Jenai “la viajera”
Publicado: Vie Jul 09, 2010 12:09 pm
Historia:
Todo viaje tiene su principio y este es el de Jenai, pero para entenderlo, hay que remontarse muchos años, pues con sus treinta y tantos años, su camino no comenzó al nacer, su camino comenzó cuando aun ni había nacido.
El traqueteo de una carreta se escuchaba por los caminos en una tranquila noche, y acompañándolo, el sonido de las guitarras y los cantos de los gitanos hacían más llevadero el viaje. Siempre se habían caracterizado por disfrutar de una buena travesía y de amenizarla con bebida y canciones, aunque esa noche seria un poco diferente. En el camino, a un lado, en la cuneta, un bulto azulado yacía inmóvil, parecían ropas de buena calidad, y no eran tiempos de desperdiciar algo tirado en el suelo, así que con un tirón de riendas se detuvo uno de los carros, seguido de toda la caravana. Varios de los gitanos se acercaron, y poco a poco, fueron viendo que las telas estaban desgarradas, luego algunas manchas de sangre, y por ultimo a una muchacha agonizante, con la mirada fija, llena de desesperación y con la boca abierta intentando tomar el preciado aire que apenas podía respirar.
Alertando a todos los demás con gritos, la recogieron. Allí mismo, a unos metros, montaron el campamento, las casetas, y los curanderos del clan la atendieron de inmediato. Por suerte, aparentaba más de lo que era, y con algunos vendajes, unas infusiones medicinales y el reposo, pronto se recuperaría.
De nuevo, el traqueteo de la caravana y los cánticos, resonaban en una calida mañana. Poco a poco los ojitos de la mucha se abrían, a su lado un gallo en una jaula, sobre si una lona y a sus pies se podía ver el camino que iban dejando atrás. Se incorporo rápidamente asustada, ¿la habían secuestrado? Poco a poco fue recordando, iba con un grupo de viajeros, ella siempre andaba viajando y atendiendo las heridas de los necesitados, era parte de su fe, la fe de Lurue. Aunque había nacido en la nobleza, pronto fue llamada a ver mundo, desoyendo a sus padres, y en contra de todo lo que le habían inculcado, todo cambio en ella cuando leyó un libro acerca de la doctrina de Lurue. Era todo lo que ella había soñado y como bien decía el libro, Lurue ayuda a que sus seguidores alcancen sus sueños.
Buscaba su lanza con angustia, pero no aparecía por ningún lado, pronto recordó que la había lanzado para salvar a uno de esos viajeros que luego la abandonó, pues era cierto que durante el combate, el grupo de aventureros se asustó y huyeron abandonándola a su suerte. Recordaba huir por el bosque, recordaba que algo le hacia daño, y recordaba haber caído rodando por la pendiente, pero luego, no había nada mas en su mente. Se miró los vendajes, quizás la habían sanado para venderla como esclava, no podía fiarse, así que decidió saltar del carro.
El grito resonó tanto que la caravana se detuvo, y es que, la muchacha no era muy ágil y en el salto se había roto una pierna por la mala caída. Aun así, se arrastraba desesperada por el camino mientras venían hacia ella algunos hombres, mujeres y niños. Se dio cuenta que eran gitanos y con aire desconfiado, enseñaba los dientes con el ceño fruncido, como intentando hacerse la peligrosa. Habiendo nacido en una familia noble, lo que creía saber de los gitanos, es que eran ladrones y vagos. Poco a poco la fueron cercando, y de entre ellos, una voz tranquilizadora la hizo perder ese fingido rostro de furia, cambiándolo por uno de sorpresa. – Tranquila moza, que nosotros no venimos a hacerla ná – La mujer ojeó a todos y encontró a quien hablaba, era un joven apuesto, de ojos brillantes y sonrisa amable, enseguida le pareció que tenia un aspecto “salvaje” que era cautivador, de larga melena y una barba de unos pocos días el muchacho extendió la mano, la cual acepto como hipnotizada, olvidando completamente todos sus anteriores pensamientos. – No nos tengas miedo que no es pa tanto, solo somos unos feriantes, no tendrás miedo a unos feriantes, ¿no? – el grupo reía, haciéndola sentirse ridícula, pero pronto fueron interrumpidos por el muchacho – Anda anda, levántate y vente a cantá con nosotros, que aun queda mucho camino y mucha cosa linda de ver, así como tú – termino diciendo con un guiño divertido, lo que despertó una tímida sonrisa en ella. Tomándola en brazos, pues su pierna estaba rota, la llevo a la caravana, pero esta vez no la sentó atrás, sino que la llevo a la parte delantera, a su lado, mientras él conducía al caballo.
- Dime muchacha, ¿como te llamas? – Ella con un hilo de voz respondió muy tímida a lo que él contesto con gracia y desparpajo – hija si me hablas tan bajo voy a tener que acercarme mucho pa escucharte. ¿Como te llamas? – Ella con tono mas alto repitió su nombre – me llamo Aria de la familia Thoosen – El muchacho rió con ganas ante la formalidad de la mujer. – Anda que me he encontrao una rica – Y mientras reía, una mirada orgullosa y severa de la mujer le hizo dudar de sus palabras – No soy rica, mi familia lo es, pero yo ya no formo parte de ella – Dijo entre molesta y con cierto pesar. Aunque había renunciado a la vida que su familia le ofrecía, debía admitir que añoraba a sus padres. El muchacho entendió y con gesto mas respetuoso pero sin perder esa alegría que le caracterizaba se presentó – Yo soy Edgar y no te diré el apellido de mi familia, porque todos ellos son mi familia – decía con sinceridad mientras gesticulaba hacia toda la caravana de carretas que marchaba entre cánticos por el camino.
El día pasó casi en un suspiro mientras ambos se iban contando cosas, conociéndose y bromeando por todo el camino. La noche llegó y acamparon en un claro. El ambiente era de fiesta, parecía que siempre tenían algo que celebrar, Aria, integrándose un poco mas en el grupo, se vistió con las ropas que le prestaron y festejó con ellos. Algo apartado se encontraba Edgar, la buscaba con la mirada a través de las llamas de la hoguera, ella fue a su encuentro de inmediato y dieron un paseo por las cercanías mientras charlaban. Ella le contó el motivo del abandono de su hogar, su encontrada fe en Lurue y como acabo en aquella cuneta mal herida. Él parecía mas centrado en escucharla que en contar sobre sí, así que ella, intento sonsacarle algo para romper el hielo – Dime Edgar ¿Cual es tu sueño? – El muchacho la miró sin entender – ¿A que te refieres? – Respondió interrogante – Pues… ¿Hay algo que desees hacer mas que nada? ¿Hay algo que deseas alcanzar y crees que no podrás? ¿Sueñas con algo que quieres más que nada? – preguntó rápidamente. El muchacho se lo pensó un poco antes de responder – No, ya tengo tó lo que quiero, viajá, divertirme, cantá, tengo to lo que quiero – Aria lo miro como intentando averiguar si le mentía – Todos tenemos algún sueño inalcanzable – le respondió con tono suave – si es inalcanzable, ¿pa que perder tiempo tras del? – Replicó – pues, por lo hermoso de que quizás pueda verse cumplido – ella sonrió y él sintió un escalofrío, a la luz de la hoguera era preciosa, pero una noble como ella no andaría con un pobre diablo gitano – los sueños no se cumplen – sentencio antes de irse algo triste.
Al día siguiente, él la recibió como si nada hubiera pasado, como si hubiera sido un espejismo esa tristeza, continuaron el viaje, el cual, se les hizo realmente corto, o al menos, Aria deseaba que hubiera durado más. Llegando a una ciudad cercana, pronto recibió noticias de sus padres, los cuales, la buscaban. Ella debía esperarles allí y Edgar tenia que partir al siguiente pueblo, ni siquiera entraron a la ciudad, no eran bien vistos, así que acamparon fuera, como gesto de despedida y para dejar a la noble con los suyos. La tristeza embargó a ambos, por un lado Aria estaba alegre de que volvería con sus padres, pero por otro sentía nostalgia recordando la vida que tuvo con los gitanos, por otro lado, Edgar, el mujeriego y apuesto muchacho, había sentido algo que jamás una mujer le llegó a hacer sentir, esa muchacha en tan poco tiempo, le había calado hondo, pero no volvería a verla nunca, al fin y al cabo, los sueños no se cumplen.
La caravana partió al amanecer y tan solo tardó unas horas en llegar al siguiente pueblo, apartándose a un lado del camino y acampando allí, comenzaron a montar la feria, Edgar bajó y fue dispuesto a descargar la carreta, mientra abriendo las lonas con aire triste sintió un abrazo y antes de poder reaccionar unos suaves y calidos labios atraparon los suyos en un largo beso, simplemente se dejo llevar y cerro los ojos correspondiendo al beso que duraría casi un minuto, pero que para él fue como toda una vida, poco a poco abrió los ojos, sus fuertes piernas temblaban y miró a Aria dentro del carro, quien sonreía tímida y le miraba con autentica felicidad – Pero, ¿pero que haces aquí Aria? – Dijo Edgar aun sin creérselo – bueno – dijo con tono muy bajo – he venido a asegurarme que se cumplan tus sueños – y fundiéndose en un nuevo beso pronto se vieron interrumpidos por las risas y vitoreo del resto de “la familia”, mientras, los padres de Aria no encontrarían a su hija, sino una carta de despedida, llena de amor por ellos, pero donde ella les decía que ahora sabia donde estaba por fin su sitio.
Los años se sucedieron, viajaron y viajaron. Mientras montaban las ferias en los diferentes pueblos, Aria se dedicaba a curar al necesitado, su educación y su aspecto novelesco la abrían caminos en las ciudades para acceder a libros con los que seguir aprendiendo sobre Lurue y el mundo. Pronto se casaron y concibieron una hija, Jenai. La muchacha poseía la belleza de ambos, el orgullo de raza gitana y la alegría de su padre y la devoción y educación que le inculcó su madre. Durante años unida a ellos en sus viajes, llego el momento en que, a sus treinta y tantos años, decidió vivir sus propias aventuras. Triste por abandonar a sus padres, Jenai quería vivir su propia vida, fuera del clan, y formar su propia historia siguiendo la doctrina de Lurue y las tradiciones gitanas.
Todo viaje tiene su principio y este es el de Jenai, pero para entenderlo, hay que remontarse muchos años, pues con sus treinta y tantos años, su camino no comenzó al nacer, su camino comenzó cuando aun ni había nacido.
El traqueteo de una carreta se escuchaba por los caminos en una tranquila noche, y acompañándolo, el sonido de las guitarras y los cantos de los gitanos hacían más llevadero el viaje. Siempre se habían caracterizado por disfrutar de una buena travesía y de amenizarla con bebida y canciones, aunque esa noche seria un poco diferente. En el camino, a un lado, en la cuneta, un bulto azulado yacía inmóvil, parecían ropas de buena calidad, y no eran tiempos de desperdiciar algo tirado en el suelo, así que con un tirón de riendas se detuvo uno de los carros, seguido de toda la caravana. Varios de los gitanos se acercaron, y poco a poco, fueron viendo que las telas estaban desgarradas, luego algunas manchas de sangre, y por ultimo a una muchacha agonizante, con la mirada fija, llena de desesperación y con la boca abierta intentando tomar el preciado aire que apenas podía respirar.
Alertando a todos los demás con gritos, la recogieron. Allí mismo, a unos metros, montaron el campamento, las casetas, y los curanderos del clan la atendieron de inmediato. Por suerte, aparentaba más de lo que era, y con algunos vendajes, unas infusiones medicinales y el reposo, pronto se recuperaría.
De nuevo, el traqueteo de la caravana y los cánticos, resonaban en una calida mañana. Poco a poco los ojitos de la mucha se abrían, a su lado un gallo en una jaula, sobre si una lona y a sus pies se podía ver el camino que iban dejando atrás. Se incorporo rápidamente asustada, ¿la habían secuestrado? Poco a poco fue recordando, iba con un grupo de viajeros, ella siempre andaba viajando y atendiendo las heridas de los necesitados, era parte de su fe, la fe de Lurue. Aunque había nacido en la nobleza, pronto fue llamada a ver mundo, desoyendo a sus padres, y en contra de todo lo que le habían inculcado, todo cambio en ella cuando leyó un libro acerca de la doctrina de Lurue. Era todo lo que ella había soñado y como bien decía el libro, Lurue ayuda a que sus seguidores alcancen sus sueños.
Buscaba su lanza con angustia, pero no aparecía por ningún lado, pronto recordó que la había lanzado para salvar a uno de esos viajeros que luego la abandonó, pues era cierto que durante el combate, el grupo de aventureros se asustó y huyeron abandonándola a su suerte. Recordaba huir por el bosque, recordaba que algo le hacia daño, y recordaba haber caído rodando por la pendiente, pero luego, no había nada mas en su mente. Se miró los vendajes, quizás la habían sanado para venderla como esclava, no podía fiarse, así que decidió saltar del carro.
El grito resonó tanto que la caravana se detuvo, y es que, la muchacha no era muy ágil y en el salto se había roto una pierna por la mala caída. Aun así, se arrastraba desesperada por el camino mientras venían hacia ella algunos hombres, mujeres y niños. Se dio cuenta que eran gitanos y con aire desconfiado, enseñaba los dientes con el ceño fruncido, como intentando hacerse la peligrosa. Habiendo nacido en una familia noble, lo que creía saber de los gitanos, es que eran ladrones y vagos. Poco a poco la fueron cercando, y de entre ellos, una voz tranquilizadora la hizo perder ese fingido rostro de furia, cambiándolo por uno de sorpresa. – Tranquila moza, que nosotros no venimos a hacerla ná – La mujer ojeó a todos y encontró a quien hablaba, era un joven apuesto, de ojos brillantes y sonrisa amable, enseguida le pareció que tenia un aspecto “salvaje” que era cautivador, de larga melena y una barba de unos pocos días el muchacho extendió la mano, la cual acepto como hipnotizada, olvidando completamente todos sus anteriores pensamientos. – No nos tengas miedo que no es pa tanto, solo somos unos feriantes, no tendrás miedo a unos feriantes, ¿no? – el grupo reía, haciéndola sentirse ridícula, pero pronto fueron interrumpidos por el muchacho – Anda anda, levántate y vente a cantá con nosotros, que aun queda mucho camino y mucha cosa linda de ver, así como tú – termino diciendo con un guiño divertido, lo que despertó una tímida sonrisa en ella. Tomándola en brazos, pues su pierna estaba rota, la llevo a la caravana, pero esta vez no la sentó atrás, sino que la llevo a la parte delantera, a su lado, mientras él conducía al caballo.
- Dime muchacha, ¿como te llamas? – Ella con un hilo de voz respondió muy tímida a lo que él contesto con gracia y desparpajo – hija si me hablas tan bajo voy a tener que acercarme mucho pa escucharte. ¿Como te llamas? – Ella con tono mas alto repitió su nombre – me llamo Aria de la familia Thoosen – El muchacho rió con ganas ante la formalidad de la mujer. – Anda que me he encontrao una rica – Y mientras reía, una mirada orgullosa y severa de la mujer le hizo dudar de sus palabras – No soy rica, mi familia lo es, pero yo ya no formo parte de ella – Dijo entre molesta y con cierto pesar. Aunque había renunciado a la vida que su familia le ofrecía, debía admitir que añoraba a sus padres. El muchacho entendió y con gesto mas respetuoso pero sin perder esa alegría que le caracterizaba se presentó – Yo soy Edgar y no te diré el apellido de mi familia, porque todos ellos son mi familia – decía con sinceridad mientras gesticulaba hacia toda la caravana de carretas que marchaba entre cánticos por el camino.
El día pasó casi en un suspiro mientras ambos se iban contando cosas, conociéndose y bromeando por todo el camino. La noche llegó y acamparon en un claro. El ambiente era de fiesta, parecía que siempre tenían algo que celebrar, Aria, integrándose un poco mas en el grupo, se vistió con las ropas que le prestaron y festejó con ellos. Algo apartado se encontraba Edgar, la buscaba con la mirada a través de las llamas de la hoguera, ella fue a su encuentro de inmediato y dieron un paseo por las cercanías mientras charlaban. Ella le contó el motivo del abandono de su hogar, su encontrada fe en Lurue y como acabo en aquella cuneta mal herida. Él parecía mas centrado en escucharla que en contar sobre sí, así que ella, intento sonsacarle algo para romper el hielo – Dime Edgar ¿Cual es tu sueño? – El muchacho la miró sin entender – ¿A que te refieres? – Respondió interrogante – Pues… ¿Hay algo que desees hacer mas que nada? ¿Hay algo que deseas alcanzar y crees que no podrás? ¿Sueñas con algo que quieres más que nada? – preguntó rápidamente. El muchacho se lo pensó un poco antes de responder – No, ya tengo tó lo que quiero, viajá, divertirme, cantá, tengo to lo que quiero – Aria lo miro como intentando averiguar si le mentía – Todos tenemos algún sueño inalcanzable – le respondió con tono suave – si es inalcanzable, ¿pa que perder tiempo tras del? – Replicó – pues, por lo hermoso de que quizás pueda verse cumplido – ella sonrió y él sintió un escalofrío, a la luz de la hoguera era preciosa, pero una noble como ella no andaría con un pobre diablo gitano – los sueños no se cumplen – sentencio antes de irse algo triste.
Al día siguiente, él la recibió como si nada hubiera pasado, como si hubiera sido un espejismo esa tristeza, continuaron el viaje, el cual, se les hizo realmente corto, o al menos, Aria deseaba que hubiera durado más. Llegando a una ciudad cercana, pronto recibió noticias de sus padres, los cuales, la buscaban. Ella debía esperarles allí y Edgar tenia que partir al siguiente pueblo, ni siquiera entraron a la ciudad, no eran bien vistos, así que acamparon fuera, como gesto de despedida y para dejar a la noble con los suyos. La tristeza embargó a ambos, por un lado Aria estaba alegre de que volvería con sus padres, pero por otro sentía nostalgia recordando la vida que tuvo con los gitanos, por otro lado, Edgar, el mujeriego y apuesto muchacho, había sentido algo que jamás una mujer le llegó a hacer sentir, esa muchacha en tan poco tiempo, le había calado hondo, pero no volvería a verla nunca, al fin y al cabo, los sueños no se cumplen.
La caravana partió al amanecer y tan solo tardó unas horas en llegar al siguiente pueblo, apartándose a un lado del camino y acampando allí, comenzaron a montar la feria, Edgar bajó y fue dispuesto a descargar la carreta, mientra abriendo las lonas con aire triste sintió un abrazo y antes de poder reaccionar unos suaves y calidos labios atraparon los suyos en un largo beso, simplemente se dejo llevar y cerro los ojos correspondiendo al beso que duraría casi un minuto, pero que para él fue como toda una vida, poco a poco abrió los ojos, sus fuertes piernas temblaban y miró a Aria dentro del carro, quien sonreía tímida y le miraba con autentica felicidad – Pero, ¿pero que haces aquí Aria? – Dijo Edgar aun sin creérselo – bueno – dijo con tono muy bajo – he venido a asegurarme que se cumplan tus sueños – y fundiéndose en un nuevo beso pronto se vieron interrumpidos por las risas y vitoreo del resto de “la familia”, mientras, los padres de Aria no encontrarían a su hija, sino una carta de despedida, llena de amor por ellos, pero donde ella les decía que ahora sabia donde estaba por fin su sitio.
Los años se sucedieron, viajaron y viajaron. Mientras montaban las ferias en los diferentes pueblos, Aria se dedicaba a curar al necesitado, su educación y su aspecto novelesco la abrían caminos en las ciudades para acceder a libros con los que seguir aprendiendo sobre Lurue y el mundo. Pronto se casaron y concibieron una hija, Jenai. La muchacha poseía la belleza de ambos, el orgullo de raza gitana y la alegría de su padre y la devoción y educación que le inculcó su madre. Durante años unida a ellos en sus viajes, llego el momento en que, a sus treinta y tantos años, decidió vivir sus propias aventuras. Triste por abandonar a sus padres, Jenai quería vivir su propia vida, fuera del clan, y formar su propia historia siguiendo la doctrina de Lurue y las tradiciones gitanas.