue el principio de lo que sería un largo viaje hasta dejarme acunar por la Noche sin Luz.
//Lloth, ahora cuidadín. Ya es la segunda vez que te pasa. ¬o¬
Nunca me detuve a pensar en lo fría que era la lluvia.
Cuando abrí los ojos, observé el cielo, cubierto de nubes grisáceas; mientras el agua que caía de ellas empapaba mis ropas. Me sentía extraña, como nunca antes me había sentido. Un momento... ¿antes? ¿Qué había antes de todo aquello? ¿Cómo había ido a parar allí? ¿Cómo me llamaba? ¿De donde era...? ¿Dónde me encontraba en esos instantes? Mi mente no albergaba nada. Estaba vacía. Hueca. Sin recuerdos.
Sentía mi cuerpo aullar de dolor. Quedando bocarriba, permanecí observando el cielo levemente iluminado por tiempo indefinido, mientras las nubes se movían con lentitud relampagueando de tanto en tanto. El viento me estremecía, al quedar mi cuerpo mojado por la lluvia, internándose entre mis ropas.
Logrando incorporar medio cuerpo, apoyando el codo en el suelo embarrado, observé que mis pies permanecían próximos al linde de un río, cuyas aguas corrían raudas siguiendo la corriente. Al estar tan próxima a él, casi teniendo las rodillas rozando el agua, me arrastré como pude por el suelo, notando empapado el zapato negro que portaba en el pie derecho, quedando el izquierdo desnudo. Un traje blanco vestía mi cuerpo, ahora lleno de barro, mientras el pelo, largo y liso restaba mojado hasta los hombros.
Una vez pude levantarme con algo más de esfuerzo, observé tras de mi un bosque oscurecido, quizás por el atardecer. Sin embargo, no fue la oscuridad propia de aquel bosque lo que llamó mi atención. A unos metros de mí, el cuerpo de un hombre quedaba en el suelo bocabajo, rodeado de un charco de sangre. Extrañada, fue acercándome a él. Pensaba que si aún seguía vivo, quizás podría sacarle algo de información de lo sucedido, además de si me conocía.
Una vez a unos centímetros de él, me agaché para darle la vuelta con ambas manos, comprobando si aún seguía con vida. Una vez hecho, observé que su respiración era entrecortada, además de comprobar que tenía un desgarro profundísimo en el vientre, desparramando sus vísceras a un lado lentamente con mi movimiento, haciéndome girar la cabeza, no por nauseas... sino por pura hambre. Desconocía el tiempo que me llevé allí sola; pero mi estómago al parecer tenía constancia de ello. Si estaba muerto, ¿qué más daba que tomara algo de su carne... o sangre. Sin embargo, aquel humano, de pelo corto, tez pálida por la pérdida de sangre y cuerpo delgado y frágil, al que creí muerto, abrió los ojos: unos ojos verdes que lentamente se apagaban, como una vela encendida en mitad de una tormenta marina.
Al momento, alzó su brazo diestro hacia la pechera de mi vestido para atraerme hacia él, manchando mi vestido con la sangre de sus órganos que, poco a poco, con cada movimiento parecían estar fuera de su cuerpo; sin embargo, manteniéndose aún con vida me susurró, sonando su voz ahogada y áspera por la misma muerte, tal estuviera bebiendo de sus últimas palabras:
- .... tú eres... monstruo... mírame... mira lo que.... – Con la otra mano, la cual alzó hacia la mía mas cercana, me hizo entrega de un colgante cilíndrico, manchado de su sangre, con unas runas extrañas. – Desgraciada... Reina de......Noche...
Quedando perpleja ante sus palabras, pude sentir como el alma de aquel desconocido abandonaba su cuerpo, dejando caer ambas manos al suelo pesadamente, quedándome de nuevo sola bajo la lluvia, rodeada de sangre y órganos, aún calientes y vivos.
Permanecí allí, junto al cuerpo, sosteniendo entre mis manos el misterioso colgante. Lo inspeccioné a fondo, observando las runas, el grosor...; pero solo encontré grabado tras él una inscripción: “April”
¿Quién se suponía que era esa April? Miles de alternativas cruzaron mi mente al instante. Podría ser que aquel humano hubiera sido un ladrón y que hubiera robado el hermoso colgante a quien pertenecía. También que fuera el recuerdo de alguna persona querida. O puede que incluso fuera suyo y que ella se llamara April... ¡había miles de posibles respuestas! Podría pasarme años y años divagando en ellas; pero nunca encontraría la verdadera.
Echando un vistazo a la sangre y los órganos, sentí el deseo de un depredador hambriento. Una sed insaciable que azotaba mi mente y me susurraba que bebiera y tomara de él lo que mi cuerpo necesitara. Más algo me sacó del ensimismamiento: el aullido de un lobo.
Al momento, mis músculos se tensaron. En un hábil movimiento colgué de mi cuello el colgante para mirar hacia el bosque, mientras me deshacía de la pieza de calzado que restaba en el pie derecho. Tras aquello, me sentí extrañamente cómoda con los pies desnudos sobre aquel barro que, muchos remilgados hubieran rodeado, temiendo marchar sus ostentosas ropas.
El sonido del viento remover la copa de los árboles, observar como tales se mecen y sus férreas maderas crujen ligeramente, llegando el sonido a mis oídos. De pronto, escuché como la hierba del camino hacia el bosque es pisada con fuerza y a gran velocidad. Olfateando el aire comprobé que no era humanoide... ¿un animal? Mis sentidos agudizados en ese preciso instante me maravillaron ante lo desconocido que se acercaba a mi y yo, una niña de aproximadamente nueve o diez años, le estaría esperando. Un acto demasiado intrépido, ¿no? No... demasiado estúpido. Por aquel entonces no sabía nada... tampoco es que ahora sepa mucho... el que nada sabe, nada entiende; pero por aquellos tiempos desconocía todo mi alrededor, todo era hostil para mis inexpertos ojos y sentía que por ello debía destruir...destruir todo cuanto hubiera en ese mundo.
Una sombra se alzó entre los matorrales que había alrededor de la entrada del inmenso bosque, seguido por otra... y otra más, sumando un número aproximado de cinco; si había más, mi vista no alcanzaba a verles entre la oscuridad de los árboles. Los rayos lunares que se filtraban entre las nubes torrenciales me dejaron ver con algo mas de claridad tales sombras. Las siluetas eran grandes y peludas, caminaban semi-erguidas, sin embargo habían avanzado hasta salir del bosque a cuatro patas. Poseían largos hocicos de perro, y sus gruñidos y bramidos me indicaron cual hambrientos y deseosos estaban aquellos seres, que sin duda alguna, formaban parte de la noche. Sus robustos cuerpos quedaban empapados por el agua que las densas nubes que continuaban descargando desde el cielo, a pesar de algunos claros que dejaban paso a la luz lunar.
Quien parecía el líder de aquella manada de licántropos se irguió en sus dos patas, mostrando el enorme cuerpo, mitad lobo, mitad hombre, con un orgullo que precedía a estas criaturas. Lentamente el resto se fue acercando a mi, rodeándome entre gruñidos, como depredadores que van cercando a una presa. Sin embargo no atacaban, tal estuvieran esperando algo.
Mis ojos fueron de inmediato a los del líder. Eran tan profundos y amarillos, que casi no podía contener el aliento por el nerviosismo; pero no por el miedo. Otra persona en mi situación se hubiera sentido atemorizada; sin embargo, creo que aquella manada no tenía intención de hacerme temblar de pavor. No sabía que podían querer de mí...
El líder avanzó hacia a mí y deteniéndose a tres metros aproximadamente, extendió una de sus garras, permaneciendo inmóvil... como si esperara algo por mi parte. ¿Qué podía significar aquel acto? El resto de licántropos empezaron a golpear el suelo a la vez en un ritmo mesurado, observándome y simulando con tales acciones el latido de un corazón... tumtum...tumtum... mi corazón.
Sin entender nada de aquello fui avanzando, con toda la confianza del mundo en mi interior. Observé al hombre-lobo con detenimiento. Su torso, al igual que todo su cuerpo permanecía cubierto de pelo, mojado por la lluvia. El morro alargado poseía unas fauces tan afiladas y grandes, que pensé que podrían acabar con mi vida de una sola mordida. Llevaba unos harapos sucios y mojados en lo que imaginé sería la cintura... quizás restos de su antigua vestimenta. Sus enormes ojos quedaron intensamente sobre mí. No parecían que quisiera hacerme ningún daño... o al menos eso creía.
Sin embargo, justo cuando mis pequeños dedos estuvieron a punto de tocar una de las largas uñas de la garra, pertenecientes a aquella semi-bestia, una luz me cegó por completo impulsándome hacia atrás con tal fuerza que acabé en el suelo, golpeándome con algo en la cabeza y... entonces... oscuridad. Sola quedaba abrazada por las sombras de mi mente... ¿sola...? No... sentía que unos grandes ojos me observaban desde las tinieblas...; pero, ¿quién podría ser?
“¿Quién eres?”
Susurraba sin cesar en el interior de mi ser... no hallé respuesta alguna.
Sin embargo, ése solo fue el principio de lo que sería un largo viaje hasta dejarme acunar por la Noche sin Luz.
//Lloth, ahora cuidadín. Ya es la segunda vez que te pasa. ¬o¬