Taugrekk, el Tanarukk
Publicado: Sab May 08, 2010 8:31 pm
Taugrekk, el Tanarukk.
Durante la campaña de los orcos Colmillo Ensangrentado, la bruja madre envió a una de sus hijas a reclutar trolls. Durante la estancia en el valle del Rauvin, la bruja hija visitó oculta los restos del Castillo Puerta del Infierno evintando un encuentro con Turlang el Ent. Se aventuró por los túneles más superficiales más por curiosidad que por otro motivo. Allí encontró a varios Tanarukk del Clan Hruamkkar al mando de Kaanyr Vhok. La bruja no perdió el tiempo rápidamente envió informadores a la bruja madre para encontrar algún tipo de alianza con el susodicho demonio. Aunque dicha bruja murió por el ataque de las cazadoras bajo el mando de Walax, la información llegó tanto a Vhok como a la bruja madre. Se estableció un acuerdo: formar un grupo de combate de Tanarukk, la élite de la horda de la bruja, como grupo de choque, a cambio de que, una vez terminados los ataques a la Marca Argéntea, este grupo de Tanarukk volviesen bajo el mando de Vhok. Los apareamientos se dieron entre orcas (entre las que se encontraba una de las hijas de la bruja madre) , las cuales abandonaron a sus anteriores hijos (entre ellos, Gorfuk), en el caso de que tuvieran, para concentrar su energía en engendrar a los nuevos vástagos y demonios bajo el mando de Kaanyr Vhok. No todo salió como la bruja madre esperaba y mediante una serie de engaños y subterfugios, el taimado demonio logró hacerse cargo por completo de los Tanarukk que nacieron y ponerlos bajo el mando de B'Ghyr del Clan Krushaaln para entrenarlos como guardia personal de Vhok. De entre los Tanarukk que surgieron, hubo uno que destacó no solo por su brillantez en el combate sino también por su rebeldía. Jamás estaba totalmente a gusto y era el más peligroso debido a que había desarrollado una inteligencia fuera de lo común para el estandar. Siempre confabulaba para hacer que sus compañeros hiceran lo que él quería. Llegó el día en que sus superiores se hartaron de la actitud del joven Tanarukk hasta que se escapó. Se aventuró por las montañas Nezher cruzándolas. Allí encontró otros Tanarukk con los que compartió víveres y duelos, endureciéndole. Se estableció durante algún tiempo, ganando cierto respeto ya que pese a su condición, era un buen estratega. Tras algún tiempo, llegaron noticias de duros enfrentamientos entre hordas de orcos comandadas por poderosas hechiceras y gentes de la Marca Argéntea.
Más y más noticias llegaban: ciudades atacadas y saqueadas, defensas hasta el último aliento, grande héroes... Lleno de curiosidad, emprendió de nuevo un viaje, sin embargo, el conflicto por el que estaba interesado y que había implicado a la práctica totalidad de las facciones de La Marca llegó a su fin. Los restos de lo que fueron las huestes de orcos ahora se hallaban dispersas. Tras interrogar a varios de ellos en su camino, supo que solo una de las brujas orcas había sobrevivido. Si tanto era su poder ¿por qué no pudieron contra aquellos héroes? Siguió los pasos de la bruja y del resto de su Horda, siguiendo la retaguardia. Estaba siendo seguido sin que él lo supiera y una noche, mientras dormía, varios batidores orcos lo apresaron y lo presentaron maniatado con cadenas a la bruja orca la cual se dispuso a interrogarle.
Se encontraba en una caseta bastante amplia, algo desvencijada y harapienta, pero estable. Seguramente, fuese producto de un saqueo y habría pertenecido a algún noble. Allí estaba él, en el centro, arrodillado y encadenado como un perro sarnoso. Noto como la bruja le miraba fríamente, analizando cada fracción de su cuerpo, poco a poco, tomándose un tiempo que a él le pareció una eternidad. La bruja se incorporó de su asiento para acercarse a él e inspeccionarlo más concienzudamente. Se fijo en su cuerpo musculado, hecho para la batalla, los colmillos inferiores prominentes y el tono de su piel, de un verde grisáceo, oscuro. La respiración del Tanarukk era agitada, se le notaba tenso y apretaba la mandibula. Pequeñas perlas de sudor recorrían su cuerpo evidenciando su indefenso estado. La bruja sonrió malévolamente cuando termino de escudriñarle y sentenció: "No eres un orco, desde luego. Tu linaje está ligado a entes demoníacos, eres una mezcla entre ambas razas. Y por lo que veo, con un resultado nada desdeñable" Aunque sus palabras podían sonar agradables, el tono de su voz era duro y seco: "¿Qué hacias espiándonos? ¿Qué pretendías?" El Tanarukk calló unos segundos, pensativo. Estaba en clara desventaja, así que lo importante era sobrevivir: "Solo..." Su voz sonaba ronca, poco convencida "Solo vagaba cuan-" La bruja le interrumpió con un grito mientras le señalaba acusativamente "¡Mientes! ¡Estas mintiendo! ¡Dame un solo motivo más y haré que te ahorquen!" El Tanarukk no tenía salida. Hablaría, le diría todo lo que sabía de él y su pasado, esperando cualquier cosa.
"Kaanyr Vhok" La bruja murmuró ese nombre cuando el Tanarukk terminó de hablar. Empezó a encajar ideas y se dio cuenta que áquel que tenía delante suya era hijo de una de sus hermanas. Según su madre, ellos estaban destinados a ser una fuerza de choque que sería capaz de acabar con los mejores regimientos de los ejércitos enviados por La Marca si no hubiera sido por la vil traición de aquel demonio. Sonrió para sus adentros "Bien, tengo grandes planes contigo"
Se encaminó a la tienda y, justo en la entrada, un orco le cerró el paso. Sin pensárselo, le dio un sonoro cabezazo noqueándolo y haciéndolo caer al suelo estrepitosamente. Pasó por encima suya, pisando su cráneo que se abrió bajo su peso. Al entrar en la estancia, sus pupilas se dilataron, la habitación estaba levemente iluminada por algunas antorchas. Miró a ambos lados y vio la guardia personal: había entrenado con ellos, los elegidos de entre los mejores. Se envaró y caminó poco a poco “No cuestionar a la Bruja” pensó, mientras caminaba paso a paso “Su poder es enorme”, estaba llegando al final de la estancia “Maldita sea, cuando salga de este cubil le enseñaré de que estoy hecho”, clavó su rodilla derecha en el frío y duro suelo de piedra e inclinó su cabeza. Notó un leve toque en su hombro derecho y subió la mirada: Allí estaba, su rostro cansado, escudriñándole desafiante, orgullosa incluso después de haber sido derrotada. Tan fácilmente.
-Habla…
-¿Qué está pasando en el campamento? ¿Por qué están nerviosos? Su tono de voz era imperativo, ansioso por respuestas.
La bruja resopló con aire de disgusto. La respuesta no era agradable –Los Zhentarim están moviendo ficha y puede que se nos adelanten. Tienen nuevos reclutas muy poderosos y debemos cobrarnos nuestra venganza. El Tanarukk se incorporó, rompiendo el poco protocolo que había aprendido hasta entonces y la señaló acusativamente -¡Como ha sido eso, maldita bruja!- Gotas de saliva surcaron el espacio que les separaba e impactaron en el sillón ricamente adornado -¡¿Cómo has permitido que esos Zhentarim se nos adelanten?!- Cuando justo terminó la frase, notó gran presión en el corazón y se elevó un poco, quedando casi de puntillas. Allí estaba ella, mirándole fríamente, moviendo su mano izquierda levemente, conjurando. Le dejó caer y lo hizo pesadamente, de rodillas, llevándose instintivamente las manos a su pechop mientras tosía. Aún sin verla, sabía que le estaba señalando –Una falta más y mandaré que te cuelguen, insolente- Su voz era más dura que el acero que él mismo manejaba –Más te vale que me escuches ahora si no quieres correr la misma suerte que el orco al que acabas de pisotear.
Lo más sabio era escuchar.
Muchas dekhanas pasaron desde su partida. El desierto era un paraje duro. Si bien su propia guardia era la élite, no eran capaces de soportar el calor. Su propia estirpe estaba por encima de ellos, por muy bien entrenados que estuvieran aquellos orcos. El calor les pasaba factura y él, sin embargo, gustaba incluso de recibir su radiación, desoyendo los consejos de caminar por la noche y descansar por el día. El Anaurokh terminó por acabar con los últimos orcos así que el final del trayecto lo hizo sin nadie. No importaba, sabía muy bien cuidarse solo y los cadáveres atraerían a las bestias mas peligrosas, evitándole así combates innecesarios.
Cuando llegara a La Marca Argéntea, sus ordenes eran que debía encargarse de un elfo de ropajes oscuros, líder de una tribu, y de un paladín, un caballero de plateada armadura y cabellos dorados. Pero quería buscar a alguien más, por iniciativa propia, con más empeño que la misión que su tía le había encomendado. Y de él, si sabía su nombre. Ya le había oído hablar. Sería fácil reconocerle, sobre todo, porque de sus antebrazos, tiene una capa de pelo pardo-oscuro y es un semiorco destacado en La Marca. Sonrió para si. Taugrekk encontraría a su hermanastro. Encontraría a Gorfuk.