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Eldonar Hayden Oira

Publicado: Mar Feb 02, 2010 4:26 pm
por Trovador
INTRODUCCIÓN

El elegido de Ilmáter.


El atardecer dejaba un halo rojizo sobre los amarillentos campos de trigo, un anciano ataviado con una simple toga de color rojo caminaba haciendo rozar sus envejecidas manos sobre las grandes espigas. Al fondo, una figura caminaba hacia él, despacio, en calma, a su vez, varias figuras de idéntica forma surgían del apacible campo dirigiéndose en calma hacia el anciano. El flagelo de nueve colas recubierto de púas estaba grabado en el pecho de cada una de las figuras, las cuales, seguían acercándose despacio, muy despacio, sin quitar ojo al anciano.

Del cielo, surgió un destello cegador, el anciano se protegió con la mano los ojos, observando el fuego que descendía en espiral hacia él a una velocidad de vértigo, miró a las figuras y estas parecían no darse cuenta, sin parar su lenta y continua marcha. El fuego descendió, y el campo comenzó a arder, el fuego trazó un círculo, aislando al anciano y a las nueve figuras del resto de Faerûn. El anciano de toga roja miró con lástima la destrucción del fuego, las figuras estaban a tan sólo un par de metros, rodeándole.

Otro destello surgió del cielo, el anciano apenas podía distinguir nada, salvo que las figuras seguían aproximándose, haciendo agobiante su cercanía. El destello se hacía más intenso, hasta formarse un anillo, en un rápido descenso hacia el anciano. Las figuras proseguían su marcha, y el anillo de luz descendió hasta rodear al anciano, separándolo de las nueve figuras.

El anillo empezó a expandirse, la blanca luz llegó a la altura del pecho de las figuras y estas desaparecieron, el anillo continuó expandiéndose, hasta llegar al fuego y este desapareció. Surgió otro resplandor cegador y el anciano se tapó los ojos. Pronto todo volvió a la normalidad y el hombre de toga roja observó, a un par de metro de él, ahora había un pequeño niño de pelo azulado y orejas puntiagudas.

- ¿Quién eres? – Preguntó el anciano.
- Eldonar Hayden Oira… - Era imposible que el niño tuviera una voz tan calmada, tan divina.

El anciano se acercó despacio, y unos golpes extraños surgieron, el niño se giró despacio y sonrió al anciano, antes de desaparecer. Los golpes continuaban, cada vez más cerca, incluso empezó a oír su nombre.

- Samacius. – Sonó una dulce voz femenina al abrir la puerta.
- ¿Koanna? – Preguntó el anciano, observando su aposento tendido en la cama. – Pasa, hermana, pasa.
- Creo que es la primera vez que duerme hasta tan tarde. – La joven de cabello moreno, llevaba una toga gris, mientras observaba la lágrima tatuada en el ojo del anciano. - ¿Estais bien, padre Samacius?
- Oh hermana… Mejor que bien… Creo, creo que he tenido un mensaje del mismísimo Ilmáter.
- ¿Un mensaje?
- Ve a ver al hermano Arnard… Quiero que busque referencias sobre Eldonar Hayden Oira.
- Claro, padre Samacius, en seguida.

La joven ilmaterina salió del aposento y se dirigió a hacer lo cometido, Samacius, se levantó y recogió el aposento.

Dekhanas más tarde, Arnard informó a Samacius sobre su descubrimiento. En una aldea de la lejana Marca Argéntea, había dos caballeros, Sir Hayden y Lady Oira, casados entre ellos, seguramente podría ser el chico fruto de su unión. Por ello, Samacius, junto a Arnard, un monje que rondaba los cincuenta años y los jóvenes monjes Koanna y Kieran, partieron desde el Hospicio de San Annur, a las afueras de Athkatla rumbo a Nevesmortas, en busca de la respuesta al sueño de Samacius.

Re: Eldonar Hayden Oira

Publicado: Mar Feb 02, 2010 4:27 pm
por Trovador
CAPITULO I

Despedida


El cuarteto de monjes ilmaterinos llegó a la villa, los dos de más edad vestían toga roja, mientras que los dos más jóvenes vestían una sencilla túnica grisácea. Samacius sonrió al ver a un niño ofreciéndole un volante, narrándole una batalla que sucedió en una ciudad cercana, llamada Sundabar. El anciano entregó una moneda a Frido y le preguntó sobre los caballeros Sir Hayden y Lady Oira. Frido, siempre tan risueño y vivo, les guió hasta la casa del matrimonio de caballeros.

- Aquí es si no me equivoco, padre Samacius. – Dijo la joven Koanna
- Bien, a ver si hay alguien en casa…

Un ruido de risas inundaba el pequeño jardín de fuera, entre ellas podía distinguirse la dulce risa de la bella elfa, Lady Iruss Oira, otras tres, más infantiles hacían una agradable melodía para los oídos del anciano Samacius, el cual golpeó suavemente la puerta.

- Iru querido, ¿puedes abrir la puerta? – Sonó una voz femenina, dulce y cariñosa.
- Voy – Contestó ahora un ronca y grave voz.

Al abrir la puerta, el cuarteto observó a el enorme humano el cual miraba con cara de sorpresa a los monjes.

- ¿Desean algo?
- ¿Es la casa de los Hayden Oira? – Dijo Samacius.
- Así es… ¿Quiénes son?
- Soy Samacius, ellos son Koanna, Kieran y Arnard, somos monjes ilmaterinos procedentes de el Hospicio de San Annur, en Amn.

Iruzar asintió y giró la cabeza para encontrarse con la mirada de Iruss, la cual jugaba con Ellenya, Eldonar e Iridian, al ver la duda en los ojos de su esposo, la elfa asintió.

- Claro, pasen por favor. – Ofreció Iruzar.
- Muchas gracias, Sir Hayden.
- ¿Desean tomar algo?
- No, muchas gracias.

Iruss observó atentamente el tatuaje de Samacius, sin duda era un alto cargo de Ilmáter, un hombre muy importante para el clero ilmaterino.

Samacius y Arnard, explicaban lo sucedido a el matrimonio, mientras Koanna y Kieran jugaban con los niños algo más apartados.

- ¿Pretende llevarse a mi hijo a Amn?
- Así es, Sir Hayden.
- Iruzar… - Dijo Iruss, la tristeza inundaba sus ojos, tal cosa le dolió muchísimo más que cualquier otra herida sufrida en batalla. - … Son los designios de los Dioses.
- ¡Demonios Iruss! Con perder a Drum es más que suficiente…
- Iruzar, así lo quieren los Dioses… Y así debe ser, no somos nadie para oponernos a ellos.
- Sir Hayden, me duele casi tanto como a vos apartar a un niño de su familia, pero es el mismo Ilmáter quien lo mandó. – Intervino Samacius
- Pero… - Fue a quejarse Iruzar, pero la comandante puso un dedo con delicadeza en los labios de su marido, y le miró con ojos vidriosos, a punto de llorar.
- Su hijo vendrá a veros cada cierto tiempo, al igual que pueden venir a nuestro Hospicio a verle… - Dijo Arnard.

La charla prosiguió, y los caballeros se resignaron, Iruss se fue a preparar las cosas de Eldonar para el viaje, allí sola, lloró en silencio, el camino del paladín es muy duro, cuando debes dejar que tu hijo pequeño se marche a un rincón lejano de Faerûn y no poder impedirlo, porque eso sería traicionarle, a él, a sus creencias y así misma.

Así es, como tras una emotiva despedida, Eldonar, viajaba con el cuarteto de ilmaterinos rumbo a San Annur, donde sería entrenado y educado según la fé Ilmaterina, como lo mandó el mismo Ilmáter.