1415 Año de las espadas romas

De Wiki de la Marca Argéntea
Ir a la navegación Ir a la búsqueda

Sexto día del mes de Kyzhorn

¡Deshonrosa agresión!

Las extrañas coincidencias y caprichos del sino han hecho que un servidor, yo, encontrase a uno de los miembros de la "familia" Hachasangrienta. O como son más conocidos, los "pococuajo". ¿Recuerdan el incidente hará ya unos años, por el cual el herrero Cuchulain fue expulsado del poblado bárbaro? Pues parece que las heridas aún no han cicatrizado para los desvergonzados de ese círculo. Hoy le ha tocado el turno a Erik "pococuajo", el hermano de Haken.

Apenas unos segundos tardó la sal de mi ácida crítica en reabrir las heridas en el orgullo del bárbaro, ya que respondió a mi gentil saludo con un empujón. Acabó rematando el trabajo con una patada mientras un servidor yacía en el suelo, encogido y sin poder defenderse. ¿Esos son los valores que enseñan ahora en el poblado bárbaro? ¿Hemos de empezar a temer por nuestra villa, a riesgo de que decidan tomarse la justicia por su mano y atacarla en un alarde de fuerza bruta?

Yo opino que hemos de ponerles freno de inmediato. Privarlos del comercio durante un tiempo, prohibirles la entrada al pueblo. ¿Acaso merecen ser tratados mejor que los salteadores si ellos no nos devuelven un trato meritorio? Por si fuera poco a las continuas amenazas que sufrimos, ¿también tendremos que aguantar a un atajo de desharrapados saqueadores que no dudan en intimidar a quien les parece inferior?

No.

Damián Astarte

Vigésimo octavo día del mes de Flamarûl

¡El circo de sicofantes!

Título que le viene como anillo al dedo al reciente baile de disfraces que ha acontecido en nuestra querida villa, más concretamente en el teatro. Todo transcurrió pacíficamente, para suerte de todos. El punto se lo lleva la última parte del evento, en la que se premiaba el mejor disfraz. Por mejor debería entenderse original, colorido o incluso trabajado. Qué sorpresa cuando le dieron el premio a un matarife de tres al cuarto que había suplantado a un guardia de la ciudad. Para colmo de males, lejos de juzgar al citado matasietes de estoque suelto y filigranas de novato, el segundo disfraz fue todo un exito. Quizá no entre los asistentes, pero seguro que impresionó a más de un clérigo del templo, pues su persona acabó desnucándose contra el suelo en un alarde de trapecismo fallido (y pensar que pretendía imitar a una fata).

El tercero merecía el premio ya que, aunque su disfraz era horrible y poco trabajado, al menos no acabó arrugado y ridiculizado como la mujer, o copiado (vease por robo, asesinato o vayavuestramercedasaber) de algún guardia.

Vivan los sobornos. ¡Gracias, jueces del evento! ¡Bien hecho, Alaran!

Damián Astarte