El tiempo continuaba pasando, con mayor celeridad de la que nunca me imaginé, fruto de las continuas experiencias y vivencias que me mantenían totalmente enfrascado en lo que me rodeaba. Pero esta aventura, fue mucho mas allá de todo lo que nunca hubiese podido siquiera imaginar...
Días atrás, en Nevesmortas, me encontré con Lucian, la dama Inuss, Aderion y las jóvenes Nelline y Juliette. El bardo nos habló de un trabajo para un noble elfo llamado Norfin de Silmarurë. El trabajo consistía en escoltar una caravana hasta los Páramos Eternos. Fruto de mi inexperiencia para tratar con tanta gente en público, no comprendí demasiado bien el significado, pero si que pude comprender lo verdaderamente importante que era escoltar esa caravana, no por la recompensa, sino porque era la primera casa de elfos de la que había escuchado desde que llegué a la Marca Argéntea. ¿Qué haría yo entonces? Debía de asistir fuera cómo fuese, era de vital importancia para mi, pues por fin comenzaría a iniciar una de las misiones por las que fui enviado a esta región.
Así que no lo dudé, ni un ápice y me ofrecí como voluntario para ir hasta ese lugar. No sólo tendría la oportunidad de conocer a ese noble elfo y su casa, sino que además podría reconocer con la ayuda de aquellos aventureros, aquel peligroso paraje. Todo me serviría de aprendizaje, la cual me otorgaría veteranía y experiencia para el día de mañana. Así que, me puse manos a la obra. En ese mismo día comencé a realizar todos los preparativos.
Adquirí una gran cantidad de raíces en el bosque, algo de musgo, así como varias jugosas bayas. Llené mi odre en un fresco riachuelo y me preparé para viajar al día siguiente hacía Argluna. Durante toda la noche estuve observando aquel mapa que había adquirido. Estuve prestando atención a los cielos y manteniendo ojo avizor en los vientos. Hice una ofrenda a mi Diosa y Reina, Erdrie Fenya. Todo estaba preparado.
A la mañana siguiente, fue entonces cuando aproveché la suave y fresca brisa para en una zona despejada del espeso follaje del bosque, alzarme en el aire con el poderoso movimiento de mis alas y empezar a coger elevación en el cielo. Una vez ya en la altura, conocedor del rumbo gracias a aquel mapa, viajé en línea recta hacia Argluna. Pude percatarme de cuan peligroso era aquel lugar. El bosque predecesor al paso de argluna, lleno de animales coléricos y frenéticos, poderosos depredadores de todo tipo. Pero no menos peligroso era el paso, en su mayoría habitado por una gran cantidad de gigantes y humanoides monstruosos.
Una vez mas pude comprender lo realmente dichoso que era de ser un avariel. Los terrestres no sabían lo desdichados que ellos eran al no poseer nuestras alas que nos permitían surcar los cielos. Esta era una clara muestra de los peligros que evité así cómo el tiempo que me ahorré durante el trayecto.
Lo cierto es que el tiempo se me pasó demasiado rápido y no calculé bien el tiempo que tardé en llegar hasta Argluna volando. Puede que fuese mas o menos medio día, o quizás algo mas, no recuerdo bien. Reconozco que el tiempo se me pasó muy rápido, ya que aquella sensación me embriaga debido a esa agradable sensación que recorre cada poro de mi piel. Aquella fresca brisa acariciando cada una de mis plumas. La sensación tan placentera que me envuelve y recorre a través de mi plumaje. Nunca nadie sabrá en verdad, el privilegio que nos dio nuestra Diosa y Reina.
Ya a lo lejos pude ver la plateada ciudad. Su diosa patrona parece ser Selune. Por suerte Iliana me comentó algo sobre su diosa y lo cierto es que me recordó mucho a Sehanine Lunarco. Eso me hizo templar mucho mi mente y mostrarme mas confiado. A pesar de eso no quise ser ningún necio. Aterricé en las afueras de aquella brillante ciudad, y reconozco que muy hermosa para los sentidos a pesar de ser una ciudad humana.
Desde las afueras me prepararé para entrar en la ciudad. Plegué mis alas en mi espalda lo mas que pude y me dirigí hacía aquella posada en la que se nos citó. Pude ver admiración en muchos ciudadanos. En sus miradas pude leer claramente que no había repudio ni maldad, es cómo si aquellos dioses patrones de Argluna hubiesen moldeado la mentalidad de aquellos humanos para hacerla mas favorables hacia aquellos seres que éramos tan diferentes de los humanos. Debo de indicar que las sensaciones que sentí, fueron de libertad y muy agradables. Me sentía bien en aquel lugar.
Tuve varias horas para examinar la ciudad con total parsimonia y tranquilidad. La zona del puerto, del mercados, sus templos. Incluso pude ver estructuras que me llamaron mucho la atención, cómo aquel puente que parecía hecho de cristalcero, cómo en mi nido de las águilas. Era totalmente transparente y brillante, cómo las estructuras que fabricamos los avariel en nuestras ciudades. Fue entonces cuando me sentí verdaderamente pleno y satisfecho. Tenía muy buenas vibraciones sobre aquel lugar.
Con gran parte de mi curiosidad satisfecha, decidí acercarme a aquella posada. Comprendí que yo habría sido el mas puntual, ya que desde el punto de vista físico hablando, nadie podría haber llegado antes que yo, ya que fui volando. Pero me equivoqué, al menos desde el punto de vista físico, ya que no conté con el mágico. Cuando crucé el umbral de aquella puerta y entré en la posada, me percaté de una gran cantidad de aventureros que se hallaban en la zona. Incluso Eilethya se encontraba allí. Entonces deduje que debieron de usar algún tipo de portal que les habría transportado mágicamente al lugar.
A pesar de mi cansancio, por las horas de vuelo, yo estaba satisfecho y me alegré de haber ido volando. Fue entonces cuando me acerqué a los presentes y me presenté. Fue entonces cuando Lucian recordó el encargo. Partiríamos al alba siguiente rumbo hacia los Páramos Eternos. Era momento ahora de descansar. Ya mañana veríamos lo que nos mostraría el Seldarine.
Tras todos los preparativos listos, la caravana se disponía a viajar al alba. La dama Iruss Oira, sería la que lideraría la expedición. Helie, aquella amable mestiza que conocí al poco de llegar al bosque de Nevesmortas, sería la encargada de guiarnos a través de los caminos. Pude observar a una grandísima cantidad de conocidos en la expedición y a otros muchos que aunque no conocía, tendría el privilegio de hacerlo en aquella expedición, que aún ninguno de nosotros comprendía realmente el significado y peligros que habría.
A la mañana siguiente, nos dispusimos a viajar. Todos y cada uno de los presentes parecía saber bien cual era su labor y entre todos se pudo respirar un agradable ambiente cargado de positivismo y determinación de hacer lo que era lo correcto: ayudar a Silmarurë.
Cruzamos aquella hermosa ciudad de tonos brillantes y plateados, así cómo aquel tan famoso puente de cristal. Caminar sobre éste me hizo sentir aquella agradable sensación que nuevamente embriagaba mis sentidos. Sentir esa sensación mágica y de paz, es algo que cuesta expresar con palabras. Caminamos durante un par de horas hasta alejarnos finalmente del perímetro seguro de la ciudad para internarnos en el inicio de un peligroso bosque. El grupo acabó con facilidad con aquellas criaturas mitad oso, mitad pájaro (pero sin habilidad para volar debido a su peso) que nos hicieron frente, mostrando la habilidad de muchos de los presentes.
Fue entonces cuando se presentó el primero de los verdaderos peligros. Cercanos a la costa, vimos en el horizonte atracado a un barco. En su interior había una gran cantidad de humanos. Todos ellos resultaron sernos muy hostiles. Nos atacaron en cuanto nos vieron. Por lo visto se debió de tratar de algún tipo de banda de piratas que se dedicaba al pillaje, pues dejaron un jugoso despojo tras su batalla. Despojo del cual yo no me hice partícipe al deducir que se trataría de algún pillaje.
De todas maneras, me alegré de estar en aquel lugar y con aquellos hombres y mujeres de tantas culturas y sociedades diferentes. Me pude percatar no sólo de la habilidad de muchos de los elfos presentes, sino también de los humanos. Una vez mas comprendí, que no hacía ser falta elfo para dejarte llevar por la bondad y el buen hacer. Una vez mas, las vivencias y experiencias me demostraron que otras razas, pueden ser aliadas de los elfos.
Finalmente, entre tanta aventura durante aquel día, la noche se nos cayó encima y tras avanzar durante un poco mas en dirección sur cómo Helie nos indicó, decidimos buscar un lugar para descansar.
El grupo encontró una zona boscosa en la espesura del bosque. La humedad se notaba en el lugar y apenas se veía la luz de las estrellas o el reflejo de la luna del tan frondoso follaje en las altas copas de los árboles. Todos colaboraron y en apenas una hora se formó por completo el campamento, uno bastante modesto pero a la vez funcional y práctico. Se prepararon las guardias para la noche, guardias que permitirían a todos descansar, comer, beber y relacionarse con los demás. Fue una agradable noche, la calma que precedía a la tempestad, o en este caso a la muerte negra...
La noche en aquel agradable campamento pasó sin ningún problema ni trifulca. Pudimos comer, beber y descansar bien. Otros mantuvimos nuestro tiempo en vigía y además pudimos repasar los hechizos que mejor creímos pertinentes para continuar en el camino la mañana siguiente. Durante aquella noche pude sentir una agradable sensación que me embriago. Aunque no conocía practicamente a nadie, salvo a Eilethya, rápidamente pude sentir una agradable afinidad con la mayoría. Horas antes habíamos luchado codo con codo contra aquellos piratas y todos habían puesto de si para protegerse los unos a los otros.
Esa sensación a pesar de ser completos desconocidos entre nosotros, me hizo creer un poco mas en los humanos. Quizás es por eso por lo que las demás razas faerunitas hayan podido sobrevivir a las tribulaciones que este malvado mundo siempre termina por asolar. Quizás mi mente haya sido demasiado férrea al igual que el resto de mis hermanos. Quizás aún haya esperanzas para las alianzas. Desde mi ubicación pude observar a los presentes en ese estado de tranquilidad y hospitalidad los unos con los otros. Sonreí. Yo quería formar parte de aquello también, aunque no fuesen mi familia, ni mis amigos, quería mostrar mi ayuda a todos ellos.
Las horas acontecieron y el nuevo alba se anunció en los cielos, pasando tímidamente los primeros rayos de sol a través del espeso follaje en las altas copas de aquel frondoso bosque. El grupo se comenzaba a preparar para levantar el campamento y continuar con la travesía. Fue entonces cuando uno de los vigías dio la voz de alarma...
Todos no pudimos percatar de aquella enorme sombra que se dibujaba en los verdes pastos adornados con tonos cobrizos y dorados que adornaban aquel suelo. Aquel enorme tamaño y velocidad me indicaron claramente lo que sería. No podía ser ningún nubarrón, ni tormenta. Sólo podía ser un ser alado de grandes proporciones. Algunos de los presentes se preocuparon de sobremanera. Comenzaron a hablar algo de "la muerte negra". No entendí mucho, pues soy avariel y aunque no me guste, no puedo evitar paralizarme del miedo y del temor cuando creo que tengo un dragón cerca de mi, fruto de mi inexperiencia.
Aquellos instantes fueron terribles e intensos para mi. Fueron segundos que para mi duraron horas. Durante todos esos segundos comencé a pensar en todo el transcurso de mi vida. Desde que tengo uso de razón y noción del tiempo. Cuando era un joven niño avariel. Me recordé de mis padres, de Annariel, de mi instructor arcano-marcial. Del color y la agradable sensación que me embriagaba de ver las estructuras transparentes creadas de cristalcero de mi propio nido. De todos mis hermanos y hermanas. De los ancianos que depositaron su fe en todos nosotros, aquellos que fuimos enviados con una misión, una que era mucho mas importante que cada uno de nosotros.
Sentía miedo y temor, mi latido estaba acelerado, tan rápido que parecía que se me iba a salir del propio pecho. Sentía cómo mi sangre bombeaba por todo mi cuerpo, sintiendo ese latigazo en mis venas, aquella sensación que me hacía sentirme frágil, pero a la vez tan mortal. Entonces mis ojos fueron abiertos. Comprendía que mi fragilidad y la supervivencia de los míos estaba muy por encima de mi persona. ¿Cómo pues podría buscar aliados para nuestro pueblo, si yo demostrase mi cobardía y mi desazón a la hora ayudar a aquellos hombres y mujeres con los que estaba viajando?
Erdrie Fenya nos ofreció un don que ninguna otra criatura terrestre tiene. Somos las criaturas de tamaño medio con mejor maniobrabilidad y velocidad que existen, gracias a nuestro liviano peso y a nuestra carga ligera. Nosotros fuimos creados para surcar los cielos, sentir la brisa en nuestro cuerpo. Nosotros somos hijos del Seldarine y cómo tal es nuestro deber luchar contra todo enemigo que luche en contra de la bondad y el buen hacer. Yo soy un avariel.
Así que en medio de aquel caos, mis pies avanzaron hacia el frente y mirando a los presentes con una voz firme y disciplinada me ofrecí para ayudarles. La gran mayoría de los presentes estuvo de acuerdo, salvo Eilethya, quien había jurado protegerme. Bien es conocido el fervor y el celo que tienen los elfos solares por defendernos a los avariel, lo cual agradecí de Eilethya. Pero esa decisión no le correspondía a ella, sino a mi, sólo a mi mismo.
Fueron unos segundos en los que me dieron algunas directrices e informaciones, pero yo no escuché a ni uno sólo de ellos. Cerré mis ojos y recé para mis adentros. Para nosotros, los avariel, la religión y nuestras creencias son muy importantes y reales. Y yo, aunque sea un aprendiz de la senda del hoja cantante, sigo siendo totalmente fervoroso de mi Reina y Diosa, Erdrie Fenya. Oía las voces de mi alrededor, con especial insistencia a Eilethya que no cesaba en quejarse de mi decisión y ordenarme que no lo hiciera, pero yo no escuchaba sus palabras. Le pedí perspicacia y templanza a mi Diosa. Sabía lo importante que era aquella misión para mi nido y no quería fallar. Si Erdrye lo deseaba, ella me ofrecería su bendición y tomaría rienda de los vientos para hacerlos favorables para este momento no dejarme desfallecer.
Abrí mis ojos y verdaderamente sentí la bendición de mi diosa. Todo a mi alrededor me era favorable. El pequeño claro que se alzaba sobre mi cabeza permitiéndome alzarme en vuelo. Notaba la agradable brisa y los vientos con un ligero remolino que se alzaba en los cielos, un dato que ningún terrestre sabría apreciar, pero que yo cómo avariel era muy consciente de aquella corriente de aire. Entonces sucedió, no lo medité mas. La decisión había sido tomada. Flexioné mis rodillas y extendí mis alas totalmente para a continuación coger impulso con fuerza y comenzar a elevarme a una mayor velocidad de lo que nunca antes realicé. Efectivamente era cómo si Erdrie me estuviese bendiciendo.
Rápidamente me elevé sobre aquellas copas de los árboles y continué elevándome mas y mas. Fue entonces cuando agudicé mi visión para percatarme del entorno que me rodeaba, para mantenerme vigilante y con ojo avizor. Entonces noté cómo el viento cambió rápidamente hacía mi efectuando una gran presión sobre mi cuerpo. Frené el movimiento de mis alas y rápidamente cambié el ángulo de éstas para esquivar aquella sombra que rápidamente quería caer sobre mi.
Esquivé al gran dragón negro que ni siquiera pudo arrollarme con el movimiento de su cola al cruzar a mi lado. Era la primera vez que observaba a un dragón de tan cerca. La sensación de temor me invadió pero no se adueñó de mi. Esa sensación me hacía sentirme mortal y frágil, pero a la vez precavido. Las corrientes del aire parecían favorecerme a mi. Si algo sabemos nosotros los avariel, es que un dragón es muchísimo mas veloz que nosotros, casi el doble. Pero nuestra maniobrabilidad es mil veces mejor que las suyas. Somos capaces de hacer piruetas en el aire en tamaños muchísimo menos reducidos. Esa era mi baza a favor y era lo que iba a usar en todo momento.
Pude ver como la figura de aquel gran dragón comenzó a girar en el aire. Calculé su movimiento. Sabía de lo mortal que era el fuego para nosotros los avariel. A pesar de eso, yo cómo usuario del arte, era capaz de manipular el fuego para usarlo en mi beneficio. Una bola de fuego certera en el aire, era la manera mas eficaz de abatir a un ser alado, por eso los avariel aberramos tanto los conjuros ígneos, por su capacidad destructiva de inutilizar nuestras alas en los cielos y de anunciar nuestra caída mortal.
No sé en que pensé en aquel momento. Sentí la bendición de Erdrie en los aires y quise demostrar a ese maldito dragón, que aunque fuese menos poderoso, menos rápido y mucho mas pequeño, no temería defender a mis compañeros y aliados por temor. Hice uso de la metamagia, un arte que nos es obligado aprender a los hojacantante. Seguí calculando el movimiento de aquella criatura mientras que yo me iba posicionando. Retiré mi hoja de canto y me puse en guardia sin cesar en el movimiento con mis alas para mantenerme en el aire. En ese momento pronuncié el componente verbal, sin necesidad de realizar el somático ya que estaba conjurando sin moverme.
Rápidamente empecé sentir a mi alrededor aquel calor abrasador. El incendiario de flechas flamígeras comenzó a dibujarse a mi alrededor mientras que el conjuro estaba lanzándose. Fijé a mi objetivo y en aquel momento exhalé la última de las sílabas de aquel componente verbal con un grito apasionado que no pudo contener mis emociones. Pude ver cómo varias de aquellas flechas ardientes fueron dirigidas hacía la enorme masa de músculo y escamas que se acercaba peligrosamente a mi.
El conjuro impactó de lleno sobre aquel gran dragón. Aquel fuego abrasador mostró una nube negra de polvo y ceniza que rápidamente se evaporó. Mi conjuro fue absorbido por aquellas ancianas escamas de aquella criatura. Oh, no, mi Reina y hermanos y hermanas. Fallé en mi ataque. Necio y tonto de mi, ¿Cómo has creído pensar si quiera que podrías haber causado algún daño a esa criatura?
El tiempo no jugaba a mi favor y fue en ese momento cuando el gran dragón negro abrió sus enormes fauces para mostrar aquellos mortales y demoníacos dientes y comenzar a cargar su arma de aliento. La gran velocidad con la que se acercó a mi no me dio tiempo a mucho mas. Sentí su ácido aliento que fue escupido hacía mi con toda su rabia. En un movimiento desesperado, cambié la posición de mis alas y batí con fuerzas mis alas para esquivar aquel ataque de la criatura.
Conseguí evitar la embestida del gran dragón así como parte de su aliento, si, parte de su aliento. Porque la otra parte me salpicó en el pecho y medio rostro. El dolor fue insoportable. Era cómo fuego líquido que correía mi delicada piel. Sabía que no podría aguantar otra embestida. Había perdido la visión en uno de mis ojos, el cual mantenía cerrado para evitar que el ácido se metiese dentro de éste. El gran dragón tardaría en girar para volver a atacarme, segundos valiosos que me servirían a mi para guarecerme en las altas copas de aquel frondoso bosque.
El instinto me impulsó y yo no dudé ni un ápice en hacerlo. Me puse en posición totalmente vertical con la cabeza enfocada hacia el suelo. Noté por unos instantes esa agradable sensación de vacio cuando quedas durante ese micro segundo impulsado en el aire. Plegué mis alas con fuerza para mantenerlas pegadas a mi cuerpo y entonces sucedió. Realicé el descenso en picado mas peligroso que nunca antes realicé porque el momento en el que abrí mis alas para frenar en el aire, teniendo en cuenta la velocidad a la que bajé, fue demasiado tarde.
Noté cómo mi cuerpo impactó contra una criatura convocada que por suerte amortizó parte de mi golpe. A pesar de eso, noté el fuerte golpetazo que me dejó paralizado en el suelo durante unos agónicos momentos. Intentaba respirar, pero el golpe en mi pecho fue demasiado fuerte y no conseguía insuflar el aire en mis pulmones. Los segundos transcurrieron muy lentos para mi, sintiéndome presa de aquella asfixia mientras que me retorcía del dolor.
Fue entonces cuando sentí aquella agradable sensación de energía positiva que recorría la totalidad de mi cuerpo. Era una sensación cálida y placentera que a su vez comenzó a sanar mis malestares físicos y rápidamente aquella paz me embriagó y tranquilizó. Pude coger aire por primera vez en muchos segundos y exhalarlo después, para continuar respirando normalmente. Entonces abrí mis ojos y pude observar a la Dama Iruss con sus manos puestas sobre mi pecho.
A mi alrededor estaban todos, aunque especialmente mas preocupada Eilethya, quien a su vez parecía estar discutiendo fuertemente con Lucian. No recuerdo lo que dijeron, porque creo que me desmayé un par de minutos. Lo único que se es que les alerté que había visto a un gran dragón.
La muerte negra parecía haberse alejado de aquel lugar, a saber porqué.