Nostalgia
Publicado: Dom Feb 20, 2011 3:57 am
- Guíate por los dictámenes de tu corazón, nunca se equivoca y te llevará por la senda correcta. Siempre.
El consejo de su madre resonaba en su cabeza mientras Gwenn deslizaba la pluma sobre la última de las notas que debía escribir. Sola, en una de las alcobas de la posada de la villa, la elfa había redactado todas aquellas cartas durante las postreras horas de una tarde fría y gris tan típica de la Marca. Extrañamente, una vez terminó la obligada faena los rayos del mortecino sol iluminaron la plaza de Nevesmortas, como recordando a todos sus habitantes que aunque oculto, aún gobernaba los cielos.
Nostalgia.
Eso es lo que sentía. Hasta ese momento no había comprendido el dolor que percibía en el pecho desde hacia deckanas, meses quizá. Era algo latente, pequeño, oculto durante la mayor parte del tiempo, pero que florecía en la soledad de una habitación antes de cerrar los ojos, o en los primeros versos de cualquier nueva canción que quisiera nacer de sus labios.
La tristeza la embargaba, y por esa misma razón apenas dejaba que sus amigas y sus Maestros supieran de ella. Mejor no intranquilizarles, se decía a sí misma, ya tienen suficientes problemas y preocupaciones como para que tengan que estar pendientes de mí.
Sus Maestros... tres grandes Maestros sin duda, cada uno en su ámbito. Recordó la flecha oscura que Hidan le ofreció en una de las instructivas clases de arquería que llegó a impartir. Allí estaba, atesorada en su mochila cuidadosamente envuelta en paños limpios. Junto a ella, su cuaderno de poemas contenía resúmenes de las clases de Merlinius y la poesía que Relenar le encargó escribir como su aprendiz. A todos ellos les había dedicado unas palabras de despedida, a todos ellos les echaría en falta allí donde marchaba.
Y sus amigos... Serendil posiblemente no se diera cuenta de su partida ni aun leyendo la carta que le había escrito, y Beli, que vivía en un mundo aparte de belleza y alegría constante, seguramente sonreiría y pensaría incluso en seguirla para explorar nuevos territorios.
¿Y Daya y Keila? Sus compañeras, sus hermanas, ellas entenderían su decisión. La partida sería dura, pero eran mujeres fuertes y emprendedoras. Keila poseía un don de gentes innato y nunca estaba sola. Y Daya... ella ya no la necesitaba, los cimientos del amor verdadero la mantendrían entera, a salvo.
Un suspiro puso fin a las divagaciones. Gwenn abandonó la habitación y le encargó a Rosa que hiciera llegar las misivas a sus correspondientes destinatarios, agradeciéndole el favor con una bonita suma de dinero. La posada estaba atestada de gente y agradeció la soledad de la noche cuando sus pies la encaminaron a las puertas de la villa.
Una última mirada hacia la mansión de la Dama y se despidió de Nevesmortas, fijando su vista hacia otro punto. Hacia su hogar.
Evereska.
El consejo de su madre resonaba en su cabeza mientras Gwenn deslizaba la pluma sobre la última de las notas que debía escribir. Sola, en una de las alcobas de la posada de la villa, la elfa había redactado todas aquellas cartas durante las postreras horas de una tarde fría y gris tan típica de la Marca. Extrañamente, una vez terminó la obligada faena los rayos del mortecino sol iluminaron la plaza de Nevesmortas, como recordando a todos sus habitantes que aunque oculto, aún gobernaba los cielos.
Nostalgia.
Eso es lo que sentía. Hasta ese momento no había comprendido el dolor que percibía en el pecho desde hacia deckanas, meses quizá. Era algo latente, pequeño, oculto durante la mayor parte del tiempo, pero que florecía en la soledad de una habitación antes de cerrar los ojos, o en los primeros versos de cualquier nueva canción que quisiera nacer de sus labios.
La tristeza la embargaba, y por esa misma razón apenas dejaba que sus amigas y sus Maestros supieran de ella. Mejor no intranquilizarles, se decía a sí misma, ya tienen suficientes problemas y preocupaciones como para que tengan que estar pendientes de mí.
Sus Maestros... tres grandes Maestros sin duda, cada uno en su ámbito. Recordó la flecha oscura que Hidan le ofreció en una de las instructivas clases de arquería que llegó a impartir. Allí estaba, atesorada en su mochila cuidadosamente envuelta en paños limpios. Junto a ella, su cuaderno de poemas contenía resúmenes de las clases de Merlinius y la poesía que Relenar le encargó escribir como su aprendiz. A todos ellos les había dedicado unas palabras de despedida, a todos ellos les echaría en falta allí donde marchaba.
Y sus amigos... Serendil posiblemente no se diera cuenta de su partida ni aun leyendo la carta que le había escrito, y Beli, que vivía en un mundo aparte de belleza y alegría constante, seguramente sonreiría y pensaría incluso en seguirla para explorar nuevos territorios.
¿Y Daya y Keila? Sus compañeras, sus hermanas, ellas entenderían su decisión. La partida sería dura, pero eran mujeres fuertes y emprendedoras. Keila poseía un don de gentes innato y nunca estaba sola. Y Daya... ella ya no la necesitaba, los cimientos del amor verdadero la mantendrían entera, a salvo.
Un suspiro puso fin a las divagaciones. Gwenn abandonó la habitación y le encargó a Rosa que hiciera llegar las misivas a sus correspondientes destinatarios, agradeciéndole el favor con una bonita suma de dinero. La posada estaba atestada de gente y agradeció la soledad de la noche cuando sus pies la encaminaron a las puertas de la villa.
Una última mirada hacia la mansión de la Dama y se despidió de Nevesmortas, fijando su vista hacia otro punto. Hacia su hogar.
Evereska.