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El Último Colmillo

Publicado: Dom Jul 04, 2010 6:57 pm
por Malar
"Suenan cuernos en el aire
claman fuerza y corazón
alzad las armas y que comience el baile
gritad con furia y emoción.

A los guerreros y valientes
que sangraron desde su interior
a los que brillaron en la cacería latente
a ellos doy esta canción.

Dioses de los cielos
darles un lugar mejor.
Dioses de los cielos
acogerles con honor.

A todos los que la muerte encontraron
y aún sabiéndolo de frente la esperaron.
A todos los caballeros y guardianes
cuyos gritos de ánimo fueron esenciales.

A todos los que allí acudieron
y por salvar la esperanza su vida dieron.
A todos los que hoy faltan a nuestro lago,
ahora ellos son parte de nuestro legado.

Dioses de los cielos
darles un lugar mejor.
Dioses de los cielos
acogerles con honor."



Aluriel Lathaniel



El farallón rocoso resplandecía en rojos al atardecer. A sus pies el horizonte dibujaba la imagen más bella, el sol inmenso hundiéndose en la arena empujado por el estrellado manto de la noche del desierto, azul degradando a negro: el inhóspito Anaurokh. Como si la lanza de un dios hubiera arañado la extremidad de un coloso de piedra, un angosto desfiladero conducía al inesperado paraíso, único refugio en varias vidas a la redonda, oasis de supervivencia y protección que albergaba un minúsculo palmeral.

Las rocas levantaban muros contra el desierto, protegiendo la laguna de agua pura de hielo que todos los años renacía sin antes llegar a morir, impidiendo su evaporación, a salvo de las salvajes tormentas de arena, hielo, rayos y truenos que hacían a los que resistían merecedores de conservar la vida. Lentamente los últimos rayos del día abandonaban, reptando por paredes verticales de piedra, la superficie de arena que rodeaba al palmeral. El enclave comercial Bedín asentado sobre ellas suspiraba a las primeras estrellas llenándose de mil aromas, dando por terminada otra agotadora jornada de resistencia.

La guardia de Estrellas enfilaba el desfiladero para reemplazar a la del Ocaso mientras mercaderes, sabios y artesanos bullían de actividad aprovechando el lapso de agradable temperatura, ese umbral entre el día y la noche del que los hombres del desierto se sirven para realizar sus cometidos. Varios hornos comenzaban a humear, dibujando espirales en el atardecer, mientras las mujeres preparaban la abundante cena conmemorativa. Ese día incluso se podía comer carne en el desierto... aún.


Ashraf Mu´jib ya no era joven. Su poblada barba blanca, bendición de los dioses, así lo atestiguaba. Pero el honor, el respeto del que gozaba y toda su consideración no le ayudaban con aquella empinada escalera, apenas unos toscos peldaños tallados en roca, erosionados por siglos de viento y arena.

Cada día le costaba más llegar a la elevada plataforma que se asomaba a la lejanía sobresaliendo del abrupto conjunto rocoso. Si, ese lugar tenía algo, el baño de luz de atardecer frente al horizonte abierto era una experiencia casi mística. Maldiciendo para sus adentros subía pesadamente, sin dejar escapar queja alguna pues así lo dictaba la tradición. La tabla de la sabiduría, el lugar de meditación de su pueblo durante los últimos tres siglos, ya no lograba calmar sus temores.

Una nueva amenaza se cernía sobre el pueblo de las arenas, una agitación desconocida hasta entonces.

Contemplando el horizonte, Ashraf se encomendaba una vez más a la voluntad de A´thar. ¿Tormentas de arena? No, no era nada fuera de lo común... su comportamiento resultaba en cambio estremecedor. Moviéndose con una apariencia de voluntad propia, recorriendo veloces cañones afilados para detenerse súbitamente sobre un campamento, sumiendo en la oscuridad grandes caravanas. Dejando a su paso el misterio.

Ni los huesos de los camellos pueden ser encontrados cuando una de éstas tormentas se abate contra nosotros, susurraba mirando los últimos rayos de sol.

Abrigándose en una fina capa de seda, entonó una vez más la plegaria del perdón de la Tríada y se encaminó apesadumbrado a la cena ceremonial. Algo le decía que podría ser la última.


... continuará

Re: El Último Colmillo

Publicado: Dom Jul 04, 2010 10:26 pm
por Cuchulain
Diario de Montoya

...Gritos, sangre, muerte, confusión... de pronto el campamento bedín quedó sumido en el caos más destructivo jamás imaginado. ¡Orcos! centenares de orcos infestaban las llanuras cercanas y atacaban a los bedines y los aventureros que alli habiamos llegado hace unos dias. Algunos de mis compañeros luchaban bien, me fijé en Shyra, por ejemplo, que fue una de las que nos salvó el pellejo. Yo intentaba ayudar, pero aquello... era más de lo que yo podía manejar. No es de extrañar, estoy aún entrenando y aprendiendo, pero parece que una guerra real me ha atrapado antes de que pueda pulirme en el arte de la lucha de campo.

¿Y todo esto para qué? Muchos nos hemos hecho esta pregunta, pues el pueblo Bedin es un pueblo muy lejano a nosotros, la gente de a pie de la Marca. Quizás sea por explorar lo desconocido... o por buscar riquezas o aventuras. O quizas sea por intentar ayudar a quien lo necesita, ¿por qué no?

Sea como sea, en ese caos..esa batalla campal, me ganaba terreno. Un orco enorme, al que tuve la osadia de enfrentarme para ayudar a un compañero, me dio un golpe con su cimitarra en la cabeza. Fue tal el golpe, que antes de quedarme inconsciente, escuché cómo mi cráneo se rompía... Luego, oscuridad... pero esos desconocidos, esos compañeros, me sacaron de la zona de guerra, y lograron salvarme la vida, con lo cual segui a la lucha, con mucha mas precaución. Hice lo que pude, reconozco que no fue mucho, pero si te digo una cosa, amigo...

Los que salimos del combate, ya no éramos desconocidos

Re: El Último Colmillo

Publicado: Lun Jul 05, 2010 1:10 pm
por pegasus1974
La pequeña y curiosa mediana se había encaminado con el grupo de aventureros hacia las tierra del este, según los rumores graves problemas asolaban esa región. Al llegar a un campamento cerca de la bifurcación Layla se sorprendió al ver unos animales que jamás había visto, según escucho eran camellos. Mientras sus compañeros hablaban con un mercader de Elah Zhad, el oasis de la Luna, se acerco a los animales y en seguida entablo amistad con ellos.

Una inquietud recorrió el cuerpo de la pequeña cuando escucho al hombre del desierto, según el pasaban cosas horribles en sus tierras, extrañas tormentas de arena y polvo que hacían desaparecer todo a su paso.

De repente procedente del este llego hasta el campamento una polvareda, junto a ella se levanto niebla, era muy extraña y lo oscurecía todo. Los aventureros se internaron en la espesura, pronto estuvieron rodeados por aquellas fuertes criaturas y empezó la lucha, eran un grupo bastante numeroso. Layla asustada se escondió entre la niebla evitando ser vista, no sabia que hacer para ayudar, se alejo hacia una colina esperando allí a sus compañeros. La batalla finalmente termino, habían sobrevivido al brutal ataque luchando con bravura, cansados y sedientos se alejaron del campamento.

Re: El Último Colmillo

Publicado: Lun Jul 05, 2010 3:27 pm
por Nela
El ultimo colmillo.

Primera escena.

Como cada mañana, Nela se dirigía camino a los bosques. Su afición por la alquimia, la hacia pasarse muchas horas recorriéndolos y buscando plantas. Por otro lado, ya acostumbraba a la soledad, cuando Syra no estaba, Nela siempre andaba sola, pese a sus intentos de buscar compañía en sus viajes y labores.

Esa mañana no parecía diferente, cada día ella conocía mejor los rincones donde crecían las plantas, lo que aceleraba el trabajo, aunque obligatoria era la cautela ante los ataques de osgos, animales salvajes y bandidos, cuando no cosas peores como licántropos, ogros o no muertos.

Ya de regreso Syra la recibió con la misma pregunta de siempre - ¿Donde estabas? - Decía la muchacha con aire cariñoso y fingiendo enfado - Fui por plantas como te dije, nunca me escuchas - replicó Nela enzarzándose en una de las ya acostumbradas riñas de “tu mas que yo” entre las amigas.

Era un día tranquilo, pero como todo día tranquilo, duró poco tiempo. Llegaron rumores de oscuras y tenebrosas noticias, noticias de boca de unos elfos que andaban en la fuente de Nevesmortas. Lo cierto es, como todos los rumores, no eran del todo ciertos, ya que en un principio hablaban del sur. Poco tardaron en ser corregidos, pues las terribles noticias venían del Este, desde el desierto.

Como es costumbre, reinaba el desconcierto. El grupo hablaba en elfico, y Nela intentaba traducirle a Syra lo que hablaban, ya que se la veía molesta al no entender el idioma. Un enorme grupo de desconocidos para Nela aunque entre ellos algunas caras conocidas, seguían hablando de aquellas noticias. Poco a poco se fue aclarando el asunto y surgió la idea de ir a una posada, donde se dice, suelen detenerse los comerciantes que vienen del desierto, así se podría conseguir mas información. De inmediato la inquieta Syra decidió ir a esa posada, aunque no sabia bien el camino, la siguieron Argos, Hedia y Nela seguidos al momento de Layla y Kimnche. Los cuales aun divagaban de cual seria el camino.

Nela los miró uno a uno, aun no entendía nada, e imponiéndose un poco, pidió que le dijeran claramente que buscaban - Es una posada en la bifurcación - respondió el grupo. La muchacha entonces se sonrió, - Ah ¿la posada de la bifurcación? claro que conozco el camino. Cuando me habláis claro, todo es mas fácil. - Y tras esto, decididos, salieron rumbo a la bifurcación. Nela, pensando en el largo camino, propuso ir en carro, pero parte del grupo prefirió ir a pie.

Cuatro días de peligroso viaje les esperaba, el primer día fue el mas ajetreado, encontrándose por el camino algunos trasgos. El grupo los enfrentó, para así, dar mayor seguridad a otros viajeros. pero poco tardaron en verse superados por un extraño grupo de trasgos que salio de las sombras y que dejaron fuera de combate a Hedia y Kim e hirieron de gravedad e incluso casi de muerte a los demás. Obligados, el resto se hizo invisibles para contraatacar, por suerte, la magia que usaron debió asustarlos, porque aun cuando iban ganando la batalla, casi todos los trasgos huyeron del lugar, quedando en minoría y siendo derrotados por el resto del grupo.

Amaneciendo del segundo día, descansaron y trataron sus heridas en el hospicio, ya no tendrían mucho tiempo para descansar si querían llegar a tiempo a su destino, y así fue como encaminaron, algo mas repuestos, el viaje hasta la bifurcación. Por suerte ya no encontraron mas peligros y lograron llegar, viendo con una sonrisa casi de mofa, a dos de los elfos que estaban en la fuente... ellos habían tardado tan solo dos días en carro. Nela maldijo por lo bajo por todos los peligros que habían corrido tontamente para encima llegar dos días después completamente agotados. Algunos aguantaron el tipo, pero el resto del grupo estaban tan cansados que ni articularon palabra, simplemente alquilaron una habitación y descansaron durante horas. Nela por su parte, aunque se sentía bien, prefirió comer y descansar, pues no sabia que podía pasar en esta loca aventura.

De nuevo al despertar y reunirse con el grupo, ahora de mayor número, reinaba el desconcierto, todos hablaban, pocos escuchaban, nadie explicaba nada y solo quedó una idea suelta, los comerciantes del desierto vendrían pronto por la taberna. Nela, algo cansada de referirse a la gente como: “la elfa pelirroja” o “el elfo de azul”, decidió parar la charla con un sonoro grito de silencio y pedir al grupo una presentación formal. Al principio la miraron como loca, pero luego les pareció buena idea. ahí fue cuando por fin, todos empezaban a conocerse. Nela los miro uno a uno, de tez morena y algo reservado se hacia llamar Montoya, a su lado una elfa de cabellos rojo oscuro Amaranth seguida de una mujer llamada Thamarha que no parecía querer involucrarse en el viaje, tan solo cotillear sobre el rumor. Y por ultimo el elfo vestido de cuero azul Unelor, que no parecía hablar bien el común y casi siempre lo hacia en elfico, para molestia de Syra.

Decidieron poco a poco ir saliendo de la posada, unos por agobio, otros por enfado, el caso es que se terminaron por encontrar un grupo algo mas reducido fuera. Amaranth tomo la palabra y comenzó a dar opciones, por un lado esperar, y por otro ir en dirección al este. El grupo no se decidía y por su parte Nela no pensaba adentrarse mucho, sabia que era el camino a Ascore e ir por ahí era un suicidio. Entre discusiones apareció Talino algo sorprendido por el numeroso grupo - vaya, es el segundo grupo tan gran de que veo hoy, como el del campamento que hay al este - El comentario llamo la atención de Nela y de Amaranth, aunque la elfa se adelanto con preguntas rápidas sobre el asunto, Nela, que conocía al druida de haberle rescatado, prefirió ser mas calmada y tras saludarle preguntarle sobre ese campamento. Tras algunas indicaciones, Nela lo presento al grupo para que les explicara, pero, Talino algo confundido y avergonzado, se quedo sin habla. Aun así, ya había dicho lo suficiente para que la alocada Syra, de nuevo, encabezara el grupo hacia el este.

El Viaje fue corto, el elfo Unelor había tomado la cabeza del grupo, y con su gesto serio, se movía como un autentico rastreador, buscando pisadas y rastros.. quizás fue por eso, que paso de largo y fueron las alocadas Syra y Nela las que vieron los enormes camellos a un lado del camino. El grupo se acerco al campamento mientras guardaban las armas. Ya tan solo quedaban Layla la cual era ayudada por Nela para subirse a un camello, Unelor que guardaba silencio, Amaranth que tomo la voz del grupo para interrogar al comerciante junto con Hedia, que hacia las mismas preguntas casi al unísono que Amaranth, y algo mas separados, Syra y Montoya observando la situación.

Charlaron unos instantes en los que el comerciante de tez morena les explicaba que en el desierto había un peligro, una tormenta de arena que se llevaba a quien atrapaba dentro de ella... Poco después el hombre se quedo pálido y parte del grupo reacciono mirando hacia el este, los mas despistados como Nela no se dieron cuenta, pero, el día había oscurecido y una espesa niebla seguida de una gran cantidad de polvo en suspensión les estaba rodeando, el comerciante tras conjurar con voz temerosa desapareció de la vista dejando al grupo de aventureros rodeados. Fue entonces cuando algunos sugirieron refugiarse en las casetas, pero Fue Unelor el que decidió adentrarse en la tormenta de arena seguido de los demás. Era una tormenta extraña pues no soplaba el viendo y estaban lejos del desierto como para semejante fenómeno, todos sabían que no era natural, pero continuaron su paso firme hasta que comenzador a vislumbrar algo, unos vieron siluetas, otros escucharon las pisadas de algo que parecía pesar bastante además de ser numerosas.

Ya no había marcha atrás, agudizando los sentidos Nela pudo escuchar el filo cortando el viento y anticipar su espada para detener el golpe. No podía distinguir bien a sus enemigos pero el ruido que hacían y el movimiento de la arena al ser movida por los golpes de esos seres la hacían intuir de donde venían los golpes. Un golpe bajo parado con la espada, el silbido de una flecha desde su izquierda, bloqueado por su escudo, a tientas fue reculando mientras gritaba “¡emboscada!” y daba ordenes a sus compañeros para reagruparse. Pero lo único que oía era los gritos de dolor de Unelor que fue abatido por un golpe y le pareció ver la blanca capa de Amaranth cargar contra de donde escuchaba el ruido, seguida de Montoya que no pensaba dejarla sola. Nela seguía gritando que se replegasen, el resto del grupo obedeció y se cubrieron en el borde de una colina, no sin antes recibir el golpe de algunas piedras que lanzaban con hondas. Una vez en posición mas segura escucho los gritos de Montoya y Amaranth que parecían caer ante el enemigo.

Jadeaba cansada pero pronto retomo el aliento, la arena apenas dejaba ver y prefirió guiarse por su oído que no al traicionó, se escuchaban las fuertes pisadas a punto de girar la esquina, contó unos segundos y lanzo una estocada atravesando al primer orco, mientras, se agachaba dejando que Syra, con un disparo certero, atravesara la cabeza del segundo orco. Poco a poco se oían mas y con otro golpe de espada que fue parado por el tercer orco que giro la esquina, lo distrajo para recibir los misiles arcanos de Hedia y lo que le pareció una piedra lanzada por Layla.

Parecía que ya no se oía nada, así que corrieron a recoger a los heridos, a tientas ya que la visibilidad era escasa, y los llevaron a las tiendas donde atendieron sus heridas. Apenas los tumbaron en el suelo empezaron a oír mas pisadas, Nela y Syra se adentraron de nuevo a la niebla para contenerlos mientras Hedia y Layla atendían a los heridos. Poco tardaron Unelor y Montoya en unirse al combate , aunque se les notaba aturdidos pues no lograron hacer frente a los atacantes, pero si ayudar en lo posible a sus maltrechas compañeras. El aire era irrespirable y desde la retaguardia un grito de socorro los alertó, regresaron y contuvieron un ataque que venia desde atrás, uno a uno parando flechas a ciegas, esquivando golpes por instinto y golpeando con toda la furia que podían guardar en ese momento, Estaba claro que Tymmora sonreía a Syra, guiando sus flechas aun en la oscuridad en disparos certeros en cuellos y cabezas de sus enemigos que caían abatidos. mientras el resto hacia lo que podía.

En un movimiento desesperado, Nela propuso subir a la colina secundada por Montoya, así no los rodearían, y conteniendo a empujones con su escudo como podía a los asaltantes. Recogieron al desmayado y mal herido Unelor y recularon de nuevo subiendo a la colina. Los arqueros tenían una posición elevada para disparar mientras que Nela, Montoya y Amaranth formaban un autentico escudo en la rampa de subida sin dejar que nada ni nadie pasara, este movimiento les ayudo a que fueran batallas mas igualadas, pues los orcos apenas cabían por la estrecha rampa. El combate continuó y continuó,, el cansancio mermaba, el aire irrespirable lleno de arena, no corría la mas minima brisa, se ahogaban desesperadamente luchando ya no con cabeza sino por inercia, por pura supervivencia, solo los instintos movían sus cuerpos agotados... y en el momento que ya pensaban que no darían mas.... la nada... silencio... solo roto por sus jadeos y gritos desesperados... la niebla y la arena retrocedieron y el día se aclaro casi por arte de magia...y ya no quedaba nada... Como si absolutamente nada hubiera pasado, ni los cuerpos de los orcos, ni la sangre, ni las señales de batalla, todo quedo como un sueño, salvo por su agotamiento, sus heridas, el dolor de la batalla y la sensación de estar completamente seguros de que habían abatido a muchos enemigos.

Poco después, ya con algo mas de aliento, no quisieron quedarse a comprobarlo, había que dar el aviso en las cercanías, y llegar a nevesmortas cuanto antes. Todos debían esta sobre aviso sobre ese rumor, rumor que ahora era realidad, sobre esa tormenta de arena que todo se lo llevaba y no regresaba jamás. La tormenta sin tormenta.

//la he escrito esta mañana con la prisa en el curro, con lo que conlleva, si algun nombre o algo esta mal, sorry! XP

Re: El Último Colmillo

Publicado: Mié Jul 07, 2010 10:29 am
por Suplicame
Escena en el Valle de Rauvin.

Era extraño, los rayos cayeron casi sobre nosotros en el cruce de Yálanzhar. Mi mente no pudo más que ignorar a Thorsteinn y fruncir el ceño mirando ese extraño suceso. ¿Cómo podían caer rayos sin haberlos invocado? Pero tras el cuarto rayo descendente el Guardián tiró de mí a un lugar seguro, la Cocatriz.

Las horas pasaron sin mayor trascendencia en esa posada, las palabras ahí comentadas no eran más que asuntos sin relevancia para oídos ajenos; aunque quizás el joven Drazharm había encontrado la forma de pasar el rato, viendo discutir a Guardián y Artesana.

Drazharm se retiró a las habitaciones, el Guardián se sentó en una mesa y la Artesana, es decir yo, quería salir de ese lugar; y así lo hice.

De nuevo el cruce se veía como hacía unas horas, miré alrededor intentando buscar algún indicio sobre qué había ocurrido, hacia unas horas, pero no encontré más que silencio. Era posible que como había dicho Draz, sólo fuese casualidad. Cabía una posibilidad… no obstante, últimamente pasaban asuntos extraños: el sueño, los rayos y ahora… ¿Oía voces en mi cabeza?

“Rael” había oído, mientras un árbol se presentaba ante mi. ¿Acaso me estaba volviendo loca? Mis cetrinos ojos miraron alrededor buscando aquel que me llamaba pero no hallé más que ese roble. “Tienes que encontrar al Halcón Peregrino”, volvió a hablar en mi cabeza. Musité lo que debía hallar y pregunté dónde podía encontrarlo pero no hubo más respuesta que buscar a los maestros. ¿Qué maestros? Cada frase me llevaba a otro acertijo.

Ese lugar quedaba un poco más al oeste de donde me encontraba, la voz había dicho que buscara cerca. Cerca, tan cerca, y el único lugar dónde se me ocurrió indagar fue en la Arboleda; esperaba que Amendur pudiera ayudarme.

Tiré de Thorsteinn cuando éste se reunió conmigo en el lugar donde antes se encontraba ese misterioso roble. Los pasos fueron apurados mientras le explicaba los extraños sucesos que me había ocurrido esos días: el extraño sueño conjunto con Aluriel en el Castillo Puerta del Infierno, los rayos acaparando mi atención y después esa voz que me pedía buscar a ese Halcón. No me extrañaba que el Guardián me mirara con preocupación, ocurrían demasiadas cosas inexplicables.

Pero llegamos a la Arboleda sin ningún incidente, solté la mano de Thor mientras miraba al Ent; estaba segura que el Guardián se mostraría precavido con ese ser natural… no era para menos. Avancé algunos pasos para introducirme en la arboleda y encontrar a Amendur. Las fatas revoloteaban inquietas por el lugar, como era costumbre, y el druida no tardó en prestarnos atención e indicarnos que lo siguiéramos.

Y así hicimos, tomamos asiento cerca del río y ahí dialogamos.

- ¿Qué tipo de halcón buscáis? - Había dicho el elfo tras explicarle lo ocurrido.
- El Halcón Peregrino. - y tras oír a quien buscaba el elfo comenzó a reír.

Mi vista miró a Thorsteinn apoyado en uno de los megalitos tras nosotros, no entendía porque reía y dudaba que aunque mi mirada fuera interrogante, el Guardián lo supiese.

- No buscas un Halcón, buscas a Filferil. – dijo por fin el druida, atrayendo de nuevo nuestra atención.

Según nos había informado Amendur el conocido Halcón Peregrino era un varón que recorría la Marca con la compañía de un elfo con cabellos verdosos; éste había desaparecido hacía tiempo de Bosque Alto y dudaba que los elfos salvajes que ahí vivían pudieran ayudarnos en su busca. Entonces, ¿dónde buscar?

- Id a Sundabar y allí encontrad a nuestros aliados ocultos. – dibujó un arpa en el mismo suelo y asentí en respuesta.

Los Arpistas, había oído que ellos eran aliados de los druidas; no obstante, nunca había tenido contacto con ellos. Algunos decían que no eran más que una leyenda, otros que era una organización… la verdad, supuse que pronto lo averiguaríamos.

- Sundabar... ¿dónde deberíamos buscar, Thor? – había dicho tras despedir a Amendur.
- Empecemos por el Cantor. Mía me indicó una vez que es un lugar dónde hay bastantes lugares ocultos. - me miró un instante y concluyó. - Además, no por nada es uno de los lugares más concurridos de Sundabar.
- Entonces allí... sí…


Partimos tras descansar unas horas. Ofrecimos unas raíces a los árboles para que éstos nos dejaran usar su magia y llegar a Sundabar, pues allí esperábamos encontrar más respuestas.


// Creo que lo más revelante lo he puesto, si me dejo algo... ya avisáis.

Re: El Último Colmillo

Publicado: Vie Jul 09, 2010 2:45 pm
por Malar
Keira84 escribió:TORMENTA


“De un pasado cercano… de un exilio olvidado… ella volverá…”


La multitud que aquella noche se reunía al norte de Nevesmortas empezaba a ser común en las últimas dekhanas. Aluriel ya no entendía qué clase de aventureros regentaban el reino últimamente, demasiado alocados o demasiado infantiles. Poco le importaban ya las gentes de la villa, su mente y su corazón solo estaban ocupados por la Flecha del Destino, único lugar en el que podía sentirse a gusto y al que podía llamar hogar.

Observó sin mucho interés a los presentes. Syra con su memoria perdida, Devoto ocultando sus sentimientos de forma poco convincente intentando hacerla recordar, Nela lloriqueando tras la hoguera mientras Jacob intentaba arrancarle una sonrisa, un tal Arfrid amenazando con quitarse la vida mientras algunos intentaban impedirlo… mirase donde mirase no veía ninguna situación que le produjese el deseo de participar. Ella solo estaba allí por Connor.

Muchos eran los que murmuraban que el aura del maestro de estoques la había absorbido. Quizá tuvieran razón, pero a ella poco le importaba lo que los demás pensasen.

La lluvia cobró fuerza y los rayos les acorralaron. Quizá Talos también se había cansado de las tonterías. Con suerte alguno caería sobre ellos y Aluriel podría dejar de escuchar alguna conversación estúpida.

- Vayamos a la sede – le susurró Connor mientras giraba sobre él mismo dispuesto a irse. Cuando la elfa hizo lo propio sus ojos se clavaron durante un segundo en el gnomo arcano recién llegado, silencioso e inadvertido por todos, algo muy poco común en él.

Recordó en ese momento su enfado, su discusión y su rechazo, después de tanto tiempo, por su preciado Tuii.


“El cartel que había colgado en el tablón de la ciudad se movía con lentitud impulsado por la suave brisa. Sobre la firma perfectamente trazada de la hermosa elfa, dos líneas habían sido escritas. Un mensaje sencillo y disimulado que tan solo captaría la atención del remite… pero no, el gnomo tenía que hacer de las suyas.

*Al caballero Damián Astarte: si diera la casualidad de que visita la villa, sabed que necesito reunirme con vos*
*…un estoque precioso, por cierto!! Fiuuu!!! Debió costarte un fortunón!! ^_^*

Varios mensajes más en el tablón hicieron falta para conseguir que el gnomo dejase de hacer de las suyas. El resultado fue un disgusto importante por parte de la Guardiana, cansada ya de las sandeces del gnomo, de su manía de meter las narices en todo y sobretodo, sobretodo, de la extremada falta de discreción de la que era capaz.

Con lo listo que era para algunas cosas… y lo rematadamente idiota que podía resultar en otras.

Esto había sido la gota que colmaba el vaso, se había cansado. Le adoraba por encima de todas las cosas y sabía que iba a costarle, pero necesitaba saber si podía darle una lección. Recordó la forma en la que el elfo pelirrojo más le había dañado, recordó el vacío y la decepción en su voz queda y en la evidencia de borrar su nombre del recuerdo. De modo que hizo lo mismo. No volvió a pronunciar el nombre del gnomo desde ese instante.”



Y al verle allí, tan calladito y serio, supo de alguna forma, que estaba funcionando.

Connor la empujó sutilmente y se puso tras ella, en guardia. Aluriel se giró y observó con indiferencia la figura de Syra apuntándola con el arco. Fue rápido, la elfa descolgó el suyo y el brillo de los arqueros arcanos se reflejó en sus ojos negros, que miraron a la humana con frialdad y decisión. Muchos fueron los que se pusieron en medio intentando disuadirla mientras gritaba al viento frases que, sin duda, reflejaban que su conciencia vagaba perdida. Esa tal “Dama Oscura” la poseía.

Situaciones caóticas a las que la Guardiana poca atención prestó, su brazo solo se relajó cuando Syra desapareció de su vista. No le importó mucho lo sucedido después… Devoto cayó al suelo, Syra volvió en sí… algún “te quiero” susurrado entre ellos… Todo perdió importancia cuando las puertas de la villa se abrieron y el destello rojizo inundó la escena.

- Astarte…

Tras escucharle decir demasiadas estupideces, y preguntarse cómo Claire podía soportarle cada día, se acercó a llamar su atención…

……….


….. algo de lo que se arrepintió casi al instante…


- ¡¡¡Hola cielo!!! ¿Por fin has decidido salir conmigo? – todo el cuerpo de Aluriel se tensó y luchó con todas sus fuerzas por eliminar la gratificante imagen de ella estrangulandole.
- Astarte, necesito hablar con vos.
- Claro cariño, dame un segundo que averigüe qué sucede por aquí.
- Astarte… es importante – el elfo la miró y sonrió con esa picardía con la que tanto le gustaba provocar.
- Vaya… ¿por fin te has decidido? ¿Te casarás conmigo entonces? – se arrodilló frente a ella – Dime, ¿Querrás hacerme el hombre más faliz?

Aluriel pudo sentir la ira contenida de Connor, sus ojos clavados en el elfo mientras, posiblemente, afilaba la guadaña en su mente. Ella se limitó a descolgar el preciado estoque y colocarlo frente al rostro del bardo.
- ¿Uh? Bueno, bueno, con un “no” hubiese bastado.
- Astarte… tenemos que hablar.
- Claro mi vida, ¿cuánto dinero necesitas? – abrió una bolsita con oro – Ya sabes que no tengo problema en darte lo que necesites.

Estalló. En su mente no solo lo estrangulaba sino que también lo descuartizaba y lo dejaba esparcido trozo a trozo por todo Nevesmortas.
- ¡¡Que los nueve infiernos se te lleven!! Ya buscaré yo sola a Maxam Maxer– se dio la vuelta y solo se detuvo ante el grito del elfo rubio.
- ¿Qué? ¡¡¡Pero si está muerto!!! Bueno… ya le llevaré flores más tarde y se le pasará… - Aluriel escuchó el bufido de Connor y se acercó de nuevo al bardo haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad.
- Damián…
- ¿Si, cielo?
- ¿Podemos hablar en privado?
- Mmmmm… claro – sonrió cautivador pero no funcionaría con ella… por muy guapo que el condenado fuese.

Se alejaron hacia el norte y se ocultaron entre unos árboles, allí nadie les interrumpiría y Aluriel por fin podría tratar con él con tranquilidad.
- Espero que no le debas dinero a Maxam.
- Dime, ¿de qué le conoces?
- Oh, era un arpista – ella entrecerró los ojos, los rumores eran muchos sobre aquel elfo engreído, quizá esa noche encontrase más respuestas de las que buscaba.
- Ajá… ¿y?
- Pues que murió.
- Lo sé, lo mató un Baalor – Damián alzó una ceja mirándola.
- Em… no… no es eso lo que dicen mis libros.
- Pues eso es lo que yo ví – Alzó ahora la otra ceja.
- ¿Qué? – Aluriel desató el estoque y lo mostró al elfo.
- Hace unas noches este estoque apareció en la sede, con una carta que únicamente rezaba mi nombre.
- Ah… bonito regalo.
- Si, mas no sé quién lo manda.
- Pues alguien que quiera que lo tengas.
- Obviamente… pero ¿por qué? En Argluna me dijeron que tú fuiste poco tiempo antes con uno igual.
- ¿Yo? Que va mujer…
- Dijeron que era un elfo rubio, vestido de rojo y con mucha labia – la elfa cayó entonces en la mano artificial del bardo… quizá hubiese sido un buen detalle a tener en cuenta a la hora de preguntar por él, pero lo cierto era que nunca recordaba que el elfo había perdido una mano tiempo atrás.
- ¿Y? ¡¡¡El rojo está de moda!!! Hay mucha gente que viste así.
- Bien… entonces preguntaré a otro sobre el Castillo Puerta del Infierno – por primera vez él palideció.
- ¿Qué? - se hizo un largo silencio - Ese… ese castillo fue destruido por los arpistas hace más de cincuenta años… - Aluriel asintió, consciente de ello, despegó los labios para contestar y por alguna razón algo muy distinto salió de su boca.
- De un pasado cercano… de un exilio olvidado… ella volverá… - si era posible que Damián palideciese más, ese fue el momento.
- Tormenta…
- ¿Eh?
- No… nada nada… - la elfa le tomó del brazo con cuidado y le miró sincera.
- Por favor Damián, no me mientas. En esto no… - el elfo suspiró.
- Esta bien… fui yo quien te dio el estoque… lo siento. Pero tenía que intentarlo, era la única manera de que el encantamiento se rompiese.
- ¿Encantamiento? ¿Qué encantamiento?
- Pues yo que sé… el que tendrá el estoque digo… - miró hacia otro lado.
- Damián… - Aluriel suspiró – Está bien. Escucha.

La Guardiana comenzó a relatarle al Trovador su “viaje” a aquel castillo, explicándole cada detalle que recordaba, cada frase, cada movimiento, cada destello extraño. Damián no interrumpió ni una sola vez, casi ni parpadeaba ante lo que la joven arquera le estaba explicando. Para él, nada tenía sentido.

Cuando Aluriel terminó, Damián tomó aire. Esta vez fue él quien habló largo y tendido.
- Existe una leyenda… se cuenta que Maxam creó, con el cabello de una Fey’ri y la sangre de su amada, un estoque mágico que atrapara su amor. Es por eso que dicen que solo una mujer de sangre elfica y corazón puro puede blandir el arma, solo con ella el encantamiento se romperá.
- ¿Qué encantamiento?
- El que impide que el estoque muestre su verdadero poder. Tormenta Manoargentea era la amante de Maxam…
- Si… pude deducirlo por cómo se hablaban pero… el Baalor acabó con ambos.
- No… Tormenta sigue viva… pero no sé dónde está.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque estuve con ella en el castillo cuando fue destruido por los arpistas.
- Ya veo… ¿debo deducir entonces que los rumores son ciertos? – Damián no respondió a eso, se limitó a mirar hacia otro lado. Sabía perfectamente a qué se refería la elfa.
- Aluriel, ese estoque es peligroso, no deberías quedártelo. Siento habértelo dado pero llevo tanto tiempo buscando respuestas que fue la única salida que vi…
- ¿Peligroso?
- Te llevó cincuenta años atrás…
- Si pero… también me trajo de vuelta… tú me lo diste porque buscabas respuestas, quizá sea esto lo que andabas buscando.
- ¿En qué piensas?
- ¿Dónde estaba ese castillo?
- En Bosque alto… al sur… pero nadie se acerca allí a varias millas a la redonda.
- ¿Por qué?
- Porque aún siguen apareciendo criaturas demoníacas.
- Pero quizá allí haya respuestas. Si encontrase el lugar dónde el Baalor nos atacó...
- ¡No Aluriel! Por favor, no pienso permitir que te suceda algo por mi culpa.
- ¡Venga ya! – la elfa rió – Si en el fondo estás deseando que vaya y que tenga razón y pase algo.
- No tengo ningún deseo de que mueras estúpidamente Aluriel…
- No voy a morir, solo investigar.
- Te digo que no, ¡olvídalo! ¡Ese estoque está mejor enterrado!

La discusión fue corta aunque intensa, Aluriel al final accedió en no buscar el castillo, pero hubo un brillo en los ojos de Damián que reflejó su disgusto ante aquella “victoria”.
Largas horas habían estado ambos hablando, tantas que a la elfa no le sorprendió ver la figura de Connor aparecer a lo lejos, con el ceño fruncido y mirada de pocos amigos.
Damián alzó ambas manos y gritó teatral.
- ¡No la he tocado! ¡Lo juro! ¡Fue ella quién me besó! – la joven arcana puso los ojos en blanco, al fin y al cabo, Damián tenía un papel que representar.
- Tienes suerte de que confíe en ella – el herrero sonó siniestro.
- Bueno bueno, no digo que el beso no me gustara…
- Damián, ¿no tenías cosas que hacer?
- ¿Eh? Aaaaah, siiiiii, claaaaaaro – le guiñó un ojo a la elfa y ella suspiró – Claro claro, voy a hacer esas cosas que tú sabes en ese sitio y a esa hora – volvió a guiñarle el ojo.

La joven guardiana meneó la cabeza y se alejó del elfo tirando de Connor, intentando así que el herrero sacase a relucir su guadaña, rebanando algún pescuezo arpista.

Caminaron juntos hacia las habitaciones de la Flecha del Destino mientras Aluriel le relataba todo lo hablado con el Trovador. Connor se mostró preocupado en todo momento, seguía sin gustarle un ápice todo aquello.





Las horas fueron pasando y Aluriel fue incapaz de sacar de la cabeza todas y cada una de las palabras de Damián. ¿Un estoque hecho por amor? ¿Un encantamiento de poder? ¿Viajes en el tiempo? Ni el mejor de los arcanos podría conseguir algo así…

El pelo de Connor se enredaba en sus dedos mientras le acariciaba y escuchaba su respiración pausada. Sentirle dormir era un placer inexplicable, nunca comprendería cómo podían perder la conciencia de esa forma.
Miró al techo y suspiró largamente, dibujando líneas inexistentes en el aire, trazando el camino en el bosque, la grieta en aquella pared, cualquier detalle que recordase para volver a llegar y saber a ciencia cierta que era el lugar indicado. Y entre tanto trazado, entre aquel mapa mental que estaba construyendo, una frase salió sola de sus labios. Una frase que nunca había escuchado pero que ahora no dejaba de golpear su mente.

- De un pasado cercano… de un exilio olvidado… ella volverá…