Ainur Helsun- Wings
Publicado: Mar Ago 30, 2011 10:14 pm
-La noche roja-
¿Nunca os habéis preguntado el porqué de nuestra existencia o porqué se es de determinada manera? ¿Nunca os habéis preguntado porqué no os gusta algo en concreto? ¿Un color, un sabor? Con el paso del tiempo aprendí a hacer que mis manías formasen parte del día a día.
Como en un sueño veo de vez en cuando algunas imágenes fugaces. Un dormitorio amplio, exquisitamente decorado en tonos suaves, al fondo un tapiz con una figura central que sin lugar a dudas asocié siempre con el que mi padre presidía cada lugar al que íbamos en los primeros años. Una figura que portaba el mismo atuendo que el de la figura femenina a la que mi padre adoraba y lloraba entre lamentos cada noche desde que lo supo , la familiar imagen de la que mi padre me hablaba mientras intentaba que me durmiese… mi madre.
Recuerdo de forma borrosa un gran estruendo, gritos, lamentos, oraciones a los dioses, más gritos y más ruido, sobre todo recuerdo sonidos metálicos que atravesaban más allá de la figura del tapiz, voces intranquilas que corrían echando los grandes cerrojos de las puertas de entrada, quedando apostadas las voces junto a ellos. Después se hizo el silencio.
Me desperté con la voz dulce de mi madre– apenas la recuerdo y tampoco me importa-. Por lo que después me contaron, no debía tener más de un año, tal vez dos. Sentí, junto con la aterciopelada voz, la humedad; recuerdo aquel rostro surcado de llanto, recuerdo el corazón latiendo deprisa, recuerdo abrir los ojos y ver los emblemas del Alba manchados por el rojo de la sangre y recuerdo el regusto odioso, aceitoso y amargo de algo que tardaría bastantes años en volver a paladear.
Nací en la ciudad de la moneda. Según parece llegué antes de tiempo pues mi madre no tenía pensado alumbrar allí, sino en Esmeltaran.
Mi madre pertenecía a la elite entre las elites, era una servidora del bien, una sacerdotisa del Alba pero también forjada en el arte de la lucha. Nunca fue alguien corriente, jamás fue como otros y nunca dejó de usar la razón a favor del extremismo. Escuché muchas veces ese elogio por parte de quien me crió, le llamaban el sacerdote.
Así transcurrió mi primer año de vida, entre algodones y junto a mi madre, paseando por los aledaños del Castillo de los Caballeros de la mañana, en brazos de mi madre o en brazos de sus amigas desde que llegó de Aguas Profundas.
No había lugar mas seguro en toda Amn que la fortaleza de la Orden de Caballeros tanto en lo referente a lo divino como a lo militar, y mi madre era un miembro de la elite, alguien que por mi seguridad haría lo que fuese necesario sin pestañear; no obstante se debía, casi en igual medida, al resto de gente. Como ya dije no había lugar más seguro donde vivir, al menos hasta esa noche.
El ataque fue inesperado en parte. Se tenían noticias sobre la posibilidad de una incursión enemiga en la ciudad de la moneda, pero no tan próxima y aun siendo guerreros forjados en mil batallas y siempre prestos, les sorprendió.
La criatura, arrasó el castillo, hirió de gravedad a muchos, mortalmente a otros, nada pudieron hacer, el desastre se cernía sobre la ciudad empezando por la sede de la Orden de Caballeros. Mi madre, sabiendo qué debía proteger al otro lado del castillo, luchó sin descanso, vio como caían uno tras otro, vio como la criatura no se detenía, vio como destrozaba todo lo que a su paso encontraba hasta llegar a su objetivo .El Maestre de la Orden consiguió atraerle tras de sí, impidiendo que el daño fuese mayor pero pagando un alto precio. Mi madre suspiró aliviada cuando el monstruo salió de la fortaleza.
Con el fuego ardiendo, los cadáveres esparcidos por doquier esperando ser sepultados con dignidad y las piedras de la imponente fortaleza por las salas esparcidas, mi madre, atravesó las ruinas de lo que hasta hacía unos días era una inexpugnable construcción para llegar hasta donde por el cansancio me hallaba dormida. Desesperada por lo que pudo haber ocurrido optó por ponerme a salvo, optó por llevarme junto a mi padre, optó por alejarme de ella con la promesa de encontrarnos.
Odio el rojo, odio el color de la noche roja.
-La partida-
Junto a mi padre, honorable y próspero hombre de negocios, tomamos un barco sin demasiadas preguntas por parte del capitán. Mi padre se había criado en Esmeltaran, mis tías paternas a las que jamás conocí le habían dejado atrás para irse con sus respectivos esposos, nuestra familia era de sólo tres miembros: Mi padre, Andriu Helsun, mi madre, Arabela y yo, Ainur Helsun.
Poco era nuestro equipaje, sólo el oro que mis padres poseían tras tanto tiempo de duro trabajo. Mi madre no supo a dónde me llevaría mi padre, simplemente por seguridad aunque no obstante ellos siempre hallaron la forma de saber. Tymora les dio de lado marcando mis siguientes años.
¿Pero que sabía un comerciante de criar a un bebé? Nada en absoluto y mi madre lo sabía. Sabía que mi padre buscaría ayuda para criarme y tal cual mi padre y yo acabamos en Aguas Profundas, en casa de mis abuelos. Mis abuelos conocían lo sucedido, así como conocían a mi madre y tenían la certeza de que mas tarde o más temprano ella sabría donde buscarnos. Nada salvo la muerte la detendría.
Poco pude saber de lo sucedido, tan solo recuerdo que la desesperación se apoderó de mi padre cuando la noticia llegó. Arabela, su esposa había fallecido en mitad de una tormenta en un barco de la flota de Amn, un barco de guerra.
Quiso despedirse de ella y emprendió el camino conmigo, yo tenía unos cinco años. Los recuerdos de una niña de escasa edad tienden a difuminarse y desde luego los míos están más que difuminados. Recuerdo el silencio solo roto por el viento aullador, parecía conformar sobre todo una palabra "Wiiiiiiiiings".
Casi estábamos llegando a nuestro destino cuando al pronto mi padre me ordenó correr hasta un pequeño hueco entre el tronco de un árbol. Pude escuchar el sonido de las armas y después de nuevo la nada. Lo que pareció una eternidad para una niña concluyó cuando escuché caer algo a plomo sobre el suelo mientras se adivinaba el metal saliendo de la carne recien atravesada
-Los dioses me premian sin duda al ponerte en mi camino- Me alzaba un hombre envuelto en una armadura, me puso delante de su rostro y continuó hablándome como si me conociese- Espero que seas digna heredera de su sangre ...
//Bien, este es el origen de Wings. Este personaje fue creado con anterioridad a mi llegada al servidor, pero he querido retomarlo y adaptarlo, lo que sigue de la historia ya se verá.
¿Nunca os habéis preguntado el porqué de nuestra existencia o porqué se es de determinada manera? ¿Nunca os habéis preguntado porqué no os gusta algo en concreto? ¿Un color, un sabor? Con el paso del tiempo aprendí a hacer que mis manías formasen parte del día a día.
Como en un sueño veo de vez en cuando algunas imágenes fugaces. Un dormitorio amplio, exquisitamente decorado en tonos suaves, al fondo un tapiz con una figura central que sin lugar a dudas asocié siempre con el que mi padre presidía cada lugar al que íbamos en los primeros años. Una figura que portaba el mismo atuendo que el de la figura femenina a la que mi padre adoraba y lloraba entre lamentos cada noche desde que lo supo , la familiar imagen de la que mi padre me hablaba mientras intentaba que me durmiese… mi madre.
Recuerdo de forma borrosa un gran estruendo, gritos, lamentos, oraciones a los dioses, más gritos y más ruido, sobre todo recuerdo sonidos metálicos que atravesaban más allá de la figura del tapiz, voces intranquilas que corrían echando los grandes cerrojos de las puertas de entrada, quedando apostadas las voces junto a ellos. Después se hizo el silencio.
Me desperté con la voz dulce de mi madre– apenas la recuerdo y tampoco me importa-. Por lo que después me contaron, no debía tener más de un año, tal vez dos. Sentí, junto con la aterciopelada voz, la humedad; recuerdo aquel rostro surcado de llanto, recuerdo el corazón latiendo deprisa, recuerdo abrir los ojos y ver los emblemas del Alba manchados por el rojo de la sangre y recuerdo el regusto odioso, aceitoso y amargo de algo que tardaría bastantes años en volver a paladear.
Nací en la ciudad de la moneda. Según parece llegué antes de tiempo pues mi madre no tenía pensado alumbrar allí, sino en Esmeltaran.
Mi madre pertenecía a la elite entre las elites, era una servidora del bien, una sacerdotisa del Alba pero también forjada en el arte de la lucha. Nunca fue alguien corriente, jamás fue como otros y nunca dejó de usar la razón a favor del extremismo. Escuché muchas veces ese elogio por parte de quien me crió, le llamaban el sacerdote.
Así transcurrió mi primer año de vida, entre algodones y junto a mi madre, paseando por los aledaños del Castillo de los Caballeros de la mañana, en brazos de mi madre o en brazos de sus amigas desde que llegó de Aguas Profundas.
No había lugar mas seguro en toda Amn que la fortaleza de la Orden de Caballeros tanto en lo referente a lo divino como a lo militar, y mi madre era un miembro de la elite, alguien que por mi seguridad haría lo que fuese necesario sin pestañear; no obstante se debía, casi en igual medida, al resto de gente. Como ya dije no había lugar más seguro donde vivir, al menos hasta esa noche.
El ataque fue inesperado en parte. Se tenían noticias sobre la posibilidad de una incursión enemiga en la ciudad de la moneda, pero no tan próxima y aun siendo guerreros forjados en mil batallas y siempre prestos, les sorprendió.
La criatura, arrasó el castillo, hirió de gravedad a muchos, mortalmente a otros, nada pudieron hacer, el desastre se cernía sobre la ciudad empezando por la sede de la Orden de Caballeros. Mi madre, sabiendo qué debía proteger al otro lado del castillo, luchó sin descanso, vio como caían uno tras otro, vio como la criatura no se detenía, vio como destrozaba todo lo que a su paso encontraba hasta llegar a su objetivo .El Maestre de la Orden consiguió atraerle tras de sí, impidiendo que el daño fuese mayor pero pagando un alto precio. Mi madre suspiró aliviada cuando el monstruo salió de la fortaleza.
Con el fuego ardiendo, los cadáveres esparcidos por doquier esperando ser sepultados con dignidad y las piedras de la imponente fortaleza por las salas esparcidas, mi madre, atravesó las ruinas de lo que hasta hacía unos días era una inexpugnable construcción para llegar hasta donde por el cansancio me hallaba dormida. Desesperada por lo que pudo haber ocurrido optó por ponerme a salvo, optó por llevarme junto a mi padre, optó por alejarme de ella con la promesa de encontrarnos.
Odio el rojo, odio el color de la noche roja.
-La partida-
Junto a mi padre, honorable y próspero hombre de negocios, tomamos un barco sin demasiadas preguntas por parte del capitán. Mi padre se había criado en Esmeltaran, mis tías paternas a las que jamás conocí le habían dejado atrás para irse con sus respectivos esposos, nuestra familia era de sólo tres miembros: Mi padre, Andriu Helsun, mi madre, Arabela y yo, Ainur Helsun.
Poco era nuestro equipaje, sólo el oro que mis padres poseían tras tanto tiempo de duro trabajo. Mi madre no supo a dónde me llevaría mi padre, simplemente por seguridad aunque no obstante ellos siempre hallaron la forma de saber. Tymora les dio de lado marcando mis siguientes años.
¿Pero que sabía un comerciante de criar a un bebé? Nada en absoluto y mi madre lo sabía. Sabía que mi padre buscaría ayuda para criarme y tal cual mi padre y yo acabamos en Aguas Profundas, en casa de mis abuelos. Mis abuelos conocían lo sucedido, así como conocían a mi madre y tenían la certeza de que mas tarde o más temprano ella sabría donde buscarnos. Nada salvo la muerte la detendría.
Poco pude saber de lo sucedido, tan solo recuerdo que la desesperación se apoderó de mi padre cuando la noticia llegó. Arabela, su esposa había fallecido en mitad de una tormenta en un barco de la flota de Amn, un barco de guerra.
Quiso despedirse de ella y emprendió el camino conmigo, yo tenía unos cinco años. Los recuerdos de una niña de escasa edad tienden a difuminarse y desde luego los míos están más que difuminados. Recuerdo el silencio solo roto por el viento aullador, parecía conformar sobre todo una palabra "Wiiiiiiiiings".
Casi estábamos llegando a nuestro destino cuando al pronto mi padre me ordenó correr hasta un pequeño hueco entre el tronco de un árbol. Pude escuchar el sonido de las armas y después de nuevo la nada. Lo que pareció una eternidad para una niña concluyó cuando escuché caer algo a plomo sobre el suelo mientras se adivinaba el metal saliendo de la carne recien atravesada
-Los dioses me premian sin duda al ponerte en mi camino- Me alzaba un hombre envuelto en una armadura, me puso delante de su rostro y continuó hablándome como si me conociese- Espero que seas digna heredera de su sangre ...
//Bien, este es el origen de Wings. Este personaje fue creado con anterioridad a mi llegada al servidor, pero he querido retomarlo y adaptarlo, lo que sigue de la historia ya se verá.