Ardeil, guerrero de Úthgar
Publicado: Vie Feb 11, 2011 5:32 pm

Historia
"Son nórdicos,
bárbaros que pueden comer como cuatro,
beber como doce, combatir como demonios
y morir como hérores."
El llanto de un bebé interrumpió el silencio y los jadeos que arrastraba el viento. Muchos en la tribu esperaban el nacimiento de un nuevo Oso Azul, en las montañas de Sakhrog. Hijo de Aeron, un bravo guerrero. Fuerte. Se había ganado un renombre en sus días mozos, y había tomado a una joven hembra de dorados cabellos, y tez pálida para sí. Una descastada, decían muchos, pero que le había robado el corazón. Pocas veces un hombre nórdico dejaba que su corazón le guiara, pero esta vez, así fue.
Aeron paseaba fuera de la tienda, sus cabellos eran enarbolados por la fría brisa, cuando los primeros llantos llenaron sus oídos.
Es un varón, Aeron. Es un varón, Gritó una matrona anciana, con las manos llenas de sangre. Vivirá, es sano, pero tan blanco como su madre. Pero.., ella, no pudimos hacer nada, Aeron. Sus caderas eran estrechas…
Dos fueron las voces que esa noche clamaron los cielos.
Una vida se enciende, otra se apaga
<¿Qué puedo contarte de ese muchacho? Bah. Débil, la vergüenza de un padre. Se llevó el corazón de una hembra y míralo. Tiene ya seis inviernos, y ni para traer madera sirve. Siempre débil, y enfermo. Aun no sé como su padre le cuida. Le recuerda a ella, es lo que le queda de ella, por eso no le deja ir, por eso, aun cuida de él y no lo ha dado de comer a los orcos…>
El frío se colaba por las ventanas del hogar, de madera y piedra. El joven muchacho se desperezó, frotándose los ojos. Se levantó a ciegas, caminando por su casa hasta llegar a un cuenco no muy alejado. El joven bárbaro soltó un suspiro quedo, de frió. Pero aun así, se humedeció las manos y se lavó el rostro. Para luego mirarse reflejado.
Tenía diez inviernos. Todos sus iguales había superado antes la prueba de madurez, pero él había pasado por una larga enfermedad, y le habían impedido ir a las montañas heladas.
Una semana, era la obligación en su tribu. Una semana de supervivencia en las montañas para demostrar que eras un bárbaro, eras un hombre digno para servir a tu tribu.
Sus ojos se quedaron fijos en la imagen que le devolvía el agua. Dorados cabellos lisos y una palidez enfermiza. Solo sus ojos parecían vivos.
Ardeil, vamos. Es la hora, el pueblo espera, muchacho. No me avergüences aun más.
La voz de Aeron le desperezó. Se ató el taparrabos de piel, así como una guerrera gruesa.
Se calzó las botas de lana de oveja, y tiras de cuero, y salió al exterior.
La imagen ante él quedó grabada por los años. El pueblo se vestía de gala para despedir a sus futuros hombres. Los padres tras sus hijos, armados con lanzas, dagas, y arco corto y flechas. Debía sobrevivir una decana. Así honrarían sus familias.
Ha llegado el momento de que honréis al Oso Azul, a vuestros ancestros y linaje, cachorros. Muchos de los hoy aquí presentes, viajaran al paraíso de Úthgar, el guerrero, en manos de las Valkirias. Pero …. Algunos volveréis, y a ellos, les espera la gloria.
Los muchachos se miraron nerviosos. Cuando el cuerno de Alce sonó, los muchachos se internaron en la espesura, y allí, comienzan los acontecimientos que cambiaron la vida de Ardeil.
Lobos
<Cuando me preguntan acerca de mis días en Las montañas, suelo callar. Me duele recordar. El frió amenazaba con acabar conmigo, además del hambre. Pasé un hambre voraz. Pero… le recuerdo a él, vino a mí, lobo blanco. Aullaste en la noche, me diste tu carne. La carne que tú habías cazado. Vivo gracias a ti, lobo blanco, ¿por qué a mí, débil fantasma nórdico?>
Y así el joven hubiera muerto en aquella prueba. No se alimentó durante el primer día. Y ese día entero le fue desperdiciado construyendo un refugio. Incapaz fue de cazar, así que no tenía con que cubrir los ramales que había encontrado, pero el joven fue hábil, y se hizo con ramas que prendió para calentar sus huesos.
Pero aquella no era una noche cualquiera. Pues no es cualquiera una noche de luna llena.
Los aullidos lejanos no dejaron al joven descansar. Aferrado a la lanza, miraba en rededor, asustado. Se juró que nada sucedía, y cerró los ojos una vez más, rezando a Úthgar para que le diera valor. Y entonces.. algo saltó en su campamento improvisado. El joven rodó lejos de las garras que amenazaron con sesgarle la garganta, y mantuvo la lanza en alto.
Era un tigre de las nieves. Caminaba en círculos alrededor del joven, que le miraba fijamente, tembloroso. Lanzó su cuerpo hacia delante, con la lanza, para clavarla en el lomo del felino, que saltó ágilmente, esquivándole. Tiempo tubo de sesgar con las garras el muslo del joven, que gritó de dolor..
Sin rendirse, giró sobre sí, arrastrando la pierna herida, aun con la lanza alta, y golpeó a la pantera en el morro cuando avanzó para rematarle.
Ésta retrocedió, solo para volver a caminar en círculos alrededor de su presa. Estaba muerto, lo sabía. Ardeil soñó con las Valkirias. Tal vez, su propia madre bajará por él, tenía mareos.., la sangre no paraba de manar. Y un aullido volvió a reanimarlo.
Él había caído, lo sabía. Sentía la fría nieve en sus mejillas, y sus ojos nublados atisbaron a un inmenso lobo albino, de grandes colmillos, luchar contra la bestia.
Volvió la neblina.
Y volvió a ver, una vez más. Pero ya no había tigre de las nieves. Solo estaba él, el lobo. Sintió la calida lengua del animal lamiendo sus heridas. ¿Le había mordido? No, le estaba cuidado. El lobo durmió con él, le calentó esa noche.
Ardeil despertó, ¿había soñado aquello? La herida de su pierna había desaparecido. Y se sentía fuerte. El tigre de las nieves estaba ahí, ¡No lo había soñado!.
Con mano hábil trabajo la piel, y la carne. Así sobrevivió, refugio y alimento. ¿Y el lobo? ¿Lo había soñado? ¿había sido él quien realmente lo había matado?
Esa misma noche obtuvo la respuesta. Una vez más, el frío amenazo sus huesos. Un aullido interrumpió la noche, y el lobo volvió a aparecer. La mirada de Ardeil y el lobo se hicieron uno, y el lobo volvió junto a él, como cada noche de luna llena desde aquel día. Cual guardián.
Se fue un niño, vuelve un hombre
< ¿Qué decir de ese joven? Miradle. Se ha convertido en gloria de nuestra tribu. Es uno de nuestros mejores rastreadores, además, es hábi, fuerte y alto. Además, mira sus rasgos. El condenado chico trae de calle a las chicas de la tribu desde que ha pegado el estirón.>
Así lo quisieron los Dioses. ¿Fueron ellos, realmente?
Enjugo su rostro en el cuenco, y volvió a mirarse reflejado. Pero lo que aquello devolvió, no fue un joven escuálido, ni enfermizo.
Tenía ya dieciséis inviernos, y sus brazos eran fuertes, duros. Desde aquel día en el bosque, no había vuelto a enfermar. Había crecido alto, sano. Y fuerte, muy fuerte. Se había convertido en uno de los mejores cazadores de la aldea, además de en el orgullo de un padre. Los trabajos fisicos habían tenido su recompensa, además de las practicas con la lanza y el hacha de batalla.
El lobo le había bendecido. Jamás debía tener miedo.
La muerte
Dos inmensas figuras caminaban por el Yermo Helado. Las tundras que daban paso al gran Valle del Viento Helado. El hermoso paisaje nevado era una cruel mentira engañosa. Pues en aquel lugar la muerte estaba escondida tras cada roca, tras cada maraña nívea. La figura mas corpulenta, se detuvo unos segundos para tomar aire, y observo su alrededor con suma calma. Hacia días que viajaban y solo se paraban para comer y reposar un poco los pies, pero eso no parecía mitigar el enorme gesto altivo que inundaba a ambos bárbaros.
Estamos cerca, Hijo mío. Nuestra gente acampa tras aquella ladera. Aun el sol no ha despertado, así que reposaremos antes de proseguir y llegaremos al alba. *Aeron el bravo
No muy lejos su hijo asintió despacio las palabras.
El alba no tardo en llegar, pero no fue todo lo que trajo consigo......
Humo, si, lo recuerdo como si fuera ayer. El humo apareció tras la ladera. De la nada. El sonido del metal al chocar nos despertó.... Los gritos. Recuerdo aquellos gritos que hacían eco en aquel mudo Valle de hielo. Lo recuerdo....
¿Que es aquello, padre? *Señalo el joven Ardeil, apuntando las columnas de nube*
Pero su padre ya estaba mirando. Aeron, Campeón de la Tribu del Oso Azul, ya tenia a Cercenadora en la mano, y con un grito bramante, salio a la carrera hacia la ladera. Ardeil se quedo algo anonadado, no por el miedo, si no por la crueldad de aquel bramido, de aquella carrera. Su padre le necesitaba, y su pueblo también.
Cuando los guerreros llegaron a la ladera, lo que vieron fue abrumador. Las mujeres bárbaras de la tribu corrían dispersas, protegiendo a los niños. No eran más de cincuenta guerreros (Con sus respectivas familias), y aun así hacian frente al ataque de unos hombres... (¿Hombres..?) que parecían demonios. Negras armaduras, con cuernos y púas por todo el cuerpo. Una mano púrpura destellaba en sus escudos y los pechos de sus armaduras. No tenían piedad. Los guerreros bárbaros luchaban con fuerza y furia, pero las armaduras de los atacantes demoniacos repelía la mayoría de los ataques de sus armas.
Aeron llego a la batalla y sin detenerse, arranco un brazo de un atacante con su enorme hacha, Cercenadora. Reculo la maniobra, se lanzo por la nieve y esquivo una espada que amenazaba con acabar con su vida. Salvo de milagro, mas que ello hacia falta para acabar con Aeron.
Sin perder el tiempo, se inclino hacia delante para recuperar el equilibrio y volvió a alzarse para hacer frente a la amenaza.... Y Cercenadora volvió a cantar muerte....
Ardeil ya no miraba en esa dirección. Estaba ocupado, pues el también era presa de un ataque. Un demoniaco guerrero avanzo en su dirección, y lanzo un arco con su mazo que apuntaba la clavícula del joven, este, afianzo ambos pies y desvío el arma con su hacha. Demasiado previsible. El escudo del atacante golpeo de canto en la cabeza del enorme bárbaro, y con un chasquido su nariz comenzó a bañar la nieve en sangre. Ardeil retrocedió, noqueado por el impacto, aunque consiguió detener otro ataque de la maza, desviándolo con el hacha solo por reflejos.... La fuerza le hizo trastabillar, y no supo que había caído hasta que sintió la nieve en la nuca.... A su alrededor, el fuego, los gritos.... las armas... ¿Era este el final, Úthgar?
No muy lejos, Aeron ya había dado cuenta de un buen numero de atacantes, apoyándose en sus compañeros, diestros bárbaros que tomaron moral con su campeón cerca. Un grito no lejano, llamo su atención. Y el veterano no lo dudo, esquivo un ataque y se zafo de dos atacantes, sin detenerse hasta llegar a un atacante que iba a rematar a un joven tumbado. Aeron lanzo el hacha mientras el hombre alzaba la maza, y el sonido del metal al quebrarse, y el hueso crujir le advirtió que había dado en el blanco, pues el humo cegaba ya buena parte del campo de batalla.
Levántate hijo mío. *Dijo mientras le tendía la mano al sorprendido Ardeil. Y esa fue la ultima vez que vio a su padre...¿"Sonreír"?. Un golpe sordo cambio la expresión del campeón bárbaro. Abrió mucho los ojos y mientras alzaba a su hijo, el clavo ambas rodillas. Ardeil lo miraba sin entender, no alcanzo a ver los cuatro virotes que asomaban por el pecho de su padre hasta que este miro abajo, mientras susurraba...*
Úthgar no nos sonríe hoy, Ardeil, hijo mío... Márchate.... vete lo mas lejos que pueda y clama venganza..... clama venganza..
El enorme bárbaro se derrumbo ante un Ardeil, demasiado joven, demasiado asustado. Demasiado conmocionado. La batalla se había alejado de ellos pero Ardeil ya no veía a hombres luchar. Solo a los atacantes demoniacos rematar a los caídos... Corrió. Ardeil corrió, se alejo de aquellos gritos. Se alejo de todo....las lagrimas formaron surcos de hielo en sus mejillas...grito... grito de dolor, de rabia...
El despertar
¿Mhm?! *El bárbaro se despertó acampado en la tienda de piel, en los bosques cercanos a la Marca Argentea. Se paso una mano por la frente perlada de sudor, y bebió agua para refrescarse...* (Una pesadilla..., no. Solo es el pasado..)
Se alzo en la tienda, y salio para mirar las estrellas. Habían pasado tres años de aquello. El joven muchacho se había convertido en un guerrero, había viajado lejos, en busca de aquellos que portaban la mano Púrpura. Y sabia que ahora estaba cerca de su venganza. ¿Cerca...? No, aun le faltaba mucho por aprender. Observo las estrellas y recordó, recordó su promesa. Venganza. Muerte
Pero para ello, aun debía encontrar a los demás hijos de Úthgar. ¿Qué le espera en su camino?