Página 1 de 1

Historia de Cuchulain

Publicado: Mié Nov 22, 2006 11:16 pm
por Cuchulain
Nombre: Cuchulain Adlugh
Raza: Humano, de los llamados iluskanos
Edad: 32 años (en el momento actual)
Género: Varón
Clase Inicial: Guerrero

Apariencia:
• Altura: 1´85
• Peso: 98 kg
• Pelo: Castaño, afeitado
• Ojos: Azules
• Es un hombre alto y fornido, musculado y moreno de piel, curtida al sol. Su cara es de constitución ósea fuerte, pero no es nada bella. Si bien antes no era guapo, desde que tiene una cicatriz que le cruza la cara sin dañarle los ojos, es bastante feo. Se afeita el pelo, por lo que siempre aparece calvo.

Personalidad:
• Virtudes: Alegre, jovial, simpático, sociable, juerguista, bromista, sincero, valiente, de buen corazón, amigo de sus amigos, leal hasta la muerte con ellos.
• Defectos: Demasiado sincero, sin tacto, carente de sutilidad alguna, sin educación para comer o para relacionarse, muy mal genio, carácter visceral, poca paciencia, imprudente, actúa antes de pensar, inculto (excepto leer o escribir), desconfiado con los extraños. Sus métodos suelen ser poco o nada reflexivos, irritante, saca de quicio, cabezota, cabezadura, deslenguado, camorrista, bravucón, desmedido en los placeres… (en fin, para qué seguir…)

Motivaciones: Cuchulain viene huyendo de una guerra carente de honor, una guerra entre hermanos. Su motivación en la vida es luchar por algo que valga la pena y disfrutar con ello y con las aventuras que conllevan.

Odios: Odia a sus propios hermanos bárbaros, por lo que son y en lo que se han convertido. Odia muy profundamente a los traficantes de esclavos.

Virtudes y Defectos: Ya descritos, pero añado mas que no sean de personalidad: Es un hombre muy fuerte, y no carente de agilidad ni de inteligencia (aunque a veces aparenta lo contrario). No sabe apenas nada de otras culturas ni otros lugares, aunque le suenan nombres. Tiene poca memoria y además no oye demasiado bien (¿muchos golpes en la cabeza?). Ronda a toda mujer que ve, pero en el fondo cree que ninguna le hará caso, a causa de su cicatriz.

Aspiraciones Futuras: Sólo aspira a vivir la vida plenamente y según su propia conciencia, acompañado de sus amigos, y a morir como un guerrero, con la espada en la mano y en una gran batalla.

Historia de Cuchulain Adlugh
Trilogía


Capítulo I – El amanecer del guerrero

Si bien para algunos pueblos 16 primaveras no era mucho tiempo, para los bárbaros iluskanos del norte era suficiente para convertir a un niño en un hombre. Hoy brillaba el cielo sobre las montañas Nether.

Cuchulain y otros jóvenes como él celebraban hoy el Día de la Mayoría de Edad, fiesta propia de la tribu del Dragón Azul, en la que unos jóvenes que se consideraban ya preparados, se les sometía a una prueba de valor y fuerza para demostrar si merecían ser llamados hombres. De un total de cinco jóvenes, Cuchulain era el tercero en realizar la prueba. El primer joven había muerto durante su prueba. El segundo, un enorme bárbaro pelirrojo llamado Drum, ya había pasado la prueba, no sin un considerable esfuerzo físico e incontables heridas.

Desde la honorable muerte de su padre, Lugh, el fundador de su clan (familia), en combate, Cuchulain no había deseado otra cosa que convertirse en un gran guerrero como él. Su madre, que aún vivía, aprobaba este espíritu, pues no hay mayor honor que el que muere en una batalla. Además su hijo siempre fue fuerte, y, si bien nunca había sido bello, si era bastante más ágil e inteligente que el resto de la tribu. Su madre, Déctera, hubiera querido enseñarle algo mas que leer y escribir, pero el chico estaba todo el tiempo entrenando, y no había podido estudiar nada mas que las artes de la guerra.

Llegó la hora. Cuchulain se quitó el chaleco de piel de venado y dejó su torso y sus tatuajes tribales a la vista. La prueba se debía de hacer sin ningún tipo de armadura o protección, y sin armas. Se puso en guardia y miró el portón de madera. Sonó un cuerno, y enseguida todos los que veían la prueba se pusieron detrás de la barrera, dejando únicamente a Cuchulain en el recinto circular. Entonces se abrió la puerta, y un búfalo del norte salió a toda velocidad al ruedo, fijándose al momento en el joven y embistiéndole después. Cuchulain no sabía como debía de hacer para recibirle, pero debía evitar esos magníficos cuernos a toda costa. Se tiró a un lado, y le propinó un puñetazo al búfalo en la cabeza, pero éste siguió su camino como si nada. Esa había sido la técnica de Drum, pero parece que a Cuchulain no le había funcionado, pues aunque no carecía de fuerza, la suya no se podía comparar con la del gigante pelirrojo. De pronto notó que por detrás venía de nuevo la bestia, dispuesta a ensartarle cual jabalí a la brasa. Cuchulain no pudo evitarlo de nuevo, y tuvo que aguantar la embestida agarrando los cuernos y dejando que el animal le golpease el pecho con su tez. Entonces el muchacho, magullado y dolorido, se agarró bien a su cuello y se dejó caer, el búfalo fue frenando por la incómoda postura, y se revolvía para soltarse de aquel humano molesto, pero Cuchulain no se soltaba. La bestia acabó parándose de cansancio y seguía girando el cuello para liberarse, pero ya no lo hacía con tanto vigor. Entonces el aspirante a hombre agarró con más fuerza el cuello del búfalo y lo torció hasta tumbar al animal, y, después de un gran esfuerzo, consiguió controlarlo en esa postura. En el suelo, el joven hizo todo lo que pudo para torcer el cuello del adversario. Cuando se cansaba le pegaba puñetazos en la columna para romperle alguna vértebra. Finalmente se sentó sobre el animal y tiró de los cuernos con toda su fuerza y con un movimiento de giro, hasta que sonó un “clac” y el animal dejó de moverse y, poco a poco, de respirar.
Aunque la prueba requería que el aspirante matara al animal a golpes, aceptaron la prueba de Cuchulain como válida por haber resuelto la situación de una manera más ingeniosa que el resto de aspirantes. Ese día Cuchulain pasó de niño a hombre. Entre vítores y ríos de cerveza, la bebida tradicional de la tribu, la fiesta se perpetuó a la luz de las estrellas durante toda la noche.

Días después, el jefe de la tribu, Botann, llamó a todos los hombres jóvenes para la guerra. La conquista de los pueblos del sur había comenzado, y por Tempus que triunfarían. Cuchulain estaba entre ellos, cogió una espada grande, que él podía manejar con una mano, “de puño y medio” la llamaban, y marchó a la guerra, su primera guerra. Continuará…


Capítulo II – Sangre entre hermanos

Había sido fácil y rápido, un ataque por sorpresa contra el pueblo pesquero más oriental de la zona. Cuchulain ni siquiera sabía el nombre de este pueblo sureño, ni le importaba, pues sólo tenía su mente puesta ahora en rematar a los heridos del bando contrario. Tras atravesar el costillar de un sureño echando todo el cuerpo sobre la espada, Cuchulain buscó a sus compatriotas para reagruparse en el llano de donde habían salido por sorpresa. Los planes del jefe Botann ambicionaban ciudades cada vez mayores. Primero fueron pequeñas aldeas sin importancia, y ahora este pequeño pueblo pesquero. Pronto dirigirían sus miradas a las diez ciudades principales de la comarca.

El invierno se había echado encima, el miembro mas joven del Clan Adlugh se echó el manto de piel de lobo por encima, pues la nieve se hacía mas espesa, y ya no era tiempo de correr semidesnudo por las praderas sin protección contra este frío creciente. Al llegar al campamento de la tribu, notó que el ambiente estaba tenso y los norteños se mostraban inquietos. Luego oyó voces desde la tienda de los jefes de Clanes y allí se dirigió. Su tío, Arako Adlugh, jefe de su clan, quién le había enseñado el manejo de la espada en ausencia de su padre, discutía acaloradamente con otro jefe de Clan sobre el reparto de ganancias y los planes a seguir. Shoros Medlan, jefe del Clan Medlan, siempre había odiado a los Adlugh, pero hasta ahora no se había atrevido a levantar la voz contra ellos; Ésta era la primera vez, y eso constituía una gran falta de respeto. Arakos y Shoros estaban a punto de llegar a las manos cuando Botann, jefe de la tribu y por tanto de todos los clanes, los calló con un gesto, y luego habló:

-Bravos habéis sido todos. Pero mientras los Adlugh estaban en la vanguardia de la batalla cortando cabezas, los Medlan tan sólo esperaban en reserva y se ocupaban de los que escapaban. El premio mayor, mi hija Ainé, será para los Adlugh, y será tomada como esposa por el joven Cuchulain, que es el único descendiente del difunto Lugh, antiguo jefe del clan.
El joven Adlugh no podía creer lo que oía. La hija del jefe supremo iba a ser su esposa. La chica no carecía de belleza, mas no la conocía y tampoco sabía como lo aceptaría ella, pues no era precisamente el norteño mas apuesto. Pero él aceptó el enlace, pues conllevaría grandes ventajas a su clan y además sería una grave ofensa rechazarla. Arakos sonrió satisfecho, pues se había hecho honor a su difunto hermano mayor.

Los Medlan dirigieron una mirada oscura al joven prometido…

El enlace duró tres días, el anciano del lugar rodeaba las manos de ambos contrayentes con un lazo adornado con hojas verdes y recitaba unas oraciones. El resto era baile, fiesta y cerveza, mucha cerveza.

Diez días después, un chillido que parecía de jabalí degollado alarmó a los clanes al alba. Todos coincidían en que el grito había venido de la tienda del jefe tribal, y al ir allí se encontraron al anciano jefe bañado en su propia sangre tumbado en su lecho. Había sido degollado por una daga traidora mientras dormía.
Los Adlugh estaban convencidos de que había sido una venganza hacia el jefe tribal por favorecer a su clan, y los Medlan acusaban a los Adlugh proponiendo que se había asesinado al jefe para acelerar el nombramiento de los Adlugh como Clan gobernante, ya que uno de sus miembros estaba casado con la hija del asesinado.
El resto de los clanes se puso de un lado o de otro según las diversas opiniones, y sin más palabras a mediar se llegó a las manos, y de las manos a las espadas, lanzas y hachas. Allí, en el mismo corazón del pueblo norteño, se libró una batalla local entre hermanos.
Desgraciadamente los Clanes que favorecían a los Adlugh eran minoría y en seguida fueron reducidos. Shoros Medlan propuso venderlos como esclavos en vez de matarlos:
-Los sureños no los querrán, pues ellos no trafican, deberíamos venderlos a alguien con más agallas…
-Los elfos de los bosques cercanos nos matarán con sus arcos antes de proponerlo-Contestó otro joven.
A Shoros se le iluminó el rostro y sonrió de forma cruel,
-Tenemos otros vecinos que no rechazarán esclavos.

Tardaron tres días en llegar al enclave orco, una serie de cavernas rodeadas por vallas de madera caóticamente colocadas y pintadas con dibujos obscenos. Allí se cobijaban tribus de orcos y goblins que, en muchas ocasiones habían luchado contra los norteños, y en otras había comerciado pero en esta ocasión habían mandado a unos mensajeros diciendo que tenían esclavos para vender, y si algo le gusta más a los orcos que matar mensajeros, es torturar esclavos. Los orcos aceptaron comerciar con los bárbaros.

Allí, en una mugrienta cueva de gran tamaño, se sentaba un enorme orco sobre un saliente de la roca que utilizaba como trono. Otros orcos más pequeños se sentaban alrededor, siempre en una altura más baja que el rey orco. Entre que el rey sabía algo de común y Shoros Medlan sabía algo de goblin, se las arreglaron para hacer el trato. Presentaron a los nueve prisioneros varones que habían capturado vivos, los demás habían muerto y a las mujeres, entre ellas Ainé, se le había perdonado la vida a cambio de que se anexionaran al clan Medlan como sirvientas.
Algo de oro, pieles, algunos soldados orcos y otros tipos de ayuda para la guerra fueron el precio conseguido por los traidores Medlan al vender a nueve seres humanos. Ni siquiera hubo despedidas irónicas, los traidores dieron la vuelta y marcharon. El rey orco en seguida comenzó a dar órdenes a sus lacayos en su básico idioma de gruñidos y los orcos y goblins ubicaron a los prisioneros en las diferentes tareas para las que utilizaban a los esclavos. A Cuchulain y otros dos norteños fuertes los mandaron al pozo de peleas, donde los esclavos eran desgarrados por animales ante los gozosos ojos de las tribus goblinoides.
El futuro de los esclavos norteños era muy negro.
Continuará…


Capítulo III – La revancha

Tres años como esclavo es mucho tiempo, y cada vez quedaban menos norteños de los nueve que fueron vendidos en su día por los traidores. Tres de ellos habían muerto en los fosos, devorados por las bestias, y otros dos murieron siendo torturados por los orcos por puro placer. Afortunadamente Cuchulain no había sido elegido para las torturas festivas del rey orco, pero sí que había tenido que luchar en el foso con todo tipo de bestias, y a veces saliendo muy malparado con heridas graves.

Hace unos meses que los cuatro hombres vivos que quedaban planeaban escapar de ese infierno. Lo habían pensado mucho y sólo se les había ocurrido una manera: fuego. Tenían que prender fuego al campamento orco. Las vallas eran de madera, así como los instrumentos de tortura. El foso estaba construido con piedra y madera, y los esclavos que trabajaban para los orcos haciendo armas tenían acceso al fuego. Era muy arriesgado, pero es que no veían otra solución, sabían que los orcos temen el fuego.
El día había llegado, Cuchulain esperaba a salir al foso nuevamente a combatir, junto con Salek, otro esclavo norteño. Los otro dos trabajaban en los hornos trabajando el metal, y Cuchulain los podía ver desde su posición. En el foso se apostaban decenas de goblins, orcos y otras razas horrendas como gnolls y algún ogro. Los oía vocear, y los entendía, pues tres años de órdenes continuas había hecho que comprendiera de forma notable su lengua gutural. Los odiaba, deseaba ensartarlos a todos con la hoja corta de cobre mal forjada que tenía en la mano para el combate.
De pronto, los goblinoides empezaron a jalear, y una araña del tamaño de un hombre grande entró en el foso para buscar una presa. Cuchulain miró a sus compañeros en los hornos y estos entendieron. Enseguida y con la ayuda de unas tenazas, comenzaron a lanzar trozos de metal ardiente a todas las superficies de madera, paja o piel, provocando varios incendios en pocos segundos. Entre los orcos cundió el pánico, pues las gradas del foso comenzaron a arder como teas y parte de la valla que separaba la zona de combate de las gradas estaba ardiendo y derrumbándose, con lo cual la araña se fijó en los orcos corriendo de un lado para otro y fue a buscar allí su comida. En su camino dejó a más de un orco tieso, y creó todavía más confusión en el campamento. Cuchulain y Salek lograron salir del recinto, ningún orco se detenía a intentar detener a los prisioneros del foso, pues tenían tanto pánico a quemarse que no prestaban atención a otra cosa. Desgraciadamente los esclavos que habían provocado los incendios no tuvieron una sola oportunidad y fueron asesinados por los guardias cercanos. Cuchu y Salek buscaron una salida, y se dirigieron a una parte de la valla exterior que había sido derrumbada por el fuego. Salieron fuera del campamento, y cuando estaban a unos cincuenta metros, una flecha atravesó la pierna derecha de Salek, imposibilitando que pudiera correr. Cuchu se lo echó a la espalda y siguió corriendo. Sabía que a algunos orcos no le preocupaba tanto el fuego como para dejar escapar a sus juguetes, y más de uno tenía un arco y buena puntería, pues las flechas volaban muy cerca de él, y se ensartaban en las ramas cercanas. Cuchu corría todo lo que podía, pero empezaba a cansarse y decidió descansar detrás de un árbol y enfrentarse a lo que fuera. Al bajar a su amigo observó que tenía otras cuatro flechas clavadas en la espalda y el cuello. Había muerto sin que él se diera cuenta, ya no lo podía salvar, así que decidió dejarlo. Escogió un árbol de fácil escalada y subió hasta ocultarse entre los ramajes. Y esperó.
Sólo tres orcos se le pusieron a la vista, al parecer en el campamento seguía cundiendo el pánico y el resto no se había percatado de la fuga. Dos de los orcos llevaban arcos, y el tercero, a un paso por detrás, llevaba una magnífica cimitarra. Cuchulain no se lo pensó dos veces, se tiró desde lo alto sobre uno de los arqueros, a la vez que soltaba un grito de batalla, con la espada hacia abajo, atravesando así la cabeza del arquero. Enseguida sacó el arma mientras le pegaba un puntapié al segundo arquero, y acto seguido le cortó el cuello. El orco de la cimitarra se acercó al trote enarbolando el arma sobre la cabeza, pero Cuchu fue más rápido y lo esquivó, cortando una de las piernas del adversario. El orco cayó malherido y el bárbaro sólo tuvo que esperar a que se desangrara. Luego cogió la cimitarra. Era pesada, pero podría con ella, por ahora. Siguió corriendo hasta que se puso el sol, pensando sólo en la venganza contra los Medlan.

El campamento norteño ya no era el mismo de hace tres años. El ambiente era más frío, y un aire de tiranía imbuía el poblado. Cuchu entró en el pueblo con una túnica larga y una capucha, para que no le reconocieran. Se dirigió a su antigua casa, en busca de su esposa, pero nada encontró más que ruinas y polvo. Indagó sobre el destino de su esposa, preguntando a las personas que le parecían más fiables, hasta que descubrió que vivía hace tiempo en la casa de su gran enemigo: los Medlan, el clan gobernante. Allí se dirigió, sin importarle más si le reconocían o no. Pero parecía que la gente no lo reconocía de tiempos pasados, y poco les importaba que entrara un extraño en su pueblo. Realmente se había convertido en un triste pueblo.
No fue difícil neutralizar a la pareja de guardias que guardaba la puerta Medlan, pues no eran muy expertos, y no recibieron ninguna ayuda del resto de los ciudadanos. Al entrar en la casa de sus enemigos, Cuchu vio por primera vez en mucho tiempo a su esposa con un niño de unos tres años en su regazo. Cuchulain lo miró con grandes ojos, y miles de pensamientos cruzaron por su mente. Su esposa, sorprendida de que hubiera sobrevivido, calmó sus dudas:
-Es tuyo- Le dijo suavemente como bienvenida- Él jamás me tocó, y yo quedé encinta antes de que te vendieran. Le prometí que no lo traicionaría y él no haría daño al niño nunca.
-¿Dónde está él?- Preguntó Cuchulain con tono duro.
-No lo sé- respondió Ainé.
-Ven conmigo- dijo ahora el bárbaro en tono más suave, y se extrañó de que su esposa dudase nerviosa.
De pronto, Shoros Medlan salió de entre las cortinas de pieles con un puñal en la mano dirigiéndolo justo al corazón de Cuchu. Intentó esquivarlo, pero le hizo un arañazo en el costillar que le hizo sangrar y debilitarse. Él se apretó la herida con fuerza y se descolgó la cimitarra orca. A Shoros se le fue el valor al ver la espada y recordar la difícil situación de la que su contrincante había salido, así que optó por la opción de los cobardes, cogiendo al hijo de Cuchulain como rehén.
-Si te mueves hacia mi, daré muerte a tu vástago, Adlugh- Siseó Shoros mientras reculaba hacia la entrada de la casa.
Cuchulain entrecerró los ojos con odio y le dejó marchar, pero al salir por la puerta salió tras él.
Era noche cerrada, pero el norteño oía correr a su enemigo entre las casas del poblado, corriendo a trompicones. Cuchu intentó seguirlo, pero lo perdió. No sabía hacia donde había ido Shoros, pero un grito infantil lo sacó de sus dudas, y se temió lo peor. Corrió hacia el origen del grito, y se encontró con una imagen que jamás podría olvidar, a su hijo atravesado por la daga traidora, y al traidor a su lado, medio enloquecido y sonriendo.
-¿Creías que dejaría a tu hijo con vida? ¿Crees que dejaría que tu clan continuara?
Cuchulain no se pudo contener más, y con un ensordecedor grito de guerra antiguo, soltó un gran golpe con la cimitarra sobre la cabeza de Shoros, cortándola de un tajo. Recogió su cabeza y la ensartó en una lanza, y luego la clavó en el centro del poblado.

Con lágrimas en los ojos, Cuchulain enterró al hijo que jamás había conocido. Tras un rato, volvió con su esposa, pero ella no estaba donde la había dejado. Preguntó por ella de nuevo, y le dijeron que se había dirigido al acantilado de la Luna, un precipicio de gran altura cercano al poblado.
Cuchulain corrió hacia allí temiendo que los acontecimientos hubieran enloquecido a su esposa. La encontró al borde del pico mas alto del acantilado, y la última frase que oyó fue:
-Mi niño ha muerto ¿verdad?- Sin esperar respuestas, saltó.

Semanas después, Cuchulain vagaba hacia el sur huyendo de todo, de su pueblo, de las traiciones, de los recuerdos…Tardaría mucho en olvidarlo todo.
-Neves..mortas..-quizás en este pueblo encuentre la paz.


Fin….?

Publicado: Jue Nov 29, 2007 8:03 pm
por Ryudo_Tenjin
Está muy bien la historia. En ciertos aspectos tiene muchas similitudes con la de Erik, asi que seguro van a congeniar bien XD.

Publicado: Jue Nov 29, 2007 9:58 pm
por Spinas
Gran escrito :)
saludos

Publicado: Vie Nov 30, 2007 12:19 pm
por rusillo
Me a encantado la historia brother, muy buena, pero jou, valla final ¿no? :cry:

Publicado: Jue Dic 13, 2007 5:05 pm
por erotikus_ahialla
Wow.. alta historia te mandaste jeje. En cierto sentido es muy parecida a la mia, asi q podemos tener puntos en comun entre los pjs n_n