María - la arcana sin "R"
Publicado: Jue Sep 30, 2010 10:06 pm
Nació en la costa de la espada, en la pequeña villa de candelero.
Aprendió las bases de las artes mágicas en la gran biblioteca del lugar.
Hija tan sólo de una madre, de padre desconocido, María tuvo una infancia terrible.
En la escuela los demás niños se burlaban de ella,
tanto por el tiempo que pasaba en la biblioteca, como por el impedimento a la hora de hablar.
Un impedimento que tenía de nacimiento, que le impedía pronunciar la "r".
La verdad es que María no destacaba en clase, casi ni prestaba atención, dedicaba todo su
esfuerzo e ingenio a estudiar la magia. Pronto consiguió realizar conjuros menores, trucos y
otros de poca importancia. Cuanto más aprendía, más interés tenía en seguir aprendiendo y menos
atención prestaba en la escuela.
Las burlas y abusos que sus compañeros de escuela ejercían sobre ella, le llevaron a buscar y
establecer amistades con gente de la calle, según su madre, de reputación dudosa. María dejó
de ir a la escuela, harta de no aprender nada que no pudiera aprender por su cuenta. Por las
mañanas iba a la biblioteca a aprender, y por la noche salía con sus nuevos amigos. Allí
conoció a Silea. Una elfa muy diestra que enseguida se encariñó con ella y la protegió de
burlas y demás.
Con Silea y los demás, María aprendió cosas útiles que no enseñaban en la escuela, como forzar y
abrir cerraduras (siempre las de la taverna, donde entraban a coger "prestados" un par de barriles),
detectar y desactivar algunas trampas rudimentarias (como las que puso Ledón, el gerente de la taverna
tras notar que le faltaban barriles) y un sin fin de trucos y pequeñas cosas propias de los pequeños
pícaros de la villa.
A medida que pasaba el tiempo, María iba adquiriendo más poder como maga. Ya podía incluso conjurar
hechizos del primer círculo de magia y eso llamó la atención de más gente de la que le convenía.
Un día, a María fueron a visitarle unos hombres de negro, con capas y capuchas que hacía imposible
reconocerlos. Les había llegado a sus oidos que María era una iniciada en la magia, que tenía acceso
a la biblioteca de candelero...y ellos estaban muy interesados en conseguir un libro de esa biblioteca,
un libro muy especial. María, rechazo colaborar con ellos, pero tuvo que cambiar de opinión cuando le
comunicaron que su amiga Silea había sido capturada, para asegurarse mi colaboración, y que si no cumplía
se verían obligados a matarla.
Esa misma noche, al pasar la media noche, María entró en la biblioteca, a escondidas, usando los trucos que
Silea le había enseñado para pasar desapercibida, abrir las cerraduras de las puertas y escabullirse entre algunos
guardias. Avanzó por los largos pasillos y descendió hasta el sótano, lugar al que sólo podían acceder los adeptos
a la magia. La puerta a la biblioteca prohibida estaba custodiada por un hombre alto y esbelto, un guardia con un
mandoble enorme en la espalda. Un conjuro pertinente, y el guardia se quedó aturdido.
El conjuro no iba a durar mucho y María tuvo que apresurarse dentro, usando las ganzúas mágicas que le había
regalado Silea por su cumpleaños.
No tardó mucho en encontrar el libro que tenía encargado robar y salió disparada de la biblioteca justo a tiempo,
cuando el guardia había despertado y dió la voz de alarma. Pronto se llenó la biblioteca de guardias.
Intentó esconderse en una de las salas de lectura, pero estaban peinando todo el edificio y no tardarían mucho
en encontrarla. Rápida, sacó un pergamino de la manga y comenzó a leerlo con cuidado, tras lo que corrió hacia la
salida, pasando por delante de los guardias, sin que estos hicieran nada por detenerla. Era invisible.
Era un poco más de la una cuando llegó a los establos, el lugar acordado para el intercambio con los hombres de negro.
Entró silenciosa, todavía invisible, y vio como tres de los hombres de negro estaban sentados sobre la paja, al lado de
su amiga Silea, que estaba atada y amordazada. María se acercó hacia ellos, y se dio cuenta de que uno de los hombres
de negro no llevaba la capucha. Tenía la tez pálida, marcada con tatuajes que le recorrían la cara, con forma de serpiente.
María había leido a cerca de esa secta, un grupo de saqueadores de tesoros que buscaban reliquias por todas las regiones
para después venderlas al mejor postor en el mercado negro. Conocidos por su falta de escrúpulos y su carácter sanguinario,
los miembros de la secta habían sido todos desterrados de las ciudades civilizadas.
Tragó saliva, asustada, y sin saber que hacer. Iba a retroceder hasta la entrada, para aparentar que no había visto nada, pero
no le dio tiempo, el conjuro de invisibilidad se terminó mientras lo hacia. Los tres hombres de negro se giraron hacia ella, tapándose
rápidamente la cara el tercero de ellos, dejando oír un gruñido de fastidio.
-"Aquí tenéis el libwo, dejadla iw"
"Chiquilla, has visto el rostro de uno de nosotros, y ahora tú y tu amiga, por ello debéis morir".
Eso fue lo último que escuchó. Cuando se levantó al día siguiente, estaba en el templo de candelero, siendo atendida por
una monje de avanzada edad. Según le explicaron después, alguien la había encontrado inconsciente en el pajar. Preguntó
por Silea y por los hombres de negro, pero nadie había visto a esos hombres, y nadie, ni siquiera sus más cercanos amigos,
habían visto a Silea desde la noche.
Alterada, María corrió al establo. Estaba vació, lógicamente, aunque a ella le habría encantado encontrar a Silea allí sentada,
esperándole como siempre, con una sonrisa. Pero no había nadie. María se sentó desolada en la paja, donde la noche anterior
había estado Silea, pasó su mano por el suelo, imaginando lo cerca que había estado de salvarla, y que lo había estropeado todo.
LLoró, gritó y golpeó el suelo repetidas veces...desesperada, triste, destrozada. Entonces, al golpear la paja, un trozo de papel
salió a la superficie. Una pequeña nota, firmada por Silea:
"Me llevan, no estoy muerta, acepté trabajar con ellos si te perdonaban la vida. No me olvides." Y escrito a una velocidad atroz, se
podía leer..."M. A".
Su única amiga de verdad, la persona que le había dado todo, la que mejor le había tratado y cuidado a lo largo de los años, la
persona que le había tenido como una igual, le había respetado, la persona que acababa de dar su libertad, por salvar su vida...
"Te encontwawé". Esas fueron sus últimas palabras dichas en candelero....y María partió en busca de Silea...¿A dónde? Pues a donde va
a ser...a "M. A"... la Marca Argéntea.
Aprendió las bases de las artes mágicas en la gran biblioteca del lugar.
Hija tan sólo de una madre, de padre desconocido, María tuvo una infancia terrible.
En la escuela los demás niños se burlaban de ella,
tanto por el tiempo que pasaba en la biblioteca, como por el impedimento a la hora de hablar.
Un impedimento que tenía de nacimiento, que le impedía pronunciar la "r".
La verdad es que María no destacaba en clase, casi ni prestaba atención, dedicaba todo su
esfuerzo e ingenio a estudiar la magia. Pronto consiguió realizar conjuros menores, trucos y
otros de poca importancia. Cuanto más aprendía, más interés tenía en seguir aprendiendo y menos
atención prestaba en la escuela.
Las burlas y abusos que sus compañeros de escuela ejercían sobre ella, le llevaron a buscar y
establecer amistades con gente de la calle, según su madre, de reputación dudosa. María dejó
de ir a la escuela, harta de no aprender nada que no pudiera aprender por su cuenta. Por las
mañanas iba a la biblioteca a aprender, y por la noche salía con sus nuevos amigos. Allí
conoció a Silea. Una elfa muy diestra que enseguida se encariñó con ella y la protegió de
burlas y demás.
Con Silea y los demás, María aprendió cosas útiles que no enseñaban en la escuela, como forzar y
abrir cerraduras (siempre las de la taverna, donde entraban a coger "prestados" un par de barriles),
detectar y desactivar algunas trampas rudimentarias (como las que puso Ledón, el gerente de la taverna
tras notar que le faltaban barriles) y un sin fin de trucos y pequeñas cosas propias de los pequeños
pícaros de la villa.
A medida que pasaba el tiempo, María iba adquiriendo más poder como maga. Ya podía incluso conjurar
hechizos del primer círculo de magia y eso llamó la atención de más gente de la que le convenía.
Un día, a María fueron a visitarle unos hombres de negro, con capas y capuchas que hacía imposible
reconocerlos. Les había llegado a sus oidos que María era una iniciada en la magia, que tenía acceso
a la biblioteca de candelero...y ellos estaban muy interesados en conseguir un libro de esa biblioteca,
un libro muy especial. María, rechazo colaborar con ellos, pero tuvo que cambiar de opinión cuando le
comunicaron que su amiga Silea había sido capturada, para asegurarse mi colaboración, y que si no cumplía
se verían obligados a matarla.
Esa misma noche, al pasar la media noche, María entró en la biblioteca, a escondidas, usando los trucos que
Silea le había enseñado para pasar desapercibida, abrir las cerraduras de las puertas y escabullirse entre algunos
guardias. Avanzó por los largos pasillos y descendió hasta el sótano, lugar al que sólo podían acceder los adeptos
a la magia. La puerta a la biblioteca prohibida estaba custodiada por un hombre alto y esbelto, un guardia con un
mandoble enorme en la espalda. Un conjuro pertinente, y el guardia se quedó aturdido.
El conjuro no iba a durar mucho y María tuvo que apresurarse dentro, usando las ganzúas mágicas que le había
regalado Silea por su cumpleaños.
No tardó mucho en encontrar el libro que tenía encargado robar y salió disparada de la biblioteca justo a tiempo,
cuando el guardia había despertado y dió la voz de alarma. Pronto se llenó la biblioteca de guardias.
Intentó esconderse en una de las salas de lectura, pero estaban peinando todo el edificio y no tardarían mucho
en encontrarla. Rápida, sacó un pergamino de la manga y comenzó a leerlo con cuidado, tras lo que corrió hacia la
salida, pasando por delante de los guardias, sin que estos hicieran nada por detenerla. Era invisible.
Era un poco más de la una cuando llegó a los establos, el lugar acordado para el intercambio con los hombres de negro.
Entró silenciosa, todavía invisible, y vio como tres de los hombres de negro estaban sentados sobre la paja, al lado de
su amiga Silea, que estaba atada y amordazada. María se acercó hacia ellos, y se dio cuenta de que uno de los hombres
de negro no llevaba la capucha. Tenía la tez pálida, marcada con tatuajes que le recorrían la cara, con forma de serpiente.
María había leido a cerca de esa secta, un grupo de saqueadores de tesoros que buscaban reliquias por todas las regiones
para después venderlas al mejor postor en el mercado negro. Conocidos por su falta de escrúpulos y su carácter sanguinario,
los miembros de la secta habían sido todos desterrados de las ciudades civilizadas.
Tragó saliva, asustada, y sin saber que hacer. Iba a retroceder hasta la entrada, para aparentar que no había visto nada, pero
no le dio tiempo, el conjuro de invisibilidad se terminó mientras lo hacia. Los tres hombres de negro se giraron hacia ella, tapándose
rápidamente la cara el tercero de ellos, dejando oír un gruñido de fastidio.
-"Aquí tenéis el libwo, dejadla iw"
"Chiquilla, has visto el rostro de uno de nosotros, y ahora tú y tu amiga, por ello debéis morir".
Eso fue lo último que escuchó. Cuando se levantó al día siguiente, estaba en el templo de candelero, siendo atendida por
una monje de avanzada edad. Según le explicaron después, alguien la había encontrado inconsciente en el pajar. Preguntó
por Silea y por los hombres de negro, pero nadie había visto a esos hombres, y nadie, ni siquiera sus más cercanos amigos,
habían visto a Silea desde la noche.
Alterada, María corrió al establo. Estaba vació, lógicamente, aunque a ella le habría encantado encontrar a Silea allí sentada,
esperándole como siempre, con una sonrisa. Pero no había nadie. María se sentó desolada en la paja, donde la noche anterior
había estado Silea, pasó su mano por el suelo, imaginando lo cerca que había estado de salvarla, y que lo había estropeado todo.
LLoró, gritó y golpeó el suelo repetidas veces...desesperada, triste, destrozada. Entonces, al golpear la paja, un trozo de papel
salió a la superficie. Una pequeña nota, firmada por Silea:
"Me llevan, no estoy muerta, acepté trabajar con ellos si te perdonaban la vida. No me olvides." Y escrito a una velocidad atroz, se
podía leer..."M. A".
Su única amiga de verdad, la persona que le había dado todo, la que mejor le había tratado y cuidado a lo largo de los años, la
persona que le había tenido como una igual, le había respetado, la persona que acababa de dar su libertad, por salvar su vida...
"Te encontwawé". Esas fueron sus últimas palabras dichas en candelero....y María partió en busca de Silea...¿A dónde? Pues a donde va
a ser...a "M. A"... la Marca Argéntea.