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La leyenda de Nárn y el rey solitario

Publicado: Lun Mar 19, 2012 1:10 pm
por Yurin
Después del ataque en el Hospicio, Moira se acerca a los enanos y niños que todavía están atemorizados. Para calmar el ambiente y llevar un mensaje de esperanza, la enana relata la leyenda de "Nárn y el rey solitario".

Nárn era un joven enano de un clan minero de nombre Picotenaz. Trabajadores de las cavernas que se hundían en las entrañas de unas colinas àridas en las que nunca llovía, el clan pasaba por grandes dificultades para sobrevivir. Las tierras de la zona eran ricas en todo tipo de metales, oro y plata, e incluso vetas de preciado titanio, pero el trabajo en las minas era agotador y la comida era escasa.
Los enanos Picotenaz enfermaban si antes no morían de hambruna. Las tierras desérticas de la superfície no podían ser cultivadas por la manca de agua y los animales morían si no tenían verdes pastos dónde alimentarse.

Las profundidades de las minas, tampoco parecían ser la mejor solución. Algunos ancianos del clan habían postulado que si seguían cavando la tierra, tarde o temprano encontrarían alguna corriente subterranea. Sin embargo, sin fuerzas y sin fe para seguir abriendo las rocas el clan seguía desesperado.

Nárn nunca se dió por vencido, y siguió cavando por su cuenta. Pero había una diferencia en la forma de abrir nuevos caminos bajo las colinas entre los enanos de su clan y Nárn. Los primeros cavaban siguiendo el grado de humedad con la esperanza de encontrar una fuente de agua. En cambio, Nárn seguía una senda algo más caótica debido a su igmorante juventud.

Después de un mes quebrando rocas con su pico, Nárn abrió un agujero a lo que parecía una sala de la que surgía una luz rojiza y un calor asfixiante emanaba del interior. Un lago de magma descansaba bajo las colinas de los Picotenaz. Su clan había estado trabajando las rocas de un volcán largamente dormido.

En aquel panorama, Nárn avistó un castillo hecho de oscura adamantita que flotaba sobre el fuego. La precaución fue vencida por la curiosidad y la ignorancia provocando que el temerario enano pusiera pie sobre el puente en dirección a la siniestra fortaleza.
Cruzó a toda velocidad ese puente rocoso hasta el umbral que se levantaba muchos metros más por encima de su cabeza. Estaba pensado para ser abierto por criaturas de gran estatura, así que Nárn hubiese tenido que pedir auxulio a cuatro enanos más de su talla para poder llegar a l’aldaba con forma de cráneo de dragón.

Examinando con cautela el portón, el enano encontró que podía colarse por un agujero que se formaba entre el enlosado del suelo y las puertas de hierro negro. Así que en un gesto veloz, el enano se agachó y paso arrastrandose cuál gusano. Dentro el castillo, todo era aún más retorcido. Los habitantes habían construido pozos que dejaban pasar la luz que desprendía el lago de lava que había bajo sus cimientos. Además, otra fuente de luz procedía de enormes linternas de carbón que quemaban con gran intensidad. El olor a azufre y el humo que corría por los pasillos era de lo más asfixiante para el enano.

El enano se iba adentrando más y más en la fortaleza, pasando junto a una habitación de la que se oían voces guturales y roncas. Hablaban un idioma desconocido para el enano, pero la potencia de sus voces hacían entender que se estaban discutiendo y peleando. Un grito de dolor y un estruendo de algo enorme y de metal cayéndose al suelo acabó por aplacar los gritos.
Finalmente, el enano llegó a una sala hexagonal que permitía decidir entre varios caminos, dos de ellos, conducían con unas escalas a los pisos superiores e inferiores de la fortaleza. Así que decidió primeramente ascender.

Cuando llegó al piso superior, su rostro se tornó pálido. Media docena de gigantes corpulentos de piel negruzca como el carbón y barbas pelirrojas sin ninguna adornación estaban luchando en tres combates simultáneos, entrenándose para la guerra con grandes espadas de acero rojizo y candescente. Otro gigante de aspecto más temible los observaba desde un palco con mirada inquisitiva. Sostenía un yelmo de cuernos retorcidos y una maza de terribles dimensiones y de acero más oscuro que su piel. Estaba claro que era una de las autoridades del lugar, un líder de los gigantes de fuego.

El enano retrocedió con sigilo atrás, huyendo de la mirada de esa figura aterradora. No quería ser aplastado por el mandoble de uno de esos gigantes. Así que corrió y corrió intentando abandonar la fortaleza. No entendía porqué había entrado en ese castillo de habitantes malvados y maldijo a la curiosidad de Dugmaren por meterle en peligro.

Desgraciadamente, el enano vió interrumpida su fuga. Otro gigante al que le sangraba la boca se acercaba por el pasillo que llevaba a la salida. Aunque herido, el enano no se veía capaz de enfrentarse a su posible adversario y menos con el espadón que arrastraba tras su brazo tendido. Viendo que se acercaba, el enano no tuvo más remedio que descender por las escaleras que conducían a un piso inferior.

Bajó las escaleras en espiral, piando unos peldaños que cada vez desprendían un calor mayor hasta traspasar el cuero de sus botas. El enano no podía imaginar que si hubiese intentado cavar un agujero con el pico de minero en esas paredes, se viera visto hundido en un mar de tierra fundida.

Con tanto esfuerzo, el enano tuvo que parar a descansar sus pies sudorosos. Así que se adentró en una de las habitaciones más oscuras, la zona de reclusión. Dónde la luz de las lámparas no iluminaban, pero con su visión en la oscuridad el enano podía entrever las paredes y los barrotes de cada una de las celdas que dejaba atrás. Había de mayor y de menor tamaño, todas con un jergón maloliente, un cuenco de piedra y cadenas que sobresalían de las paredes más alejadas de sus puertas para mantener a raya a los prisioneros.

El enano llegaba al final de los calabozos en el cuál su tez volvió a enpalidecer, pues otra sombra barbuda y de un tamaño enorme yacía sentada en el suelo. Pensó que se trataba de el guardián de la prisión, pero a medida que su visión se adaptaba a la forma del gigante pudo ver que este estaba encadenado y respiraba con dificultad.

El enano se acercó al moribundo gigante, diferente al resto que había visto. Éste, si no fuese por las heridas y la cara demacrada por la malnutrición y la tortura a la que era sometido a diario, tenía un aire majestuoso. Su frente estaba coronada por un aro de oro y vestía unas rojas raídas que en tiempos anteriores debían de ser de muy buena calidad.

Los pasos de Nárn despertaron al gigante encadenado que de repente abrió los ojos al instante, relebando un brillo de esperanza al ver su nueva visita. Con una voz que recordaba a los truenos de una tormenta que se acerca a los picos, pidió al enano que le llevará su flauta que se hallaba sobre la mesa dónde descansaba su captor.

El enano dudó unos instantes de las palabras en común que el gigante le había transmitido, no se fíaba de ningún gigante, aunque éste pareciese enemigo de otros gigantes más malvados. No obstante, unos pasos largos se sentían a lo lejos, acercándose hasta su posición. El miedo le hizo decantarse por atender aquello que el cautivo gigante le pedía, escaló la silla del guardia y recogío una flauta de pan que medía exactamente su talla.

Al moverla, la flauta se precipitó al suelo en un ruido seco. Ese sonido hizo que quien se acercase respondiese con un grito y acelerara su paso, hasta que el enano ya podía visualizar otra vez el color rojo de una linterna que se acercaba por el corredor.
A prisa, Nárn arrastró con todas sus fuerzas la flauta de pan hasta lo más cerca posible del gigante encadenado hasta que una bota de gran tamaño evitó que siguiera moviéndola. Ante sí, el enano tenía el gigante que previamente había visto sangrando entre los dientes, mostando ahora una sonrisa de dientes amarillentos en la que le faltaba un incisivo.

El gigante levantó su espadón para cortar en dos al enano, pero Nárn, preso de pánico, reunió el valor suficiente como para blandir su pico y perforar su bota. Había atravesado la uña del pulgar del gigante de fuego que había pensado que el enano iba desarmado. Retorció de dolor y retiró su pie de encima de la flauta, momento en que el enano seguía tirando de ella para que el otro gigante la cogiera con sus fuertes manos.

El prisionero consiguió alcanzar su flauta haciendo ademán de un último intento de recuperar sus fuerzas. Tiró tanto de sus cadenas que una de ellas se deformó suficiente cómo para lograrlo. Sus labios cubiertos por la espesa barba soplaron entre los orificios del instrumento de viento en una melodiosa canción. Las notas armoniosas dejaron paralizado al gigante de fuego mientras todavía intentaba recuperarse del golpe.

La música del gigante cambió a otra tonalidad, permitiendo que el gigante encadenado recuperase sus fuerzas y sanase sus heridas. Su aspecto cambió recuperando su espléndida figura que le reconocía como un gigante de las tormentas.

Otro cántico más se unió al segundo, esta vez, una enorme espada se materializó en el puño del gigante mientras sus ropajes raídos se veían cubiertos por una armadura con runas que desprendían un color verde esperanza. Para terminar, el gigante dejó su flauta y en un fuerte grito como un trueno, su voz quebró barrotes y rompió sus cadenas. Volvía a ser libre.

Con la ayuda de su nuevo aliado, Nárn consiguó salir de esa fortaleza pasando entre los cuerpos de gigantes heridos o muertos que eran derribados al paso del gigante de las tormentas. Finalmente cruzaron las pesantes puertas de hierro y empezaron a cruzar el puente que los conduciría a su salvación.

Al tiempo que ellos estaban a mitad del puente, una fuerza de gigantes de fuego liderados por el gigante de mirada temible salía en su persecución. Así que el nuevo amigo de Nárn tuvo que darse la vuelta y enfrentarse a ellos, pues no quería tener que huir de sus antiguos captores. Con otro nuevo grito, esta vez mucho más fuerte e intenso, el gigante de las tormentas convirtió en polvo el puente de piedra por el que cruzaban sus enemigos. Muchos de sus perseguidores cayeron al lago de magma, muriendo ahogados. Los supervivientes al movimiento del gigante con voz atronadora lanzaron gritos e insultos contra los fugitivos, incapaces de seguirlos después de derrumbar el único acceso a su fortaleza.

Una vez estuvieron a salvo, el gigante se presentó a Nárn como Svarholff, rey solitario de la montaña. Explicó que hacía tiempo que sus enemigos lo tenían encadenado en sus oscuros y ardientes calabozos, torturándole día y noche con todo tipo de metales calentados al fuego vivo. Y que si no fuese por ello, las montañas de la región serían mucho más verdes y productivas, puesto que él antaño se encargaba de llamar a las tormentas y lluvias que regaban los montes.

Por último, Svarholff encomendó un favor a su nuevo liberador. Tenía que avisar a su clan para que se preparase para la guerra contra los gigantes de fuego, quienes no perdonarían lo que él había hecho. Svarholff le envió una sonrisa tranquilizadora con el mensaje de que él y una fuerza de unos buenos amigos suyos les ayudarían en la batalla.

Así fue como Nárn avisó a todo el clan Picotenaz, que creyeron su historia una vez los exploradores corraboraron la ubicación de la fortaleza oscura. También dijeron que los gigantes habían puesto todo su empeño para reconstruir el puente y que ya estaba casi terminado. Los enanos Picotenaz tenían que apresurarse.

Cuando los gigantes atacaron el hogar de los enanos, estos ya estaban preparados y armados sobre las laderas de las montañas. Un contingente de guerreros armados con picos encabezaba sus fuerzas. La batalla fue feroz entre ambos pueblos y se auguraba un fatídico para los enanos.

Pero una voz retronó de nuevo entre las cimas de las montañas áridas, Svarholff hacía presencia con un contingente de grifos que volaban a su alrededor. El rey solitario había cumplido su palabra y su voz llenó de nuevo de coraje el corazón de los enanos. Incluso los grifos sirvieron a los Picotenaz como monturas, haciendo que uniendo fuerzas, enanos y bestias aladas fueran una fuerza más temible y devastadora. Los gigantes de fuego habían perdido.

Corriendo como cobardes, muchos de los enemigos huyeron más allá de las montañas, abandonando a su líder que permanecía con el rostro cubierto por su yelmo cornamentado. El odio del gigante vencía incluso el temor de ser abatido por sus enemigos. Quería matar aquel que había condenado su poder.

Abriéndose camino entre las fuerzas de los enanos con su pesada maza, llegó dónde estaba Nárn. El enano podía sentir su aliento ardiente en deseos de venganza. La maza del líder adversario golpeó uno de los flancos de Nárn haciendo que este volara por los aires hasta chocar contra las paredes rocosas de un peñasco. El gigante levantó su maza una vez más para acabar con su víctima. Nárn permanecía inconsciente sobre las rocas incapaz de presenciar su imminente muerte. Pero un destello metálico paró el movimiento de la mortal maza. El mandoble de Svarholff se había cruzado en el movimiento final y ahora éste le propinaba una buena coz que hizo retroceder al siniestro gigante.

Un combate de titanes contemplaron sin duda los enanos con asombro, pues los dos gigantes luchaban con gran fuerza y destreza. Afortunadamente, el rey Svarholff era superior a su adversario, consiguiéndo asestar una estocada que le perforó su pecho mientras el gigante de fuego iba a arremeter con su maza en alto.

Los enanos exclamaron vítores al gigante que no mostraba signos de emoción. Su amigo enano ya no respiraba ni daba señales de vida. Su alma había hecho todo el viaje hasta el Enanhogar, bajo las bendiciones del Forjador.

Sintiéndose culpable de la muerte de uno de los enanos que más había valorado, el gigante dió un obsequio a la família del fallecido. Muchos de los grifos del rey solitario de la montaña hicieron desde entonces de monturas para el clan Picotenaz. Además, con Svarholff otra vez en su trono en la cima más alta cubierta por las nubes, las lluvias volvieron a la región.

Desde entonces, se recuerda a Nárn Picotenaz como un héroe de su clan y se conmemora su muerte el primer día de lluvia alrededor de su tumba. Su leyenda corre hoy en día de lengua en lengua entre las gentes del pueblo Robusto formando parte de una de los mejores relatos de su folklore.


Yurin Leyendarruna, Forjador de historias

//Como nadie cuenta historias sobre gigantes! Jur, tenía que invertarme una, no? Venga os dejo con esta segunda entrega de mis cuentos inventados :D DISFRUTADLA QUIENES QUERAIS QUEMAROS LA RETINA! :twisted:
//ala, con la firma ahora más o menos doy sentido al nombre de la cuente, que si no no tiene

Re: La leyenda de Nárn y el rey solitario

Publicado: Lun Mar 19, 2012 1:17 pm
por McSwampling
En la historia de Gloinar hay gigantes :wink: :mrgreen:

Re: La leyenda de Nárn y el rey solitario

Publicado: Lun Mar 19, 2012 3:16 pm
por lordvimes
:manteo: :manteo: :manteo:

Mu guapa la historia, ma gustao un monton, plas plas plas