Sobre Katy - historias varias
Publicado: Mar Sep 04, 2012 12:46 am
Para quien desee saber algo más de Katy, aquí dejo los escritos que no posteé en su momento ^^
Kadjalli Jwahir
INTRODUCCIÓN AL PERSONAJE.
Raza: Humana, de raza negra
Ciudad de nacimiento: Alaghon (Túrmish)
Edad: 16 años
Altura: 1,74 cm.
Piel oscura color ébano y ojos de un pálido miel.
Clases: bardo/clérigo de Loviatar
Las sacerdotisas caminaban descalzas con sus látigos en la mano sobre un suelo lleno de espinas y cristales. Sus esbeltos cuerpos desnudos se retorcían mientras danzaban y alzaban sus voces en un cántico sagrado, y la sangre y el sudor se mezclaban haciendo brillar sus pieles a la luz de las velas. Kadjalli se detuvo observando el ritual sagrado, regocijándose al ver a las mujeres sufrir y disfrutar a la vez, imaginando que era una de ellas. A su derecha, una figura femenina embutida en una ornamentada armadura en tonos oscuros la miraba fijamente. Kadjalli le devolvió la mirada con un guiño de regalo.
Un latigazo desgarró su piel. La joven continuó hacia adelante y se situó frente a un altar, donde la Alta Clériga la esperaba luciendo una túnica negra con ribetes de seda en tono escarlata. Las sacerdotisas comenzaron a rodearla, sin dejar de bailar y canturrear sus oraciones. Sus látigos restallaban y castigaban el cuerpo desnudo de Kadjalli, que se deleitaba con cada latigazo. Las mujeres se detuvieron cuando la Alta Clériga comenzó a hablar.
- ¡¡Al suelo, perra, arrodíllate y sufre!! ¡¡Hoy lamerás el suelo que pise, pues yo soy Aquella a la que adoras y temes, Aquella que llena tu vida de sufrimiento y de placer!!
La Alta Sacerdotisa rodeó con su flagelo de dos cabezas el cuello de Kadjalli y tiró fuerte, consiguiendo que cayera al suelo de rodillas sobre los afilados cristales rotos. El grito de dolor de la joven iniciada se transformó en un gemido de placer. Nuevos latigazos en la espalda le hicieron proferir otros tantos gemidos. La Alta Sacerdotisa prosiguió.
- La Doncella del Tormento te ha elegido como tú lo has hecho con ella. Sientes el dolor, ¿verdad? Sientes cómo tu cuerpo sufre y llora, y eso te gusta ¡¡quieres más!! ¡¡Deseas devolvernos ese sufrimiento, compartirlo!! Loviatar, y yo en su nombre, te enseñaremos cómo conseguirlo.
El castigo fue brutal. Sin descanso, sin remordimientos, las sacerdotisas fustigaron con sus flagelos el cuerpo de la iniciada. En sus rostros perlados con la sangre de Kadjalli y con la suya propia se mostraba la alegría y la lascivia. Algunas de ellas, llevadas por la emoción del momento, llegaron incluso a usar sus dagas ceremoniales sobre la negra piel de la joven.
Horas más tarde, cuando la ceremonia finalizó, varias sacerdotisas se acercaron al cuerpo maltrecho e inconsciente de Kadjalli y conjuraron el poder de la Diosa para sanar sus heridas. Todas ellas eran expertas en provocar dolor físico sin llegar a marcar el cuerpo, y menos el de una joven tan bonita y que podía ser tan útil. La mujer que portaba la armadura oscura se acercó para comprobar el estado de Kadjalli. Le hubiera gustado participar y golpearla, incluso por unos segundos pensó en qué se sentiría al arrancarle uno de los dientes de su perfecta dentadura o una oreja. Deshechó esos pensamientos y se dirigió a hablar con la Alta Clériga de Loviatar.
- Mi Señora, Gran Dama del Látigo, todo está listo. Kadjalli partirá mañana mismo hacia la Marca Argéntea y yo la seguiré un tiempo después.
La Alta Sacerdotisa asintió, complacida, mientras observaba a Kadjalli y lamía el dorso de su mano, saboreando unas gotas de sangre.
Kadjalli Jwahir
INTRODUCCIÓN AL PERSONAJE.
Raza: Humana, de raza negra
Ciudad de nacimiento: Alaghon (Túrmish)
Edad: 16 años
Altura: 1,74 cm.
Piel oscura color ébano y ojos de un pálido miel.
Clases: bardo/clérigo de Loviatar
Las sacerdotisas caminaban descalzas con sus látigos en la mano sobre un suelo lleno de espinas y cristales. Sus esbeltos cuerpos desnudos se retorcían mientras danzaban y alzaban sus voces en un cántico sagrado, y la sangre y el sudor se mezclaban haciendo brillar sus pieles a la luz de las velas. Kadjalli se detuvo observando el ritual sagrado, regocijándose al ver a las mujeres sufrir y disfrutar a la vez, imaginando que era una de ellas. A su derecha, una figura femenina embutida en una ornamentada armadura en tonos oscuros la miraba fijamente. Kadjalli le devolvió la mirada con un guiño de regalo.
Un latigazo desgarró su piel. La joven continuó hacia adelante y se situó frente a un altar, donde la Alta Clériga la esperaba luciendo una túnica negra con ribetes de seda en tono escarlata. Las sacerdotisas comenzaron a rodearla, sin dejar de bailar y canturrear sus oraciones. Sus látigos restallaban y castigaban el cuerpo desnudo de Kadjalli, que se deleitaba con cada latigazo. Las mujeres se detuvieron cuando la Alta Clériga comenzó a hablar.
- ¡¡Al suelo, perra, arrodíllate y sufre!! ¡¡Hoy lamerás el suelo que pise, pues yo soy Aquella a la que adoras y temes, Aquella que llena tu vida de sufrimiento y de placer!!
La Alta Sacerdotisa rodeó con su flagelo de dos cabezas el cuello de Kadjalli y tiró fuerte, consiguiendo que cayera al suelo de rodillas sobre los afilados cristales rotos. El grito de dolor de la joven iniciada se transformó en un gemido de placer. Nuevos latigazos en la espalda le hicieron proferir otros tantos gemidos. La Alta Sacerdotisa prosiguió.
- La Doncella del Tormento te ha elegido como tú lo has hecho con ella. Sientes el dolor, ¿verdad? Sientes cómo tu cuerpo sufre y llora, y eso te gusta ¡¡quieres más!! ¡¡Deseas devolvernos ese sufrimiento, compartirlo!! Loviatar, y yo en su nombre, te enseñaremos cómo conseguirlo.
El castigo fue brutal. Sin descanso, sin remordimientos, las sacerdotisas fustigaron con sus flagelos el cuerpo de la iniciada. En sus rostros perlados con la sangre de Kadjalli y con la suya propia se mostraba la alegría y la lascivia. Algunas de ellas, llevadas por la emoción del momento, llegaron incluso a usar sus dagas ceremoniales sobre la negra piel de la joven.
Horas más tarde, cuando la ceremonia finalizó, varias sacerdotisas se acercaron al cuerpo maltrecho e inconsciente de Kadjalli y conjuraron el poder de la Diosa para sanar sus heridas. Todas ellas eran expertas en provocar dolor físico sin llegar a marcar el cuerpo, y menos el de una joven tan bonita y que podía ser tan útil. La mujer que portaba la armadura oscura se acercó para comprobar el estado de Kadjalli. Le hubiera gustado participar y golpearla, incluso por unos segundos pensó en qué se sentiría al arrancarle uno de los dientes de su perfecta dentadura o una oreja. Deshechó esos pensamientos y se dirigió a hablar con la Alta Clériga de Loviatar.
- Mi Señora, Gran Dama del Látigo, todo está listo. Kadjalli partirá mañana mismo hacia la Marca Argéntea y yo la seguiré un tiempo después.
La Alta Sacerdotisa asintió, complacida, mientras observaba a Kadjalli y lamía el dorso de su mano, saboreando unas gotas de sangre.